variopinto

variopinto

Marito Matabachas

Marito Matabachas
(Por Manuel Solórzano)


Al fin se decidió a limpiar el cuarto de Marito. Hace cuatro años de la boda, ya era hora de hacer una buena limpia y convertir ese cuarto en estudio.

Doña María entra al cuarto decidida y armada hasta los dientes; una cubeta morada con una mezcla de agua y jabón en polvo, tres limpiadores, escoba, trapeador, delantal, guantes y bolsas enormes con un canguro impreso.

Luego de tirar la caja de las cartas, tarjetas, entradas al cine, servilletas con mensajes sugerentes, fotos y globos desinflados de sus ex novias pasa al closet donde encuentra cuadernos del colegio, exámenes, anuarios y trabajos de la universidad. Con la nariz roja por la alergia que le provoca el polvo y olor a naftalina pasa a la mesita de noche.

Al abrir la puerta de la gaveta de abajo encuentra lo que por mucho tiempo fue el tesoro de Marito, recortes de prensa, noticias donde Greenpeace hacía protestas o salvamentos. Doña María los saca de la gaveta, los ve fijamente, con su mano hace a un lado las bolsas llenas de lo que ahora es basura y se sienta en la cama. Una ráfaga de nostalgia pinta sus ojos. En su mente tiene presente esos años de adolescencia de Marito.

Recuerda perfectamente cómo él hablaba con tanta fuerza sobre lo necesario de cuidar la naturaleza, de apagar las luces, de reciclar. Más de alguna vez se había ido con sus amigos a una marcha para protestar por algo que ella nunca había entendido bien pero eso no era nada. Cuando realmente se asustó fue cuando empezó a llevar morralitos y a cambiar sus tenis por caites. Don Mario también estaba preocupado pero él siempre había sido muy listo y un día, recordándole a Doña María el porqué se había enamorado de él, hizo alarde de sus dotes de estratega.

Dos meses antes de la graduación del colegio, Don Mario le llevó a Marito el pensum de estudio de la Licenciatura en Ecoturismo de una de las mejores y más prestigiosas universidades del país. Esto marco el futuro de Marito. Sus nuevas amistades, también preocupadas por el medio ambiente lo hacían sentir como pez en el agua. La estrategia de Don Mario no dio resultados de la noche a la mañana, los cambios que valen la pena nunca son así.

Se empezó a juntar a tomar cafés para platicar de la posibilidad de armar un partido verde. Pasó más de un año, Don Mario y Doña María no decían nada pero con sus miradas lo decían todo. Al año y medio fueron apareciendo en su closet algunos buenos augurios; unos zapatos de amarrar, camisas de manga larga y cinchos. No había sido dinero mal gastado porque en uno de esos cafés conoció y se enamoro de la hija de uno de los mayores empresarios de turismo del país dos años más tarde sería su esposa.

Hace dos semanas la había llamado desde algún país del mundo para preguntar si todos estaban bien y para pedirle que se metiera a su Facebook porque había subido fotos de la casa en donde vivían y para que viera el último ultrasonido de su nieto al que querían tener en parto natural. Nunca vas a cambiar, le había dicho Doña María.

Hoy Marito es el principal accionista de una de las empresas verdes que “velan” por el ecosistema del país, mantiene los contactos y donaciones de las organizaciones más grandes del mundo. Su esposa es la que organiza las manifestaciones y muchas veces la que consigue opiniones de sus amigos “expertos” sobre las que construye un frente contra algo. Cualquier cosa. Es un negocio próspero.

Don Mario realmente había hecho de su hijo un hombre exitoso sin necesidad de sermones ni pleitos familiares. Que orgullosos se sentían.

Doña María suspira mientras mete lentamente los recortes a la bolsa, luego mete la mano en la gaveta para ver si no se queda nada pero su dedo topa con la caja plástica de un cd, lo saca y lee…Miguel Matabachas…abre la caja y encuentra un papel, reconoce la letra de Marito y parece ser la letra de la canción. Antes del título de la canción esta escrito ¡Aguas!. Le da curiosidad y lee solo algunas líneas que parecen ser el coro…

Miguel el matabachas…
El sistema se lo fumo…
Miguel el matabachas…
Olvido su revolución…


Doña María hace una mueca. “Alux. Con razón. ¡Caitudos!”.

Puesta de sol

Puesta de sol
(Por Fabiola Arrivillaga)

Cayó con el sol de la tarde, pero aún tuvo tiempo de ver un último atardecer de noviembre, de bañarse en sus luces de intenso naranja, cubrirse con su calor. Era el único baño que había recibido durante los últimos meses. La sequía jamás había durado tanto.

Intentaba aferrarse al tronco que la sostenía, recordando que tenía una misión: dar sombra. Por generaciones así había sido, algunas hojas tenían la prioridad de alimentar al árbol, pero otras, las que eran como ella, estaban destinadas a cubrir los besos primeros y los primeros llantos de los corazones, refugiar a las madres mientras los hijos jugaban, velar el sueño de los albañiles cansados y alcahuetear a los niños traviesos que trepaban por sus ramas para robarse un par de mangos. Las hojas más viejas transmitían ese saber milenario a las más jóvenes, subrayando la importancia de permanecer allí, pegadas al tronco, soportando vientos, temporales, hormigas y aves. Y las párvulas hojas, aún desde antes de brotar, sabían que grande era su responsabilidad.
Pero dejó de llover, luego de llover demasiado. Las más débiles cedieron a las lluvias de aquella horrenda tormenta, y la agonía posterior fue espantosa, por cuanto larga. Primero sentían todas, las sobrevivientes, que el tiempo era bueno. Se confiaron, se cargaron, desperdiciaron, incluso, un poco de humedad al abusar del sol y del viento, que las hacían bailar y brillar con tan amplia gama de verdes que conmovían hasta a las piedras. Se confiaron y el agua no volvió, como tampoco volvió el amor a pasearse por debajo de las ramas, ni la alegría, ni el dolor de la pérdida. Ni siquiera los perros.

Entonces, no soportó más su reseca y amarillenta estructura y cayó. El sol terminó de ponerse, y ninguna nube lloró su pérdida.

RS334

RS334
(Por Olga Contreras)

¡Pero si yo tenía razón, toda la vida lo he dicho! A ver si ahora sí me creen que esto es algo que no puedo controlar ni explicar, pensaba mientras cerraba el periódico. Comenzó a revisar en el espejo su cuerpo perfectamente esculpido. ¡Mierda, esta tipa me dejó un chupón en el pecho y un arañazo en la nalga! La llamada “ganadora” irremediablemente iba a Melissa cuando no conseguía a una mejor para pasar un rato, un buen rato, él no era de esos que duraban sólo 10 minutos en la cama. A veces –casi sólo con Patricia- lograba durar hasta 45 minutos. Lo suyo era coger. Siempre lo había sido, siempre lo sería. Todo esto comenzó cuando tenía 14 años y su mamá le contrató a una puta para que lo volviera “hombrecito”. Ésa fue la única vez que tuvo que pagar por sexo.

No creía para nada en la fidelidad, en la lealtad sí creía. La lealtad era la hermana bastarda del amor. Había estado enamorado dos veces en la vida: de Silvia, su primera esposa y luego de Patricia, que comenzó como amante y pronto ascendió a más. Patricia lo volvía loco, a todo nivel, y seguía caliente por ella a pesar de haber pasado más de tres años de relaciones. Melissa se despertó, fue al baño y al regresar se acostó a su lado, se acurrucó pretendiendo comenzar la mañana con un saludo oral.

-Sabés que no me gusta coger en la mañana- le dijo, halándole el pelo y apartándola con fuerza- y te he repetido que no tenés que dejarme marcas ¡por la chingada!

Se levantó sin voltear siquiera y se fue a dar su usual ducha larga y le dio por pensar en Silvia. Realmente pensé que con una mujer como Silvia sí iba a ser fiel. Esa mujer sí que sabía su arte…me la cogía todos los días a cualquier hora, incluso en las mañanas, con regla o sin regla, enojados o tristes, hasta estando ella embarazada de casi 9 meses ¡Ala puta! Ya hasta se me había olvidado que las dos veces le había provocado el parto. Pero la racha de fidelidad como de tres años se perdió gracias a un par de gringas que querían un threesome con él, y él quiso y de allí ya no pudo parar. Ahora ya de viejo se le ocurrió casarse de nuevo con Luisa. ¡Qué mula! ¿Cómo me fui a casar con ella? De que es la más bonita, es la más bonita, qué cara y qué cuerpo, pero es un dolor de huevos…que irónica es la vida: no le gusta cómo me la cojo; todo le duele, todo le molesta, no me deja hacerle nada…Después que no se queje que necesito otras tipas. Salió de la ducha y vio que Melissa estaba vestida y bastante “entrompada”.

- Mujer, ya sabés como soy, no me vengás con babosadas ni caprichitos- le dijo. Ella salió y somató la puerta de su propio apartamento. Ay dios, ¡más se perdió en la guerra! Tenía hambre y fue a la cocina, no había café, ni pan, ni manzanas, nada. Por lo menos pudo haber hecho café antes de irse, qué desconsiderada. Patricia me hubiera hecho un desayuno de rey. Pensaba en Patricia y la sonrisa estúpida se le estampaba en la cara y hasta suspiraba. Y eso que ya me agarró viejo…me agarra joven y ya le hubiera metido un par de hijos.

Agarró el periódico y se lo llevó. En lo que calentaba su carro, releyó el artículo: “Al final, puede resultar que engañar a la pareja sea simplemente cuestión de tener o no un gen. Al menos, en los hombres. Y tiene un nombre, la variante del alelo RS334, que la ciencia acaba de encontrar. Esta mutación es un enlace directo entre los genes del hombre y su aptitud para la monogamia.” Seguía el artículo dando las especificaciones técnicas. Se lo iba a dar a Luisa, ella era científica y se jactaba de eso; su frase favorita: “Con los hechos científicos no se discute”. Bueno, entonces la discusión estaba por terminar, eso de ser infiel es genético, es algo natural.

-Patricia, me muero por verte ¿podrás escaparte a mediodía?- dijo rápidamente mientras salía del parqueo.

La conciencia

La conciencia
(Por Guisela Hurtado)

Soy yo. La única que está siempre presente, la única a la que, al voltear y buscar, encuentro.

Sí, ésa soy yo. La que cuando llora, se consuela. La que cuando tiene hambre, se prepara un sándwich. La que cuando tiene ganas de leer, escribe. Ésa soy yo.

La hippie confundida por una identidad definida. La que se rehúsa a crecer y se encierra en el baño. Ésa soy yo. La que por las mañanas se prepara para trabajar y por las noches también. La que aparenta ser feliz, sin ser.

Ésa soy yo. La que oculta sus problemas y se preocupa por los de otros. La que cuando se ocupa de los propios, se enfada o entristece. La que cuando ve un alma desalmada, siente lástima. La que tira la primera piedra, pero mejor esconde la mano.

Ésa soy yo, la mujer educada. La que distingue el bien del mal. La que cumple un papel en la sociedad. Sociedad que tacha de suciedad, porque no tiene identidad. Ésa soy yo.

La que calla. La que sufre. La que golpea. La que llora. La que no sabe defenderse; defenderse en un ámbito ilegal. La que ignora lo que llamamos “desastre natural”.

Tu cárcel (De bolsos y otros artículos de primera necesidad)

Tu cárcel (De bolsos y otros artículos de primera necesidad)
(Por Juan Pensamiento)

Abre su bolso nuevo - grande, carísimo y morado que combina perfectamente con sus zapatos carísimos y morados - y saca las pastillas que le quitan el dolor de cabeza provocado por el dolor de estómago que le causan las pastillas para adelgazar. Odia el malestar físico y el humor cambiante que le da su coctel matutino de pastillas, una para cada cosa que no le gusta de sí misma. Pero ni modo: prioridades son prioridades. Tiene veintisiete años, pelo perfecto (además de perfectamente teñido) y una cara hermosa de ojos miel que, si se presta atención, detrás del aparente exceso de seguridad, brillan por el acumulamiento de lágrimas de tristeza reprimida, atrapadas todas, quizá, en el nudo en la garganta con que se acostumbró a vivir. No durmió bien anoche. Era miércoles, o sea día de salir al lugar donde se debe ir los miércoles, si no a pescar marido - eso está resultando difícil - al menos a que la gente que importa la vea sonreír sin que parezca trágico no tener marido. Regresó casi a las cuatro con su teoría confirmada de que odia a las mujeres, de que es imposible llevarse bien con una, porque todas le tienen envidia (o despiertan su envidia, aunque esta noción se queda convenientemente escondida bajo la alfombra de sus ideas).

Abre otra vez su bolso y saca los cigarros. Le da un poco de asco fumar por la mañana, pero igual siente el impulso de hacerlo. Anoche fumó y bebió demasiado mientras su mejor amigo – que lo es prácticamente por default – se encerró casi una hora con otro chavo en el baño del lugar de los miércoles. Mientras tanto, sola, trató de charlar y sonreír frente a frente con casi todos, sin que alguien le pidiera el teléfono. Fumando, le da un poco de asco lo que hizo su amigo. Lo hace casi siempre que sale. Ella sólo ha tenido sexo con dos hombres y nunca ha hecho el amor con ninguno. Uno fue su ex novio, con quien lo único que disfrutaba al abrir las piernas era la idea de un futuro seguro. El otro, su amante casado, con quien disfrutaba, al menos, la sensación de lo prohibido. Originalmente el novio perdonó su indiscreción de algunos meses con el casado. Luego, alentado por la esposa del ex amante, reconsideró su postura y decidió oficialmente ser su ex. Así que pasó, como todos los hombres de su vida, a la lista de exes: ex papá, ex novio, ex amante...Futuro ex amigo.

Abre su bolso y saca el espejo. Se retoca el maquillaje. Se ve a sí misma verdaderamente horrible. Todo está gordo: los cachetes, la nariz, la papada. En el pequeño espejo no se ven sus brazos ni sus piernas ni su barriga, pero igual siente la asquerosa gordura apretarse contra su pantalón talla cuatro. Aparentemente de nada han servido las tres liposucciones ni las dos puestas de Botox. Aunque claro, sin ellas todavía sería la gorda solitaria de la secundaria. Ahora es la solitaria que se siente gorda. Se mira en el espejo y no encuentra nada. Ni lo que fue, ni lo que es, ni lo que quiere ser. Le da escalofrío una inexplicable sensación de encierro. No se da cuenta de que el bolso y las pastillas y los cigarros y el amigo gay y el espejo y el marido que no llega y el maquillaje y las lipos y la mensualidad del carro son una cárcel que cada día la vuelve más infeliz. Cadena perpetua, seguramente.

La oportunidad de su vida

La oportunidad de su vida
(Por A.Quisquinai)

Espero 15 largos años y a pesar de todo llegó y cumplió con su sueño, pero acabo con los sueños de muchos...

No fue un brillante estudiante, pero Alvarenga, como le decíamos cariñosamente, no era malo para el estudio, siempre fue dedicado y cumplía con sus tareas, era muy formal, muy decente, de la familia ni hablar. Como todos a esa edad, menos yo, aprendió a fumar y también a chupar, pero como les dije a esa edad todo parecía normal. También aprendió a enamorar, pero le costaba besar, obviamente eso no lo hago constar, sino imagínense, que clavo, que no sea motivo de especular.

Su infancia en general superaba la de muchos y penalidades nunca pasó, bien hubiéramos querido muchos de esas condiciones disfrutar, bueno, el más pelado era yo, pero aun siendo así me aceptaban, talvez por mi forma clara de hablar, sin embrujos pero eso sí, sin tapujos, mirando siempre a los ojos y algunas veces sin las consecuencias medir. Aun recuerdo, me decían, No seas bruto patojo, fíjate para hablar.

Vino la secundaria, yo los tuve que dejar, mi papá a otro lugar se fue a chambear y junto con él toda la familia con las respectivas chivas tuvimos que acarrear.

Pasaron varios años, para en la U volverlos a encontrar, Yo trabajador que estudiaba, otros Estudiantes que estudiaban y otros Estudiantes que se la pelaban. Todos fuimos ganando los cursos, dándonos el tiempo justo para cumplir con el lema NO ES CARRERA DE CABALLOS, retranqueando y con 51 ganando. Solo la Nobleza de aquella casa de estudios, nos permitió graduarnos en educación superior, otra hubiera sido, no nos habría aguantado, la vergüenza el pisto se hubiera acabado y no nos hubiéramos titulado.

De la vida profesional, cada quien siguió su rumbo, y era cada vez más difícil compartir, fuimos viviendo cada quien nuestras vidas, fuimos cogiendo cada quien su camino a sus anchas, fuimos tejiendo cada quien su tela de araña y algunos fueron aprendiendo algunas mañas.

Vinieron los fracasos y también éxitos, las metas y los sueños que algunos más o menos los fueron convirtiendo, Yo no me arrepiento, mi carácter me permitió lograr el mío, no con mucho bombo ni platillos, pero sin ninguna tacha, valga decirlo gracias a mi tata, que de sus consejos aprendí que el trabajo dignifica, que el que madruga Dios lo ayuda, que hay que ser responsable, que hay que ser educado, pero no culebra ni arrastrado, que hay que saber escuchar pero no hay que quedarse callado, mucho menos las orejas agachar, cuando por los derechos hay que luchar. Que no se toca lo ajeno, que el que roba a su alma da veneno. Que hay que dejar un legado, para que cuando llegue el llamado, este todo superado.

Alvarenga no fue la excepción, más bien dicho fue la decepción, uno de esos malos días, el camino de la política quiso tomar, sin ni siquiera pensar la sorpresa que la vida le iba a dar, después de en ese campo bregar y de mucho batallar…

Los desaparecidos

Los desaparecidos
(Por Lester Oliveros R.)

Por toda la zona uno existe el sentimiento profundo de algún desaparecido.

Uno de mis días de vacaciones salí a verles y a llenarme de sus miradas fotocopiadas por muchos que aún los buscan y los esperan. Quizás esos rostros ya no están entre nosotros, tal vez están lejos. Mucha gente desaparece a menudo.

Se oye en los noticieros los pormenores de su vestimenta, el color de los zapatos que llevaba, el color del suéter y luego la foto. Esa fotografía en blanco y negro, un poco borrosa, fantasmal.

El desaparecido siempre nos mira desde su desaparición un poco burlándose de nuestra seguridad monetaria y nuestro número de registro en la cédula de vecindad. Aún así, desde la foto, uno imagina que los desaparecidos necesitan de nuestro leve sentimiento de fraternidad.

En la séptima calle de la zona uno corría el viento y Elena. Ella es una desaparecida. Me miró y me llevó lejos. De la mano. Sin decirme nada. Quizás a la región más transparente, un lugar en el más allá a donde uno lo quieren en secreto y con una complicidad tan eficaz que despierta a muchos por las noches. Ahora tengo el talento de desordenar flores, encender televisores, cambiar de emisora ante la perplegidad de los que me buscan y me llaman.

Mi foto está por ahí, tan predecible como los disparos a media noche.

La montaña soñolienta

La montaña soñolienta
(Por Alvaro Montenegro)

La montaña duerme porque ha trabajado durante siglos. Descansa mientras ve pasar el tiempo. Los animales juegan y saltan, sin exaltar el humor de la montaña. Nacen, mueren y corren sin dirección aparente. La lluvia cae esporádicamente y parece gustar a la montaña que se esmera en esperar. Se esfuerza en parecer únicamente un paisaje para una tremenda postal. La montaña posa y sonríe internamente ante aquellos que observan su magnificencia. Los entiende, no son más que humanos. En eso, la montaña despierta de su sueño y siente costras que le impiden el movimiento. Escucha taladros y pequeños carros moviéndose en sus faldas. Espera de nuevo, asombrada. Algo teme. Algo pasa. La montaña cruje cuando un taladro la perfora hasta hacerle destrozar su mejía. Siente un punzante dolor. Le sale sangre. Le extraen su sangre. Ni siquiera ella sabía que tenía la sangre negra. Y se la llevan y se pregunta qué harán con su sangre. ¿La necesitará otra montaña? Cada día se entumece más su alma y se siente más pequeña. Sus brazos se acortan y su piel se seca. Ya no puede ni siquiera dormir por el ruido. Hasta que se siente desfallecer y toma su última energía. La lava que estuvo dormida durante milenos se mueve entre las cortinas de tierra y piedra. La montaña la jala hasta que se zarandea ininterrumpidamente durante treinta segundos. Explota la lava y se sacude esa basura que casi le ahoga la garganta. Y la garganta de un voceador, una mañana después, anuncia en una esquina, a la sombra de un semáforo: ¡Terremoto, terremoto!

L'AQUILA BELLA ME

L'AQUILA BELLA ME
(Por Rodolfo de Matteis)


Eran unos días que en mi andar primaveral por la Ciudad de México resonaban una y otra vez en mi cabeza estas líneas de William Blake:


Every night and every morn
Some to Misery are born
Every morn and every night
Some are born to sweet delight
Some are born to sweet delight
Some are born to endless night

que me atrevería ahora a traducir así:


Cada noche y cada amanecer
A la desgracia algun@s van a nacer
Cada amanecer y cada noche
Nacen algun@s a dulce goce
Nacen algun@s a dulce goce
Nacen algun@s a infinita noche


El 6 de abril de 2009 muy temprano por la mañana recibo un mail de una amiga: ¡hubo terremoto en L’Aquila! Le contesto altivo: ¡nosotros estamos acostumbrados a los temblores!. L’Aquila, la ciudad italiana donde crecí, es un lugar sísmico: varias veces en mi vida tuvimos que salir de la casa y pasar la noche en carro por la calle, algo divertido para los niños, algo fuera de la rutina. Dos veces la ciudad se cayó completamente: en el siglo XV y en el XVIII; y casi no teníamos Carnaval por un voto que alguien hizo en el nombre de toda su población pidiendo a la Virgen protección cuando en el 1915 se derrumbó la ciudad más cercana.

Voy a ver los diarios online y: ¡L’Aquila está en ruinas! Desde las 3:32 se va excavando con las manos para sacar sobrevivientes y cadáveres. Empezando a llorar veo con los ojos de mi corazón la escena que se puede solo bien describir con las palabras inmortales que utilizó Carlos Monsiváis el 23 de septiembre de 1985 en ocasión del terremoto de México: “convocada por su propio impulso la ciudadanía decide existir a través de la solidaridad.”

Le hablo de inmediato a Carla, mi amiga, mi ex, la presidenta de la cooperativa social (ella, su melliza Anna, y yo) donde trabajo desde 15 años organizando mercados e importando y vendiendo yo mismo artesanía maya de Guatemala.

– Yo estoy bien, me dice, pero Anna y Mamá están muertas.

- … fijese que Anna me llamó a las 23, después de la primera fuerte sacudida, diciendo que esta noche se iba a morir, que quería salirse de la casa pero Mamá no quiso… y no la dejó sola -

Anna, la de las dos hermanas con la cual yo nunca peleaba, budista Anna, rayos X en los ojos negros, me daba chance de dormir en su taller de restauración, donde platicábamos fumando hascisch durante las largas oscuras tardes de invierno alrededor de una gran estufa a leña.

Y Carla me cuenta de cómo hubo un enjambre sísmico que subía y subía desde meses, y la llamada “Comisión Grandes Riesgos” apenas unos días antes dijo que no tenía caso preocuparse, y de como las autoridades demandaron por “proporcionar alarma” a un científico que (después que nadie hizo caso a sus investigaciones de cómo las subida del gas radón en el aire, que él midió, previene un gran terremoto) se iba por la ciudad con sus bocinas invitando la gente a ponerse a salvo.

No puedo aguantar así, y a las 9, como abre el Starbucks, estoy ahí con un gran café, escribiendo a todos mis contactos y en mi página web estas palabras: “La Basílica de Collemaggio se derrumbó… el Fin de una Era, empezada en el año 1000. En esta Iglesia está la Puerta Santa o del Perdón, que se abre el 28 de agosto de cada año cuando peregrinos de todo el mundo la atraviesan para que sus pecados sean limpiados. Y esto en consecuencia de una Bolla (orden) del papa Celestino V, el ermitaño, que, en el año 1192, después de ser el único papa en la historia coronado fuera de Roma, en contra de toda la Iglesia que en estos entonces cobraba cara la absolución, abrió aún a los pobres las puertas del paraíso.

En fin, bajo escombros, los restos de Celestino pueden descansar.” (no se quedó todo así tan fácil: rapidísimo en unos días vino el Vaticano y pude apoderarse de su cuerpo… después de 800 años) .

“Esta historia puede hacer reír, pero el hecho es que se trata de un lugar de poder, un chakra de la Tierra ¡cuantos libros hablan de esta iglesia! libros de arquitectura, arte, geometría sagrada, esoterismo, religión, templarios, etc…”

Jóvenes 13 hasta 20añeros fuimos los primeros en entrar tras del Gran Ojo en el Gran Muro, a un costado de la Basílica y, donde ahora esta el limpiecito Parque del Sol, descubrimos un mágico bosque, y ahí nos reuníamos a fumar marijuana y a viajar con LSD, y de ahí partió la mítica expedición nuestra de encuerados que cruzó a pie por algunas semanas las montañas hasta llegar al Festival de Villavallelonga.

Reanudando mi carta: “… y estos chakras se mueven, cambian, la Tierra se va despertando, y sacude de su espalda a una humanidad hipnotizada que ha centrado toda su vida alrededor del dinero, de los bienes materiales, explotando humanos, animales, plantas y la misma Tierra, destruyendo la naturaleza, contaminando, tratando muy mal…

“Otra característica de la ciudad era la de tener una altísima cantidad de depósitos bancarios. Energía congelada: el dinero es energía congelada. Y toda esta energía acumulada y bloqueada estalla: es un fenómeno físico. Otro importante chakra de la Tierra, él de Wall Street cayó: una vez el 11 de septiembre y luego en 2008 con el tan esperado colapso financiero, lo de una economía basada en el engaño y en el robo del trabajo de todos por parte del asqueroso banquete de unos pocos. ¡No hay marcha atrás! El mundo ya ha cambiado y no hay marcha atrás: los gobernantes y ellos que pretenden mantener en pie el pasado o empezar de nuevo cola misma sopa aún empeorándola, pasarán a ser los que, oponiéndose a este flujo de cambio que es el de la Tierra y del Cielo, resistiendo a lo que la Tierra nos impone (gracias Madre), necia y bárbaramente determinados en bloquear esta inmensa energía, no podrán obtener otra cosa más que se descargue en destrucciones, dolor, Muerte.

“… en buena fe mi hija me ha enviado una petición a firmar para que el dinero de la lotería nacional vaya a la reconstrucción.

¡Cuidado!

¿Reconstruir qué? ¿La misma cosa?

Un nuevo business es al alcance de los de siempre, él de la reconstrucción: ¡se hacen las guerras para luego manejar la reconstrucción!

“Se construyen casas nuevas, antisísmicas, según los más modernos y avanzados criterios de la arquitectura ecológica, sustentable y armónica. Los mejores arquitectos urbanistas trabajen para darnos una ciudad nueva del mundo nuevo; y que las ruinas de las tantas obras de arte antigua (la ciudad era famosa como la de las 99 iglesias, y 99 fuentes) permanezcan así, ¡que no se haga el falso artístico de reconstruirlas! Que sean patrimonio de la humanidad: un sitio arqueológico importante, como Pompei, Teothiuacán, el valle de la Esfinge, las ruinas mayas… una advertencia para el enjambre humano de no caer en los mismos errores, de no acumular, bloquear…

“¡Para un Aquila que vuele! y no la jaula de águilas sufriendo que todos los ciudadanos de mi edad recordamos en frente de la alberca municipal. Este es el mensaje que viene de allí, junto con las lágrimas: el intento de evolucionar, transformar, amar, el sueño de el águila-serpiente, el sueño de unir nuestra raíz terrestre con nuestro destino estelar de libertad.”

¡No están de acuerdo!: la gente quiere regresar a sus casas, quiere todo como antes (algo que nunca es posible, y aún si lo fuera materialmente ya cambiaron las relaciones humanas, ya cambió la memoria colectiva, ya es otro el mundo creador: el de las ideas) y encontraron un gobierno de mentirosos profesionales que les dijo por supuesto que sí: - ¡nosotros somos el gobierno del Hacer! -

Y la ciudad fue declarada zona roja (y hoy día después de 18 meses nadie puede entrar todavía) y encerraron a la población en casas de campaña, cercados por policías y soldados de todos tipos ¡hubo hasta 10 uniformados por cada ciudadano! Sin derecho de moverse, de comunicar, de nada: comida chatarra y ya! Y cuando, acercandose el invierno, la gente se manifestó, inconforme en quedarse ahí con la temperatura que alcanza muchos grados bajo cero… les quitaron café, vino, cigarros… por excitados…

- Estamos trabajando en el proyecto C.A.S.A. - ¡dijo el gobierno la palabra mágica! y llevaron a miles de obreros inmigrantes a trabajar mal pagados (una de las reglas era que la ciudadanía absolutamente no tenia que trabajar en reconstruir su ciudad, era mucho más seguro mantenerlos encerrados a engordar como crianza de pollos, y ver 24 horas la televisión, monopolio de propiedad personal del presidente Berlusconi; y psicofármacos a cubetazos… ¡todo pagado!).

– Y ¡milagro! ya les entregamos hoy mismo la Basílica de Collemaggio, lista, nuevecita - (pa’ que tengan donde llorar).

Y a la población le pagaron hoteles, o la renta de casas particulares, esparciéndola por centenares de millas alrededor. Cuando hoy Sarkozy y toda la banda dicen que no hay dinero para las jubilaciones, que los mayores tienen que seguir trabajando para sustentar la economía… es de su economía que hablan, de sus exageradas ganancias, porque ya vimos que cuando se trata de controlar una socialmente peligrosa población de damnificados prefieren pagarle todo y mantenerlos prisioneros, que no darle trabajo y dignidad y así derecho de palabra y de decisión.

Después de un año se vio de que se trataba el proyecto C.A.S.A.: palacios de madera o de yeso, que ya se van deshaciendo en pocos meses, sin ningún servicio, ni una tiendita de leche para los niños (¡hay centros comerciales a unos kilómetros! … propiedad de transnacionales), pagándoles con dinero público a sus amigos de la constructoras mucho más del precio de las casas verdaderas (hay grabaciones de conversaciones telefónicas apenas 5 minutos después del sismo, diciendo: - no puedo dormir por cuanto estoy riendo de los enormes negocios que vamos a hacer con este regalo del terremoto -) y lo presentaron al mundo como: -¡Misión Cumplida! ya tienen su casa - (¡cuidado que pero Draquila dice: C.A.S.A. y no casa!); mientras que ellos mismos intentan comprar muy baratos los edificios del centro histórico cerrado de los propietarios sin trabajo ni recursos.

Era un plan que tenían ya listo. Y las casas son una aquí, una allá, separadas por kilómetros en el medio de la nada, y la gente ya no tiene lugares donde socializar, juntarse, hablar, convivir. De una ciudad de mil años de historia hicieron vente pueblitos de desconocidos, muchos obesos, desesperados, solos, con un tercero de la población en terapia psiquiátrica.

Son planes ya listos que tienen para el control. Ahora ya no se hacen golpes de estado en Europa y America del Norte: para quitar cualquier derecho democrático logrado con enteras generaciones de lucha, hoy es mejor y tan fácil aprovechar bien de un desastre natural. Ahí en L’Aquila se hizo la prueba general de este nuevo sistema de control… y con el cambio climático va a haber desastres a menudo… y si no hay desastres naturales pues ya hay la necedad y la tecnología para causarlos …

Pero en el medio de lo que fue el desastre natural, político, social y humano, como crema cuando se calienta la leche, se sube una humanidad nueva. Algo en lo profundo es diferente: los policías municipales ya no cobran estacionamientos y ya no van cazando transgresores para ponerles multas. Lo que queda de la ciudad es nuestro. Muchas relaciones humanas antes basadas en la pura competición tienen ahora sus raíces en la compasión, la comprensión. Mucha gente que había puesto todo el sentido de su vida en la posición social, la súper casa y carro, una vez que lo perdieron todo ya no son hinchados y, después de andar por un buen rato desapercibidos mirando el vacío, ahora son más gentiles e interesados en su próximo. En la autoconvocada Asamblea Ciudadana todos se hablan cara a cara, dando del tú al alcalde, al político… y los ciudadanos ya no creen que la solución la vaya a sacar de su sombrero de copa el hierofante o caudillo en turno y saben que deben existir a través de la solidaridad y reconstruir su ciudad con su propia creatividad e intento.

Y los jóvenes… ¡los jóvenes son la verdadera flor! Ellos aceptaron más el cambio radical que llegó, y trabajan para que este se vaya desarrollando aún más, alivianando primeramente sus corazones en su misma vida… y en su mayoría ya no quieren trabajar por la Muerte, la guerra, la explotación masiva, en cualquier forma los chantajean con el “rescate de la economía”, a pesar de lo que parezca costar.

En el otro costado de la Basílica de Santa María de Collemaggio hay una lomita donde había el hospital psiquiátrico, un lugar que daba miedo. Recuerdo cuando era niño y una noche desde la ventanas de nuestra casa lejana ahí vimos una gran fogata y se oían fuertes gritos, y nos dijeron que los locos se habían escapados: todavía tengo en los ojos y en el corazón el valor impactante de su fiesta dionisiaca cuando conquistaron la libertad por una noche. En fin, ahora los jóvenes sin pedir permiso ocuparon este lugar y lo llamaron Casematte (un doble sentido que quiere decir fortificaciones militares pero aún Casas Locas) y ahí van practicando vida en comunidad, arte, información, y el fuego está prendido todas las noches.


Rodolfo de Matteis, a 22/26 de octubre de 2010

Marcando el paso

Marcando el paso
(Por Fabiola Arrivillaga)

Plap plap plap plap plap plap

Doña Lencha terminó de echar las tortillas del medio día. El humo que tanto nos gustaba a los güiritos de la colonia y que tanto ofendía a nuestras mamás, a ella ya no le hacía ni cosquillas.. Siempre había torteado, siempre.

Nosotros, una palomilla de nueve, entre los tres y los once años, nos inventábamos canciones y rimas a partir del ritmo de sus palmas. Doña Lencha había torteado, creía yo, desde todos los tiempos. Y así había sido.

Plap plap plap plap plap plap

Cada medio día era lo mismo. Nos ofrecíamos los nueve para ir por las tortillas de nuestras familias, con tal de meternos en el misterioso mundo de la galera de lámina, perdernos entre el humo, y recibir el premio esperado: una bolita de masa cruda para jugar, que aquellas expertas manos nos convidaban gustosas. Yo no era muy chispudo que digamos, pero Jorge sí. Para él Doña Lencha representaba la historia, la lucha, la presencia; él veía más allá de aquella gruesa figura y aquellas largas trenzas, más allá de aquellas manos ásperas. Y escuchaba más hondo que el plap plap plap de la torteada.
Jorge, de alguna manera misteriosa, sospechaba un pasado plagado de aplausos. Un pasado de luz. Un pasado de revoluciones y líderes y marchas y sueños y luchas y desapariciones. De vida y muerte. De traición.

Plap plap plap plap plap plap plap

Hubo una época cuando éramos jóvenes...recuerda Lencha. Entonces, además de la devoción por hacer las mejores tortillas, de la mano de su madre, abuela y tía, cultivaba otras devociones más profundas: la justicia, la solidaridad, la igualdad. Creía en lo que un grupo de personas podría hacer cuando actuaba en conjunto, en armonía. Creía en el amor. Creía en la música, en la alegría. Creía.

Hasta la noche del 19 de octubre, cuando preparaban la marcha. Cuando no fue tierra arrasada sino galera arrasada. Sobrevivió por la buena fortuna, se escondió bajo otros cuerpos, escuchó el horror, los gritos de unos, las carcajadas de otros, la pugna, la resistencia. Y esperó creyéndose muerta y deseando estarlo.


Plap plap plap plap plap plap plap

Ese día decidió bajar el perfil y aguantar en silencio. Perdió todo lo que la hacía vivir, menos el ritmo redentor de sus tortillas.

The dark side of the moon

The dark side of the moon
(Por Gerardo Galvez)

La epifanía fue aquella tarde de 1973:

Mi hermano llegó con un acetato a la casa, y nos convocó a toda la patojada en el estudio de mi padre , en su soberbia e intocable tornamesa “ Phillips” Holandesa “ Hi-Fi” ,” Cuadrafónica” , enmarcada en madera de cedro para escuchar el disco recién adquirido en “ Musical” de la zona uno .

Con cara de satisfacción y misterio nos dijo:

-Ahora si se van a cagar muchá- nos dijo mientras ponía el “ lado A” del disco:

Un latido de corazón intermitente , con unas voces que susurraban y risas histéricas de fondo , una guitarra finísima aderezando la pieza y un bajo poderoso dándole fondo y forma a una rola que se desataba en una tempestad de bombas atómicas, traganíqueles desbocados de monedas, aviones que se estrellaban en una pista de aterrizaje provocando tragedias imaginarias estimuladas por el “ Cannabis” .

Letras que por primera vez cuestionaban mis sentidos, mi forma de ser, de pensar:

-Waiting for someone or something to show you the way-

Ese evento , esa audición cambió completamente el destino de mi vida: Porque en ese instante esperaba que en mi personal historia apareciera un milagro, sin que yo lo saliera a encontrar… y sin que supiera que yo era el origen de todos mis milagros y catástrofes.

-You lock the Door
And Throw away The key
There´s someone in my head but it´s not me-

Y allí estaba yo, Gerardo, tratando de ser alguien que no quería ser , pero que tenía la obligación
de serlo: El Adolescente de Misa, de Cuadro de Honor, de uñas limpias e impecable vocabulario, tratando de complacer a todo mundo, menos a mi, que buscaba desesperadamente un “ duplicado” de aquella llave que me liberara de mi celda interior.

Escuchando después a solas ese disco, me encontré, me descubrí, me exploré y me gustó lo que sentí.

-The sun is the same in the relative way , but you´re older
Shorter of breath an one day closer to death-

Fue el trance en que realicé que la vida es una muerte paulatina que comienza desde tu nacimiento.

Y la voz de Clare Torry , haciendo el amor prácticamente con la banda, embrujando totalmente el ambiente con su interpretación en “ The Great Gig in The Sky”

El ruido desesperante de las monedas en “ Money “ en el lado “B”

Money,
it's a hit.
Don't give me that do goody good bullshit.

Y las campanas de los relojes que te despiertan en “ Time” . Muchas veces. En instantes de mis conflictos, los mismos relojes, desesperantes, impacientes, me exigen que salga del letargo y que no me estrelle en la pared del fracaso.

La portada, “ El prisma” , que atraía poderosamente la luz blanca natural , convencional, ordinaria y transformándola en luces multicolores que bañaban toda la realidad en arcoíris acústico sirven de envoltorio de acetato sello “ Emmy” amarillo, que guardo todavía y que aunque ahora tengo la versión remasterizada , ese viejo original es como mi “ Génesis” personal, mi “ Libro de la Sabiduría” mis “ Salmos” que abrieron la puerta a todas las fantasías, posibilidades y pobres creaciones que me había negado, por complejos, limitaciones e imposiciones …

Mason, Waters, Gilmour y Wright ( Este ultimo, que partió un quince de septiembre hace dos años debe estar tomándose un Bourbon con la Janis, fumándose un Puro con Hendrix y filosofando con George y John) .

Y aunque mi intención pura era escribir un cuento musical, que sé , estoy claro y me disculpo frente a mis lectores , seré objeto de criticas, llamadas de atención , y puteadas puesto que estoy redactando una reseña de un acetato obsoleto, rayado y gastado que guardo en mi colección . Esto claro también que este es un cuento musical impuro, tramposo, mal concebido, sin puntuaciones, pausas y carente totalmente de narrativa, con frases que no son nuestro idioma y que más seguro son de un malinchista …

Pink Floyd y su “ Dark Side of The Moon “ son mi esencia, mi nacimiento, mi forma de pensar, y que a mis cincuenta años, pretendo ser rebelde, inconforme, luchador, que se pasea cómodamente por los pasillos de sus ideales buscando nuevas puertas , para encontrar mejores salones.

Tiempo atrás un amigo mío que compartía esta música falleció, y, en su velorio , al lado de su ataúd, en un “ Tocacassette” se reproducía fuertemente este disco, ante la indignación de madres, abuelos, viuda y demás dolientes: Su deseo fue respetado, mi difunto amigo yacía sonriente, satisfecho, como si en algún repentino momento, como Lázaro en la lejana tierra de Jesús , fuera a resucitar y a gritar a todo pulmón:

The time is gone, the song is over,
Thought I'd something more to say.

Soy lo prohibido

Soy lo prohibido
(Por Patricia Cortez)

Habíamos inaugurado el Night Club hacía 20 años, música en vivo los viernes, salón de fiestas cuando se necesitaba, bar regular y comida mala, aún así, los viernes un grupo de fieles amigos llegaba a escucharme cantar.

Encontré el vestido sobre la cama. Como siempre, Juan dice que no necesito probármelo, conoce mi cuerpo a detalle después de tantos años de coser para mí. Lo veo y me parece una carpa de circo, ¿en qué momento aumenté cuatro tallas? Veo que no escatimó en detalles, los bordados, la textura de la tela, la caída, las ballenas que me harán sufrir en el escenario y le darán una bella forma a mi escote presionando mi cintura hasta el límite donde puedo aún inflar el diafragma y cantar.

Memories será esta vez, abriré con algo en inglés, seguiré con contigo en la distancia…luego espero lo que pide la gente…seguro piden la puerta y algún desconectado pedirá una ranchera y cantaré algo de Jose Alfredo… luego seguiré complaciendo para finalizar con debut y despedida…luego vendrá el gran final: soy lo prohibido

-¡¿no estás lista?!-

Delia ha llegado y lo anuncia con su emoción de siempre, algo que hoy, no me seduce, son muchos años de cantar los mismos boleros y fingir los mismos llantos, recordar a los mismos amantes mientras canto otra vez esa canción que me dedicaron, la que le canté, la de la última noche, la que sólo él sabía y...la última que cantaré cuando me muera finalmente en el escenario como una gran diva enloquecida.

-¡Vamos querida, el lugar estará lleno como siempre, apúrate!

Me hace falta Leonel, su voz era la última que escuchaba antes de subir al escenario y la última canción de siempre era para él soy ese beso de tu piel, que ya no puedes desprender, soy, lo prohibido…

-Carmen, lo de hoy es muy especial, ya lo verás, sube al escenario y dalo todo-

Delia repite las palabras tradicionales de Leo, incluso me da un beso suave como lo hacía él, se emociona, se entusiasma dice lo mismo de todos los viernes, somos gente del espectáculo, llena de rituales y supersticiones, todo para que el show salga bien.

En el camerino siento que el vestido va a explotar, Delia y Juan aprietan el corsé que queda justo como él lo dijo, cerca del límite de mi respiración, un beso, un abrazo rápido y un par de palmadas en las nalgas me empujan al escenario otra vez.

Justo antes de cantar el gran final, me parece ver a Leo, en la última fila, espanto como puedo a la ráfaga de llanto que se anuncia en mi garganta, no sé de donde saco las fuerzas para empujar las frases que salen como cuchilladas: Soy ese amor que negaras, para salvar tu dignidad,
Soy lo prohibido.


Termino de cantar y me saco la peluca, no se me olvida lo que siempre repetía Leo “ya sabes que los hombres no lloran”.

Música de elevador

Música de elevador
(Por Olga Contreras)

A los seis años ya me consideraban una virtuosa. Nunca me gustó esa palabra …virtuosa…no era una palabra agradable a mis oídos, siempre la asocié con ser una persona anormal, no sé porqué, cosas mías lo más seguro. El talento me fluía de forma natural como la imaginación y curiosidad en un niño; sin querer, sin forzar nada, se me daba así, sin más. Cuando tocaba en público la gente reaccionaba y se emocionaba de forma inusual. Al interpretar, me divertía ver con el rabo del ojo al público. Unos hacían gestos que con la edad fui interpretando como orgásmicos, otros ponían los ojos en blanco y nunca faltaban los que no podían callar un gemido convulsionante. El alboroto, la controversia y las opiniones encontradas que se armaban antes, durante y después de cada concierto agotaban la tinta de los diarios, secaban la boca de los reporteros y dejaban sin oraciones a las iglesias. Pero el resultado siempre era el mismo: fechas vendidas en minutos –sin importar los precios ridículos- con tal de verme y comprobar en carne propia el efecto cósmico y extático de mis manos sobre el instrumento; y al final, gente de todos los sabores, colores y edades terminaban aclamando mi nombre en un frenesí post coital.

Se ofrecía cualquier cosa por una entrevista conmigo, por querer adentrarse en mi mundo y extraer los secretos de mi música. “Curativa, espiritual, relajante y vigorizante a la vez, un festival de sensaciones in crescendo con final feliz garantizado” decían algunos expertos. Otros me comparaban con el demonio encarnado, con la culebra que sedujo a la misma Eva y hasta con un acto hipnótico de feromonas liberadas adrede para crear histeria colectiva. Mi timidez, que rayaba en enfermedad, me impedía conocer personas, hacer amigos, mucho menos dar entrevistas. ¿Qué esperaban que explicara? Yo misma no entendía el efecto extraño de las notas tocadas sin emoción alguna de mi parte. Yo –cual robot- me limitaba a repetir de memoria las melodías tratando de no cometer errores interpretativos. Y así pasaron los años, los conciertos, los orgasmos colectivos y yo sin poder experimentar lo que le regalaba al público. Hasta el día que llegó él.

Llegó autorizado por mi promotor para estudiar mis movimientos, mis rutinas, mis interpretaciones, para estudiarme a mí, pues. No me hablaba, sólo observaba. Observaba y me estudiaba. Me estudiaba y me comprendía. Me comprendía y me aceptaba. Me aceptaba y me amaba. Todo ese proceso sin cruzar más que un saludo eventual. Noté que las notas, los arpegios y melismas no tenían efecto en él, o al menos lo ocultaba bien. No se derretía como babosa con sal al oírme tocar. Eso me intrigaba. Me intrigaba y me obsesionaba. Me obsesionaba y me encantaba. Me encantaba y me enamoraba.

Al final de un concierto particularmente agitado, sucedió. Entró en mi camerino, me vio a los ojos y de la forma más natural tomó mi cara en sus manos, me besó, me acarició suavemente, como un experto supo leer e interpretar magistralmente cada nota en mi cuerpo y logró con sus dedos que yo alcanzara cada acorde del deseo y finalmente pude comprender el don de mí música en mi propia piel, en la suya. La armonía, la cadencia y el compás de los momentos vividos me marcaron, me cambiaron y me alteraron de tal forma que nunca más pude darle al público la pasión ni el frenesí acostumbrado. Me volví egoísta, acaparadora, no quise ni pensar en gastar una quinta de mi calor, de mi delirio en nadie más y desde ese día sólo yo y mi pareja de turno nos beneficiaríamos de mi don, de mi virtuosismo. Ahora la música que logro interpretar –y lo hago sólo para pagar las cuentas- es meramente incidental, de fondo, música de elevador.

Tetrahidrocanabinol / LSD

TETRAHIDROCANABINOL/LSD
(Por Lester Oliveros)



Pero hay demasiados presos pidiendo lo mismo, muñeco y
Dios mantiene la línea ocupada.
Julio Prado, La joya II

Cuando fui al concierto de Héroes del Silencio (allá por el año 96), llevaba puesta una playera que yo mismo había hecho con Carol Wojtyla de cabeza; como unos años antes habían fotografiado a Sinead O´connor.

El Papa no pudo ver muy bien el concierto: unos días antes, había llovido y la playera, después del mosh, quedo completamente llena de lodo.

A ese concierto entre gratis, porque con un grupo de jonkis trepamos una pared y no nos importó, para nada, que hubiera guardias de seguridad dándole toque eléctricos a los anarquistas. La Sirena Varada sonaba desde el Walkman que llevaba escondido y mi puro de mota, calada tras calada, iba relajándome, volviéndome a las alucinaciones de la amistad, hasta que me sentí preparado para resistir la avalancha de música. Uno de mis amigos llevaba un habano Monte Cristo, para fumarlo con esa canción de la Chispa Adecuada.

Bajo el efecto del cannabis las primeras canciones de Bohemia Suburbana las canté en un estado de levitación. Una amiga que había descrito a Herman Hesse como nuestro hermano lobo, me dio unos besos profundos, sentados en el graderío de la Plaza de Toros. Fue momentos antes de que entrara Bumbury con toda la fama y su estilo. Miraba los colores saboreando el fino silencio imperceptible de la noche. El flashback de la película de Doors me llego por un segundo, pero fue más bien la imagen de Jim Morrison, y de pronto, me sentí fuera de mí, y es difícil de explicar como se siente estar uno en ningún lado. Pude dominar mi miedo mientras enviaba mi cuerpo contra otros en el slamming poderoso de golpear y ser golpeado bajo la magia pura de las descargas de rock ibérico y los indios americanos soplando el fuego de la fogata donde danzábamos.

El lodazal que armamos, lo presentí luego de dos horas, mientras mis amigos me daban agua pura para que me pasara el trance.

- No puede ser, un puro de mary Jane, no es tan potente.
- La fusión musical, el flow de las guitarras eléctricas lo predispusieron para la descarga de adrenalina –dijo alguien que lograba oír desde un lugar, aún remoto a mi.
- La James Adiction es impresionante, a veces llega revuelta con afgana y el tetrahidrocanabinol llega a los receptores más vulnerables de cerebelo.

Esas frases de curiosos me parecieron que venían de alguna película y, luego, según los médicos, perdí el conocimiento.
La ladrona de besos que además leía como yo El Lobo Estepario, me confesó, una semana después, que me dio un beso con LSD.

Remasterizado

Remasterizado
(Por Tania Hernández)

Doña Julia plancha camisas y canta sus nostalgias a todo pulmón

- Juuu-ramee quiaunque pasemucho tiempo, nolvidarasel momento en que yoo te conociiiiií.

La puerta se abre y su hijo Cristofer entra rapeando,

-Yo te juro mamita
que estoy de ti enamorao
de tu linda cinturita
que me tiene cautivao

Hoy conquisto el mundo
mientras lo meto
hasta lo más profundo

Mi inocencia mataste
cuando en tu cuarto
tu cuerpo me entregaste

Y es que estás tan buena
tan bueena
tan bueena

- Así que vos y la Kiara ya... ¿Y usaron condón?
- Ah, fijo pues.
- ¿Estás enamorado?
- Ay mama, vos las cosas que preguntás.

Las letras cambian, pero el amor es siempre el mismo, piensa Doña Julia recordando que también tenía dieciséís, la primera vez que se entregó a su esposo, fallecido hace dos años. Suspira, extrañándolo en el corazón, y en otras partes del cuerpo, y sigue planchando y cantando,

- quieremeeee, quieremeas talalocuuuura, y asi sabráss la amarguura, questóy sufrrriendo, por tiiiii-iii

Vampiros

Vampiros
(Por Rodolfo de Matteis)


Después de un largo aislamiento, cansado de vivir en mi habitación y saliendo solo a caminar por la playa durante los atardeceres como un animal perseguido evitando de reunirme con ningún humano, decido esta vez de participar en la fiesta.

A unos doscientos metros de las primeras personas que atienden el reventón bajo de las palmeras ya la música domina, en otros momentos me habría gustado, pero es demasiado fascinante para sentirme tranquilo y no oír en ella el encanto del flautista mágico que está escrito autoritario entre las líneas de la composición musical.

Un escalofrío helado me recorre por mi espalda, mis piernas por un momento pierden las fuerzas y casi me caigo en el suelo, el sudor fluye frío por debajo de mis axilas, estoy congelado a pesar de que el aire es realmente caliente, exageradamente para esta temporada. Para tener coraje empiezo a bailar, y de esta manera continuo mi recorrido a paso de danza.

La escena es terrible: la gente que baila alrededor de mí, cuyos cuerpos se agitan y casi se contorsionan al ritmo acelerado de música, miran fijo al vacío y, al contrario de las fiestas habituales, no hay una sola sonrisa en sus rostros, no se conoce alegría, solo expresiones estatuarias y teces pálidas y fúnebres. Entre más me sumerjo en la fosa de las serpientes y más la escena se repite; al moverme entre ellos hay un choqueo constante temblante yo por el miedo que me afloja las rodillas, pero nadie se queja, no recibo aquellos insultos o miradas pesadas usuales en estas circunstancias, y eso de veras hace resonar las campanas de alarma mientras sigo huyendo hacía la plataforma del DJ.

Abajo del escenario central la situación muda: aquí las tipologías cambian, no hay sólo aquellas especies de zombies como en los grupos más externos, si no para cada grupo de ellos existe una presencia dominante. Su mirada es igualmente vítrea, aunque de una calidad diferente, emana fuerza, y sus seguidores lo miran y lo imitan, adoptando inmediatamente cada uno de sus cambios de ritmos en la danza y los desplazamientos que sus pies trazan sobre la pista. Primeramente estoy interesado y, buscando algún mensaje oculto en esos movimientos quizás aleatorios, enfoco mi atención en esos esquemas, pero de pronto percibo su fuerte contenido hipnótico y me desengancho rápidamente.

Los vampiros, como he llamado este tipo de dominantes por la aparente característica de conservar una cierta lucidez gracias a la energía que les aporta la dedicación de los sometidos (o tal vez directamente chupada) no parecen darse cuenta de mí, tanto que yo empiezo seriamente a dudar de su verdadera conciencia de sí mismos y de los demás.

Un cierto número de personas, entre los más perdidos, empiezan imperceptiblemente a agruparse alrededor de mí. Con un escalofrío helado que sale desde el abajo de las entrañas más oscuras y sube hacia los planos altos e iluminados de la conciencia me doy horriblemente cuenta que efectivamente ellos me van buscando y, aunque ninguno de ellos me toque físicamente, tengo la impresión de que sus manos se encuentren tendidas hacia mí limosnando la propia vida. Del otro lado hay más, y la presión que aquellos ojos aparentemente vacíos me comunican es terrible; me doy cuenta de la presencia detrás mío de una cola de hombres y mujeres reducidos a poco más que sombras en su profunda desesperación; y de algún modo misterioso es como si ellos entren a formar parte de mí.

El corazón me duele físicamente, tengo un instante de asfixia y es entonces que por primera vez, tratando de superar al menos con la mirada esa especie de muro hecho de carne humana que me rodea, encuentro los ojos de un vampiro y en un instante comprendo… y ya realmente no sé quién sea el asesino y quién sea la víctima ¿quién chupa la linfa vital y a quién?

Aún peor, realizo la transformación repentina que ocurre en mí: ¡estoy convirtiendome yo también en un vampiro, un dueño con su cola de esclavos! ¿Y que si lo fui desde siempre?

Fría la atroz culpa serpentea en mí y mis esclavos se la chupan para aumentar el énfasis de su horrible danza blasfema, mientras siguen el ritmo de mis pases que se transforma frenético por el terror.

La cabeza está para explotarme cuando empiezo a oír sus desesperados pensamientos, lineales en su terrible vacuidad; así como la asquerosa oportunista seudo-conciencia de los vampiros que me llaman:
- ¡ya eres uno de nosotros! no te rebeles al Imposible, aprovecha, aprovecha las migajas del manjar del gran verdugo... y agradecelo... -

Lanzo un grito, fuerte como la erupción de un volcán, pero nadie me mira, ningún enfermero de psiquiatría llega por mi... ¡es la verdad lo que veo! y en la mejor claridad que el gritar me regaló quebrando la cortina de asombra y pesadez alrededor mío, veo por fin quien es el DJ: ¡mi querido amigo Kong, el Rey de los DJs! Mis felicitaciones por el autor de tal música capaz de revelar la cara oscura de la realidad detrás de la pachanga, detrás de la que vino a ser una obligación de divertirse.

Para mi tu eres...la gloria.

Para mi tu eres...la gloria.
(Por Nicté Walls)
Te llames como te llames, para mi tu eres, la gloria…


Eramos jóvenes, demasiado jóvenes y desocupados…

La verdad, jóvenes, profesionales en una ciudad tan aburrida como un cementerio. Ganábamos bien, pero no teníamos a donde ir…

Rubén comenzó a invitarnos los viernes a su casa, no había bares decentes para tomarse un par de chelas y él tenía un patio grande y una casa aislada, no molestábamos a nadie con la bulla.

Era normal, unas chelas, un poco de música, bailamos, cantamos, Saco la guitarra y hacemos show…

El Karaoke funcionó unos días, luego el baile, otros la guitarra… Un día le dije a Mario en broma mientras bailábamos “vos, prestame a tu mujer” y la respuesta me asustó “ta bueno, pero la dejás satisfecha”.

Mario contó que ellos, cuando estaban en la ciudad, iban a un club Swinger, a Amalia le gustaba mucho y Mario no tenía problema con prestarla, cederla, al final, ambos mejoraron su vida sexual.

A mí me dio asco, bueno, Amalia estaba bien, pero no era espectacular, un buen trasero y chiches duras, a pesar de la edad… Ernesto en realidad se emocionó.

Teníamos dos hijos, de dos y cuatro años, la pasión desaparecía. Vi a Amalia y a Mario que parecían de lo más felices a pesar de ser cuarentones y de que sus hijos tenían 14 y 16 años.

No me di cuenta cómo pero Mario comenzó a explicar con lujo de detalles sus idas al club, Ernesto escuchaba entusiasmado, Alma, su esposa estaba rubicunda, Elena parecía comenzar a mojarse y puso su mano sobre mi pierna.

Alma se veía asustada, supuse que no podría, pero yo me moría de ganas, allí estaba Elena tan exitada y Amalia brillando, Marcos duda, pero puede ceder, al final, decidimos la fecha y el lugar.

En la casa de Ernesto, para que no hubiera vecinos curiosos, los niños se quedarían juntos en nuestra casa al cuidado de una niñera y no regresaríamos en toda la noche.

Esa noche Amalia y Mario dictaron las normas, participa el que lo desee, otros pueden ver, la pregunta quedó flotando un momento ¿Quién inicia?

Me ofrecí de inmediato, la timidez de Alma me seducía y sabía que Ernesto quería ofrecerla, era la fantasía de él, cederla y ella, siempre obedece. Elena había colocado la mano sobre el muslo de Ernesto provocándolo era obvio que él quería con ella.

Elena me pidió directamente que quería conmigo, le pedí a Alma que fuera con Marcos y cada uno tomó una habitación.

Amalia se fue con nosotros, se rumoreaba que ellos compartían jovencitas y allí salí de dudas, Alma temblaba y la voz de Amalia suave e incitante, acompañada de unas manos expertas que comenzaron a desnudarla frente a mí, Amalia la seducía para mi, hasta que la dejó desnuda sobre la cama como una virgen para el sacrificio “no tengas miedo”, decía y sus manos estimulaban su cuerpo, en algún momento vi cómo besaba el sexo de Alma que temblaba de ganas y luego me sugirió que la montara con cuidado.

Elena era una fiera, ella me desvistió, luego vimos a Mario de pie frente a nosotros y Elena le bajó el pantalón mientras yo la penetraba, ese fue mi primer trío.

La entrega de Alma me hizo temblar, Amalia veía sentada en un rincón y Alma brillaba sobre mí, nada cómo ese momento que se hizo eterno.

Un par de horas más tarde nos juntamos en el patio, más cerveza y otras cosas, volví a estar con Alma y la sentí distinta, más completa, más entregada, me gustó.

Pasó una semana y nos veíamos como siempre en el trabajo, Amalia nunca dijo nada, Elena se volvió más fogosa en casa. Yo no podía dejar de pensar en Alma.

No quería hacerlo otra vez, funcionó, nuestra vida estaba mejor, era lo que queríamos…

Mario propuso que volviéramos a hacerlo, una tarde, después del trabajo comentó que era tiempo de volver a juntarnos… añadió que esperaba que fuera como la última vez…

Alma me dijo no, luego pensé que sería maravilloso volver a hacerlo, no por mí, por ella y cómo había cambiado, el fuego comenzaba a desaparecer.

Fue el peor y mejor momento, Alma se negó a ser cedida a Mario, volvió a estar conmigo sin la presencia de Amalia, Mario dejó frustrada a mi mujer y Ernesto se quedó con Amalia que en realidad era una experta.

Debí hacerle caso a Alma, no pude dejar de sentir celos de ella y Marcos, terminé con Amalia justo a tiempo para ver a Alma disfrutar a lo grande con Marcos, ella brillaba y yo sólo tenía ganas de tocarla y me lancé a pedirle un trío que ella me negó, me sentí defraudado y solo.

Me fijé en la cara de Ernesto, su decepción, Alma se me entregaba con todo y no quería más estar con él. Decidí que eso acabaría ese día.

No quería verlos más, en el trabajo me aislaba, no hablábamos más, un mes más tarde la noticia nos enfrentó: Alma estaba embarazada.

Ernesto me enfrentó, el bebé podía ser mío, le dije que no me interesaba, aquello había sido una locura…

Pero Alma lo buscó, ella también pensaba que él era el padre, era insoportable sentir ese niño creciendo dentro de Alma y repetir mil veces en mi mente la escena en la que ella me rechazaba, no sé cómo pasó, no lo entiendo…

Me cuesta quitarme esa canción de la cabeza, nunca volví a sentir esa intensidad sexual, nunca volví a conocer a una mujer como Alma, a veces voy a su tumba y pongo la música que escuchamos esa primera vez, cuando Alma me llevó a la Gloria.


Columna para Revista ATI

Hoy me lleve una grata sorpresa al encontrar dentro de las columnas de opinión de Prensa Libre a la Revista ATI con nombres tan apreciados como Lucía Escobar y Juan Miguel Arrivillaga quienes con gran esfuerzo han logrado, poco a poco, darle vida a la Revista ATI en su versión radial. Esta semana estaré colocando un link permanente en nuestro blog para los que quieran, semana a semana, descargar o escuchar Radio ATI que esta semana ya lanzaron su programa número 10.

Les recomiendo el artículo, se titula La función de una radio. Escrita por Carolina Escobar Sarti. Les dejo el link: http://www.prensalibre.com.gt/opinion/funcion_0_354564559.html

Ayer, aprovechando el tema, estuvo Lucía en el programa Todo a Pulmón en la 100.9. Lástima que no nos enteramos antes para poder informar a todos los que siguen el blog.

Saludos y buen fin de semana para todos!

Manu.

¿Alguien recuerda?

¿Alguien recuerda?
(Por Tania Hernández)

La vida explotó en un segundo. No quedaron ni siquiera pedacitos desperdigados que pudieran unirse de nuevo para completar aunque fuera un tercio de la vida que había sido. Solo retazos de carne sin alma repartidos por el suelo. Antes de eso, la vida estaba, y estaba la madre, estaban los hermanos, y a veces los primos y siempre los amigos.

Los días empezaban temprano, con la madre diciendo lo de siempre, que si él era el hombre de la familia, que si después de la muerte del padre no alcanzaba con lo que ganaba lavando la ropa, que si los hermanitos no tenían qué comer, que si confiaba en él... todo lo que fuera para que él se animara a abandonar el refugio del hogar para salir a trabajar cuidando carros en algún lugar del centro de la ciudad.

Los días terminaban tarde, con algunas fichas en el bolsillo, o hasta algunos quetzales que le daba la gente, esa gente que a él le parecía extraña porque nunca pudo adivinar si era buena o mala, porque el rostro engañaba, eso ya lo había aprendido, y aún más cuando a la gente le daba por intercambiar papeles y el bueno se volvía malo y el malo se volvía bueno. No era extraño, por ejemplo, que el asesino le diera un billete de a veinte y el pastor de una iglesia cercana le pagara solo diez centavos y a regañadientes.

Es muy probable que fuera por eso que esa noche el niño no sospechara nada malo cuando los tipos le regalaron la bolsa de McDonalds que él creyó sería su cena de esa noche. O tal vez fuera solo el hambre que le hizo obviar rostros e malas intenciones. Ya no lo sabremos. La cosa es que él abrió la bolsa y su vida de niño, de patojito, de hombrecito de la casa, explotó en un segundo.

“Limpieza social”, borrador de existencias. Les salió tan bien la jugada a los infames que, treinta años más tarde, no he encontrado una sola memoria que recuerde su nombre.

Se borraron algunos comentarios


Estimados,


El día de hoy el blog amaneció sin los comentarios hechos a los cuentos publicados el día Lunes y Martes de esta semana. La última vez que revisé el blog fue el día de ayer a las 10:00 p.m. aproximadamente y no había ningún problema.

He investigado un poco en internet y según veo este es un problema que han experimentado otros blogs. Se da cuando blogger o Google hace actualizaciones o cambios en las plataformas. En estas migraciones de información puede que alguna quede perdida en el limbo de forma temporal por lo que puede ser que los comentarios aparezcan en las próximas horas o días. Cabe también la posibilidad de que se hayan perdido definitivamente, lo cual sería una lástima.

No hay razón para creer que haya sido alguna persona ni que vuelva a ocurrir por lo que les animo a que, en el mejor de los casos, volvamos a colocar los comentarios si nos acordamos de lo que pusimos y si no pues a seguir como si nada.

De todas formas les mantendré informados de cualquier noticia.

Saludos.

Manu.

El que ríe al último

El que ríe al último
(Por Fabiola Arrivillaga)


Jeremías bajó la talanquera cuando se fue el último de los invitados, fingiendo una circunspecta seriedad y un tono grave. Pero al retirarse aquellas luces unos metros, no pudo contener las carcajadas.

Tres horas antes debía celebrarse la boda del siglo. La hijita de Don Perejil y Doña Emperejilada aceptó casarse con el fulanito de Tal por Cual; más tal por cual que fulano el infame novio. Pero eso nadie lo sabía, les parecía que la elección había sido más que acertada y no menos que excelente. El diseño y elaboración del vestido corrió por cuenta de un importante modisto local, el pastel también era una exclusividad, no se diga la comida y las muy variadas bebidas. Para animar, merengue, marimba y mariachi. Todos los detalles fueron cuidados y sí, por supuesto, el mismo padre que le dio la comunión sería el que la casaría. ¡Ah, la nena!

Llegaron los invitados, tan emperejilados como los futuros suegros y la ceremonia dio inicio. Entró la nena con su cursi vestido y su cursi sonrisita bajo el velo blanco, prendida como un gato al brazo de su padre. Lo hizo, como buena novia, con unos minutos de retraso: el fulanito pinchó llanta camino al club y, mientras la cambiaba, resultó que lo asaltaron y le robaron celular y reloj. Son las cosas que suceden en esta ciudad de locos. Nada anormal. Al fin y al cabo, todo en Guate pasa en el tiempo chapín; a nadie extrañaría que el evento comenzara tres cuartos de hora después o un poco más.

Entonces, todo retomó el curso correcto hasta la bendición de anillos. Fulanito metió la mano al bolsillo y, en lugar de sacar la añorada cajita con las alianzas, salió, enredada del botón del saco, una tanga de encaje rojo que todo el mundo fingió no ver. No había tales. ¡Ajá! Recordó que, durante el asalto, también se los habían robado – más bien, y aquí comienza a enredarse todo, además de la tanga, los dejó en manos de la chica que le calmó las ansias mientras los maleantes le despojaron de sus demás pertenencias. Le pareció correcto corresponder así al gesto solidario de aquella mujer de Dios, y no harían falta más explicaciones.

Así, con el extraño accesorio rojo en su muñeca, del que él no se percataba y al que todo el mundo ignoraba, prosiguió la boda sin anillos, pero sí con la promesa de amarse, respetarse y todo aquello que suele decirse de dientes para afuera en momentos como aquel, salvo raras y esporádicas excepciones. Luego tocó lo de “si hay algún impedimento...” y, como si de una mala comedia gringa se tratara, ocurrió algo inesperado.

Tres mujeres se pusieron de pie formando un triángulo rectángulo perfecto. Habló primero la más joven, para reclamar la tanga roja en la muñeca del novio pero, además, el rescate de su buen honor y nombre, ya que ella pretendía únicamente sacarlo de tremendo susto al acercarse a él esa mañana; la microminifalda no era provocación, sino el ejercicio de su derecho a vestir como se le daba la gana, y lo mismo se aplicaba al microminitop que cubría sus bien proporcionados senos. Que ella no era lo que todos pensaban y que él se había aprovechado de su amabilidad y su inocencia. Que él no podía casarse con otra, porque ahora tenía un compromiso con ella. Que ella estaba en sus días fértiles y que no dejaría que su hijo naciera sin padre. Los invitados hicieron silencio, la nena se puso pálida como una hoja y agradeció que el maquillaje fuera contra agua, así pudo derramar todas las lágrimas que pudo y quiso. Y cuando la muchacha de la tanga estaba en lo mejor del alegato, habló la segunda mujer.

Era la comadrona que lo recibió al nacer y que estaba dispuesta a detener aquel enlace a como diera lugar. Ella sostenía que la nena y el fulanito eran hermanos de partera, un lazo espiritual tan fuerte como la hermandad de sangre. Afirmaba, por la experiencia de sesenta años recibiendo chirices, que los hermanos de parto jamás podían establecer un hogar pacífico ni tener hijos sanos. Todos resultaban políticos, encapuchados, desertores de patrias, reinas de belleza de colegio o cosas aún peores, si es que las hay. Por eso, suplicaba al cura interrumpir la ceremonia y convencer a aquel par de ignorantes e insensatos de retractarse a tiempo. ¡No había mejor razón que la que ella sostenía! Atónitos ante semejante despliegue de sabiduría ancestral y escandalizados por la posibilidad de incesto, algunos invitados se deslizaban hacia la barra y se recetaban los primeros traguitos.

Pero cuando la última y más vieja de las tres abrió la boca...¡horror de horrores! La nena corrió por el corredor, en pleno berrinche, pasando inadvertida ante la sorpresa que acababan todos de recibir. La vieja contó una historia de amor entre dos jovencitos, muchos años antes, que se prolongó hasta muchos e incontables años después. Resulta que el padre era padre del padre de la nena, por lo que era su abuelo – por enredado que parezca – pero también era padre del fulanito, y a ambos hijos había la vieja dado en adopción, por la vergüenza de cargar con el pecado a cuestas. Sólo Dios podía saber por qué la había hecho tan fértil como buena tierra, a pesar de los años. Catorce muchachitos había engendrado, todos regalados a las buenas gentes, confiando en la Providencia. Catorce. Era entonces imposible que aquel cura prodigioso casara a la nena, su nieta, con el fulanito, su hijo, sin antes aclarar semejante relajo. Al caer la noticia cayó Don Emperejilado presa de un infarto al miocardio; el fulanito también, pero presa de un ataque de nervios que pronto calmó con dos de las exquisitas botellas de wiskey que habían comprado sus ex-casi suegros. Los invitados más prudentes, dejaron el club sin mayor aspaviento; otros más morbosones, se quedaron a ver en qué paraba la cosa; otros, los más gorrones, se sirvieron para llevar y continuaron la fiesta en sus casas.

Mientras Jeremías en su garita, disfrutaba la comedia en la tragedia de los otros. Y se reía.

El recuento de los daño

El recuento de los daños
(Por Juan Pensamiento)

Ahora que todo terminó, sé que quizá terminó sin haber de verdad empezado, si es que eso tiene sentido. Todo está como nublado y de momento sólo recuerdo todo lo que él no sabía: No sabía ser amigo, no sabía ser amante, no sabía ser pareja. No sabía besar ni dejarse besar; no sabía abrazar ni recibir un abrazo. No sabía aconsejar ni aceptar consejos. No sabía decir la verdad, pero tampoco era bueno para decir mentiras, aunque las decía mucho y muy seguido. No sabía el verdadero significado de decir te amo y todo lo que eso implica, ni sabía tampoco distinguir cuando lo escuchaba y era verdad. No sabía ahorrar ni apreciar un trabajo. No sabía en realidad cómo realizar por sí sólo el trabajo al que se dedicaba. No sabía estudiar ni disfrutar la lectura, aunque no es que lo intentara, tampoco. No sabía ver cine. Reía y lo disfrutaba, pero no es que supiera de verdad reír. No sabía beber, aunque creía saberlo; pero beber tanto no es saber beber. No sabía disfrutar la comida sin sentirse culpable y enojado después de hacerlo. No sabía acariciar. No sabía bromear. No sabía ser amable ni cortés ni agradecido. No sabía ser considerado ni generoso. No sabía ser sensible. No sabía saludar ni sabía despedirse, menos si era para siempre. No sabía empezar una relación y menos cómo terminarla: empezamos cogiendo, pero eso también fue mi culpa. No sabía ser tierno sin sentirse cursi. No sabía de la importancia de un eufemismo. No sabía ocultar su necesidad de llamar la atención y de sobresalir. No sabía si realmente era especial u ordinario. No sabía llorar ni tampoco recordar sonriendo. No sabía hacer el amor ni sabía tampoco que el sexo es mejor dosificado y no con cualquiera, y que hacerlo con muchos no significa ser más atractivo y de esa forma nos conocimos. Él no sabía que todo lo que no sabía era obvio para algunos, sobre todo para mí. No sabía que no se debe ser cruel después de cagarse en el corazón de alguien. Seguro nunca sabrá, tampoco, que su no saber dejó la marca de un puñetazo tatuado en mi tetilla izquierda. Y duele; duele ahora que todo terminó quizá sin haber de verdad empezado, si es que eso tiene sentido.

Jocotes de corona

Jocotes de corona
(Por Gerardo Gálvez)


Se fueron despertando del letargo cuatro horas después.

Eran las seis de la tarde en la recta de la Santander y la noche comenzaba a acechar todos los ambientes.

Fueron despertando uno a uno y levantándose del suelo. Faldas de gamuza verde que se arreglaban porque estaban ya abajo del calzón. Camisas blancas recién lavadas pero manchadas con aceite de Tuk-Tuk que manchaban los adoquines de la calle. Rostros maquillados con colorete barato, corbatas negras de solemnidad, pantalones sastre remendados y ahora sucios por el polvo de la calle.

Todos tenían la sensación de paz, de equilibrio total de sus sentidos, y reían, reían pacíficamente.

-¿Qué pasó?- Preguntó una voz entre todas las que tenían signos de interrogación en los labios.-

-La Celia, la Celia- contestó el director de la banda marcial del Instituto “La Sabiduría” señalando a aquella morenita que con su batón de cheerleader se reincorporaba en la banqueta, con ojos de pícara y sonrisa de satisfacción.

Celia Mux, nieta del Chamán del Barrio Jucanyá -Jacinto Mux Batz- le proporcionó aquel instrumento musical para la banda: una chirimía de madera tallada a mano, con un barniz que al ponerlo al sol, reflejaba los colores de una forma intensa. Una condición previa para que emitiera aquel sonido extraño -grave, agudo en algunas tonalidades, acompañado en ciertas voces en ciertas notas- era meterse en la boca al menos dos Jocotes de Corona de esos en tonos rojos degradados, con aquella deformidad que los hace preciosos, codiciados, apetecidos.

-Esta chirimía m’ija, solamente toca si tu boca tiene sabor a Jocote, porque está hecha de la madera de su árbol, que en nuestra creencia es el Árbol de la Eternidad, de la sensualidad, de la felicidad y que para degustar su fruto es necesaria la pasión al chupar, pero no como vos pensás que se chupa el guaro o algotras cosas, sino como verdaderamente se chupa la vida.- le dijo su abuelo.

Puso la chirimía entre sus manos ante la mirada embelesada de su nieta, juntamente con un ciento de jocotes que emanaban un aroma silvestre y salvaje.

-Celia, ese instrumento no va, eso era antes, allá por los años de Tatalapo - le dijo el director en modo despectivo, contando con sus miles de quetzales en platos, xilófonos, redoblantes y bombones agudos. Le dio la espalda y levantó las manos para iniciar otro ensayo de su banda para el domingo diez, del decimo mes del año dos mil diez, que era la fecha del “Festival Inter Institutos de Panajachel”.

Regresó desilusionada con su abuelo, y le contó el episodio del rechazo. El viejo Chamán solamente rió y le dijo:

-Practica sola m’ija, seguíles la corriente y el mero día la tocás como te dije-

Por lo que practicaba aquel instrumento, con jocotes en la boca, y esa mezcla de viento, cáscara y bagazo se fue adaptando a sus labios, sus dedos, y en los alientos mestizos que exhalaba su ejecutante al momento de iniciar las piezas.

Por dos semanas, a la orilla del lago en las tardes, se sentaba en su piedra a tocar su chirimía, a chupar sus jocotes. Con las melodías los pájaros se arremolinaban alrededor de ella y los chuchos se encaramaban sobre las chuchas; los tepezcuintes salían de sus escondites y se ponían a dieta los patos, los gatos eran comprensibles y las gallinas parían huevos criollos, de aquellos casi cafés carísimos en el mercado.

La chirimía con su aliento a jocote, apaciguaba las aguas del lago e invitaba a una brisa templada, tenue, casi tangible y la hacía caer en un trance, en un letargo agradable y dulce que le recorría el cuerpo y la envolvía entre música, sabor y olor, hasta que la dejaba en estado contemplativo.
Y así llego el décimo día, del décimo mes, del décimo año del segundo milenio y se juntaron las bandas y los desfiles invadían la Santander hasta hacerla intransitable.

Cuando inició el Instituto “La Sabiduría” con su tin-tata-chin, Celia se metió tres jocotes, los más maduros, rojos y suaves al tacto que había escogido los chupó hasta que sus mejillas se pegaron a sus pómulos, y comenzó a tocar la chirimía a todo pulmón.

Inmediatamente la calle entera comenzó a dejarse posesionar por aquel sonido dulce, extraño, silvestre, que invitaba a bailar, tocar tetas, agarrar nalgas, contemplar el cielo o bien quedarse allí, simplemente siendo testigo de la nada…

Y todos en la calle, en una orgía de bailes, cantos, risas, brazos levantados y gritos de éxtasis, se entrelazaban en almas suspendidas, corazones abiertos, pulmones que se henchían de olor a jocote y aquel sonido agudo y grave sin estructura musical: como el “Flautista de Hamelin” dirigía a sus ratas…

La gente que asistió ese día a la calle Santander exiló sus penas, sus tristezas, sus melancolías, sus dudas, sus prejuicios, que en un tornado oscuro se aglutinaron y esa nube se sumergió en el lago, ahogándose de una forma mortal y exorcizante.

Quedaron en estado de contemplación, de trance, de descanso, cuando fueron despertando a las seis de la tarde de aquel domingo diez, del décimo mes del año diez del segundo milenio.

Un final sin inicio

Un final sin inicio
(Por Olga Contreras)


-Mucho gusto en conocerla, cuídese- fueron las últimas palabras que leí a través de mis lágrimas.

Qué ironía. Nunca lo conocí realmente, al menos en persona, sí logré saber algo de él, pero él sabe más de mí. Mis más viejas amigas resienten desconocer mis secretos, pero a él se los di así, sin él pedirlos, inadvertidamente y sin decir agua va la confianza se hizo presente. Mis oídos sometidos a una especie de condicionamiento de Pavlov percibían entre todos los sonidos rutinarios el inconfundible tintineo del chat... aumentaban los latidos, la boca se quedaba suspendida en una sonrisa, las pupilas dilatadas, las manos temblorosas de ansiedad para contestar el más pueril de los mensajes: “¡Hola! ¿Anda por allí?”

Tecleaba mis sentimientos, compartíamos pasados, los temas iban desde ideales alcanzados, pasando por causas perdidas, hasta tonterías sin sentido…Mientras hablaba con una pantalla de plástico y plasma, ésta me había devuelto un amigo, un oyente que no era juez ni parte; una quimera de tonos azules para mis días en blanco y negro; una sonrisa a tiempo, una picardía pensada - a veces callada a veces dicha- al igual que los deseos que se guardaron en la parte de atrás del cajón de los recuerdos nunca vividos. Cuántas preguntas por hacer, respuestas que quieren salir solas abriéndose paso entre las rendijas del cerrojo que había puesto a mis emociones. Las palabras escritas gritaban por ser descubiertas, por ser resueltas cómo una adivinanza dicha a medias. En eso se convirtió él: en parte de mi día; en la alegría no pedida pero anhelada y que cae en la más fértil de las tierras; en un amigo fresco, que no espera mucho pero da más; en alguien que rebatía cada una de mis opiniones pero las respetaba. Lo malo es que la mente camina, declara su independencia y sintiéndose muy segura por una mezcla de libertad confundida con libertinaje se va muy lejos, se pierde de vista. Sus pasos no son los míos. Para mientras mis ojos trataban de estudiar los píxeles de sus rasgos y me revelaba una persona franca, grata, con mirada que no oculta nada.

Lo mejor y más amado de nuestras respectivas vidas trazaban la línea que no debía ser cruzada, pero ese surco a veces se ocultaba, se nublaba al calor de la conversación, se estiraba cual material maleable, sin llegar jamás a romperse.

Un par de ojos que eran ajenos al mensaje malinterpretaron esa complicidad vetada para un hombre y una mujer con destinos diferentes. El dolor causado al alma de esos ojos era un dolor sin raíz, sólo era un síntoma sin enfermedad, una verdad basada en meras suposiciones y significaba el aborto de un embarazo psicológico, el final de algo que nunca inició.

¿Qué me quedó? Un diccionario de palabras que no me atreví a decir, pero que los dos sabíamos. Anécdotas pasadas que traducían el presente. Ya no pude contarle de aquella mañana cuando yo tenía nueve años y mi vida se partió en dos; ni se enteró de porqué una cadena de eventos -más desafortunados que afortunados- me llevaron a temer el mes de octubre y la nostalgia que irremediablemente trae consigo. Nunca supe si era crema o rojo… pero no puedo soportar saberme origen de un llanto ajeno. –No encuentro las palabras para disculparme, porque no sé cómo disculparme por algo que nunca fue una ofensa, ni pecado confeso. Ésta pérdida me duele a mí, es mí pena, de nadie más. Nadie debería llorar mis lágrimas, más que mis ojos.- Fue lo único que pude contestar.

Ahora me dispongo a pasar por cada una de las etapas del dolor para enfrentar la pérdida del amigo desconocido.

Conocerte

Conocerte
(Por Manuel Solórzano)


Enfermera, apunte por favor. Hoy es Jueves siete de febrero. Hora de nacimiento: catorce horas y…quince minutos. El Doctor le dirá el peso –refiriéndose al pediatra que ya había tomado al bebé en sus manos y lo examinaba extrañado-. El bebe llora muy poco. Está tranquilo. Incluso cuando se le hacen los molestos exámenes de rutina. Pareciera estar distraído en algo.

¡Al fin! Fueron ocho meses y medio de larga espera pero ¡lo lograste mi´hijo! No te imaginas las ganas que tenía de conocerte. No pude hacerlo antes, desde la primera vez que intentamos verte en el ultrasonido, te volteaste y huiste de ese sonido tan parecido al de la sierra con la que cortamos la madera para construir tu moisés en el taller del abuelo. Tenías razón en asustarte pero deberías habernos visto las caras cuando vimos pintadas de movimiento ámbar las formas que solo en nuestros sueños te dábamos y por eso rogué para estar aquí en este momento.

No había razón para pensar que fueras a adelantarte pero la naturaleza que, ahora lo se, no entiende de planes humanos, decidió que esa bolsa acuosa y oscura ya no era suficiente para ti justo cuando le entregaban los recuerditos para los amigos que vendrán a conocerte. Por lo menos no tendrá esa pena; ya la conocerás y sabrás lo importante que son para ella esos detalles. Ni siquiera la dejaste llegar al carro y allí, en medio parqueo, empezaste tu lucha por salir. Según nuestro plan, nacerías el veintidós en una cesárea luego de que me convenciera de no correr riesgos por esta vez. El último ultrasonido mostraba que no te habías logrado liberar de esa soga que se había vuelto un espiral en tu cuello y que así como te llenaba de vida también amenazaba con quitártela.

Los médicos dicen que las emociones fuertes pueden adelantar la labor de parto y puede que haya algo de cierto en eso porque ella siempre ha sido muy puntal para todo. Por lo menos de eso puedo alardear: siempre le cambié sus planes, hasta el último momento...te apuesto que no encontrarás mi infarto por ninguna parte de su agenda. Creo que por eso éramos tan felices, nos complementábamos. Ella siempre con su planificación y organización como bandera de vida, fan de la agenda y los teléfonos inteligentes. Yo, de las aventuras, riesgos y lo desconocido.

Que guapo te ves con esa ropita celeste mi amor. Vale, vale. Duerme, se que estas agotado y no aguantas el sueño, para mi también es hora de regresar. Me alegra tanto haberte conocido mi hijo.

Ella se llamaba Marta

Ella se llamaba Marta
(Por Nicté Walls)


Marta coloca la maleta sobre la cama, se quita los zapatos y se suelta el pelo. Un largo suspiro refleja el cansancio del día y se lanza sin pensar, sobre la cama.

El canto de los pájaros la despertó como todos los días. Los ventanales eran su capricho, le permitían ver el precioso jardín en el que trabajaban diariamente ella y el jardinero. Julio ya no estaba a su lado, se apresuró a bajar para revisar que la empleada preparara correctamente el desayuno balanceado de deportista que él necesitaba.

Hablaron de todo lo trivial de siempre: la pintura que necesita la casa, el fin de semana que pasarán en la casa del puerto, las llamadas para que revisen el embarcadero, el cambio de aceite del carro y el pago de la empleada. Julio asiente y aconseja, toma la mano de Marta mientras sigue leyendo el periódico del día.

"¿dónde dejaste el anillo?", Marta mira el espacio decolorado y no responde. "no me gusta que no lo uses, ya sabes".

La besa con dulzura y se despide como todos los días.

Marta se queda terminando la galletita y el té, vive a dieta, hambrienta. En su cabeza escucha la voz de Julio "me deberías acompañar a correr, me gusta estar contigo siempre, tenemos que compartirlo todo" y sus alabanzas a la pequeña cintura que mantiene aún después de 25 años de casados, "te mantienes linda para mi, yo lo sé". Todavía no se ha dejado convencer acerca de la cirugía, hace unos días la enfrentó: "dice Joaquin que la blefaroplastía es muy sencilla, tus ojos lucen cansados, tal vez un poco de botox, ya sabes que te quiero perfecta y linda" no ha respondido, aunque no pasará el año antes que acepte.

Termina de dar las indicaciones a la empleada, se viste, maquilla y arregla para salir. Desde que los niños se fueron él le sugirió que buscara actividades culturales o de beneficencia "no es bueno que estés en la casa todo el tiempo", la única condición era que no fuera un empleo "no quiero que piensen que ya no te puedo mantener".

Ese día no pudo llegar a tiempo a su turno en el hospital donde es voluntaria. Luego de pasar una hora en el tráfico cruzó para regresar a casa y de pronto decidió pasar a conocer esa librería que Teresa le había recomendado.

El aroma de café recién llenaba el lugar, Marta sintió el impulso de quedarse allí hasta la hora del almuerzo. De cualquier manera estaría sola en casa.

-¿Estás sola?-

Cuando volteó a ver se topó de frente con un par de ojos azules y una cabellera alborotada, sintió que enrojecía y respondió "si" con una voz que el muchacho apenas escuchó.

-¿Me puedo sentar contigo?-, Marta sintió miedo, un miedo agradable que nacía de sus entrañas, era el mismo que tenía en su adolescencia, de nuevo dijo "si" casi apagado y el joven se sentó.

-¿Cómo te llamas?-

-Marta, Marta de Godoy-

El joven comenzó a reírse ruidosamente, -ah, eres de esas, te pregunté tu nombre, no a quien perteneces-.

Un calor sordo llenó su cara, "no, le dijo, no es cuestión de pertenencias, es lo que se usa, lo tradicional".

-yo sé, por eso te lo dije, eres totalmente predecible y tradicional: Vistes con calzado bajo y cómodo, pero caro, usas joyas discretas y finas, un traje de muy buena calidad, cardigan y bolsa. Tu peinado es fácil de llevar y cuidar, estás leyendo a Cohelo y tomas café americano con splenda, pareces la foto de la típica ama de casa capitalina de cierto nivel, lo único extraño es que no tienes puesta la argolla matrimonial, probablemente lo olvidaste o, simplemente, andas en modo de conquista-

Marta enrojeció más, pensó que el joven, que tenía tal vez 35 años, era un vividor que busca amas de casa desesperadas para estafarlas. Era realmente atractivo y tenía una sonrisa un tanto traviesa, entre niño y adulto. El pelo algo ralo pero alborotado.

Marta decidió contraatacar:

"Tu has de vivir todavía con tus padres, y seguramente no trabajas, estás en esta librería a las 10:00 tomando capuccino y buscando a quien seducir".

El joven rió ruidosamente, -No le atinaste a ninguna-,

-Vivo solo, tengo un apartamento bastante decente en esta zona. Terminé un Doctorado hace 6 meses, trabajo en dos universidades, además, hago algunos estudios para la universidad en la que me gradué, Europea, por supuesto. Estoy aquí porque me ofrecieron un libro que necesito y porque hoy, no tengo que dar clases. Ventajas de autogestionarse. ¿Acaso tu esposo, que debe ser abogado, no se toma unas horas para ir por un café o una copa con sus amigos?, eres totalmente prejuiciosa-



Marta rió nerviosamente, y comenzó a hacerle otras preguntas. Su conversación era tan agradable, no la veía como a una tonta, respetaba sus comentarios y los valoraba, aún los equivocados, no usaba un tono doctoral, como algunas veces hacía Julio al hablar de sus casos. Terminaron el café y él le sugirió que fueran a comer algo, Marta dudó pero los miércoles Julio almorzaba con algunos colegas y ella podía seguir en la calle sin problemas, por un momento pensó en llamarlo y contarle que no regresaría a casa hasta tarde y recordó que a él le molestaba que lo llamara por cualquier cosa "no me llames si no es algo urgente, me molesta que los clientes crean que me controlas".



Andrés era el nombre del joven doctor, le contó que había vivido con alguien, pero ahora estaba "abierto a la aventura", dejaron el carro de ella en el parqueo de la librería,

-supongo que quieres que quede seguro, yo te llevo-

En su destartalado y sucio jeep, fueron a un restaurante céntrico que servía una paella exquisita, ella tomó un par de sangrías y él cerveza. Se sentía retada por el jovencito que hablaba sin pudores de sexo y costumbres de casa:

-te apuesto que llegaste virgen al matrimonio y no tuviste otros amantes, aunque seguro que no te faltan ganas...-

Le tomó la mano y se la besó, ella le ofreció los labios sin dudarlo, las mariposas habían vuelto a su estómago y el calor llenaba su cuerpo.

Casi se arrepiente en la puerta del departamento, se acercó una vecina y Andrés inmediatamente le dijo: -mire Doña Marta, supongo que le va a gustar lo que le envió mi tía Jacinta, pase adelante-

Comprendió que Andrés siempre entraba a mujeres y que sabía evadir preguntas al hablar de esa forma, iba a decirle que lo había pensado mejor, la sensación de su cuerpo y húmedo la empujaba y no podía negarse, no ahora.

Siempre había vivido un sexo convencional, Andrés era diestro en el uso de las manos y la boca, la llenó de besos y caricias y tocó partes que Julio jamás supo que existían, no le pidió nada extraño, mas bien la llevó a descubrir su cuerpo entero. Aquella pequeña muerte, el orgasmo que elevó su mente jamás lo había sentido antes, risa y llanto peleaban en su cuerpo cuando él finalmente se dejó ir llenándola.

Casi comenzaba a oscurecer cuando al fin se separó de él. Se subieron al viejo automóvil y regresaron a la librería. Andrés la llevó por calles que ella no conocía, supuso que la ocultaba y agradeció su protección.

No supo cómo vio la sombra de Julio, su Julio, abrazaba a una joven rubia y justo cuando ellos pasaron, la besó.

Marta logró mantener la escasa compostura, llegaron, se bajó del carro y Andrés volvió a besarle la mano y el cuello antes de dejarla subir a su auto.

Camino a casa tocaba la tarjeta que le había dado, y la furia nublaba su vista. Ella había sido infiel esta tarde, pero sabía, como siempre lo había sabido, que Julio tenía mucho tiempo con esa mujer.

Su casa, le pareció obscenamente lujosa, la empleada se acercó con los mensajes "Don Julio viene tarde, dice que no lo espere a cenar".

Subió las gradas furiosa, abrió las gavetas y sacó ropa, Andrés tenía espacio y seguramente la aceptaría, su conexión había sido divina, no cabía duda, él la aceptaría...

Con la maleta en las manos tomó el teléfono y marcó el celular de la tarjeta. Una dulce voz femenina le respondió. Con cautela se atrevió a preguntar por Andrés y ella dijo "bebé, te llaman".

Antes de colgar ya se sentía tonta, se quitó los zapatos, se soltó el pelo y suspiró hondamente. Acostada en la cama pensaba que tenía dos horas para deshacer la maleta, ponerse el anillo y recibir a Julio como todos los miércoles. Su vida perfecta seguiría siendo igual.