Aquí no existen mujeres feas, todas son preciosas. No existen hombres feos, todos son espectacularmente guapos. Así ha sido durante varios años y desde que es así el atractivo físico ha dejando de ser un tema de conversación. Cada vez hay menos ojos lujuriosos a la pareja del prójimo; todos saben que la que tiene a la par no tiene nada de menos.
Ahora, como aquel principio básico de Lavoisier en el que la materia – o la energía – no se destruye sino muta, reencarna; la industria de cosméticos es la que está sufriendo. Cada vez menos personas compran maquillaje. Ante la nueva realidad en donde la belleza de las personas es una cosa natural, el uso del maquillaje se ha vuelto una cosa inútil. Los gimnasios por su parte han tenido que reducir el costo sus membresías hasta dejar de ser negocio.
El culto al cuerpo ha reencarnado en un culto al intelecto. Ahora el hombre más atractivo es el que tiene dentro de su haber una colección de libros y un repertorio de temas interesantes en su conversación. La mujer que sabe de autores nuevos, de libros inéditos, de nuevos estilos literarios son ahora la más chic. Los negocios que ofrecen cursos de lectura rápida han dado empleo a los antiguos trabajadores de cosméticos y sus dueños aparecen en las portadas de las revistas Forbes. Las citas de autores reconocidos son los nuevos dichos populares.
Marta llegó hace un mes después de ocho horas de viaje en autobus desde una de las provincias del país. Nació y creció en una cuna muy humilde, en el campo aprendió a trabajar y en el río a divertirse. Nunca aprendió a leer ni a escribir, oficios que le eran totalmente inútiles porque – como decía su tata – nunca ha logrado que un lápiz dé buenas frutas pero cuando el destino juega dominó, a la ficha menos pensada le toca ser reina y Marta resultó modelando para las marcas de cerveza más vendidas gracias a su color de piel siempre bronceada que contrastaban con sus ojos azules, única herencia de su abuela. Su vida por mucho tiempo representó todo un reto para el amor incondicional de sus padres hasta que las nuevas tendencias le golpearon sin que nadie la previniera. Ahora su salario ha llegado a ser realmente alarmante, cosa que no entendía ni experimentaba desde que inició a posar para las cámaras. Ya habían pasado seis meses recibir las mismas comisiones (nombre que si lograba tranquilizar su conciencia) que le entregaban todas las semanas en las casas de campo de los gerentes de las grandes empresas después de finalizar el casting privado para lo que la llamaban. Todo eso se había acabado; estaba oficialmente desempleada y volver al campo era una idea inexistente.
En la gran ciudad las entrevistas no eran nada agradables. Cuando entraba a una empresa lo primero que tenía ante sí era una hoja llena de letras y líneas que lo único que profetizaban era la misma cantaleta:
- ¿Y usted por qué no ha llenado la solicitud? – decía la gerente de recursos humanos – si tenía suerte –; muchas veces no pasaba de ser la recepcionista.
- No se leer.
- ¡No sabe leer! – Remarcaba sincronizando sus palabras con una mirada despectiva a la que no lograba acostumbrarse. Antes, las mujeres la veían despectivamente pero tenía la certeza de ser envidia, esas le gustaban.
- No.
Hace años – pensaba – no habría tenido que pasar por esto. Todo esto habría terminado en un contrato sellado con un apretón de piernas.
En la última entrevista, luego del diálogo de rigor, casualmente había entrado el gerente de mercadeo a hacer una consulta a la de recursos humanos deteniendo la entrevista por un momento.
- Permiso licenciada, ¿me permite un segundo? – Marta volteó a ver a la puerta donde el gerente ya asomaba la cabeza educadamente.
- ¡Claro que sí!, pase usted licenciado, ¿en qué puedo servirle?.
- Vengo a dejarle un nuevo perfil que estamos buscando…perdón – se detuvo percatándose de su falta – no la saludé, disculpe usted, buenos días.
- Buenasss – respondió Marta de una forma tan común y corriente que dibujó una mueca de hartazgo en la cara de la entrevistadora y una de extrañez e interés en el mercadólogo.
- Excúseme licenciada, la llamo en un minuto – Dijo luego de cinco segundos de silencio y saliendo de la oficina sin dejar las hojas que traía del nuevo perfil que solicitaba.
- Licenciada – decía ahora por el auricular el de mercadeo –, ¿la persona que está con usted está solicitando trabajo?
- Si pero…
- Si, me imagino, hágala pasar a mi oficina por favor.
- Pero…
- En cinco minutos, ¡gracias!.
Un mes más tarde Marta vuelve a estar en la televisión. Es la protagonista de un comercial de 30 segundos que muestra un antes y después de tomar un curso Express de educación. En una primera toma muestra está Marta en blanco y negro hablando con frases salvajes y silvestres mientras la cámara hace un acercamiento a la cara de desagrado de su interlocutor: joven y apuesto – como todos – , luego unas frases sobre la promoción del curso y luego el desenlace en una segunda toma, a colores y con un fondo de hotel de lujo, Marta hablando coloquial pero educadamente con el mismo interlocutor mientras este disimuladamente ve su escote.
- ¡Ya vistess quien regresó al pueblo!
- ¿Quién?
- ¡La Marta!
- ¿Cómo te enterastess?
- No supistess que la Yojaira echó a su marido porque le descubrió fotos de ella en su celular pues.
- No, no sabía, ¿en serio?
- Si, ahora disque todos los del pueblo quieren con ella. Ahora sí, ni nos voltean a ver.
Las ventas del curso Express han ido en aumento, han tenido que alquilar tres antiguos gimnasios para convertirlos en aulas y el proyecto de franquicias tiene buenos augurios.
El reporte ejecutivo al director comercial concluye: “Las fuerzas del mercado siguen actuando solas. Tras un momento de distorsión, las estrategias seguirán siendo las mismas y el consumidor de ideas, el mismo”.
Luego, en el almuerzo, los dos gerentes almorzarán juntos. ¿Haz visto Matrix? A veces pienso que nosotros somos los programadores.
Muy buen cuento Manu, ante todo admiro el coraje de aventarse tan controversial tema (le va a llover). Me encanta el fraseo: "con un apretón de piernas; la ficha menos pensada le toca ser reina; las tendencias la golpearon". Sólo una cosa, creo que es: color de piel bronceada que contrastaba con sus ojos azules (no contrastabaN, en plural). Bien Manu!
ResponderEliminarManu, qué bueno que volvistesss a escribir!
ResponderEliminarInteresante esto de que el curso para hablar bien fuera la "nuevo" cirugía plástica. Definitivamente la cuestión de la publicidad es crear la ilusión de la homogeneidad, poniendo como que el objetivo es que todos sean igual de buenos, pero se basa en que la gente se sienta excluida.
Lo planteas muy bien, aunque me parece que puedes pulirlo aún un poco.
Manu
ResponderEliminarMe encanta como conjugas un prefacio y despues le entras al cuento, precisamente, esa forma de escribir estoy practicando, gracias por la clase, Maestro!!!!
La inspiración o por lo menos la ilusión por escribir es una cosa extraña y llega cuando uno menos lo piensa, en mi caso, tuvo que pasar bastante tiempo para que de repente empezara a escribir y naciera este cuento.
ResponderEliminarGracias Olga, es mi intención adentrarme un poquito en esa selva tan cerrada de los estereotipos.
Estoy de acuerdo Tania, se puede pulir, lo revisaré.
Gracias Gerardo, pero Maestro..pfff..ni la sombra.
Saludos!