Por Marilinda Guerrero Valenzuela
Saliva en la boca. En el cuello. En el hombro. En los pies. Sospeché estar en salmuera. Todos los días con él, tenía la misma visión. Desnuda. Rociada con su baba, sal, limón, pimienta, orégano y un poco de consomé. Lista para cocinarme.
Invertía gran parte de mis honorarios para acicalarme y verme espectacular. Y cuando lo veía, él me salivaba toda. Lavaba el maquillaje, las sombras, el pintalabios, la ropa. Era impresionante la fuerza de su saliva. Como las olas del mar que atraen a la arena con fuerza, así succionaba mi ropa y luego la escupía. Lo siento, me decía. Pero era exquisito el sabor de la lengua en mi piel. Lograba navegar en medio de su mar, su luna, y sus estrellas. Éstas me llevaban a territorios desconocidos, nunca antes vistos. Profanó lo ingenuo, lo santo.
Cuando iniciamos, tuve la bobería de pensar que era la emoción del primer encuentro, la ansiedad de explorar. Conforme hubo más reencuentros, pude ver lo equivocada que estaba. La saliva no cedía. Me sentí contra la pared. Padecía una encrucijada. O velaba por mi satisfacción dejándome llevar con la corriente, o secaba mi cuerpo. Varias veces sugerí la visita a un médico. Nunca fue. Entonces, las salpicaderas en sus besos se fueron transformando en minutos ahogantes, asfixiantes. Siempre me pregunté si aquello era parecido a la película de waterworld, solo que sin los barcos y sin Kevin Costner. Mucha agua, poca acción. Al final eso fue lo que sucedió. Luché por conservarme seca, por concentrarme, por ventilarme, imposible. Ahora odio las piscinas. Me recuerdan su humedad. Sus besos, su cuerpo, todo. Aún dejó huellas con sus babas cuando se iba, como un camino de vuelta hacia él. Yo dejé que se evaporara.
Excelente cuento, llevás la lectura de la pasión a la decepción. Muy bien escrito. Sugerencia amigable: palabras en inglés se ven mejor en letra cursiva, pero no es nada vital ni le resta mérito en lo mínimo. (OLga Contreras)
ResponderEliminarUn relato muy dinámico. Me gusta su ritmo lo hace rápido de leer, aunque esa rapidez no evita un poco el repelús de tanta segregación.
ResponderEliminarEl chico sabueso;) Me recordó a esa película con Tom Hanks con el perro baboso jajaja.
ResponderEliminarMuy interesante la forma en que pones algo extraño como algo con potencial erótico.
Bienvenida!!
Bueno! Me gusta la metáfora que se utiliza para hacer alusión a los amores dependientes, asfixiantes y enfermizos (bueno, eso entiendo yo que se habla en este cuento). El final es sublime cuando dice que dejó que se evaporará, una buena opción para acabar con las ataduras ;)
ResponderEliminar