Sapiens
(Por Nicté Walls)
Pienso, luego, creo que existo.
Melida me dejó un mensaje en el celular “por qué no te vas a la mierda de una vez pinche cerote” creo que aventé el teléfono por la ventana del depa y luego salí a la calle como loco a buscarlo, esa puta es capaz de hacerme reaccionar a ese nivel tan primario y elemental.
El celular se hizo huevo, y mientras subía los 3 pisos empecé a cantar sin darme cuenta “all the King horses and all the king men…” y me acordé de las piernas de Lorenita, la “miss” que me enseñó inglés y otras cosas en primaria.
Ese teléfono me costó medio salario, no es cierto, gano mucho más que eso y tampoco le gustaba a Mélida que ganara lo suficientemente bien para decirle que se quedara en la casa, me esperara medio vestida y se dejara hacer las cosas ricas que a ambos nos gustaban, pero, la puta no me esperaba y se quedaba con sus amigos bebiendo margaritas y luego llegaba hedionda a sexo casual, mota y cerveza barata con la pintura corrida y los tacones de las botas reventados…
Y yo pajeandome, me pajeaba por horas mirándola dormir como la puta que es, los pechos saltando de la camisa de noche y ese olor a perfume francés mezclado con sus pedos…
Me acuesto a intentar dormir y la veo aparecer otra vez de farra, llena de mota como perra cansada, las tetas flojas sin el push up que les dé forma. Se emputa cuando me ve echado en la cama, y es que ella conoce al cerrajero que me volvió a abrir la puerta del departamento por cuarta vez.
Ella no entiende, realmente no entiende que no puede quitarme el derecho a vivir en la casa que yo compré y yo pago, que desde que aceptó ser mi mujer es parte de mis cosas como este departamento, como los ligueros y los calzones de Victoria’s Secret que le he regalado, como la cirugía que le pagué para que apretara un poquito, que ya estaba bien floja cuando me casé con ella.
Se me echa encima a pegarme con un libro y yo soy más buzo, la domino como siempre, me le monto como siempre, soy un toro bufando y la penetro sin esfuerzo, ella llora y gime, me araña la espalda, puta que delicioso se siente dominarla, aquí si la amarro.
Me dejo caer rendido y ella sale corriendo, supongo que se irá a dormir a la biblioteca, o se bañará, o se preparará un té, o llorará por el teléfono con su cuate de siempre, un hueco cerote que no la puede venir a defender y sólo me volteo, gané por hoy, seguro que mañana será la misma sedita de siempre y hasta me pedirá más…
¡puta!, ¡cerota! Que chingados traés allí?
Un estante se clava en mi cabeza, el otro en mi garganta, tenía sus huevos la putia al final de cuentas, otro golpe y se clava en mi torax, me ahogo y la veo gritando y llorando, me duelen las piernas luego del tercer golpe, ahora me arrepiento de haber comprado esa librera cerota, casi no pesa sin los libros, y el nombre, ¿Cómo se llama? Ahh, Sapiens, ya no pienso, ya casi no existo.
Me gusta la idea, mucho, y me gusta lo creativo y me gusta que ambos personajes sean una mierda y ni uno sea peor por macho ni la otra peor por interesada y malagradecida...me gusta la idea de la librera tan fina, tan cara, tan deseada, reducida a un arma mortal. Una última revisión le hizo falta, no más, para pulir gramática.
ResponderEliminarMe gustó mucho. Me gusta que aparte del punto de vista sexual de la relación, dieras la parte emocional, se logró muy bien. Vos, yo igual que JP te voy a joder con la gramática.
ResponderEliminarNicté, escribes muy bien, pero a mí, en lo personal, me cuesta tomar distancia para que no me afecte la mezcla de sexo con violencia. Sin embargo me parece muy bien que seas consecuente en tu estilo.
ResponderEliminarse agradece, en serio, Juan, me robé la librera porque me encantó, pero no se vería bien en mi casa, mi decoración es fría y minimalista.
ResponderEliminarOlga gracias,
Ixmucané: hay más de un hombre que escribe sexo y violencia, como Palahniuk e incluso Cortazar, no sé por qué tendría que auto-censurarme y la literatura debe emocionar, no importa si lo amas o lo odias. nada que no veas en cualquier episodio de CSI
No Nicté, no pienso que deberías censurarte. Por nada. Solo te quería explicar por qué me cuesta comentar tus cuentos. Pienso que es siempre bueno saber lo que sentimos los distintos lectores al leer los cuentos, y aún más cuando no nos dejan fríos.
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