Noche sin luna
Wendy García Ortiz
Este cielo gris le trae malos recuerdos. La tienen hipnotizada esas nubes que no se quieren descargar. Cae la tarde.
Ella lleva días recordando, mutilando historias, imaginando nuevas.
Desde la ventana ve la ciudad del mismo color que su corazón -porque los colores también los siente- es un color podrido y envenenado. No ha querido salir del apartamento desde hace días y casi no se aleja del cristal. Sólo se mueve para darle un repeat a un viejo disco de Portishead. “Render your heart to me”, grita Beth Gibbons y ella sonríe.
Tristeza.
Ayer fue lo mismo; anteayer igual. El ventanal no le ayuda mucho en invierno. Inhala el humo de su cigarro y lo empuja contra el vidrio. En cada bocanada deja un vaho hediondo. Su cuerpo no acepta más que nicotina y le produce una sensación de debilidad. Tiene la mirada perdida.
Se repugna de sí misma con tanto recuerdo encima, pero sabe que mientras más los atrae, más puede moldearlos. Sueña, quita las piezas que no le gustaron, las que ve demás, las que odia.
Odio.
Lo odia a él. Pero también lo quiere. Quiere. Lo desea. Desea su corazón, su mente, su cuerpo... Le hace falta. Eso que decían los poemas de amor y las canciones cursis era cierto. “Vergonzosamente cierto", dice en voz alta.
Abajo, en la calle parece ver su silueta. ¿Será él? No… está alucinando. Ha de ser la falta de sueño, piensa.
“Now that we´ve chosen to take all we can…” canta Beth.
No, no obtuvo lo que pudo ni lo que quiso. Lo quiere con ella ahorita. Tiembla. Se deja caer al pie de la ventana. Sigue temblando, pero no sólo ella, también el apartamento, las lámparas, el piso, la ciudad.
Abraza sus rodillas y llora.
Se caen los libros, los discos, los adornos, los recuerdos. Un mueble desiste a sus pies. En sus pies. Entonces ríe al ritmo de sus huesos rotos.
“I can´t hold this day anymore…” canta más fuerte Gibbons.
Levanta la vista hacia el cielo. Sigue gris. Hoy no hay luna. Sigue temblando. Sigue desmoronándose, ella, la ciudad, su corazón. El vidrio de la ventana desiste, se quiebra. Su ventana, en pedazos. Caen sobre ella pequeños trozos de vidrio. Sus ojos, se nublan. Sangra.
El reproductor de discos no deja de sonar. “Nobody loves me, it´s true… not like you”, dice a lo lejos Gibbons.
Intenso! Felicidades! Me gusta mucho, sobretodo la mezcla entre la música y la razón.
ResponderEliminarGenial, se lee muy bien, muy corrido y entretenido. Te atrapa.
ResponderEliminarEl terremoto interno se refleja externo, o el externo solo viene a aumentar el interno. Me gusta la combinación de las dos catástrofes.
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