Mareada
por Nicte Walls
Creo que me desconcerté cuando amaneció, estaba apretada a tu cuerpo que sudaba copiosamente y nos cubria un enorme mosquitero rosado, la cabaña estaba más que ardiente con su techo de lámina de cinc y el piso de arena, la cama era tan pequeña que casi me caigo cuando intenté desamarrarme de tu abrazo, me apretabas con ganas y tenías la boca prendida de mi pezón, dormido, completamente dormido, como un bebé.
el cuadro era demasiado chocante para tolerarlo, me puse de pie, desnuda como estaba y alcancé a ver a un niño correr hacia la esquina. la cabeza me dolía, sentía la resaca en todo el cuerpo y además, verte allí, endemoniadamente blanco y sudoroso, con los calcetines puestos en la playa...era demasiado.
me vestí con lo que encontré de mi ropa, no apareció el brasiere de encaje y supuse que los niños se habían llevado también mi peine. ¿donde diablos estamos? y lo más importante ¿quién sos vos?
salí para ver un paisaje de ensueño, una mujer cocinaba pescado al lado de la cabaña, dos niños desnudos correteaban por la playa y el mar azul a poco menos de 300 metros.
"¿se levantó ya Adrian?" no logré reconocer a la mujer que me hacía la pregunta, menuda y morena de manos pequeñas se afanaba en la comida y me miraba con extrañeza, yo era la intrusa, pero no sabía quien era Adrian, supuse que el bello durmiente y le dije que no, pero que quería irme si no le molestaba.
Ella se agachó sobre el fuego a echar una tortilla, tomó otra de una calabaza vacía y me la dio "tome, hay agua en la tinaja" y me entregó la tortilla con un par de aspirinas, de irme no me dijo nada.
Adrian se levantó y los niños huyeron, pronto se dispuso una mesa bajo un plástico azul que hacía de toldo y ella, solícita como una esposa le sirvió un enorme caldo, a mi no me ofreció nada, ni siquiera una silla.
Adrian le gritó a uno de los niños que me trajera una silla, me senté a su lado con mi vaso de agua. balbucí algo como "gracias por todo, pero tengo que irme", por toda respuesta me miraste con unos ojos verdes brillantes, enojo y rabia y luego nada, ni una palabra.
pasé el día con hambre, nada más que la tortilla y ninguna indicación para irme, supuse que debía esperar a la noche, huir mientras dormías pero antes me obligaste a satisfacerte, una y otra vez, casi amanecía cuando al fin logré salir de la cabaña y correr por la arena, mis sandalias de tacon quedaron abandonadas mientras intentaba dirigirme a una luz que veía en la lejanía, cada vez más distante.
el dolor de mis pies me despierta, estoy en un hotel con aire acondicionado muy fuerte, tiemblo a tu lado en la cama más mullida que he visto, desnuda y con tu boca prendida a mi pezón de nuevo, si vos, fue un sueño, pero todavía no logro saber quien sos.