Cambio de vida
Por Marilinda Guerrero
Con una cuchara cavó a través de las paredes de aquella
prisión oculta por el follaje del bosque, el cual nadie traspasaba por miedo a
sus fantasmas. Cuentan que en las hojas de los árboles se escuchan los
murmullos de los antiguos condenados, de las mujeres y hombres torturados. A
veces suena el látigo y los gritos de los flagelados.
La cuchara surcó en la tierra. Su respiración agitada era lo
único que escuchaba. Si su madre supiera de él. Nunca la conoció. El juez y el
psicólogo determinaron que esa era una de las razones de su ira reprimida. Ni
el mismo entendió cuando colgó a sus vecinos después de haberles pedido de modo
razonable que bajaran el ruido de su equipo de sonido. Lo único que necesitaba
era silencio.
Desde niño conoció el silencio. En el estomago de su madre, siempre
oculto por ella. Nunca le habló, ni se dirigió a el. Nunca pudo moverse con libertad. Ella siempre
lo ocultó tras las múltiples fajas que se colocó en el estómago. El parto fue
en silencio, a escondidas. Con las tijeras cortó el cordón, se lavó y secó las
manos. Se subió el calzón y piernas abiertas abrió la puerta y la cerró. La
muchacha de la limpieza lo encontró sobre el lavamanos, cubierto en placenta y
sangre. Al llevarlo al hospital, los doctores lo recibieron en silencio,
indignados por la indiferencia de la madre. Cuentan que murió desangrada metros
después de la puerta que ella cerró. Siempre la extrañó, la imaginó llegarlo a traer al orfanato, para
jugar y sentir su cariño. Vivía en
silencio, mientras los demás niños gritaban.
El surco en la tierra
cada vez más profundo, y sus lágrimas brotaban de los ojos recordándola. Sus
ojos obscuros, pelo largo y pelirrojo. Se casó joven, y ella también. Ambos sufrieron el destierro. Ella por sus
padres, el por su madre. Aprendió varios
oficios en el orfanato, hasta que lo dejaron ir. Cayó preso por una
equivocación, el momento incorrecto, bicicleta incorrecta, dia incorrecto.
Llevaba ya dos años encerrado, en silencio. Conforme la tierra se acumulaba en
sus uñas, escuchaba un a brisa soplar en sus oídos, era el susurro de su madre,
instándolo a salir. Con cada excavación, mas cerca y fuerte sentía su corazón.
Después de meses pudo traspasar el umbral hacia la libertad.Una vez fuera se
sintió renovado, quiso celebrar su victoria, y lo hizo, gritando.
Me alegra que hayas regresado!
ResponderEliminarRelato que atrapa por su narración encadenada. Urge saber de que escapa, cual es la prisión... duro relato. Pero al final el grito, es grito de libertad o así lo entendí yo. Gracias Marilinda por compartirlo. Que bueno haber vuelto.
ResponderEliminarsi! ya estoy de vuelta. Gracias por leer martesadas
ResponderEliminar:)