variopinto

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Falsos testimonios

Falsos testimonios
Por Fabiola Arrivillaga

No señor. Nada pasó así. Todo comenzó con el ataque de amebas que me dio cuando estaba por subirme al carro. El dolor era insufrible y más aún las ganas de ir al baño. Cuando mi carcacha no arrancó, salí corriendo para agarrar el primer taxi que pasara y así, talvez, logaría llegar a mi casa antes del desenlace.

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Testimonio 001
Mujer, 37 años, secretaria.
Mire, la verdad es que yo no creo en eso de los milagros o, por lo menos, no creía. Pero ya ve que hoy cabal cuando me iba a subir al taxi para ir a almorzar, no me fijé en que el taxista iba bien bolo.

Ya ve, a veces una está perdida en sus pensamientos y no se fija. Entonces pasaba este señor y,como todo un Superman, me lanzó a un lado y se encaramó al carro. De la que me salvó. Media cuadra después el infeliz del piloto se ensartó en un poste; mi pena era por el otro don. Yo corrí a ver si no se había lastimado, pero él salió corriendo y ni siquiera volteó a verme. Así han de ser los héroes de verdad, usted. Modestos y medio amishados.

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Testimonio 002
Mujer, 73 años, ama de casa.
¡Ay que Diosito bendiga mucho al muchacho! Imagínese usted, yo ya estoy vieja, ya no miro bien y las venas me tienen las piernas re adoloridas; y para colmo llevaba la bolsa del mercado. A una ya le cuesta aguantar tanto de pie, y con esos choferes que manejan como si la pelona los fuera persiguiendo. Pero el muchacho se paró y me ofreció el lugar; bueno, bien bien no le oí lo que dijo,pero me imagino que me invitó a sentarme y él se puso de pie. Después fue la balacera. De verdad que hay ángeles por todas partes.

...

Por favor. Yo cediéndole el lugar a una vieja. ¿Para qué?¡Que se queden en sus casas o se vayan a un asilo!¡Nada tienen que hacer en la calle ni en la camioneta! Si yo lo que hacía era escaparme del suplicio de aguantar el olor a sobaco hediondo y a pata sucia del hombre a mi lado. Ya si la vieja quiso sentarse allí asunto de ella. Suficiente tenía yo con el retortijón de barriga para además tener que aguantar la náusea.

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Testimonio 003
Hombre, 25 años, albañil.
No jefe. Si hombres así como ése, valientes de verdad, no había yo conocido antes. Imagínese usted que no se ahuevó cuando los cacos se subieron al bus. Ni se ahuevó de que dos chontes fueran hasta atrás. Cuando vio que uno sacaba el cuete y me apuntaba a mí cabal, le dio un manotazo y la bala salió por la ventana. Pero pobre, usted, porque del segundo balazo no se libró porque iba derechito hacia él. Simón. Ahorita por eso ando acá, porque vine a ver como siguió.¡Ése sí es un héroe!

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Testimonio 004
Hombre, 42 años, policía

Mire pues, uno espera poder defender a la gente de los criminales, usted. Pero ese día, la mera verdad es que mi compañero y yo íbamos despistados viendo patojas y no nos fijamos en los asaltantes. Este hombre, usted, sin armas y sin preparación, de la nada corrió hacia el primer ladrón y de un manotazo le desvió el tiro. Así deberíamos actuar todos. Si lo ve bien, hasta a nosotros nos salvó la vida. Menos mal no se murió, porque los jefes hablaron de darle un homenaje y todo.

...

Todo por comer shuco. Yo lo único que quería era llegar a un baño. Nunca quise hacer el bien, no me gusta hacer el bien, no soy ángel, ni santo, ni héroe. Hasta vivo solo. Y todo lo que dicen, ésto de ser un héroe, me repugna.

De Héroes y Villanos

De Héroes y Villanos
Por Tania Hernández


Como siempre está tan ocupado jugado fútbol, en las reuniones con los amigos o leyendo filosofía, a Lalo casi nunca le da tiempo de estudiar para los exámenes. Pero es tan inteligente, que los pasa todos, aunque sea raspados. Y más si es un examen oral, como el de hoy. La maestra nos dejó de tarea que preparáramos algo sobre nuestros héroes. Ahorita está hablando Mari, luego le toca a Daniela y después a él. Tecún Umán, Bart Simpson, Harry Potter , algo se le ocurriría. A Lalo siempre se le ocurre algo. Es bueno para improvisar. A lo mejor hasta habla de Messi. Es su jugador favorito. Para el mundial pagó no sé cuanto dinero por una sola estampita de Messi. Después anduvo un montón de tiempo deprimido porque todos decían que el tal Messi había jugado mal.

¿Ven?, ya decía yo que la cursi de Mari iba a hablar de una de las de La Academia. Está loca. Tiene todos los cuadernos forrados con fotos de esos aburridos. Ahora le toca a Daniela .... no, ¡no puede ser!, Daniela preparó un discurso completo sobre Messi, con fechas, goles y todo. Quien se la mira a la Daniela, siempre vestida de rosita, con colitas, aretitos y todo, y resulta que le gusta el fútbol. ¿Y ahora Lalo? ¿Qué dirá? Ya se puso nervioso. Le tiembla una pierna. Siempre que se pone nervioso le tiembla una pierna.

- ¿Y tú Lalo? – pregunta la maestra.

- Mi mamá.... – muy bien Lalo, a las maestras les encanta que admiremos a nuestras madres.

- Antes que yo naciera ... – Lalo sigue pensando qué va a decir, de repente, como que ya sabe qué va a contar y continúa – mi mamá era maestra en un colegio de Cobán. Iba y venía todos los días por el mismo camino. Una vez, un finquero la atacó, la metió al carro y de allí salí yo. Dice que por eso yo tengo los ojos azules y ella tristes. Eso dice. Mi abuelito fue a reclamarle al señor ese, se fue hasta la casona de la finca a preguntar por él y no solo no le pudo hablar sino que hasta lo sacaron a golpes. “Nunca se me va a olvidar cómo llegó mi papá todo sangrado a la casa”, dice siempre mi mamá. Nos tuvimos que venir todos a la capital, porque nos amenazaron y, pues, desde entonces, mi mamá nos ha sostenido trabajando muy duro, y cada vez que le pregunto por qué ella nunca reclamó nada, se le vuelven a poner los ojos tristes y me dice muy calladito: “hay que saber perdonar, m’ijo, hay que saber perdonar” –. Lalo hace una pausa como para aguantar las lágrimas.

- Ah, qué bien Lalo, tu madre es una persona admirable – la maestra no cabe de la emoción por lo que contó Lalo – entiendo que ella sea tu héroe.

- No maestra – la interrumpe Lalo – mi héroe no es mi mamá, sino mi tío Juan, el narco, que, en cuanto tuvo suficiente dinero, mandó a matar al hijoeputa del finquero ese.

La maestra se queda muda. Unos compañeros se carcajean, otros se enojan y empiezan a gritar que cómo es capaz de pensar así. Menos mal que en ese momento suena el timbre porque no hay quién pare el relajo que se armó. Voy a buscar a Lalo para salir al recreo. Le digo al oído que me encanta cómo se inventa todas esas historias subversivas, alborotadoras de maestras. Él se ríe y me da un beso en la mejilla. A pesar de la prohibición de los noviazgos en el colegio, salimos tomados de la mano. Quiero que todos se den cuenta de quién es mi héroe.

Narcoguerra

Narcoguerra
Por Rodolfo de Matteis

La noche es asombrosa, muchísimas estrellas nunca vistas bajan hasta el horizonte, que no se puede saber si sean estrellas o luces de las casas, pero no hay casas en el desierto, por lo menos no muchas. La chica caminó muchos kilómetros todo el día para llegar aquí por la tarde, la chica está sola, feliz, ya armó su casa de campo y prendió la lumbre, no puede dormir, nunca había visto tantas estrellas, viene de la ciudad, y casi no puede creer que sean tantas las estrellas, así a nubes, a cascadas, a montones, el cielo está más blanco que negro, blanco del latir de las estrellas, de su vibrar blanco y amarillo y azul y rojo.

Una estrella se mueve entre las demás, la chica no sabe que es, solo la mira fascinada acercarse silenciosa en la noche, pues dándose cuenta de su velocidad piensa en un platillo volador; cuando oye el ruido del motor el avión ya ha cruzado mitad del cielo: le parece imposible que ahí también lleguen los aviones, en el desierto, en el medio de la nada.

Desde lejos lo reconocen bien los soldados al fuego de la chica, está así en lo descubierto, tan cerca del camino, y sus ojos entrenados no lo confunden absolutamente con una estrella baja. Ahí están para la Guerra a la Droga, aquella guerra que ya hizo 30mil muert@s solo en los últimos años de la “presidencia” calderón, un genocidio juvenil según la ONU; ahí están a emboscar el desierto por la noche, podrían transitar carros de narcos de viaje para el norte la frontera los dólares; entonces deciden de ir a ver de que se trata, pasándose de mano en mano la botella de tequila los tres tienen necesidad de confiscar más coca, casi se le acaba y ni modo que quieran quedarse con las narices resecas, inhalando puro polvo del desierto, lo que su jeep levanta rondando por ahí.

La chica oye el motor acercarse justo mientras se da un gallo, al principio es solo un lejano ruido sordo… piensa en un alucine, después en una avión, y por fin en un tren que lleve sus misteriosa carga a Texas; ya hubo muchos en esta noche tan bella tan mágica. Pero el ruido se acerca, parece un motor, un escalofrío se le sube por la espalda, solo ahora se da cuenta de estár sola, las estrellas están mudas no le dicen nada para tranquilizarla no la ayudan. De repente ve las luces del carro, acercarse inexorablemente en la noche, arrancar las últimas vueltas y ya está ahí, esconde el gallo en la arena la chica, pero cuando ve que son uniformados se tranquiliza, no son los campesinos borrachos que había pensado, temiendo pudieran aprovecharse de ella.

El primer soldado en bajar del carro casi no cree lo que sus ojos ven: la chica es hermosísima, rubia, con su ropa tan ligera, vestida casi de nada, la piel de sus piernas desnudas brilla en la luz del fuego, y aquel charco de sombra ahí en su entrepierna, aquella sombra que promete promete promete. El soldado siente su respiro borracho hacerse más pesado, el corazón latir fuerte que sube, casi quiera explotarle en el cerebro, pues, cuando huele el olor agrio de la marijuana en el aire, se dispara como una fiera corre y la agarra de aquellos cabellos tan largos tan bellos tan rubios tan suaves y finos; y para él tan ajenos. Grita la pobrecita como gallina llevada a la matanza y las piernas las nalgas se le lastiman dejando un rastro de sangre en las piedras las espinas mientras que él la arrastra golpeándola a patadas.

Los demás soldados lo paran. ¿estás loco?

¡no arruines esta flor! esta pinche puta drogadicta tiene que pagar como pagan las perras de su pinche raza cabrona! ¡malditos narcos!

Se la arrancan de las manos y con las manos le arrancan los vestidos, encuerada está aún más hermosa, aquellas chichis suyas, tan flaca tan delgado su cuerpo de libélula: la agarra por la nuca y la dobla uno, la pone a perrito e intenta meterle el cañón del fusil en el culo entre los alaridos de terror y de incredulidad de la chica y los gritos de gozo de los demás soldados. Uno saca la verga de los pantalones y se le acerca a la cara, ¡chupa puta! le dice mientras se la choca en las mejillas, pero no aguanta al ver al otro que ¡sí! lo logra y se ve el fusil hundirse entre las piernas de ella, donde fluye abundante la sangre, y pues explota y viene. La chica siente el esperma de él caliente amargo salao pegajoso en su cara, le da asco, le da asco y vomita y llora y grita ¡No! ¡piedad! ¿que les hice? Entonces compórtese puta, perra en calor ¡haga que gocemos!

Y la tienen a bajo supina con las piernas abiertas mientras que aquel saca fuera el fusil ensangrentado y le ensarta la verga y babea, y suda, y trasuda y el olor a coca en su nariz se mezcla con el olor a miedo y a sangre de la chica y él se excita más y más y también viene explotándole adentro. Entonces los otros dos lo quitan y la poseen a turno: su presa, la maldita narcos, la drogada, el enemigo.

Hace horas que yo había visto aquella lumbre desde arriba, de la lomita, sin acercarme, no quería arruinarme el viaje con las charlas de la banda. Sabía que ellos no podían verme, mi lumbre estaba suficientemente escondida en un pequeño valle entre las lomas, y lejos de la carretera, que aún sin pavimentación alguna, pasa ahí abajo. Yo veía su lumbre solamente alejándome de mi campamiento para caminar en la noche para orinar o para ver la oscuridad en el desierto. Estaba bastante satisfecho de que no hacían ruido, que no llevaban estéreo y que no explotaban a carcajadas a molestar mi paz de silencioso ser del desierto. Cuando oigo el acercarse del motor pienso que los pobres serán molestados con su lumbre cerca del camino: serán campesinos ebrios que quieren platicar con alguien nuevo o policías buscando plata. Me siento a salvo yo así lejano, pero igualmente dejo que duerma mi lumbre, un ojo entrenado podría vislumbrar su resplandor , y me dedico a mirar las estrellas.

De repente los alaridos, tan fuertes tan insanos tan intensos, una voz de mujer que grita, y grita de veras por la vida o por la muerte, huele a locura a miedo a violencia hasta aquí aquel alarido tan angustioso tan absurdo y aquellos gruñidos aquellas voces torvas y oscuras que se oyen y aquellas carcajadas… El llamado de aquellos alaridos de mujer resuena en mis venas que se hinchan se calientan en una explosión ancestral: me pongo zapatos, agarro el machete que llevé conmigo por hacer leña, y corro corro corro la lomita abajo sin pensar sin pensar en nada sólo con el olor de la adrenalina y los alaridos que me llaman.

No me ven llegar aquellos malditos que parecen haber logrado domarla y ella está ahí a gatas que chupa la verga a un soldado mientras que otro la viola desde atrás gritando de placer. Él que está de pié mirando el espectáculo y chupando de la botella es el primero en derrumbarse, mi impacto por la espalda desde el norte es tan terrible y violento que casi lo decapita de un solo golpe el machete mientras que la sangre brota por todos lados y el hombre-bestia cae a tierra con la cabeza grotescamente colgando de un solo lado y la sangre que esquicia en la cara del que le está enfrente, él que lo tenía en la boca de la chica, parece momentáneamente cegarlo paralizarlo y entonces me lanzo y le meto el machete en el hombro izquierdo, le quiebro la clavícula pero mi hoja hambrienta de alcanzar el corazón del monstruo se atora y no puedo sacarla mientras que siento un golpazo en la espalda que me deja sin aliento y pienso de ser muerto acabado mientras que otros golpes tal vez patadas parecen quebrarme la espalda.

Y de repente nada. Solo los gritos salvajes de la chica. Doy vuelta y la veo que hace estrago del soldado sosteniendo el fusil con las manos, manchadas de la sangre de su violación todavía fresca sobre el cañón del arma, mientras la culata del fusil baja y baja en seguida sobre la cabeza ya abierta del soldado y los gritos locos de ella. Calma se acabó, le dije, se acabó ¡estás a salvo! Pero se necesita un buen rato hasta que pare de madrear la cabeza de aquel que ya es guacamole; el otro con el machete en el hombro sigue desmayado, tal vez muerto. Empezamos a temblar como hojas en el viento y el dolor en mi espalda se hace terrible mientras nos abrazamos llorando y así nos quedamos por un tiempo infinito.

Entonces, le dijo ¡tenemos que huir! huir pronto, pronto ¡pronto! Agarro la botella de tequila de la tierra y le doy un trajo que me la acabo, y entonces pienso: la casa de campaña las cosas, tenemos que desaparecerlo todo, todo lo que nos puede identificar ... y desaparecer ir lejos lejos lejos ¡ándale vestid vámonos! Ella me obedece sin hablar solo llorando toda llena de sangre y esperma y lagrimas, y en corto todas nuestras cosas están en el jeep, y… ¡chingao el machete! ¡mis huellas en el machete, las tuyas en el fusil! Se sobresalta y gime el pendejo cuando le saco el machete del cuerpo ayudándome con mis pies y las dos manos, y de una vez se lo ensarto otra vez bien rudo justo en el medio de la frente y vamos: el jeep tiene todavía las llaves.

De prisa, antes que llegue el día tenemos que enterrar todo muy lejos, lavarnos de la sangre, aventar este maldito jeep en un barranco, y brincar en un tren que nos lleve lejos, lo más lejos posible

Pesadillas Hegelianas: Sudar o Temblar

Pesadillas Hegelianas: Sudar o Temblar
Por Oscar Escobar

Me desperté asustado, otra vez la recurrente pesadilla.

En mi sueño veía a dos terribles monstruos, gigantescos, poderosos, violentos pero sobre todo crueles.

La pelea era para saber de una vez por todas quien regiría la tierra por el próximo siglo o tal vez milenio?

La gran batalla se llevaba a cabo frente a los ojos del mundo entero, pero extrañamente los habitantes no parecían darse cuenta, ni de la pelea ni de los grandes estragos que las dos enormes bestias infligían a la tierra con sus armas exóticas; mas extraño aun era que cuando algunas personas se daban cuenta de los hechos la mayoría reaccionaban de la misma forma, con un rápido elevamiento de los hombros, como aquella expresión que hacen los niños cuando quieren decir: no se, no entiendo o será… no me importa?

Pero no todos son tan despistados! Algunos se van dando cuenta… me alegro por un momento pero luego desfallezco ya que a estos inmediatamente se les acerca un grupo de personas y se los llevan ya sea para un bando o para el otro… si… hay bandos, los veo a cada lado de la multitud que trajina distraída. En cada bando la misma escena se repite: hombres y mujeres se suben a una caja y exaltan los beneficios de su monstruo para convencer o distraer a los recién llegados.

Que horror! entoces me doy cuenta… un tercer monstruo, muchísimo mas grande que los otros, pero efímero, transparente, casi invisible excepto por los parches en sus brazos y pecho, me asalta una sonrisa porque me recuerda a un deportista con su uniforme lleno de anuncios, pero en realidad no tiene nada de divertido.

Esta bestia gigantesca lo manipula todo! La batalla y los bandos.

Entre las cortas pausas en la pelea le da armas tectonicas a uno y químicas que envenenan la atmosfera al otro y cura las heridas de ambos; con una sonrisa diabólica el gran gigante se deleita al ver las miradas de adoración que reciben sus mascotas y las que a su vez él recibe de ellas.

Mira la gran destrucción pero no le importa, mas bien le agrada, porque cualquiera que sea el resultado al final todos vendrán a El, rogando por su ayuda, y como gran benefactor por supuesto no podrá negar las semillas modificadas genéticamente, ni los abonos derivados del petróleo, o los químicos necesarios para enfriar el planeta.

Su gran carcajada retumba como trueno, nadie se da cuenta que es a él, quien después de negar por mas de 50 años que sus actividades destruían el planeta, a quien acudirán para “salvarlo” jajay… por un precio… un gran precio.


Cuentos de Esclavitud

Nicotina

Nicotina
Por Gerardo Gálvez

Cuando no hay más que decirnos
habla el humo, nada el humo
y rema en espiral

( Gustavo Cerati: Bocanada)

Sin ese cilindro de papel que envuelve la hierba tratada con alquitrán y nicotina mi vida parece perder sentido.

Sabor que inundaba mis pulmones de perversa satisfacción, entrecortando mi aliento, sitiando mis lugares, poniendo mi nombre y apellido a mis ropas, con su olor rancio, marchito, profundo.

Evitando aquellos lugares donde no se permite, ignorando el insistente letrero de que hace mal para los pulmones, que produce cáncer y malformación fetal.

Extrañando el vacio de mis camisas, sin su paquete de veinte cigarros por dia, como un ejercito de gnomos que visitan diariamente mi rutina, para colgarse de mis ansiedades, mis angustias, inclusive mis gustos mas personales, escuchar música acompañado de mi cenicero lleno de cadáveres amarillos.

Contarlos malignamente en forma mental al final del dia , para pasar al super, a la tienda, al chiclero y pedir otro, y pedir otro …

Y en un “ Sindrome de Abstinencia” a todo le miro forma de cigarro, olor a cigarro, y me excito de alguna forma al percibir, aunque sea de lejos su aroma .

La ultima vez que atendí un cliente en mi oficina, me pidio permiso para fumar, y en un gesto de amabilidad, lo permití: Llo observaba fumar el cigarro, perdiendo atención total a la extensión de su problema y a la dimensión de su solución.

Y…silenciosamente, en momentos que nadie me ve, sino solamente yo me miro yo, corro a la tienda y los compro sueltos: Un quetzal o dos, y escondido silenciosamente, me los fumo como un “ bolito” se toma su frasquito de alcohol etílico a la vuelta de la farmacia.

La Nicotina me espera en la puerta de mi casa, agazapada, segura, superior como un amo arbitrario y tomara mi pobre voluntad para hacer de ella lo que se le de la gana!

Me siento como el muñequito de “ The Wall” que el monstruo lo toma por el abdomen y lo sacude inmisericordemente por el espacio...

Matrix

Matrix
Por Manuel Solórzano

Aquí no existen mujeres feas, todas son preciosas. No existen hombres feos, todos son espectacularmente guapos. Así ha sido durante varios años y desde que es así el atractivo físico ha dejando de ser un tema de conversación. Cada vez hay menos ojos lujuriosos a la pareja del prójimo; todos saben que la que tiene a la par no tiene nada de menos.

Ahora, como aquel principio básico de Lavoisier en el que la materia – o la energía – no se destruye sino muta, reencarna; la industria de cosméticos es la que está sufriendo. Cada vez menos personas compran maquillaje. Ante la nueva realidad en donde la belleza de las personas es una cosa natural, el uso del maquillaje se ha vuelto una cosa inútil. Los gimnasios por su parte han tenido que reducir el costo sus membresías hasta dejar de ser negocio.

El culto al cuerpo ha reencarnado en un culto al intelecto. Ahora el hombre más atractivo es el que tiene dentro de su haber una colección de libros y un repertorio de temas interesantes en su conversación. La mujer que sabe de autores nuevos, de libros inéditos, de nuevos estilos literarios son ahora la más chic. Los negocios que ofrecen cursos de lectura rápida han dado empleo a los antiguos trabajadores de cosméticos y sus dueños aparecen en las portadas de las revistas Forbes. Las citas de autores reconocidos son los nuevos dichos populares.

Marta llegó hace un mes después de ocho horas de viaje en autobus desde una de las provincias del país. Nació y creció en una cuna muy humilde, en el campo aprendió a trabajar y en el río a divertirse. Nunca aprendió a leer ni a escribir, oficios que le eran totalmente inútiles porque – como decía su tata – nunca ha logrado que un lápiz dé buenas frutas pero cuando el destino juega dominó, a la ficha menos pensada le toca ser reina y Marta resultó modelando para las marcas de cerveza más vendidas gracias a su color de piel siempre bronceada que contrastaban con sus ojos azules, única herencia de su abuela. Su vida por mucho tiempo representó todo un reto para el amor incondicional de sus padres hasta que las nuevas tendencias le golpearon sin que nadie la previniera. Ahora su salario ha llegado a ser realmente alarmante, cosa que no entendía ni experimentaba desde que inició a posar para las cámaras. Ya habían pasado seis meses recibir las mismas comisiones (nombre que si lograba tranquilizar su conciencia) que le entregaban todas las semanas en las casas de campo de los gerentes de las grandes empresas después de finalizar el casting privado para lo que la llamaban. Todo eso se había acabado; estaba oficialmente desempleada y volver al campo era una idea inexistente.

En la gran ciudad las entrevistas no eran nada agradables. Cuando entraba a una empresa lo primero que tenía ante sí era una hoja llena de letras y líneas que lo único que profetizaban era la misma cantaleta:

- ¿Y usted por qué no ha llenado la solicitud? – decía la gerente de recursos humanos – si tenía suerte –; muchas veces no pasaba de ser la recepcionista.

- No se leer.

- ¡No sabe leer! – Remarcaba sincronizando sus palabras con una mirada despectiva a la que no lograba acostumbrarse. Antes, las mujeres la veían despectivamente pero tenía la certeza de ser envidia, esas le gustaban.

- No.

Hace años – pensaba­ – no habría tenido que pasar por esto. Todo esto habría terminado en un contrato sellado con un apretón de piernas.

En la última entrevista, luego del diálogo de rigor, casualmente había entrado el gerente de mercadeo a hacer una consulta a la de recursos humanos deteniendo la entrevista por un momento.

- Permiso licenciada, ¿me permite un segundo? – Marta volteó a ver a la puerta donde el gerente ya asomaba la cabeza educadamente.

- ¡Claro que sí!, pase usted licenciado, ¿en qué puedo servirle?.

- Vengo a dejarle un nuevo perfil que estamos buscando…perdón – se detuvo percatándose de su falta – no la saludé, disculpe usted, buenos días.

- Buenasss – respondió Marta de una forma tan común y corriente que dibujó una mueca de hartazgo en la cara de la entrevistadora y una de extrañez e interés en el mercadólogo.

- Excúseme licenciada, la llamo en un minuto – Dijo luego de cinco segundos de silencio y saliendo de la oficina sin dejar las hojas que traía del nuevo perfil que solicitaba.

- Licenciada – decía ahora por el auricular el de mercadeo –, ¿la persona que está con usted está solicitando trabajo?

- Si pero…

- Si, me imagino, hágala pasar a mi oficina por favor.

- Pero…

- En cinco minutos, ¡gracias!.

Un mes más tarde Marta vuelve a estar en la televisión. Es la protagonista de un comercial de 30 segundos que muestra un antes y después de tomar un curso Express de educación. En una primera toma muestra está Marta en blanco y negro hablando con frases salvajes y silvestres mientras la cámara hace un acercamiento a la cara de desagrado de su interlocutor: joven y apuesto – como todos – , luego unas frases sobre la promoción del curso y luego el desenlace en una segunda toma, a colores y con un fondo de hotel de lujo, Marta hablando coloquial pero educadamente con el mismo interlocutor mientras este disimuladamente ve su escote.

- ¡Ya vistess quien regresó al pueblo!

- ¿Quién?

- ¡La Marta!

- ¿Cómo te enterastess?

- No supistess que la Yojaira echó a su marido porque le descubrió fotos de ella en su celular pues.

- No, no sabía, ¿en serio?

- Si, ahora disque todos los del pueblo quieren con ella. Ahora sí, ni nos voltean a ver.

Las ventas del curso Express han ido en aumento, han tenido que alquilar tres antiguos gimnasios para convertirlos en aulas y el proyecto de franquicias tiene buenos augurios.

El reporte ejecutivo al director comercial concluye: “Las fuerzas del mercado siguen actuando solas. Tras un momento de distorsión, las estrategias seguirán siendo las mismas y el consumidor de ideas, el mismo”.

Luego, en el almuerzo, los dos gerentes almorzarán juntos. ¿Haz visto Matrix? A veces pienso que nosotros somos los programadores.

Emancipación

Emancipación
Por Fabiola Arrivillaga

Preparó los sandwiches y prendió la tele. Escogió una película bonita, de esas que entretienen sin demasiado fondo ni filosofía, para que entendieran fácil. Les llevó la pashama, besó sus cabezas y se sentó a escribir. "Emancipación", pensaba, mientras sus furiosos dedos golpeaban el teclado de su vieja máquina y la hoja, como neonato, emergía a poquitos por el par de cilindros. De vez en cuando se trababa una tecla o se le resbalaba la mano; como buen parto, venía con su justa dosis de dolor.
"Emancipación", pensaba. "Emancipación", rezaba. "Emancipación", soñaba.
Media página más tarde, rendida y agobiada, cayó dormida.

La Cadenita

La Cadenita
Por Fabiola Arrivillaga

Pepito Perulero llegó tardísimo al pensionado aquella noche de septiembre. Lógico. Tenía 16 años y toda la energía de sus juventudes le pedía fiesta. Y era la feria. Y nunca pensó en que Doña Juana, la dueña de la casa, era una bruja que, lejos de preocuparse por él en lo personal, se angustiaba ante cualquier evento que se atreviera a significar la pérdida de su mesada, puntualmente depositada por los padres de aquel.

Llegó como a las tres de la mañana y bien bolo. La vieja bruja no le dijo nada; se limitó a observarlo tambalear y chocarse con muebles y macetas. Y mientras veía con avidez y rencor cada movimiento, respiró tranquila decidiendo, de inmediato, que algo debía hacer para proteger su minita de oro. Entonces fue que, como letanía en novena de pueblo, comenzó a repetir las fatales palabras, haciendo un nudo con el lacito de la cortina. “Que no te sueltes de mi cadenita” “Que no te vayas demasiado lejos” “Que la noche no te agarre sin mi cobijo” “Que tu senda tenga un solo destino”. Qué tanto más le dijo, a saber. Pero de que era un hechizo de graves consecuencias, indudable. Y el pobre Pepito, durmiéndose en su borrachera, ni cuenta se dio.

Al día siguiente, el plan estaba hecho para volarse del colegio con rumbo a Reu. Las patojas del D’Antoni lo valían, pensaba. Junto a otros tres compañeros, se subieron a la camioneta que primero les pasó, sin sospechar lo que ocurriría seis cuadras más tarde. Como si caballo desbocado pescado por vaquero, como si pescado que mordió el anzuelo, en su muñeca sintió el tirón de una cadena que lo arrastró hasta la puerta trasera del bus. Tal era el jalón que, aterrado y dolorido, consiguió abrirla y quedarse tirado, abandonando la excursión. Los amigos no podían ni hablar de tanto miedo, por eso se regresaron - aunque no a recogerlo sino derechito al colegio; hay que imaginarse a Pepito Perulero temblando de pies a cabeza y blanco como un papel, de bruces a media calle. Sin embargo, al otro día nadie comentó cosa alguna.

Aquella fue sólo la primera evidencia de la cadenita de la que sería esclavo mientras la vieja vivió. Primero, temeroso, decidió moverse a pie y bien despacio, cada vez que tenía que hacer algo por las tardes, fuera de casa. Y para salir con los amigos, guardaba cautela. En el momento en el que la serpenteante sensación comenzaba a acariciarle el brazo, un escalofrío le recorría el cuerpo y lo mandaba volver. Entonces, también decidió separarse de la vida social.

No volvió a casa de sus padres, inventando excusas increíbles. Durante los años universitarios dejó de ser Pepito Perulero para mutar en Pepe y se convirtió en un ermitaño, un antisocial arisco y silencioso, siempre encerrado bajo el techo opresor de Doña Juana. Luego de graduarse, optó por trabajar desde casa, jugando en la bolsa. Nunca una novia, aunque se enamoró siete veces. Hasta que, un buen día, sacaron a la vieja pies por delante de la casa.

Pero se le había olvidado vivir. Se quedó tras ese dintel, por siempre esclavo, con el miedo de enfrentarse a la fantástica cadenita otra vez.

Esclavo

Esclavo
Por Juan Miguel Arrivillaga

Vino esa tarde, hacía años que no le veía, tantos que no quise reconocerlo. Pero me acerqué y le hablé:

-Ya te veo que andás oscuro, hermano- reí.

Sí. Es mi gran amigo, hermano de esa primer familia por elección a la que pertenecí, con quien formé mi camino, con quien construí la vida que me sostiene hasta el día de hoy.

Entonces, se me acercó al oído y pidió conseguir crack.

País sin lluvia

País sin lluvia

Por Olga Contreras


-Déjeme ver si le entiendo- dijo confundido y con cara de ésta doña está loca- ¿usted lo que quiere es irse a vivir a un país donde no llueva, que sea totalmente seco, sin lluvia?

-Sí, eso es lo que quiero: un lugar sin lluvia. Verá, tengo una enfermedad rarísima y la lluvia -la más insignificante llovizna- me afecta de tal forma que tardo días en recuperarme. Es insoportable, francamente, no puedo seguir así.

Después de meses de averiguaciones con expertos, trámites desgraciados y espera desesperada, finalmente pude mudarme al cuerno de África en el culo del mundo, donde se me garantizó que no había llovido en años y que se esperaba que siguiera así.

Empaqué mi casa, poca ropa, mucho pasado, toda posibilidad de futuro, desconsuelos de más y me vine a esta tierra tan árida como solitaria; ideal para segregarme por mi propia mano de esta dolencia insufrible.

El paisaje era la absoluta perfección para mí: los cuatro puntos cardinales sólo me mostraban tierra, pasto seco, soledad. Está por demás explicar que me costó una chiche y la mitad de la otra adaptarme a respirar fuego en vez de aire, a no tener nadie con quien hablar más que algún misionero eventual, pero todo era mejor que seguir siendo esclava de la lluvia y sus consecuencias.

El tiempo pasó en forma de meses que mutaron en años y la lluvia ni siquiera alcanzaba a tocarme en sueños. Poco a poco aprendí lo indispensable del idioma para poder comunicarme con los lugareños, los misioneros y similares que pasaban por mi casa ya tenían como hábito pasar a saludar a la señora que era alérgica a la lluvia. Confieso que esperaba con ansia esos días pues me enteraba de noticias del mundo y podía platicar con alguien que no fuera yo o los retratos enfundados en polvo, o los fantasmas que no se iban ni a palos.

Nada me preparó para aquella tarde en que sucedió. Mi día iba más aburrido de lo normal, estaba releyendo Cien años de soledad por enésima vez, riéndome de las ocurrencias de Aureliano Buendía cuando mis oídos identificaron el sonido no escuchado en 13, 581 días con sus noches: el retumbo que promete lluvia. Cerré las ventanas, inútilmente coloqué trapos bajos las puertas para que no entrara nada, saqué unas mascarillas que tenía guardadas en caso de emergencia, me senté en un sillón a esperar el maremágnum por venir. Las tímidas gotas comenzaron a caer y a mojar la tierra poco a poco, como quien no quiere la cosa y a medida que la tierra se mojaba y recibía a la lluvia como quien recibe al amante después de una larga espera, de esa misma forma ese cosquilleo eléctrico me invadía; se apoderaba de mí, me dejaba inválida pero consciente, como quien mira en una pantalla los recuerdos como si fueran ajenos y el ataque vino, más fuerte, más ponzoñoso, más salvaje y cruel. Y es que la lluvia, el olor a tierra mojada, a grama recién cortada me recordaba los besos que él me daba, pues sabían justo a eso: a lluvia fresca, a dulce agua bendita y desde que no los tengo, la más leve precipitación desencadenaba en mí ataques de nostalgia –esa perra traicionera- mezclados con rabia, dolor, ira, que lograban tumbarme en un estado catatónico y lastimoso por días.

El pronóstico del tiempo para los próximos meses: despejado y sin probabilidades de precipitaciones. Menos mal, esto de vivir esclava de la lluvia es una mierda.

Predator

Predator

Por Rodolfo de Matteis

Entonces no había leído El Infierno de Strindberg, el cual dramaturgo sueco en el fin del siglo pasado vivió en París y doquiera una situación similar de manera increíble a mis desaventuras actuales, y que por fin logró reconfortarse y encontrar alivio en la lectura de Swedenborg, cuyos textos yo desconozco. Si entonces hubiera yo ya leído Strindberg, me habrías dado cuenta ciertamente que la historia que él cuenta entre el escepticismo de sus críticos, está íntimamente conectada con la mía y encontrar aquel alivio que se experimenta en el saber que otros antes que nosotros vivieron los mismo dolores, en la esencia más que en las formas, ya que, y esta es la diferencia fundamental, él vivía una persecución, acerca de las causas de la cual hace diferentes hipótesis, concerniendo exclusivamente él mismo y, solo de manera indirecta sus relativos y vecinos, con fenómenos conectados simplemente por una relación de causa/efecto a sus propia acciones; en mi caso al contrario la persecución concierne la humanidad por entero, o por lo menos aquella pequeña parte de ella que yo encontré personalmente en aquellos días oscuros; ahora podría yo pensar que el fenómeno pudiera ser limitado a la mera localidad donde vivía, aún si entonces excluí tal posibilidad, después de haberla evaluada, tanto eran fuertes y poderosos los fenómenos que observaba diariamente.

Pero no transcurre más o menos un siglo como sin nada, y todo evoluciona, como la humanidad así también las que Strindberg llama las Potencias, o mejor dicho su acción, su estrategia y técnicas de ataque. Evidentemente su secular experiencia y la compleja realidad contemporánea tiene que haber enseñado a esas Inteligencias que una intervención solo sobre algunas personalidades particulares no hubiera estado suficiente como antes por sus oscuros propósitos. Entonces esta vez encaramos una acción total, o por lo menos su prueba general, si no queremos pensar que la mente sea tanto alucinada de no entender que no se encuentra todavía en nuestro caro viejo mundo si no quizá en cual plan infernal de existencia acondicionada. Pero reduciendo el espacio mental a disposición de las más negras entre mis paranoias, he recuperado parte de mi optimismo, de mi confianza en los recursos humanos y creo que nos hemos enfrentado un experimento limitado en el tiempo y tal vez aún en el espacio, si podré encontrar las pruebas que el fenómeno tuvo lugar en la sola zona donde yo vivía (de la cual no revelo aquí el nombre por respeto a sus habitantes). En cualquier caso esta postura no es absolutamente reductiva respeto al enorme alcance de los acontecimientos que he atestiguado y que no pueden absolutamente ser casuales o sin una razón. Tomé aún en consideración la posibilidad de una interferencia cósmica casual, como el pasar de una cometa o la llegada sobre la tierra de un paquete de radiaciones de calidad y origen nuevos y absolutamente desconocido, que podrían ser la causa de aquella especie de huracán energético que nos involucró con tanto poder revolucionando nuestras vidas hasta sus orígenes más profundos. Pero esto no es explicación suficiente, cualquiera hubiera conservado en aquellos días una migaja de conciencia puede confirmarlo: había una voluntad en todo lo que pasó, tal vez alienígena, desconocida, diabólica, o extraterrestre, o de un dios que tuvo que actuar tan cruelmente por necesidades inescrutables por nosotros… pero por cierto había una voluntad a guiar aquel experimento, aquella horrible revolución de nuestra existencias y de nuestras relaciones interpersonales y de nuestro difícil equilibrio con la naturaleza; y si hubo una voluntad, como hubo, y, como creo, no fue derrotada por nosotros o por fuerzas amistosas con nosotros, si no que decidió concluida su prueba general, o suspendió por el momento su intervención para observar sus horribles frutos, para evaluar la nuevas relaciones de fuerza que se lograron crear (ya que, aún si hubiera querido ilusionarme, no es absolutamente posible que todo regresó a la situación anterior) para mejor atacar la próxima vez.

La conclusión de un plan secular para esclavizar la humanidad, para privar la raza humana de sus prerrogativas históricas y espirituales y transformarla… ¿en cosa? ¿un jardín de juegos para los cachorros de monstruos que estas Potencias generan? ¿una gigantescas mina en el aire libre para extraer energía vital, o quien sabe cual otro material del cual somos de hecho inconcientes dueños o custodios? Pero no vale la pena de masturbar nuestro intelectos para encontrar respuesta a lo de que todavía no sabemos formular pregunta, y sobre todo no tenemos el tiempo, ya que la próxima vez, sea mañana o en cien años, será siempre demasiado temprano. Está siempre demasiado poco el tiempo para prepararnos a enfrentar un enemigo ignoto con fines y medios desconocidos, que hasta la fecha nos golpeó donde y como quiso, siempre ganando, y siempre envuelto en el silencio y en el misterio.

¿Desde cuantos siglos se pudrieron en los calabozos o murieron en el patíbulo o madreados de golpes y drogas en los manicomios aquellos que osaron lanzar un grito de alarma, aquellos que intentaron advertir a sus símiles del enorme peligro que nos espera? ¿y entre las poquitas personas que pudieron escuchar estos mensajes desesperados cuantos les creyeron? ¿y en fin entre estos, cuantos eligieron de ponerse parte del más fuerte y actuaron por su cuenta en la tierra con el fin de rendir el hombre esclavo para siempre en cambio de la falsa promesa de ser después o ahora un dominador y no parte del ganado?

Por cierto puedo decir que yo vi, que Strindberg vio, y que según él Swedenborg había visto, y así sin menos otros también vieron, quien más quien menos, tal vez nadie entendió de que se tratara o había tenido las herramientas para entenderlo.

Pero cuando el hombre todavía no sabía que era una tormenta o un terremoto y cuales sus causas naturales, si no que atribuyera estos fenómenos a la terrible cólera de dioses desconocidos y a veces tremendamente crueles e inhumanos… ¿no lanzaba igualmente su grito de alarma el centinela cuando veía acercarse el huracán y no ordenaba el capitán de doblar las velas? ¿O los pastores no construían sus pobres cabañas fuera del recorrido de los aludes primaverales aún si los atribuían a las acciones de monstruos invisibles? Y cuando el monte hablaba con voz de trueno y eructaba su vomito de fuego para punir las gentes de sus pecados en contra de dios y de sus hermanos… ¿no intentaban igualmente la huida también los que se sabían culpables? ¿No fue siempre reconocido al condenado el derecho a intentar la huida? Y entonces, ahora y siempre, lanzo el alarma, toco las campanas de la torre más alta, e invito a la resistencia ya que hoy en día la huida es imposible simplemente porque no hay lugar donde huir del atroz destino que alguien nos va preparando ya que el sartén donde nos van a freír será nuestra Madre Tierra y las brazas serán los rayos de nuestro Padre Sol y Hermana Luna, y no hay vía de salvación: ¡ganar o morir! ya que ser derrotados sería algo peor que la muerte, porque aquél o aquellos que nos quieren dominar pensaran bien de bloquear aún esta vía extrema de huida, ya que no es menos absurdas de las otras la hipótesis que ellos vengan justamente de ahí, de los oscuros rincones del Infierno, del cual podrían ser los amos o los amotinados ganadores.

Cuentos de mujeres convertidas

Conviértete Sofía

Conviértete Sofía

Por Juan Miguel Arrivillaga


Cuando llegué a casa, todo había cambiado. El sofá ahora estaba frente a la puerta y no a su par, como en los últimos quince años; y en la mesita de centro ya no se veía el elefantito de bronce que mi mamá nos regaló cuando nos casamos, ni el porta retratos con la foto de mi suegra adolescente.

“¿Qué pasa?” me pregunté, mientras seguía mi camino hacia el comedor y la cocina.

Nuetsra mesa de cedro había sido sustituida por una de Guateplast y en la cocina ya no había estufa ni refri.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo, con esa sensación horrenda de entrar a casa y sentir que un desconocido ha estado ahí. Pero no era sólo un ladrón, pues si había de robarse la mesa del comedor, jamás la hubiera sustituido. Además, en el cuarto no parecía haber ocurrido ningún cambio.

Sobre la marquesa permanecía el joyero con mis anillos y la tele, y en la gabeta de la derecha aún estaba el sobre con el dinero de la luz y la renta.

Tomé el teléfono y llamé a José, pero su celular me mandó directo al buzón, lo que acrecentó mi desconcierto pues, como médico responsable, nunca lo apagaba. Marqué de nuevo y lo mismo, por lo que decidí llamar a la Clínica.

- Hola Carmen, soy Sofía. José no me contesta el celular, ¿está ahí?

- Qué tal doña Sofía, no, no está, pero me dijo que llamaría en media hora por si alguien le dejaba recado.

- Gracias Carmen, decíle que me urge hablarle, que pasaron cosas extrañas en la casa.

- Pero ¿está usted bien?

- Sí, eso creo, pero hacéme ese favor.

Colgué y decidí llamar a mi mamá quien, sin dudarlo un instante, sisañó afirmando que de plano, ese cabrón, había decidido, al fin, largarse con la puta de Roxana.

- No tiene sentido mami- le dije-. ¿Por qué habría de llevarse el comedor y el elefantito que tú nos diste?

- Pues por cabrón, porque no le basta hacértela difícil sino que encima te quiere sembrar dudas y volverte loca.

Talvez tenía razón. Desde hace un año que sólo nos dirigíamos la palabra para las mínimas y básicas cortesías que nos permitían vivir bajo el mismo techo. “Gracias”, “con permiso”, “hasta pronto”…

Pasaron dos horas, tres, cuatro, llegó la noche, la media noche y no me atreví a llamarlo de nuevo. Estaba angustiada, me sentía insegura. Un nudo apresador me ahogaba el corazón y no porque en verdad lo amara aún, sino porque todo era muy raro y mis emociones no podían contener tanto misterio.

Decidí llamar a Camilo y le pedí que viniera. Él, tan incondicional como siempre, tardó poco más de diez minutos en llegar y, cuando entró, no pudo ocultar su asombro por los evidentes y extraños cambios en la casa.

Camilo era mi más grande amigo. Nos conocimos en primero básico e inmediatamente nos convertimos en confidentes. Hasta los quince años estuve enamorada de él, pero decidió dejar el instituto para ir al seminario, en un afán por perseguir al padre Carlos, el más guapo y amanerado cura que he conocido, por el que, de haber nacido con un pene entre mis piernas, también me hubiera enamorado.

Camilo no terminó el seminario y nunca dijo por qué. Sólo se que terminó el bachillerato y se fue a estudiar filología, pero nunca perdimos el contacto. Siempre pensé que si yo hubiera sido hombre, quizás estaríamos juntos y estas cosas con José nunca hubieran pasado.

Pero esa noche, Camilo fue el más prudente. Me dijo que no juzgara a José, que no sabíamos en qué andaba y que no tenía sentido martirizarme por él. Decidió quedarse a dormir conmigo para que no me sintiera sola y ofreció que a la mañana siguiente iríamos a la clínica y trataríamos de localizarlo. Casi no dormimos; nos tomamos una botella de vino y un par de pastillas cada uno, con lo que la tensión se nos fue y convertimos la velada en una de esas que solíamos repetir semanalmente antes de que me casara.

A la mañana siguiente Camilo se despertó temprano y me preparó un exquisito desayuno que, un tanto incómodos, tomamos en la misteriosa mesa plástica que sustituía a la de cedro.

Terminamos y nos subimos al carro para buscar a José, pero en el camino Camilo me sorprendió con unas palabras.

- Vos Sofí, desde hace un par de años que he querido decirte esto pero me he apenado. Creo que debes hacer algo por tu vida, algo que te aleje del vicio del matrimonio este que no has podido dejar. Mi prima Carola vive en Túnez, desde hace años, ¿la recuerdas? Pues encabezó una misión en la que guió a un grupo de monjas de su misma orden e instalaron un centro precioso con vista al Mediterráneo y una pequeña bahía a forma de playa privada.

- Puta Camilo, no chingués –lo interrumpí-, si te lo callaste dos años lo hubieras callado toda tu vida. No quiero ser monja, me encanta el sexo y odio la religión, bien lo sabés.

- Ah la gran Sofí, te conozco, no me interrumpas –rió-. La Carola pizada probó el hash a los tres días y le gustó tanto que indujo a las otras monjas a probarlo. Poco a poco, sustituyeron sus rezos diarios por una sesión de meditación bien Pedas y al poco tiempo dejaron el hábito y se transformaron en lo que más parece un centro jipi lesbiano –volvió a reir de nuevo-. Pero no me interrumpás aún. Yo debo viajar dentro de una semana a España y aprovecharé a visitarla. Veníte conmigo. Ellas siempre están construyendo algo nuevo en el centro, es alucinante pues lo hacen con sus propias manos, pero la encargada de decorar los nuevos cuartos acaba de irse, fugarse casi, con unos músicos que andaban de paso. Siempre creí que te gustaría conocerla porque tienen gustos parecidos y talentos grandes para la decoración, pero ahora talvez quieras tomar su lugar por unas semanas y utilizarlo como para replantear tu vida. Disculpá que me meta pero debes saber que nadie en el mundo te aprecia como yo y talvez nadie te conozca como yo.

- Puchis mano, qué radical sos, ¿no te parece que tengo suficiente con lo que pasó ayer? Tus intenciones son buenas, siempre, pero no se si quiero transformarme. Entiendo que nada me ata. No tengo hijos, no tengo una pareja ya, llevo seis meses sin trabajo y ¿qué te voy a decir? Sí, ya se que te puedo decir. Te amé como a nadie cuando era una niña. A mis catorce, cuando hablaste por primera vez de irte al seminario pensé en convertirme, en hacerme monja igual que la Carola. Casi me convenzo y hasta intenté verle el lado amable a las tetas mezcladas con crucifijos. Pero no. Cuando me atrevía a pedirle guía a la Carola volví llorando, sabiendo que ese camino no era para mí. Dos veces me he convertido en mi vida. La primera, cuando me convertí en mujer y la segunda cuando me convertí en esposa. Las dos me hubiera gustado evitar. Hubiera querido ser siempre una niña, y consentida como lo era.

En ese momento llegamos a la clínica y Camilo concluyó el tema diciéndome que tenía una semana para pensarlo.

Entramos y saludé a Carmen, quien se mostró evidentemente nerviosa. Nerviosa, sí, porque sabía quién estaba a punto de salir del baño.

Se abrió la puerta y apareció Roxana con los ojos inyectados como de quien ha llorado durante días seguidos. Yo no entendía nada, pues eso significaba que José no estaba con ella. Se me acercó y me abrazó con tal sinceridad que no pude resistirme a corresponder el extraño gesto.

Salimos juntas y nos subimos al carro con Camilo, que nos llevó hasta una cafetería.

Ahí le conté lo que había pasado, lo que mi madre me había dicho y lo que yo sabía desde hace algunos meses. Ella lloraba y me pedía disculpas. No sabía que desde hace un año yo salía con un tal Romeo, hombre guapo y correcto pero insípido. Nunca supe por qué me había enrollado con él. Ni siquiera fue por despecho pues entonces ni sabía que José se acostaba con otra. Tampoco era por amor, ni siquiera parecíamos tener algo en común. Tal vez era por evitar convertirme en una mujer normal, para quienes el matrimonio llega a un punto donde se convierte en martirio aunque continúa siendo la única verdad en sus vidas.

Descubrimos que con Roxana no nos guardamanos resentimientos y, así, al día siguiente, nos volvimos a reunir los tres. José seguía sin aparecer y en la casa no había más cambios. Esa tarde reímos y pareció que todo estaba bien, parecíamjos tres adolescentes capeados del colegio. Fue muy raro. Sentía que me estaba convirtiéndo en algo, en algo extraño.

Seguimos reuniéndonos el resto de la semana con la misma fraternidad hasta que un sábado, Camilo nos acorraló diciéndonos que había comprado boleto para los tres, que al día siguiente partíamos hacia España y luego a Túnez.

- Qué estúpido sos –le dije-. Acabas de tener actitud de macho dominante, que decide sobre la vida de sus hembras. Sos injusto y egoista.

- Pará –me interrumpió Roxana-. Nunca he visto a un hombre que, desinteresadamente, se preocupe tanto por dos amigas. La injusta sos vos.

- Momento –se metió Camilo-. En verdad parecen dos adolescentes hormonales. Yo les acabo de hacer una broma para sondearlas, pero saben qué, fue suficiente para darme cuenta que no quiero viajar con ustedes si he de estar soportando isultos y peleas insensatas. Tontas son ustedes por no aceptar mi oferta, muy tontas.

Entonces fue mi celular el que sonó. Era José que empezó a hablar y a hablar haciéndome llorar a mares. Roxana posó su mano sobre mi hombro y empezó a sobarme con mucha dulzura. De mí, Camilo y Roxana solo escuchaban decir “no puede ser, no puede ser, no vengás ahorita, no puede ser, tengo que pensar, no vengás ahorita”.

Resulta que el mula del José, sin madurar la forma en que habíamos llevado nuestra relación los últimos meses, había terminado de construir la casa sin decirme nada y los últimos días había estado amueblándola y terminando los últimos detalles. Quería sorprenderme, decía, pero yo no entendía. Llevaba cinco días de amistad con Roxana en los que nos habíamos contado todo, todo. Y ahora José, simpre tan inestable, salía con esto.

- Chepe –le dije- llegas tarde, me he convertido en otra durante los últimos días y mañana me voy del país. Me voy con Roxana y Camilo a buscar el mundo y no tratés de seguirnos. Me he convertido en amante de Camilo y Roxana, sí, algo de lesbiana se me salió. Me voy mañana.

José parecía no entender nada, pero le colgué. Roxana parecía no entender nada tampoco. Yo misma no entendía nada. Había tenido un impulso sin precedentes y había dicho las cosas que nunca creí decir.

Realmente, me había liberado. No sabía si en verdad me había convertido en lesbiana, ni creía que entre nosotros tres hubiera alguna atracción sexual. Pero yo, en definitiva, me había convertido en una mujer nueva y aunque aun no sabía si realmente viajaría al día siguiente o no, abracé a mis amigos y lloramos juntos en una catarsis que confirmaba el inicio de una época y el inicio de otra, así de radical, para los tres.

A ver...

A ver...

Por Nicté Walls


La mañana en que un cerote se le quedó viendo fijamente al escote María José se dijo “debería ser hombre”.

Y pues, había leído un poema donde alguien decía querer ser sólo José, y ese María le quedaba grande como una carpa, María era “siempre virgen” y ella había cogido a los 14, María era “siempre hermosa” y ella tenía las tetas grandes y la cintura demasiado ancha, por no hablar del bozo que cubría su labio superior y que cada vez más semejaba un bigote.

“si parezco un hombre, mejor me convierto en uno”.

Supuso que sería más fácil, no más discusiones con el mecánico burlón, no más esperar por la llamada de algún cerote, no apretarse más en corses con varillas de acero y dejar de maquillarse diariamente al sólo despertar.

No quería travestirse, quería convertirse y eso estaba lejos de sus habilidades, pero todos tenemos hados y hadas y por un mal hado amaneció con un trozo de carne colgando entre sus piernas.

Cuando llegó la noche ya estaba harta. Tres personas se burlaron de su falta de pericia al cambiar una llanta, dos personas se rieron de su gesto al peinarse, una muchacha se le quedó viendo al paquete, otra le rozó la nalga en el bus (pero si esto me pasaba cuando era chica) alguien comentó que se veía gordo, otro le preguntó algo de futbol y tuvo que fingir que sabía…

Entró a un bar, pidió una cerveza y la bebió de un trago como si fuera agua, entonces se acercó una chica que discreta y cariñosamente le pidió que le comprara una bebida y terminó acostándose con ella no porque en realidad lo deseara, sino porque sintió aquella presión de los tipos que lo miraban y que lo incitaban a concluir la faena. Y la presión de ella, que lo hacía sentir poco hombre (uff otra vez hay que probar lo mismo o que eres mujer o que eres hombre)

Su aventura duró mucho: una semana. Para entonces ya sabía lo que imaginaba antes de aquel experimento: de ambos lados del espejo la realidad es dura, aunque levemente diferente.

Por la mañana, luego que el hado se marcho, la vida volvió a la “normalidad” se puso el corsé con ballenas, se maquillo y salió a buscar pareja.

Madrugada de Metamorfosis

Madrugada de Metamorfosis

Por Gerardo Gálvez


Hoy en la madrugada , salí a caminar el kilometro y medio de prefacio diario que tiene mi rutina.

Este es mi único momento de reflexión y soledad que tengo, lo disfruto porque exploro mis posibilidades, tomo distancia con mis expectativas y enfrento mis miedos.

Pero hoy, quise alejarme de esas apetencias y entre la tos grave de los buses escolares, los vapores de neblina entremezclados con los gases de los vehículos en fila : Un deseo, por no decir , un espíritu se apodero de mi.

Mis pies se redujeron, los vellos que poblaban mis brazos, mis axilas, mis piernas, fueron desapareciendo, y , en su lugar, en mi pecho, me brotaron dos medias gotas de carne, piel, pezones de regular tamaño y regular belleza.

Mis nalgas se redondearon y en lugar de los adefesios que siempre arrastraba en mi parte posterior, se convirtieron en ornamentos vivos que saltaban de paso en paso que avanzaba.

Mi pelo creció e invadió mi cráneo con una lustrosa cabellera, la que con mis manos , la convertí en una trenza que me llegaba a la nuca.

En un momento me convertí en ella: Isis, Tonantzin, Andromeda, Juana de Arco, Janis Joplin, tal vez: Patty Smith . El lado femenino de mi alma salió de mi, para jugar conmigo de una forma tan abierta, sin prejuicios, sin escondites.

No me sentí virgen, ni tampoco desflorada, me sentí ella: La que inspira, la que embruja, la Eva desterrada del paraíso porque quiso probar salirse de las reglas de Dios y traspasar el muro de lo prohibido. Me sentí con todo el poder de la Wallis Simpson, cuando por ella Eduardo renuncio al Trono.

Entre mis piernas desapareció mi extensión de Estambre, fueron sustituidos por pistilos creadores, capaces de llevar dentro de si vida enfocándola, dirigiéndola, regándola por todo el camino.

Me sentí deseada, y miles de ojos en el trafico de la mañana se posaron ante mi figura, observándome con deseo, con lujuria, calentura misma que sentí en mi cuerpo y que respire hasta lo mas profundo de mis pulmones. Me sentí deseada y no desee mas que ser deseada…

Mi cuerpo no me definió como mujer de quince, veinte, treinta, cuarenta , cincuenta o mas años. Mi cuerpo me definió mujer, universal, trascendental, origen de vida, luz , camino. El sudor que salía de mis poros era fresco, fragante, con aroma de epidermis curtida con jugo de mí.

Mientras regresaba de mi ejercicio, como un “ Hombre Lobo”, me fui transformando en un hombre otra vez, así de burdo, jadeante, con el olor de sudor que tenemos, inolvidablemente de macho.

Me sentí y transforme mujer esta madrugada y me exorcicé de mis Demonios …

Larga de vista

Larga de vista

Por Fabiola Arrivillaga

Filomena aceptó, por la confianza que sentía en quienes la rodeaban, que era hora de operarse los ojos. Hijos y nietos reunieron la plata y concertaron las citas. Todo con tal de arreglar la visión de su anciana abuela y de que, por lo menos una vez antes de morir, los viera bien a todos.

Hasta ese día, creían que era lo buena gente de la viejita el motivo de aquellos dulcísimos “¡Qué linda tu casita!”, “¡Qué belleza de zapatos!”, “¡Qué cara tan linda la de este bebé!”, “M`hijo, ¡qué elegancia, que guapura la tuya!”. En realidad, no se sentían seguros de lo que el par de ojos negros como cereza podría ver, pero sostenían que su forma de hablar solo podía significar dos cosas: demencia senil o ceguera.

No sabían que Filomena veía más allá de lo que ellos deseaban ser o parecer, y mucho más allá de lo corpóreo. Entre sus cataratas, lograba percibir lo que su corazón de abuela amorosa soñaba. Y se los decía para que se lo creyeran ellos y, de repente, recuperaran aunque fuera un brillito de inocencia en las miradas perdidas. Como rebozaba en buena fe, aceptaba a cuanto doctor y medicina le llevaron; incluso esta nueva chifladura de operarla de la vista.

Soportó estoica la anestesia, las curaciones y lo que vino luego, hasta el día en que le quitaron la venda. El doctor dijo, célebre y contento, que habían logrado recuperar el foco y que ahora ya vería las cosas como son, de cerca y de lejos.

¡Pobre Filomena! Desde entonces no para de llorar.

Morir mil veces

Morir mil veces

Por Olga Contreras


Estoy muerta. Creo que esta vez sí es la definitiva, la de a de veras. Espero que sea la definitiva. Desde que nací, morí. No sé porque en los peores momentos me encontraba a mí misma cantando una cancioncita que aprendí de niña: Si el grano de trigo no muere, si no muere sólo quedará, pero si muere, en abundancia dará un fruto eterno que no morirá… Mentira. Siempre he sido una verdadera nada, un aborto del destino, una bastarda de la vida, una XX, sin identidad, sin nombre…así viví la muerte desde pequeña, sin saber siquiera cuál era mi verdadero nombre y así -sin nombre- me metieron bajo la tierra fría que me dio una apasionada bienvenida, diciéndome con su rasposo abrazo que finalmente el dolor iba a morir con mi último respiro.

Hace dos años estuve en esta misma situación de entierro -gracias a las mismas manos malditas- sólo que esa vez fue al lado de un río que, me despertó con sus frescas aguas de un sueño malo para comenzar a vivir una pesadilla de la que nunca desperté. Esas manos que un día fingieron amarme, esas mismas manos, me arrancaron la boca con que un día lo besé; la misma boca que le decía una y otra vez que lo amaba, más por miedo que por amor. Esas manos aborrecidas y aborrecibles me extirparon cual tumor maligno mi nariz, nariz por la que yo inhalaba temor y exhalaba pavor cada vez que él me demostraba con puños que tenía razón.

Los ojos y los sentidos quedaron intactos, testigos fieles de la desgracia; ojos que hubieran preferido estar apagados para no ver el pavor de mi criatura cada vez que miraba a su madre convertida en monstruo, una mujer transformada en un ente sin rostro. Los sentidos, esos nada más clamaban la muerte: desgastados, acabados, incapaces de comprender los porqués.

Sus pasos finalmente dieron conmigo, pensé que iba a acabar pronto, pero su voluntad para conmigo era otra, me tenía preparado un fin lento, parsimonioso, flemático, ideado por el más abominable de los seres. Finalmente sentí como sus manos abrazaron mi cuello, rodeándolo con ese amor odioso que siempre me profesó y decidieron darme la muerte, como quién da un premio merecido. Pero ya no tuve miedo, no se le puede temer a lo conocido, y yo MIndy Rodas, he tenido mil muertes y ni una sola resurrección.

Eternidad, pa’ qué te quiero

Eternidad, pa’ qué te quiero

Por Tania Hernández


Llego a casa, satisfecha de haber tomado una de las decisiones más importante de mi vida. Observo el sofá que está en la sala. Pienso que en un futuro, ya no tan lejano, dejará de existir, y desde ya empiezo a extrañarlo. A partir de ahora, los años se volverán mínimos. ¿Qué vendrá después? La eternidad, sí, la eternidad. Pero una eternidad finita, porque este cuerpo, como cualquier materia, debe tener un límite. Otra cosa sería físicamente imposible. Si no hubiera estado convencida de ello, me hubiera negado rotundamente a la transformación. No me gustan las cosas definitivas.

Como estoy tan absorta en reflexionar sobre mi nuevo estatus personal, tardo un poco en escuchar el timbre que suena de manera insistente. Es mi madre. ¿Cómo explicarle? Por suerte, ella siempre ha sentido una gran simpatía por los monólogos.

- M'ija, te estuve esperando para ir donde Doña Amalia, pero como no llegaste, me fui yo sola. Les dije que no podías ir porque estabas estudiando para el doctorado. Ya sé que ya lo terminaste, pero no se me ocurrió otra excusa que decirles. ¿Te acuerdas de Claudia, la hija de Doña Amalia? ¿La que andaba siempre de trenzas, mal vestida, y sin maquillaje? Pues vieras cómo está de bonita, bien arregladita. Se casó con el jefe de no sé qué banco. Me dijeron qué banco era pero se me olvidó. Bueno, no importa, la cosa es que tiene dos niños y el esposo la tiene rebien. Preguntó por ti, lo mismo que Larita, la hija de ....

Desconecto. Observo su boca. Me pregunto si mi transformación incluye algún poder con el que sea capaz de hacer desaparecer sus palabras antes de que lleguen a mí. De algún modo funciona o será simplemente que he dejado de escucharla. No es necesario. Intuyo los típicos mensajes subliminales provenientes del imaginario materno-conservador que tienen la intención de devolver al razonamiento tradicional, a una hija transgresora que osó cruzar, soltera, el límite de la edad de merecer.

- Mamá - la interrumpo con la seguridad que me da el pensar que hoy, por fin, tengo un as bajo la manga. La juventud eterna, por ejemplo. - Mamita, ¿no me notas algo distinta?

- Ay sí, m'ija, si ya vi que estás más pálida, el pelo más negro, y esos colmiiillos ... - hace una mueca de rechazo - lo noté desde que entré. Eso está bien para las películas, m'ija. ¿Pero tú crees que un hombre normal te va a querer con esas fachas?

- Mamá, me parece que no has entendido...

- Claro que entiendo, m'ija, si no estoy loca. No me mires con esa cara de reclamo, que hay que ver que hasta ahora te he tenido toda la paciencia del mundo. Te he visto peluda, remendada, volando en escobas, con alas... solo faltaba que te volvieras vampira. Y cabal. También eso lo tenías que probar.

- Mamá, hay algo más en esta decisión...

- No, si yo no digo nada. Ya sé que al fin y al cabo es tu vida, que tienes que encontrar tu camino, y todo lo que quieras. Pero al paso que vas me vas a tener que hacer también inmortal a mí, porque se me hace que no me va a alcanzar la vida para verte casada y con hijos, que es lo que hasta una mujer “liberada”, como lo que dices que eres, debería hacer.

Su olor humano y la rabia que me sulfura, ambos, al unísono, me exigen una mordida pronta, mortal o eternizadora. Pero de solo pensar que escucharé sus reclamos, ya sea de su propia boca o de su sangre corriendo luego, acusadora, por mis venas, por los siglos de los siglos, me arruina por completo el apetito. Yo tenía el as, pero mi mamá siempre tendrá el joker. Siempre.

Cuentos Miopes

Temas

Estimados,

Para ir definiendo entonces. Propongo hacer un mix entre todas las sugerencias:

Martes 8: Cuentos de mujeres convertidas.
Martes 15: Cuentos de esclavitud
Martes 22: Cuentos de héroes

Martes 1 / Feb: Tema libre.
Martes 8: Pendiente.

¿Les parece?

Manu.

....

Tenemos la siguiente sugerencia de Juan:

MARTES 8: Podemos escoger entre: 1. Santa Cointa mártir, atada de pies y manos fue arrastrada por calles y plazas, sufriendo un horrendo suplicio, por no querer adorar ídolos > CUENTOS DE ARRASTRADOS; 2. Santa Josefina Bakhita > CUENTOS DE APELLIDOS TRAGICOS

MARTES 15: Podemos escoger entre: 1. San Decoroso>CUENTOS DE “DECORO”; 2. Beato Onésimo, que, siendo esclavo huido, fue acogido por Pablo y engendrado como hijo en la fe, pasando a estar vinculado a Cristo, tal como el apóstol escribió a su amo Filemón>CUENTOS DE ESCLAVITUD; 3. San Walfrido, abad, que después de haber tenido cinco hijos, decidió, junto con su esposa, abrazar la vida monástica>CUENTOS DE FAMILIAS ABANDONADAS

MARTES 22: 20, DIA DE TECUN UMAN>CUENTOS DE HEROES o CUENTOS DE PECHOS SANGRANTES o CUENTOS DE CONQUISTA o CUENTOS DE MENTIRAS “EDUCATIVAS”

Mi fuente fue: http://www.santopedia.com/santoral/ ; no investigué más que esa página y no sé si hay o no errores con el santoral oficial...¿importa?



Se agradecen sus comentarios.

¡Saludos!

Manu.