De Luna y de Miel
Por Tania Hernández
Aquello nunca fue luna. Aquello nunca fue miel. La miel estaba en la boca del otro, en el sabor del otro, en las manos del otro. En la oficina lo llamaba Don Pablo. Pero en la cama, en ese cielo de cama, era solo su Cielo. Este no. Juan no. A Juan lo quiso alguna vez. Lo quiso porque había que quererlo. Porque lo decían todos, porque lo decía la Biblia, porque lo decía el pastor. Y el pastor había dicho que Juan era bueno para ella. Que Juan era bueno. Punto. No importaba que la luna de miel no le supiera a nada. Que su piel no brillara bajo su mirada. Que fuera burdo y distante. Honrarás a tu esposo. Y le servirás. Y lo respetarás. Y ... ¿Pablo? ... nadie le dijo que Pablo. Ella también debía respetar a Pablo. Porque hay que respetar al jefe. Eso decían todos. Hasta su madre. Hasta el pastor. Y ella lo respetaba. Respetaba sus besos. Respetaba sus manos. Respetaba sus caricias, el bello que le cubría las piernas, y el vientre, el sudor que le humedecía la piel cuando la amaba ... La luna despertó la noche y le hizo descubrir que su piel podía ser dulce, que el azúcar que se fundía en sus labios, todos sus labios, era bebible. Y la noche lo sabía. Y Pablo lo sabía. Y se enloquecían juntos, sobre la cama, y las sábanas blancas, blancas de luna, en el motel de lujo. Él, llamándole bella, mi Bella. Él haciéndola bella. Juan no. Juan ya no era bueno. Ya no olía a bueno. Ya no sabía a bueno. Odió a Juan. Odió su olor. Odió su sabor. Su roce le hacía daño. Empezó a esquivarlo, a dormir con la niña, a tener frío para no desnudarse. Y entonces ... Pablo que no, que esto no puede seguir, que mi esposa ... ¿Y ella? Pero si ella... Juan ya es no bueno. Juan ya no huele a bueno. Juan ya no sabe a bueno. Odia a Juan. Odia su olor. Odia su sabor. ¿Y entonces, Pablo? ... Le queda la luna. Solo la luna. Aún logra esquivar a Juan, y en noches de luna llena, se encierra en el baño, unta con miel sus pechos, su vientre, sus labios, y después de llorar, después de la catarsis, vuelve a respirar, a olerse hermosa, a sentirse hermosa. Solo la luna. Solo le queda la luna. Una vez al mes, vuelve a sentirse libre, vuelve a sentirse mujer. Juan no. Juan ya no. Y tampoco Pablo. Solo ella y la luna. Ahora, respeta a su cuerpo. Ella y la luna, por ahora bastan.
¡TANIA, TANIA, TANIA! Qué clase de cuento, por favor...Me gusta y me temo que demasiado. BRAVO, éste es mi favorito tuyo.
ResponderEliminar