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Cómo convertirse en 43 minutos

Cómo convertirse en 43 minutos
Por Olga Contreras

Los primeros ocho minutos fueron por demás extraños. Una lucha interna pasó al plano externo pues mientras lo besaba, mi mano trataba –más por el cargo de conciencia que por convicción- de alejarlo. Inhalaba culpa, exhalaba satisfacción. Inhalaba miedo, exhalaba un grito ahogado. Sus caricias eran más fuertes que mi voluntad. Mi cuerpo aceptaba poco a poco ese tocar como quien abre su corazón virginal a un catecismo que revela una nueva fe; una religión basada en fronteras traspasadas, en juramentos que ahora se oían como un eco cada vez más distante, como una realidad alterna que impávida veía como se consumaba el séptimo de los mandamientos.

Transcurridos diecinueve minutos, decidí ir a confesar este terrible pecado nomás recuperara la compostura -si es que eso era posible- porque a esta altura ya estaba poseída por su voz, bautizada por su sudor, ungida por la presencia mesiánica de aquel hombre ajeno, que tomaba con fuerza -pero no por la fuerza- a una mujer igual de ajena.

Mis creencias antiguas se derretían como una estatua de arena frente al embate de las olas lujuriosas que ahogaban dogmas enraizados.

Luego de cuarenta y tres minutos de un sermón convincente, contundente y claro como el agua, me di cuenta que el único sendero delante de mí era someterme de forma absoluta, incondicional y con total reverencia y respeto a esta fe oscura, secreta, sólo para dos. Ahora creo, creo ciegamente, firmemente. Me convierto de lleno a este credo que trae consigo una promesa de castigo, nada de futuro, pero que me ofrece una tajada de cielo con cada encuentro.

4 comentarios:

  1. Me encantó, muuy romántico *suspiro* ;-)

    Y qué casualidad que tenemos temas parecidos: los amores difíciles.

    Un abrazo y de veras, buenísimo.

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  2. me quito el sombrero Olga, esa es la mera buena

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