variopinto

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Cenicienta

Cenicienta
Por: Olga Contreras

-¿Qué haré ahora? No podré ir al baile, no podré conocer al príncipe y mi corazón soñador me gritaba que algo mágico iba a suceder. Mi padre me dijo que al irse dejaría un hada madrina que me cuidaría por siempre- Cenicienta lloraba y sollozaba lamentándose de su mala fortuna.

Estaba ya media dormida, curtida en sus propias lágrimas cuando la despertó una nube de humo en la cual divisaba a una extraña mujer. -¡Es mi hada madrina! – gritó sentándose en el catre destartalado que tenía por cama.

-¡Huevos que soy tu hada madrina!- Se carcajeó y el humo que salía de su boca producto de los Payaso Cero Grados que fumaba la ahogó por un momento. Era una mujer muy atractiva, de aquellas que no se les puede calcular la edad, impecablemente vestida.

-¿No te parece Tonticienta que ya estás muy grandecita para creer en cuentos de hadas?- le dijo. Digamos que tu papá me mandó para que te diera una buena espabilada. ¿Porqué llorás como condenada?- le preguntó con una buena dosis de ironía en la voz.

-El príncipe hace una fiesta para conocer a las doncellas del lugar y no puedo ir, mi vestido está roto, no tengo para comprarme otro y no me prestarán al chofer para ir a la fiesta, mi vida está acabada- dijo, tratando sin conseguirlo de despertar sentimientos empáticos en su hada madrina, que ahora jugaba con una aplicación de su I-Phone con cara de aburrida.

-¿Por eso llorás? Yo pensé que era algo importante, cómo que te hubieras dado cuenta que eras la hermana perdida de las Torres o que tu verdadero padre era Erick Álvarez. Pero tu problema es fácil de arreglar…

-¿Me crearás un vestido hermoso, dorado con rosas bordadas?- la interrumpió Cenicienta con los ojos en blanco de la emoción.

-¡NO! Te voy a llevar a la Megapaca para que escojás algo y de allí mismo tomás el Transmetro para la fiesta. En serio que sí necesitabas de mis favores. ¿Y quién usa un vestido dorado con aplicaciones? Tenés que ponerte algo moderno niña, algo que te quede bien, un vestido que diga ¡Ya vine!, que haga que el dichoso príncipe voltee a verte.

Cenicienta no podía estar más confundida, pero no tenía otra opción y la mujer hablaba con tal seguridad que la contagiaba.

-¿Estás segura que así podré hacer que el príncipe me conquiste y venga a mi rescate?- se atrevió a preguntar.

-Mirá niña, vamos por partes. ¿Querés que el príncipe te conquiste? Se conquista a alguien más débil, inferior, generalmente a la fuerza. ¿Y por qué te va tener que rescatar alguien? Entiendo que tu vida esté mal, hecha pedazos, que parecés martillo porque del cielo te caen los clavos, pero no podes quedarte sentada llorando tu suerte esperando que alguien se apiade de vos y te saque de aquí, mamita… no fregués. Y te voy a decir un par de cosas acerca de los príncipes: yo he tenido mis queveres con un par, y creéme que no son nada del otro mundo, son finos, hijos de mami, no saben hacer nada ni se dejan hacer nada, son aburridos, llenos de complejos y tarde o temprano te van a sacar en cara que ellos son superiores, que te sacaron del arrabal, que tenés que estar agradecida que se fijaron en vos que eras una flor de barrio pobre. No, eso no es para vos niña. Pero, si vos lo querés, pues te cumplo tu deseo y te pongo linda para que vayas a ver si se te hace o no.

Cenicienta se miraba bella con el moderno vestido escogido que la entallaba justo en los lugares deseables y el maquillaje resaltaba su belleza. Tan bella estaba que la madrina se apiadó de ella y la mandó en un taxi a la fiesta. Si la mando en camioneta, mínimo la violan.

Cuando despertó en aquellos brazos que la habían hecho mujer, se sentía en las nubes. Sí había pasado algo mágico después de todo. Luego de bailar por horas con el príncipe que resultó ser soso y con una boca que apestaba a muerto, le presentaron a una de las infantas. El clic fue inmediato, hablaron por horas, caminaron por los jardines de palacio y esa misma noche tuvieron varios finales felices. Y lo mejor de todo: sus vestidos y las zapatillas eran de la misma talla.

Tuve un hada

Tuve un hada
Por: Fabiola Arrivillaga

Tuve un hada. Platicábamos de formas distintas. Ahora que soy mayor, reconozco que era algo físico, que ponía mi corazón a latir en armonías distintas, mi garganta a vibrar en amplitudes y frecuencias por completo improbables, mi cerebro a navegar.

Tuve un hada, y creía. Aunque no consigo recordar su nombre, o talvez no lo tendría en el idioma de los humanos. Pero recuerdo la emoción que la rodeaba y que se me contagiaba completita. Y creo que vivía una mejor vida cuando aparecía por mi hombro derecho y se columpiaba en mi arete de barro.

Tuve un hada, y me salvaba de mi misma y de todos. En los momentos horrendos de las horrendas guerras de los adultos, las pequeñas y las grandes, las más y las menos devastadoras, mi hada me tomaba por el meñique y me hacía viajar por los aromas de las flores, del mango maduro, del pino y el pinabete, del agua de mar; y me encaramaba a lo alto de las cumbres, me llevaba hasta la “Puerta del Diablo” para despedir las almas de los desaparecidos, no con nostalgia, sino con la belleza y la alegría de las rosadas puestas de sol en el horizonte. Me hacía mandar a volar los temores y los golpes y los gritos: fabricábamos avioncitos de papel con los billetes sangrientos de los asesinos, para olvidar, para olvidar por siempre...era mi hada del olvido.

Tuve un hada, y me hacía reír a pesar de las tragedias. Volvíamos de las expediciones patinando sobre la huella de mis carcajadas. Pasados los ochentas, y los noventas, me rescataba para volar hasta las copas de los árboles para burlarnos del consumo inconsciente y para escuchar la música divina de la lluvia que caía suavemente de las nubes algodonadas – que realmente son sólidas, no gaseosas, como descubrí en esos días. También lloramos juntas los golpes del desconsuelo, de la ignorancia, de la destrucción, y también nos consolamos.
Tuve un hada, y la heredé llegado noviembre del año dos mil. Entonces una niña-hada la necesitaría más. Llevan diez años juntas y no se si mi hada de otros tiempos todavía me recuerda. Su melodía, sin embargo, canta en mi hija.

La caperuza y El lobo

La caperuza y El lobo
(Por Tania Hernández)

- Esto no es un cuento de hadas - dijo el Lobo Feroz.

Fui yo la que le puso ese nombre, Lobo Feroz, por esos ojos tan grandes y preciosos que tiene, con las pestañas dobladas, y con los que él siempre presumía que me “podía ver mejooor”. Sus homies creen que es un apodo que le viene de las patillas que siempre se deja, como las de los hombres lobos en las películas. Pero no, eso fue mucho antes de que le saliera la barba, mucho antes de que se metiera a la clica.

– Esto no es un cuento de uno de tus libros, Caperuza, un día de estos los batos me lo van a pedir y no voy a poder decir que no.

Había todavía algo entre nosotros parecido a la amistad, aunque este Lobo no tuviera nada que ver con el Jairo que fue mi compañero de juegos cuando era niña. O tal vez no era amistad, sino solo un eco de esa fuerte unión que alguna vez sentimos. El nombre Caperuza era también un resabio de esos años. Solo me llamaba así cuando estábamos solos. Cuando iba con los otros, apenas me miraba. Yo sabía que era para protegerme, pero aún así me dolía.

- Ya arreglé todo con Don Sebas. Te vas mañana mismo a Los Estados. No tengás miedo que con él se fueron mis hermanas y las dos llegaron vivitas y coleando. Eso sí, tenés que llevarte pastillas por si a él se le antoja cobrarte un poco más de lo que yo le voy a dar.

Me puse a llorar. No sé por qué, a pesar de todo, pensé que me iba a abrazar para consolarme. No lo hizo.

- No llorés. Ni que fueras virgen. Bien sé yo que no lo sos.

Intentó tocarme las nalgas, y yo, viéndolo a los ojos con rabia, le aparté la mano.

- Va nel pues. No sólo que te estoy haciendo el favor. Mirá que si no fuera porque yo a vos te... - se mordió los labios para no dejar caer ni una gota de sentimiento, sacó un papel del bolsillo de su pantalón y me lo dió – tené, éste es el teléfono de la mamá de mi vieja, en Los Ángeles. Yo viví con ella cuando anduve por allá. Decile que sos mi güisa y te va a tratar bien.

Lo abracé. Sentí que lo volvía a querer de solo pensar que estaba dispuesto a arriesgarse rompiendo las reglas solo por mí. Me besó, nos besamos y lo hicimos allí, de pie, en la cocina de la casa de su mamá. No con la ternura con lo que lo hacíamos hace dos años sino con una combinación de angustia y deseo, una necesidad de agarrarnos a algo que nos diera por un momento la ilusión de eternidad.

Antes de despedirse, me besó de nuevo, luego me agarró fuerte el mentón y me dijo – Cuidate mucho Caperuza, y recordá que pase lo que pase, seguís siendo mía.

Fue allí donde recapacité. El Lobo me mandaba con la abuela para protegerme de él mismo, pero al mismo tiempo para seguirme controlando. Para eso no me voy con Don Sebas. No solo lo jodido del viaje, sino que después voy a andar vigilada por sus homies de allá. No. Ya me decidí. Hoy en la noche me escapo, le dejo una nota a mi mamá diciéndole que me fui para Los Estados, y me voy al refugio donde estuvo la que era mi mejor amiga. Ella también tuvo que escapar. No sé donde está, porque la mandaron al interior, pero me llamó un día para decirme que estaba bien. Y me dio la dirección del refugio, por cualquier cosa. Solo empaco y me voy.

Y todos, lobos y coyotes, que se vayan mucho a la mierda.

La otra historia del halcón y la luna

La otra historia del halcón y la luna
(Por Rodolfo de Matteis)

Érase una vez una princesa infeliz. Para su padre, un rey tirano, ella existía solo para dar a luz a un heredero varón, y la vida de la pobrecita desde niña era atender desfiles de pretendientes. Ya que ella nunca veía la llama del amor en los ojos de ninguno de ellos, ni oía a su propio corazón latir fuerte, decidió de ser fea, tan fea que nadie la pudiera querer. Se retiró a la sierra al viejo castillo de la familia viviendo sola, comiendo poco y mal para aparecer flaca y enferma, sin bañarse ni peinarse para devenir horrible, sin gozar de la luz del sol para presentar una palidez de cadáver, sin nunca hablar así que su voz de por sí melodiosa se mudara en una cavernaria.

En verdad no vivía completamente sola si no con una manada de perros enfermos de SIDA que quería mucho y cuidaba y les cocinaba el rico manjar que se denegaba a si misma. Tanto sufrimiento no podía no atraer la bruja malvada que se alimenta de dolor, y la hechicera la torturaba aún más con sus horribles palabras que la princesa, convencida de estar sola en el castillo, equivocaba con sus propios pensamientos. La otra cosa que ella escuchaba era el continuo borbollar y el toser de una voz que venía de su jardín y que parecía la de un hombre que estaba ahogándose; y fue por eso, ya que su ánimo seguía bondadoso a pesar de las apariencias, que un día ella se decidió a salir y descubrí que el gemido provenía de una especie de isla podrida en el medio del lago del castillo. Mirando bien se dio cuenta que se trataba de la cabeza de un hombre casi hundido completamente y que el lago mismo no era otra cosa que el fruto de sus lagrimas mientras él seguía llorando y gimiendo. Ella empezó a gritarle de salvarse la vida y cuando él vio la luz esplender tanto en los ojos de la princesa interrumpió de una vez su antiguo llanto, decidió vivir y se levantó.

Cuando los dos se encontraron cara a cara en sus ojos estalló la chispa del amor. Pero él se sentía sucio y apestoso cubierto de algas como estaba y corrió a lavarse en el río antes de acercarse a su amada; ella no comprendió porqué después de tanta espera él no la abrazaba y en ese momento la bruja malvada aprovechó para decirle mil mentiras e instalarle en el ojo derecho una webcam, así que cada vez que ella veía al hombre veía a un monstruo macho aprovechador según los videos que proyectaba la hechicera, y esto causó otra temporada de sufrimientos para los dos. Pero el verdadero amor es más fuerte que las mentiras y por fin un día la princesa decidió de creerle solo a su ojo izquierdo, el del corazón, y así se entregó toda en los brazos de su príncipe azul.

Al entrelazarse sus cuerpos en el amor los dos de inmediato bosquejaron en dos direcciones opuestas: ella se transformó en un halcón e hizo lo que hacen los halcones, y él en un lobo e hizo lo que hacen los lobos. Todo el reino fue feliz cuando en el cielo voló el halcón, que era el emblema del país y que desde hacía mucho no se veía, y todos supieron que iba a regresar la buena suerte, como de hecho pasó. La bruja malvada desapareció y las abuelitas empezaron a contar a las niñas y los niños la leyenda de que un lobo terrible se la había comido y que él sigue siempre cuidando las fronteras para que los seres malvados lo piensen bien antes de intentar meterse en el feliz reino del halcón.

Los dos no siempre viven en su forma animal y, ahora que gozan de su verdadera naturaleza, cuando son humanos son serenos, fluidos y trabajan incesantemente por el bien de todos. A veces los dos se encuentran, quien sabe cuando y donde, y lo que hacen juntos no se puede saber, y por cierto sus ojos brillan, y se transforman en halcón y lobo y viven su libertad en el espacio infinito y están agradecidos por el asombroso don que se hicieron una al otro, por la vida que le regalaron sus padres, y el mundo entero goza de esta dicha.

De los perros enfermos de SIDA algunos fallecieron, otros sanaron y otros viven felices para siempre.

Cuentos de Viejos

¿Vio usted mi juventud?

¿Vio usted mi juventud?
(Por Tania Hernández)

- Seño, disculpe – me dijo desde que se asomó en la esquina de la pared que divide mi tienda de la librería vecina – ¿usted no habrá encontrado por casualidad una juventud por aquí, verdad? Es que fíjese que se me perdió la mía. Estoy segura de que en la casa todavía la tenía, porque antes de salir me miré al espejo y allí estaba mi juventud, enterita: en mi cara sin arrugas, en mis pechos firmes, en mi risa alegre, medio cuzcuna, en mis ojos coquetos. Después salí de la casa y me vine para acá; pasé por donde usted para pagarle lo que le debía, y usted todavía me dijo que qué patoja me miraba hoy, ¿se acuerda?, lo que quiere decir que cuando vine todavía la tenía puesta. La debo haber perdido entre aquí y el mercado, porque cuando yo llegué allá, me dijo la señora de las naranjas, “Doña Mari”, eso me dijo, y hasta ahora ella siempre me decía “Seño”, fíjese. “Doña Mari”, me dijo, “¿qué le pasa?, se le veee como cansada, como que llevara un peso en el alma”. Y yo me quedé fría, porque yo, sí es cierto que tengo problemas, pero los mismos de siempre. No me ha salido ni uno nuevo por allí. Y ni Dios lo quiera. Eso sí, un mi nuevo patojón si me gustaría me saliera, pero es la misma cosa, porque también solo problemas dan, ¿verdad?

Yo levanto los hombros dándole a entender que de esas cosas si no sé. Doña Mari se ríe y se le hacen unas cuantas arruguitas en los ojos. No ha perdido el humor, pero sí, hay algo que la avejenta. Tal vez tenía razón la señora de las naranjas.

- Con decirle que los únicos patojones que vi hoy fueron unos asaltantes ... – continúa Doña Mari y, de repente, se le borra la sonrisa .- Aaah, si pues, eso fue. Cuando se subieron los muchachos en la camioneta yo escondí mi juventud en la cartera para que no me fueran a pedir algo más que dinero, pensando también que solo el monedero iban a querer y quesi se llevaron la cartera completa. Que no me dolió mucho, porque era una cartera barata y el dinero para el mercado lo llevaba en el brassier – hace una pausa. - Allí se fue pues. Ayyy, Seño, hasta eso le roban a una en estos tiempos -. Suspira profundo.

- Sí D...– me corto a tiempo para evitar llamarle Doña – así es, ya nada tiene uno seguro. Pero no se preocupe, que ese su “vení acá” de usted no se lo quita nadie – le digo para animarla.

- Ay gracias Seño, tan linda, ya decía yo que no en balde había venido a verla.

El hijo del señor de la librería, un muchacho unos diez años más joven que Doña Mari, pasa saludándola muy efusivamente. Ella voltea, le devuelve el saludo y sale de prisa a encontrarlo.

- Bueno Seño, hay nos vemos pues. De todas formas, cualquier cosa le encargo, ¿verdad?

Pienso en la posibilidad de que sí, que haya un poco de justicia en esta vida y que, si todo va bien, Doña Mari hasta logre recuperar algo de lo que perdió esta mañana. No sería la primera vez. No en balde dicen que a gata vieja ...

De veras se lo deseo.

Buenas noches abuelito

Buenas noches abuelito
(Por Guisela Hurtado)


Hace unos años, unas décadas nada más, yo fui como tú. Un niño interesado en los juegos; pero mis juegos no eran como los tuyos, que con esas cosas de ataris sofisticados que con solo mover la mano se mueve el muñequito de la tele y no sé qué más, no, no eran así. Mis juegos eran diferentes, para mi gusto, un tanto más entretenidos que estar frente al televisor donde nada se aprende. Bueno, en mis tiempos, no había televisor, apenas lo estaban inventando. Y cuando lo inventaron, no era como los de ahora de control remoto y de pantalla aquí, pantalla no se cómo. Uno tenía que levantarse a darle vuelta a los canales, que en aquél entonces, no era como ahora que habían muchos canales, uno no más. Y recuerdo que era cine mudo. Sí, aquellos tiempos.

- ¿Cómo que cine mudo, qué es eso abuelito?

Cine mudo mijito, los actores no hablaban, solo actuaban. Así como haciendo mímicas y esas cosas y uno tenía que ver qué era lo que trataban de decir, pero era cómico verlos actuar, no como ahora que prende uno la tele y todo es ver muertos y como se disparan y, hasta las caricaturas que vos mirás son de violencia. Ja, si en mis tiempos nos agarraban viendo algo de eso, nos daban una chicoteada, que para que te cuento. Todavía recuerdo una vez que mi mamá nos encontró con los amigos de la escuela queriendo hacer una pistolita de madera, con la misma madera nos dio en las manos para que dejáramos de estar pensando en babosadas. ¡Ay, pero eran aquellos tiempos!

- ¿Y entonces abuelito, qué jugaban ustedes?

Ah sí, es que en eso estábamos, ya se me había olvidado. Pues nosotros jugábamos a las escondidillas y a la tenta, todavía recuerdo aquella canción para ver quién la llevaba: zapatito cochinito cambia de pie. Ah era alegre. Y ahora que ya ni caminar puedo, porque con este dolor de rodilla que tengo, ni ganas me dan. Y vos patojo, en lugar de andar caminando descalzo, deberías de ponerte las pantuflas, porque después te van a doler los huesos y te vas a estar quejando. Es que no hacés caso. En mis tiempos, uno no hacía caso y ya ya lo castigaban a uno.

- ¿Pero seguime contando abuelito, qué más jugaban ustedes?

Ah sí, ya se me había olvidado. Fijate que nosotros jugábamos en el jardín de cazar caracoles y cochinitos. También me acuerdo que a tu abuelita le gustaban mucho las luciérnagas. Ay Dios, pero esos animales ya están escasos ahora, ja, antes vieras como habían de esos bichos que volaban y encendían su lucecita. Me acuerdo que tu abuelita jugaba con sus amiguitas, la Tefa y la Carmencito a hacer pasteles de chocolate.

- Mmmm, chocolate de ese Hershey’s que me gusta.

No mijito, ellas decían que eran de chocolate, pero eran de barro, de tierra. Ellas hacían su propio lodo y de allí sacaban figuras y hacían sus pasteles y sus galletas y las servían en hojas verdes verdes. Ah tu abuelita, con eso pasaba horas de horas y ahora mirala, siempre metida en la cocina viendo qué nos prepara.

- Abuelito, y cuando yo sea grande ¿tu vas a seguir recordando estas historias?

Hay mijito, qué mas diera yo, pero mientras eso pasa, te las seguiré contando una a una cada noche que te acueste a dormir. Buenas noches mijito.

- Buenas noches abuelito. Te quiero.

Diciembre

Diciembre
(Por Manuel Solórzano)

Mientras todos nos abrazamos y deseamos “feliz año” veo a mi abuelo del otro lado de la calle con su vista perdida hacia el cielo, volteo a ver pero ya no hay luces, solo quedan sombras serpenteantes, pólvora quemada, fronteras que dividen el pasado del futuro.

Su cara lo dice todo: lo inunda la conciencia de los años; alfareros de historias que ya anuncian su obra y por ello avisan que han finalizado su proceso de creación.

Atravieso la calle esquivando los morteros que hace dos minutos tiraban ilusiones chispeantes hacia el cielo y que en un instante se han vuelto inservibles. Me quedo a su lado. Cuando finalmente se da cuenta que estoy allí, me ve con sus ojos siempre profundos y me abraza: Feliz año mijo. Feliz año abuelo. Voltea a ver de nuevo al cielo pero las sombras ya no están, se han perdido y desvanecido en el fuerte viento de Diciembre.

¿Dónde quedó?

¿Dónde quedó?
(Por Fabiola Arrivillaga)

El viejo tomó mi rostro son sus enormes, blancas y ásperas manos cargadas de ternura. Pero si todavía sos tú, me dijo. Todavía sos tú. Esas tres palabras retumbaron en mi cráneo durante horas, durante días talvez. Un nudo en la garganta me impidió siquiera tomarme un vaso de agua con él. A duras penas podía yo levantar la mirada. Tantos años. Demasiados.

Horas más tarde, frente al espejo, intenté escudriñar entre canas y arrugas, buscando lo que él había encontrado. Cada pliegue desdoblado tenía el poder de arrojar memorias llenas de dolor, el proceso de la pérdida a la que no me resignaba. Primero fue aquella mañana de espanto, cuando la bomba en el Parque Central, cuando perdí la fe en las personas. Luego vino, como un diluvio, el recuerdo del cura abusivo y del día que creí haber olvidado, cuando perdí la fe en Dios. Por último, un taladro perforó mis sienes con la memoria de mi propia infidelidad, entonces perdí la fe en mí. Y mientras me concentraba en tanta pérdida pequeña, dejé la juventud a un lado, destapada, evaporándose como acetona. Eso creía yo.

Hasta entonces, cuando él, su amistad sin condiciones, sus distancias sin lejanías, su ausencia siempre presente, me descubrió en mis propios ojos.

¡Vuela, vuela!

¡Vuela, vuela!
(Por Fabiola Arrivillaga)

Parece que fue ayer cuando mi abuelo y yo hicimos mi primer barrilete. De hecho, lo hizo él, con mi torpe y escasa colaboración pero mi mucho entusiasmo. Recuerdo las varitas, el papel de colores, el cordel, la cola blanca. Recuerdo el olor del aserrín en su banco de trabajo. Y el viento besándome los cachetes.

Terminada la obra de arte, nos encaminamos a una llanura cercana, y me enseñó a volar. Tenía cinco años y ningún recelo para mostrarle al mundo aquel cargamento de emociones infantiles. Recuerdo haber brincado y corrido y saltado, carcajeándome como un loquito, mientras le suplicaba a mi gigantesco acompañante que lo hiciera volar. Él me enseñó el conjuro correcto para invocar al viento del medio día, y yo lo recité con la certeza de quien todavía conserva la fe. Él me envió hasta allá, lejos, con el barrilete en las manos, para tensar el hilo, y con voz resonante me gritó “ahorita, soltalo m'hijo”. ¡Volaba!¡Volaba nuestro barrilete! Dispuse, entonces, bautizarlo “Libertad” y gritaba frenético “¡Libertad!¡Libertad!”, casi premonitoriamente.

“¿Querés sostenerlo vos?”, preguntó mi abuelo. Los ojos me brillaron como cerezas en agosto y asentí con la cabeza. “Tené cuidado, no te vayás a lastimar con el cáñamo”, me dijo. Pero en mi emoción de sentirme maestro del aire, lo solté y se fue por los cielos, como un prófugo, huyendo de mis manos. Nada podría compararse con el vacío en mi estómago y la desilusión en mis ojos, que no tardaron en llenarse de lágrimas. Caí al suelo, vencido, con un seco “¡Ala!” saliendo de mis labios. Lloré, mientras veía como mi libertad se disolvía en el azul del firmamento. Mi abuelo, sabio como siempre, me alzó en sus brazos y me subió a sus hombros, mientras recitaba aquellas palabras que no puedo recordar pero cuya sola memoria me ha llenado de luz en las horas más oscuras. No secó mis lágrimas porque eran la semilla de los buenos momentos, dijo. Y nos detuvimos un ratito en la contemplación de los volcanes, imponentes, fuertes e inmutables.

“Bueno”, dijo en tono solemne, “vámonos ya, que de plano la mama ya nos espera con el fiambre”. Me puso en el suelo y, feliz de nuevo, correteé a su alrededor imaginando nuevos sueños.

Atractor extraño

Atractor extraño
(Por Rodolfo de Matteis)

Soy viejo, tan viejo para poderme acordar bien cuan viejo soy, en los últimos tiempos perdí la cuenta, me van a comprender ahora que les relate mi historia, sí, como en los cuentos de terror voy a dejar una carta de advertencia a la posteridad antes de morir.

Tuve una niñez aparentemente feliz e inocente, si no fuera que mi corazón iba anublándose por la decepción acerca de mis padres que nunca me hablaban por cierto, parecían tenerme escondido algo, su relación conmigo la veía nada más como una actuación, tras el telón de la cual vislumbraba yo escenarios oscuros y atemorizantes. Todo esto explotó en mi adolescencia que fue muy triste, solitaria o mejor dicho años de miedo y de pura incomprensión.

Unos de mis primeros recuerdos es de un juguete que tenía, un bonito y alegre camión de plástico rojo y amarillo a control remoto. Lo que pasa es que en aquellos entonces el control remoto no funcionaba con ondas radios sino con un simple cable… ¡que era mi maldición! Nunca podía yo jugar tranquilo como cualquier niño merece… ¡siempre el cable se enredaba! Cuantas veces mi mamá tuvo que venir por mi ya que yo gritaba, llorando como loco intentando en vano de desenmarañar el maldito cable o incluso de soltarme a mi mismo, ya que mientras más me movía más me amarraba…

Ya muchacho crecido vino el tiempo del walkman de la maldita Sony, y cada vez que quería escuchar mi cassette de rock, era una pelea con el cable de los audífonos que, por más que yo cuidaba de ponerlos en su lugar bien ordenaditos, de allí salía ya hecho un desmadre, un bulto salvaje de víboras vivas y malvadas que reían de mis manos siempre más temblantes y nerviosamente batallando una salida del laberinto contemporáneo.

Me puse a estudiar física, pero por cuanto buscaba una explicación racional y materialista del asunto, no se me podía quitar desde la parte más escondida y profunda de mi mente la idea de que los cables tengan una voluntad propia, consciente y perversa, una seudo vida maliciosa de serpientes mitológicas.

Cada vez en la cual yo tenía que hacer algo con cables, correas, hilos, tiras y todo por el estilo, el simple trabajo preparatorio se transformaba en una lucha degollada que me afectaba en las entrañas acelerando el latido de mi corazón, el temblor de mis manos y el surgir de pensamientos feos, rabiosos, violentos y hasta blasfemos.

La misma noche en la cual escribí para la revista de la Universidad donde estudiaba un artículo titulado “Acerca de la capacidad de los hilos de enredarse solos” casi me ahorqué con el cable del secador de cabello.

El articulo fue publicado, pero no en la sección de física para la cual yo lo había escrito, con tanta atención a los fenómenos que iba investigando siguiendo patrones científicos, sino que, para mi gran rabia, apareció en la sección menos seria de diversiones, burlas y cachondeos estudiantiles. Cuando me acerqué a la maquina eléctrica de escribir con la firme intención de redactar una carta de quejas, explicando a la revista que se trataba de un asunto serio y empírico y no de broma, me tropecé con el cable de la antedicha maquina contra la cual me atropellé cayéndole encima de cabeza y acabé con litros de sangre derramando de mi frente perpleja.

Pero igualmente el articulo llamó la atención de alguien y así fue que la Organización Internacional: “Conspiranoia, Misterios Ocultos y OVNIs”, C.O.M.U. por sus iniciales en inglés, me invitó a dar una ponencia en unos de sus abarrotados simposios; por supuesto una vez licenciado.

Mi vida empeoró en progresión geométrica con la llegada de los teléfonos celulares, videojuegos y computadoras domésticas que muy groseramente llevaron consigo los relativos innumerables cargadores que deslizan por todos lados sus peligrosísimos cables vivos acechando malvadamente a la raza humana desde cada cajón, mesa, esquina de cualquiera casa en todas culturas y latitudes.

Por fin, después de mil enredos, nudos, el cansancio extremo y los gritos de rabia que ellos me causaban a menudo diariamente, me gradué con buenos votos en la Universidad y fui así calificado para dar mi conferencia internacional.

El simposio C.O.M.U. aquel año se realizó en una gran capital lejana. Afortunadamente yo tenía derecho a todos los viáticos, así partí en avión… sobreviviendo a la correa de mi maleta que estúpidamente se me quedó atrapada mientras que el equipaje venía arrastrado por el carrusel transportador casi estrangulándome en el aeropuerto; en cualquier caso llegué vivo y me fue asignada una habitación de lujo en un hotel del centro de la famosa ciudad norteamericana.
Me llamó la atención que en un hotel tan bueno, cuando agarré el teléfono para llamar a casa se despegó su cable que pasaba por el techo y se me quedó ahí colgando arriba de mi cama como liana tropical, pero acostumbrado yo a estos acontecimientos no me preocupé mucho.

Puedo orgullosamente afirmar con honor que mi ponencia, frente a una numerosísima y culta platea, fue un gran éxito: muchas preguntas y un gran debate incluyendo físicos teóricos y teólogos siguieron mi disertación titulada: “Demostración científica de una voluntad serpenteante empíricamente observable en los cables”. Fue considerada solamente una ulterior prueba de mis razones cuando tropecé en el cable del micrófono y caí con la cara en el piso frente a centenares de personas de todo el mundo.

Regresado al hotel, abriendo la puerta de mi recamara, vi con asombro que el cable telefónico colgante del techo parecía haberse reproducido ya que había varios; desgraciadamente no fui de una vez a quejarme en la recepción si no que pensé aventuradamente de llamar a alguien por teléfono para arreglar la cosa. El camino hacía el teléfono fue una hazaña de guerra: todo el piso estaba infestado por hilos y correas de todos tipos que me agarraban los tobillos y me impedían de avanzar, como me desataba de uno me amarraba a otro… sudando y jadeante después de un tiempo inconmensurable logré de alcanzar el equipo telefónico, que pero venía enredado en su cable el cual cuando jalé con fuerza se quebró.


Aislado y solo en una jungla de cables que como lianas bajan del techo para poner raíces en el piso y hasta deslizarse como víboras vivas por todos lados nunca pude regresar yo a la puerta para salir a la libertad.

Cuantos años han transcurrido desde entonces no sé. Después de unos días de sed y hambre me dí cuenta de que unos de estos cables eran más verdes y suaves que otros y que jalando fuerte se rompían; por la desesperación los llevé a la boca y sí son jugosos y, aunque su sabor es realmente horrible, alivianan mi estomago y sigo vivo. Sé bien que esta es la punición a la cual los cables me han condenado por haber revelado su terrible secreto; me pregunto a menudo si qué pasó con los demás que atendieron mi ponencia, me siento culpable si les fue reservado el mismo fin horrible que tengo yo.

Soy viejo, tan viejo que creo que parte de la condena fue la de prolongarme la vida para hacerme sufrir más, pero tengo esperanza de morir pronto, ya que los cables van reproduciéndose muy lentamente pero inexorablemente así que algún día no va a haber espacio para el aire y yo, en fin, moriré.

El Coronel sí tiene quien le escriba

El Coronel sí tiene quien le escriba
(Por Olga Contreras)

-¡Cállense de una puta vez!- gritaba el coronel y la voz se le rasgaba y las lágrimas desesperadas se tropezaban unas con otras por sus marchitas mejillas y nadie lo oía porque no había nadie más en la vieja casa que se deshacía como migajas de pan tieso. El polvo mohoso acumulado por más de cuatro lustros -desde que le dieron de baja con honores- se esparcía en pequeñas nubes cada vez que aullaba como chucho herido y esas heridas lo hacían desenfundar su pistola vacía de balas pero llena de momias que veinte, treinta y hasta cuarenta años después se aparecían una a una, día a día a reclamarle su adelantadamente cruda partida, fruto de su halar del gatillo.

Todo este limbo maldito entre alucinaciones palpables y fantasmas con datos de identificación había comenzado hace unos doce años cuando recibió una carta del hijo de uno de los caídos a sus pies. Muchas veces tuvo que estudiar bajo la lupa la desgastada fotografía que le habían adjuntado, antes de poder recordar esa muerte que le reclamaban. Sí, había muerto chillando, clamando piedad en nombre del hijo que ahora lo había encontrado y día a día aquel mierda huérfano lo llenaba con recuerdos ajenos, con historias de pobrezas vividas, de una orfandad miserable, de torturas iniciadas por él mismo.

Al abrir la llave del agua, no se puede evitar que salga el chorro. De la misma forma, al recibir él aquella primera carta, brotaron como retoños bastardos los recuerdos de las vidas acabadas por su pulso y desde entonces se debatía entre almas penitentes que día tras noche le reclamaban y se aferraban a él como náufragos en medio del mar, pero sus quejidos tenían efecto de lastre y lo arrastraban si remedio al fondo de los infiernos en vida.

No se explicaba cómo, pero día a día, sin falta, con la misma puntualidad del amanecer, aparecían en distintos lugares de su casa las cartas llenas de voces acusadoras y así pasaron las semanas y se convirtieron en meses y los meses en llanto sordo, en expiación vívida, hasta un jueves que su liberación llegó en forma de sobre y dentro de éste: una sola bala del mismo calibre de su revólver. Hay cosas que no cambian nunca, ayer y hoy la justicia se hizo por la propia mano del coronel.

Cuentos Juveniles

Virgen y suicida

Virgen y suicida
(Por Nicté Walls)

Hoy me siento casada. Ya no soporto a Maria Laura y sus obsesiones. Ayer eran las faldas negras y los calcetines de rayas rosadas, hace una semana el esmalte negro para uñas, hace tres días los ganchos de pelo con rositas y brillantina.

Me molesta mucho más cuando empieza con sus necedades, queriendo salir a pasear a cada rato al mall y a ver al famoso Joel que apenas le roza la mano y le besa la mejilla.

Estoy realmente cansada de ella. No puedo olvidar la boda de su prima, cuando me llevó casi a rastras y me puso una falda de tul rosado con moñitas, de lo más enojoso.

Habla toda la noche por teléfono, a veces no me deja dormir con sus canciones de Justin Bieber, estoy harta, desesperada.

Lo peor es que no me deja ver a mi novio, no quiero quedarme virgen para siempre, en algún momento voy a tener que conseguir pareja para tener muchos hijitos y dejar a Maria Laura con sus cosas.

Aunque hay días que estoy tan deprimida que me dan ganas de saltar para no volver a ver a Maria Laura ni a nadie más, acabar de una vez con esta tediosa vida llena de salones de belleza, pinturas de uñas, maquillaje y peinados. No quiero que la gente me vea sólo porque le parezco hermosa, quiero que me valoren por lo que soy…

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-¡¡¡LUIS!!!! , ¡cuidado! , ¡que horror!, ¿viste? Esa chihuaha de faldita rosada se acaba de tirar de la ventana del carro, guacala, la dejaron toda destripada.

La Verdad

La Verdad
(Por Patricia Cortez)

La verdad, vos, es que mi mamá era puta. Tenía un cuartito en la línea y nos llevaba allá con la Marianita. Vos no la conociste ¿vaa?, era mi hermanita, tenía como dos años menos que yo.

El saico dice que es bueno que la recuerde, que esas cosas me hacen fuerte.

Lo que te contaba pues vos: nos llevaba a su cuartito porque no le gustaba dejarnos encerrados como hacían las otras, cuando no se ocupaba podíamos jugar con ella, nos leía cuentos, decía que cuando entráramos a la escuela teníamos que saber pintar y otras babosadas de esas, si se ocupaba siempre había alguien que nos cuidaba.

Era bonita la pisada, tenía su pegue, había un par de viejos que llegaban en sus carros con chofer y a mí me dejaban entrar al carro, poníamos el aire acondicionado y esperábamos a que los viejos salieran. Nos gritaban re feo y salíamos corriendo como locos por toda la línea, era bien alegre vos, en serio.

Vos tampoco conocés a mi madre, no está muerta, pero casi. Se puso loca cuando se murió la Marianita. La metieron al Federico Mora. Allí está todavía, se cortó los brazos a saber cuántas veces, yo iba a verla, pero ya no voy, está bien loca la vieja, en serio.

¿Querés que te cuente como se murió mi hermanita? La verdad, no es una historia agradable, pero igual, el sayco me dijo que lo diga todo, que deje ir ese asunto y te juró que cada vez que lo hago parece más una historia de esas que nos leía mi madre de “escuela para todos”, por eso me gusta contarlo, para que se vaya volviendo un cuento.

Mi madre jura que no tuvo la culpa, que ella no se dio cuenta, que la drogaron. Yo solo recuerdo que estaba entre el carro del viejo, una belleza vos, era un Mercedes negro con asientos de cuero. El chofer me estaba contando algo y yo me metí al carro sin ver si la Mariana venía atrás. Tenía puesto el radio bien fuerte. Después que pasó todo, me quedé pensando que el chofer me dejó poner el radio porque no quería que yo oyera.

Fue un grito de la Mariana el que me hizo salir del carro, gritó fuerte y se oyó dentro del cuarto. Yo me asusté porque mi madre me pegaba si la interrumpía, me salí del carro y comencé a gritarle, pero ya se había callado. De todas formas me metí al cuarto, con cuidado y agachado para que no me vieran y me encontré de golpe con los ojos en blanco de la Mariana y el viejo ese que se la estaba cogiendo por detrás. Yo me asusté porque parecía muerta. ¿sabés? Yo ya había visto a mi madre coger con los clientes, ella gritaba pero no se le ponían los ojos así. La Mariana tenía cuatro años y el viejo cerote la estaba destrozando por atrás.

Me emputé tanto que me le tiré encima, el viejo la soltó, la patoja cayó al suelo, la cabeza le tronó del porrazo. Tenía tanta sangre por detrás que daba miedo. Yo le enterré las uñas al viejo. No te rías cerote que yo apenas tenía 7 años, creo que lo mordí también. Mi madre se mataba de la risa en la esquina, estaba bien peda, requeté peda, se reía al ver a la Mariana tirada en el piso sangrando.

El viejo recogió a la niña y la metió a su carro, yo vi que respiraba algo todavía antes que se la llevaran, me metí a pegarle a mi mamá para que reaccionara y vinieron las viejas de los otros cuartos a darle café y nada, seguía riéndose.

Hasta el día siguiente preguntó por la Mariana, le contamos y se puso histérica, lloraba y lloraba, se fue a buscar un teléfono para llamar al viejo, si vos, en esos tiempos no había tantos celulares.

El viejo le dijo que la Mariana estaba en el hospital, todavía la fuimos a ver dos días, pero no había nada que hacer, nunca despertó. El doctor que yo oí decía “mejor que se haya muerto” porque estaba toda destrozada por dentro. Hicieron que mi madre firmara un papel, era para que nadie le pudiera reclamar al viejo y hasta los doctores se hicieron de la vista gorda. El viejo cerote le dio pisto para pagar el entierro y la caja bien lujosa en donde la pusimos, puta si nunca había tenido ni una muñeca la cerotía.

Después que la enterramos me cambió la vida, empezó el encierro en el cuarto, la vieja se volvió loca, ya no me metió a la escuela. Me escapé, pasé un par de días vagando hasta que conocí al saico que me sacó de allí y me metió a la clica.

Yo siempre pienso en la Mariana cuando tengo que hacer un trabajo. Miro sus ojos en blanco, la sangre y la cara del viejo cerote es la que le veo a cada cliente. No se acaba vos, el odio no se acaba, ni porque mate a todos los viejos cerotes de Guatemala, no se me olvida la cara de la Mariana ni la loca de mi madre.

Chica Super Religiosa

Chica Super Religiosa
(Por Tania Hernández)

Mi dios es un bonito pendiente, un arete de colores que va con el estáil que llevo los domingos. Está de moda, lo saco, me lo llevo colgando al cuello y se lo enseño a todos, porque estoy super orgullosa de lo bonito que es. Sobre todo a mi vecina, esa tan creída que presume de tener un dios extranjero. Pero mi papá ya me dijo que ése solo puede ser un dios chafa, porque el nuestro es el único verdadero, de marca pues.

Lo que más me gusta de mi dios, es que que me cabe en todos lados, en la música que pongo a todo volumen, como separador en los libros del colegio, hasta tengo ropa interior con motivos religiosos ;) Me encanta poderlo comprar en mi centro comercial favorito, con globitos, peluches y tarjetitas. Ayer hasta tuve la suerte de encontrar un pin de “Dios me ama” en blanco y rosa, que le va muy bien al bolso que llevo al gym. Eso no pudo ser más que una señal divina, ¿no creen?

Y es que que es super buena onda eso de poder estar siempre in. Me lo enseñaron en la iglesia. Es super fácil, solo dices “yo creo” y ya, ¡shvuptivup!, eres parte del club. Que es super importante, porque solo los del club se van al cielo, todos los demás, los “hereje”, o los del diablo que les dicen, todos se van al infierno jeje. O sea que yo, fussshhhhh, directo al cielo.

Lo que si no me llega mucho es eso de morirme, pero solo de pensar, así como me dijeron, que ese cielo pueda ser como Las Vegas, pero más bonito, eso sí que me emociona :) Todo el día de shoping con mis BFFs *suspiro*. Que por eso son mis “best friends forever”, que quiere decir forever and ever, o sea allá también pues.

Por aquello de las dudas, mis amigas y yo ya cambiamos todos los accesorios, los discos y las películas de antes, todos por los de mi dios. Así no nos puede reclamar nada de “otros dioses” y esas cosas, y la gloria la tenemos más que segura. Pero para eso falta todavía mucho. Y si a última hora nos hace falta algo, pues la compramos y ya. Porque para entonces ya todas tendremos nuestra propia visa gold. O hasta platin. Que es que yo, en esas cosas, sí que tengo fe, y con fé, dicen, todo es posible.

La Ceiba

La Ceiba
(Por Olga Contreras)

“Ey como estas? Espero que bien y que ya se halla quitado el frio ese de la ultima noche. Aquí nunca hay ese frio sabes? Y menos en Ceiba, la playa donde me voy a ir a vivir, te acordás que te conté? La vas a conocer, eso te lo juro. La pasamos bien mujer, gracias por llebarme a comer esos pasteles, son mis favoritos, pero culpa de esa libra de más fue que me tuve que rapar, para llegar al peso. Menos mal me conocistes con pelo largo y después sin pelo, ya no me dijistes como te gusté mas? Este lleso me trae vuelto loco, no puedo pelear, no puedo bañarme, ni siquiera te podría abrazar bien y eso sí estaría mal. Mujer, te mando un beso tronado y solo eso te mando pues es mi hermanita de nueve años la que escribe la carta, por lo del lleso. Mi hermanita Eva Joselina es la mejor.”

Esa fue la primera de once cortas cartas y después de lograr evitar que me diera un infarto masivo de la emoción, la releí mil veces, tratando de evitar ponerle atención a los errores ortográficos y sólo concentrándome en las partes bonitas. Fui corriendo a Paiz a comprarle una tarjeta para que me diera tiempo de mandársela en su cumpleaños.

“Mujer, ya finalmente me quitaron este yeso y te puedo escribir sin necesidad de mi hermana. Estoy en los preparativos para mudarme a Ceiba, no sé si se podrá este año. Estuve averiguando en la UNAH y sí tienen esa carrera que vos vas a estudiar y sí te aceptan. Venite a estudiar aquí, o de un solo nos mudamos a la playa. Mi amigo Alfonso, del que te hablé, llega a Guate en unas semanas a una competencia, le di tu numero y te va a llamar, se podría quedar en tu casa unos días? Decime para que yo le diga a él qué ondas. Te acordás esa noche en las gradas del museo? Estuvo bien, muy bien, vos me gustás mucho. Yo no soy muy de escribir cartas ni papadas románticas, pero la verdad es que quiero vida con vos. Gracias por la tarjeta, mis hermanas la vieron y me jodieron un par de días, pero fue buen detalle de tu parte. Un beso, ojalá pueda llegar luego o podas venirte vos.”

Ay dios ¡quiere que me vaya para allá! ¿Qué hago? Yo no puedo irme de mi casa, no puedo, tendríamos que casarnos y él no cree en eso, él sólo quiere que me vaya a vivir con él…¿y si no resulta? De que lo quiero, lo quiero, pero…me da miedo, no puedo hacerle eso a mi mamá, a mis abuelitos, se mueren de seguro. Y eso de que el tal Alfonso se quede en mi casa, de plano nel: es negro, tiene el pelo de rasta, me matan en mi casa. Ojalá en serio pueda venir a verme, yo no creo poder ir allá. ¡Ja! Que si me acuerdo de la noche en el museo…¡me acuerdo, pues! Fue como descubrir de repente algo que al mismo tiempo me era ya familiar. Mis sentimientos y emociones ya no eran de alguien de 17 años y ciertamente no concordaban con mi arraigada fe, que en lugar de celebrar el amor encontrado me llenaba de culpas y miedos y promesas de destierros e infiernos con más de nueve círculos. ¿Porqué yo tan cuadrada me había enamorado de un redondo?

“Hola, recibí tu carta. En serio que no entiendo lo que pasa ¿me querés o no? ¿querés que estemos juntos o no? Yo con vos me caso cuando querras si eso te va a traer conmigo. Lo digo en serio, pero también te digo que yo no ruego a nadie y se me hace que vos te me estás poniendo en esa posición. Decidite que vas a hacer. Esto de lejos definitivamente es de pendejos y de eso ni un pelo tengo. Sabes lo que siento por vos, eso debería ser suficiente. Un beso.”

Las siguientes cartas retardaron pero no frenaron el impacto previsto entre un carro sin frenos y otro que está varado a la orilla de una carretera que no ha sido ni siquiera construida.

Seguí adelante con mi vida y me metí de lleno en un mundo que estaba elaborado y diseñado para ml, pero no por mí, no era mío, no pertenecía a él. Era como serme infiel a mí misma.

Pasaron más de veinte años, entre los dos sumamos tres matrimonios y seis hijos, y gracias a la modernidad cibernética lo volví a encontrar, y él –sin yo pedirlo- me ayudó a encontrarme, sin más ayuda que sus pocos pero certeros recuerdos de aquella ilusa patoja que se había perdido en su propio mundo; aquella que ahora a sus cuarenta cuestionó todo y encontró respuestas en las dudas y logró recuperar lo que había perdido: su ser, su esencia.

Fuimos a Ceiba tal y como él lo había prometido, sólo que fui acompañando a mi mejor amigo y a su esposa.

K de picas

K de picas
(Por Rodolfo de Matteis)


El viejo ratón acabó su meditación, se levantó de su viejo sillón, apagó la luz y cerró la puerta.

Que me den una linterna, tengo que iluminar esta oscura calle de la verga.
Marco se iba perdiendo entre las miles de vueltas que se desenrollaban en el sueño retorcido.

¡Verga! Hacía calor ¡demasiado calor para tomar un café!

Entonces tomó una cervecita, pero había olvidado el monedero en casa, así se prostituyó, un ratón, sobre una banqueta, que llora, desesperado.

Nadie se para, las bicicletas pasan a toda madre sobre el asfalto al rojo vivo: hay un enano más allá que llama más la atención de los clientes. Pasa la patrulla.

Al ver a la policía el ratón huye.

Uuueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!!

Dieron la alarma, no hay esperanza para un pobre ratón acechado por miles de gatos-policía. CORRE RATÓN CORRE.

este es K de Picas.

Cuentos de Fiambre

Cementerio

Cementerio
(Por Manuel Solórzano)

No se por qué la gente prefiere estar muerta aquí, a mi me parece que el cementerio es un lugar perfecto para vivir. Solo hay dos días en el año que no son tranquilos: el treinta y uno de octubre y el uno de noviembre. El treinta y uno porque es el único día que se trabaja aquí; desde temprano cortan la grama, barren, limpian los botes de basura, manguerean las casitas donde guardan a los muertos de las familias ricas, guardan las palas y carretas que siempre dejan por allí después de enterrar a alguien y hasta pintan las banquetas. Todos trabajan, el único que este año ya no trabajó fue Samuel.

Samuel era mi único amigo, murió hace unos meses, era un viejito que tenía treinta y cuatro años trabajando aquí enterrando a las personas, el me cuidó desde que me dejaron aquí abandonado, me dijo que no me iba a llevar a ninguna guardería porque en esos lugares les hacen cosas horribles a los niños; por eso me consiguió un lugar acá. Me contó cómo hace mucho tiempo unos brujos habían robado lo que había adentro de este hoyo una noche de Halloween pero que todas las personas que trabajaban en ese tiempo habían guardado el secreto para que no los acusaran a ellos y por eso nunca se lo dijeron a la familia, de todas formas nunca se iban a dar cuenta. Él barrió, limpió bien todo y desde entonces esta es mi casa. Recuerdo bien que me dijo:

Mirá mijo aunque estes chiquito tenés que ponerte pilas, si alguien te ve, te saca a la calle y allí nadie te va a cuidar. Aquí adentro es más seguro. Todos le tienen miedo a los muertos pero la verdad es que aquí no pasa nada.

He oído que dicen este es el modulo cuatro y como está tan lejos casi nadie viene. Lo que más me costó aprender fue cómo subir hasta allí, porque está alto, pero los floreros me sirven de escalera y por suerte nunca se me ha caído la plancha de cemento que uso de puerta. Todos los días salgo de aquí temprano, dejo la puerta bien pegadita y me voy al semáforo que está a dos cuadras, allí saco algo de pisto para comer y tengo guardado algo por si algún día lo necesito.

Nunca le he dicho a nadie que vivo en el espacio donde debería haber un muerto porque la gente es mala y estoy seguro que si se enteran me sacan a la calle.

El otro día duro es el uno de noviembre, siempre me despierta el susto de oír personas hablando porque nunca hay ruidos aquí y de repente me despierta un montón de gente hablando… ahora ya se que cuando pasa eso es esa fecha y me tendré que quedar todo el día encerrado para que no me vean pero lo que si es cierto es que el siguiente día es el mejor día del año; no me creerían la cantidad de cosas que encuentro tiradas por todos lados, este reloj lo encontré el año pasado y esta cadenita la dejaron en el florero de abajo de donde vivo.

Lo mejor de ese día es la comida, es el único día que como gratis y hasta más no poder. Por todos lados hay sobras de comida de toda clase así que me preparo un mi buen plato con toda la comida que encuentro. Desayuno, almuerzo y ceno bien con ese revoltijo de comida.

Vivir en el cementerio es, gracias a Samuel, el mejor lugar para vivir.

De Xibalba al Cyberespacio

De Xibalba al Cyberespacio
(Por Lester Oliveros)



Los que lo saben vienen del gran linaje de nosotros,
los hombres mayas. Esos sabrán el significado de lo que hay aquí cuando lo lean.
Chilam Balam

Nuestra tecnología aumenta pero los efectos colaterales también aumentan.
Alvin Toffler

La claridad suave y fresca de la mañana ya alumbraba los sonidos. El permanecía en un estado natural del sueño a la vigilia cuando oyó ruidos en el comedor. Vio el cabello blanco y una voz serena que le decía algo sin abrir la boca. No era nada de este mundo y sabía que era real porque minutos antes había estado soñando lo mismo. La sensación de terror era abolida por la curiosidad. Pero si había temor sagrado y una indefinida sensación de estar a punto de la vida y la muerte. Era tan extraordinario el fantasma que supo que no era necesario gritar. Recibió su presencia con naturalidad y la observó contra la luz de la mañana con su cabello plateado y un vestido blanco. Se acerco lentamente, y como hipnotizado, permaneció mucho tiempo, viendo los cambios de luz hasta que entro alguien más y luego, terminaron de correr la cortina, y pudo ver a dos seres llevando un mantel y un plato.

- Señor Léster, acá esta su plato favorito y su cerveza.

- Parece que tuvo una noche difícil –pregunto la segunda persona.

- Ya me di cuenta que los vivos me asustan más que los muertos –respondió mientras saboreaba un bocado de fiambre.

- ¿Sabe la leyenda de cómo se origino el fiambre?

- Mire, como muchas de las leyendas actuales, lo único que justifican son las promociones, no dudaría que fueron tres personas: Toledo, Perry y Bremen.

- No me haga reír señor Léster.

El señor Léster se volteo a su mesa de noche y bajo la computadora, en ella había varios mensajes de facebook.

Patricia Joachin Yo ya tengo en casa, listo pa el finde!!! ;)

El 29 de octubre a las 21:24 • Ya no me gustaMe gusta • 1 personaCargando...

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Guicho Morales no te sabes la historiaaaaaaaaa pajaaaaaa

El 29 de octubre a las 21:25 • Me gustaYa no me gusta

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Patricia Joachin Yo no la se, a ver cuenta y nos sacas a dos de la duda

El 29 de octubre a las 21:26 • Me gustaYa no me gusta

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Mario Alexander Merida Ramirez tal ves fue creado por axidnte

El 29 de octubre a las 21:29 • Ya no me gustaMe gusta • 1 personaCargando...

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Lester Giovanni Oliveros la verdad no sé nada del fiabre mano, conta pues...

El 29 de octubre a las 21:32 • Me gustaYa no me gusta

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Guicho Morales

En el tiempo de la colonia aqui en antigua una de las familias mas acaudaladas celebro una boda el 31 de octubre, a la cual asistio mucha gente y se acabo toda la comida, pero como el viaje en aquel entonces se hacia en carruajes desde la a ...hora capital hacia aca, el dia 1 de noviembre llegaron aun unos invitados que venian de muy lejos, la Sra. de la ksa que no podia dejar a sus invitados sin que comer le dijo a la sirvienta que preparara comida abundante para los invitados tardios, la sirvienta fue a la alacena y se encontro con que no habia nada para preparar ya que por las fiestas del dia anterior casi todo se habia acabado, cuentan que era una mujer muy "pilas y viva" por loque le dijo a sus ayudantes que le trajeran todo lo q encontraran y le llevaron enbutidos, verduras, carnes etc, etc, etc. todo lo junto en una olla y preparo los alimentos que dieron lugar efectivamente accidentalmente al famoso fiambre que hoy conocemos que se dio a los comensales el 1 de noviembre y fue tanto el gusto por la comida que la sirvienta preparara, que año con año se siguio haciendo, hasta volverse la tradicion que ahora conocemos en casi toda Guatemala, por eso el fiambre es una comida 100% chapina!!!!Ver más

El 29 de octubre a las 21:36 • Ya no me gustaMe gusta • 1 personaCargando...

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Guicho Morales y lo unico de enajenado que veo en el fiambre seria un chapin que no le guste y prefiera una hamburguesa jajajajajaja

El 29 de octubre a las 21:38 • Me gustaYa no me gusta

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Lester Giovanni Oliveros Gracias por iluminarnos maestro, buena onda, en serio no sabía esa, haber con otra de alguien más....

El 29 de octubre a las 21:38 • Me gustaYa no me gusta

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Patricia Joachin Jajajaja, bonisimo... Lo voy a circular...

El 29 de octubre a las 21:39 • Me gustaYa no me gusta

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Lester Giovanni Oliveros Luego cuento la que yo leí, que esta distante, en mucho a la suya mi estimado y profundo conocedor... no por eso desacredita ninguna.

El 29 de octubre a las 21:40 • Me gustaYa no me gusta

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Patricia Joachin A ver, esto se pone interesante. Mi estimado Giovanni proceda mis ojos están ansiosos de leer su relato.

El 29 de octubre a las 21:42 • Me gustaYa no me gusta

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Lester Giovanni Oliveros para mientras me tomaré una compita de vino Astica Cabernet Sauvignon trapiche 2009...jejeje

El 29 de octubre a las 21:42 • Me gustaYa no me gusta

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Guicho Morales mmmmmmmmm tanta mierda pa samparse un trago jajajajaja mejor deci mientras me tomare un valeroso cuto de 3 pesos que compre en la tda. de la esquina y sin limon jajajajajajajajajaja y no seas enajenado jajajajajaja

El 29 de octubre a las 21:44 • Me gustaYa no me gusta

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Lester Giovanni Oliveros

Bueno, cuentan que precisamente en una casa de un soltero, para nada acaudalado, para nada cocinero, una mañana del primero de Noviembre llego un su cuate de cruda pidiendo un trago. Se le había muerto un ser querido uno o dos días antes y ...andaba de bajón también así que ya la botella a la mitad (botella de pulmón que compraron en la tienda de la esquina), el amigo pidió "bocas o algo de comer", el otro cuate que también acababa de terminar con su novia y solo tenia un reguero que la misma mujer había dejado en la refrigeradora, le dijo que iba a ver que le podía servir y vio un montón de ingredientes que condimentó y luego sirvió de una forma tan fea, para que el cuate pensara que era un remedio para dejar de chupar, pero no, hasta brindaron por el nuevo descubrimiento de lo que llamaron fiambre.Ver más

El 29 de octubre a las 22:24 • Me gustaYa no me gusta • 1 personaCargando...

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Lester Giovanni Oliveros jajaja, es broma, quisiera saber màs anecdotas... cuenten cuenten...

El Sábado a las 8:53 • Me gustaYa no me gusta

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Lester Giovanni Oliveros Otros y a estos estoy a punto de creerles dicen que es una leyenda urbana originada en Bremen, Malher, Perry, toledo, y cuanta fabrica de enbutidos nacional o extragera haya....jajaja

El Sábado a las 9:24 • Me gustaYa no me gusta

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Tania Hf Pues a mí me contaron que se reunieron una vez varias familias en el cementerio, para visitar a sus muertos, y decidieron compartir lo que habían llevado, mezclándolo, y de allí se hizo el fiambre. Yo voto porque es un plato ladino y no criollo.

El Sábado a las 10:29 • Me gustaYa no me gusta

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Alejandro Arriaza ¿y las familias esas del cementerio también compartieron a sus muertos para hacer el primer fiambre? (digo, hay que preguntar por si acaso...)

El Sábado a las 10:35 • Me gustaYa no me gusta

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Tania Hf Sí, al final final compartieron los muertos, "que no, que es tu tío", "no, será tío tuyo que a mí ni me hablaba", y así, se hicieron una gran familia, con todo el fiambre de los conflictos familiares y murieron felices para siempre. ;-)

El Sábado a las 10:42 • Ya no me gustaMe gusta • 1 personaCargando...

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Alejandro Arriaza XD

El Sábado a las 16:59 • Me gustaYa no me gusta

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Daneri Gudiel la onda es echarle mas ingredientes que cualquier otra comida del mundo!

El Sábado a las 17:42 • Me gustaYa no me gusta

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Gabriela Alvarez Castañeda Para el viernes santo sale mas barato y es mas pagano!!!!!!!! jajaja yo ya lo intenté una vez!!

El Sábado a las 18:36 • Me gustaYa no me gusta

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Mariano Cantoral HIPÓTESIS: yo creo que nació como el sandwich, es decir, por la hueva de comer las cosas por separado, el sandwinch fue inventado por un rey aficionado al poker que cuando un siervo le llevó pan, jamón, y ensalada de tomate-cebolla y aderezo por separado, estaba tan entretenido en su juego que metió todo dentro del pan y ahí nació el sandwich, ahora mutado en hamburguesas, submarinos etcétera.

El Sábado a las 21:22 • Me gustaYa no me gusta

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Lester Giovanni Oliveros Cantoral, ando sentimental, me es agradable tu comentario, porque soy un ignorante y feliz jugador de poker...!

El Domingo a las 3:01 • Me gustaYa no me gusta

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Mariano Cantoral yo también ando sentimental, típico domingo pre-fiambre.

El Domingo a las 10:31 • Me gusta

A ella, la que me estremece

A ella, la que me estremece
(Por Julio Valdez)

Desde hace días se produjo en mi un aviso, algo que lleno mis sentidos, me senti estremecido pensando que ese era el aviso que mi ser daba para verla a ella, a ella nuevamente, ya hacia tiempo que deje de verla y me jure a mi mismo que de volverla a ver seria de otra manera porque la ultima había sido muy dolorosa.

Pero ese aviso que había invadido mi ser era el aviso innegable que la necesitaba, sus manos y sus sentidos fijados en mi en un encuentro lleno de sentimientos encontrados.

Se llego el día, mi estómago da vueltas y la quijada me tiembla, siento que no podre hablarle claro, mejor me siento y alargo mi brazo para leer la revista que esta en la mesita de centro, esta ya le he visto antes.

A través del vidrio la veo pasar en su caminar pausado, y nuestras miradas se entrecruzan, de mis labios temblorosos surge un buenos días, saludo que ella responde amablemente, ha entrado y me invita a sentarme de nuevo, ya regreso dice, solo espero que no sea tan caro como la ultima vez, y es que a pesar de que creo que la pasamos ameno me cobra, dependiendo de la ocasión claro, algunas veces lleva más técnica y estando acostado veo y siento que se esmera, la última vez me dejo sin respiración como por cinco minutos.

Mis piernas son ahora las que siguen el movimiento de mi abdomen, era ella la que lo provocaba, estaba seguro.

Sale a la puerta de nuevo y me invita a pasar, se que al llegar ahí no habrá marcha atrás, ni bien me acueste ella me tendrá en sus manos expertas, por completo. ¿Cuántas veces no he estado así con ella? Creo que conforme me pongo más viejo más acudo a sus servicios, aun cuando me gustaría hacérmelo yo mismo no puedo y tengo que acudir a ella.

Paso adelante.... ahí esta esperando, vestida para la ocasión, conozco bien su vestimenta déjenme contarles, la primera vez que la vi, en otras condiciones, me despertó tranquilidad, pero ahora no deja de aumentar mi ansiedad, hubiera no querido verla, pero la necesidad se llega acompañada de dolor…

Si hombre… el dolor de esta muela mierda fracturada no me dejo otra opción que ver a la odontóloga, y estoy medio pendejo por la anestesia y el jugar con estas palabras me ayudan a divagar.

¿Crónica de una muerte anunciada?

¿Crónica de una muerte anunciada?
(Por Rodolfo de Matteis)


I

Dan estaba tocando su guitarra, la tele encendida con los usuales dibujos animados vistos y revistos por su hijita, cuando el programa se interrumpió por un logotipo azul de las Naciones Unidas y una voz femenina:

"interrumpimos la transmisión para dar un comunicado que el Secretario General de las Naciones Unidas está dando por mundovisión"

… y así fue que la ONU anunció oficialmente el fin de la vida en el planeta.

“… ¡hay que poner fin a las noticias incontroladas, y al caos que ellas generan!“

Hasta ahora los gobiernos habían hecho de todo para desmentir la noticia, mientras que los periódicos publicaban de todo, pero realmente de todo, con amplio espacio al pánico generalizado y a los enfrentamientos las revueltas los asaltos, así como a las nuevas religiones nacientes en el medio de la locura galopante en el mundo entero, y la violencia era particularmente feroz contra las mismas sedes de los periódicos y de los medios de comunicación, todos acusados de decir lo que ahora, y ¡sólo ahora!, el coreano iba declarando en la tele: “… el súbito e inesperado crecimiento explosivo en la actividad de las manchas solares, si no se detiene, cosa que los científicos consideran en este punto imposible, esterilizará el sistema solar: yo, mis queridos, ustedes, todos nosotros vamos a morir, como todo sobre el planeta… “

En la calle de la tranquila periferia donde vivía Dan se oyó una sirena, o quizá dos, y no paraban; y de los pisos superiores del edificio se oyeron gritos, pero gritos realmente.

“ … no somos capaces de darles una fecha exacta, la actividad de las manchas solares es precisamente anormal, pero ciertamente este proceso alcanzará antes o después el punto X, aquel en que las radiaciones harán que la Tierra no sea más apta para la vida. Podría ser mañana o dentro de un año... o más."

¡FIRE! Vamos a morir en el fuego, pensaba Dan, ahora blanco, pálido como un trapo mientras abrazaba a la hijita que quería los dibujos animados...

“… no se prevé si no un ligero aumento de las temperaturas… “

… pasos que corren por las escaleras, motores de carros arrancando furiosos en el patio, voces, voces, todos hablan en voz alta, teléfonos que suenan… también el de su casa suena, y suena, y suena hasta que Dan, sin ganas, baja a la hija y levanta el receptor: – Dan – Ramón - tenias razón tu, es verdad… y tengo miedo - Ya lo sabías que ibas a morir ahora sabes también cómo - Uhu, uhu, y ¿debía llegar éste aquí, nunca visto, hijo de la Luna, a decírnoslo? ¿a condenar la Tierra? - Ya lo habían dicho los científicos, los periódicos - Pero espera ¿estás escuchando la tele? -

“ ... por lo tanto, de común acuerdo con los gobiernos del mundo, hemos decidido suspender totalmente la libertad de prensa, no podemos permitir que voces incontroladas perturben tanto la convivencia civil, la única información será la democrática y absolutamente veraz de televisiones gubernamentales... “

- ¡carajo Dan! - ya los estaban quemando todos los periódicos - Pero antes era para el motivo opuesto - Ya, ironía, el hecho es que los han cerrado - ¿Y nosotros? - ¿Nosotros que? - precisamente ahora que lo queríamos hacer… - ¿hacer que? - ¡El periódico, nuestro proyecto! - Y estás a pensar en esto, escucha que dicen -

“ Se le aconseja a los ciudadanos de estar tranquilos, de pedir la misericordia del propio Dios, si es que tienen uno, o si no de meditar… “

- pero qué ¿a poco la meditación se ha convertido obligatoria? - No saben que hacer, cómo gestionar la situación - ¡EL MEDITARLO! Nuestro proyecto de la revista El Meditarlo es más actual que nunca – ¡¿Bromeas?! – Encontrémonos todos en tu oficina ¡ya! díselo a los demás. -


II


Ferdinando es el último en llegar a la oficina subterránea de la Universidad, con un ojo negro y la camisa desgarrada:

- ¡Tomaron la radio! La policía… hubo enfrentamientos, muchos compañeros estuvimos allí, varios fueron levantados - Todavía hay Internet, dice Artemiso. - Pero las últimas noticias que hemos tenido en la radio decían que el ejército estaba tomando y apagando los grandes hub de la red. - Apagar Internet es imposible. - Virtualmente imposible, y los chinos nos han enseñado que es posible censurarla, filtrarla. - Justo cuando vamos a quemar en la luz, hacen bajar la oscuridad sobre la Tierra. - El silencio, una manta de silencio y de mentira cayó sobre nosotros. - Amen.-

- ¿Qué hacemos: rezamos también nosotros? Ahora más que nunca es el momento de hacer un periódico, clandestino, impreso en el sótano, distribución a mano. - Sí, pero ¿qué tenemos que decirle a la gente? - Nada, yo nada. - Pero: ¡el medio es el mensaje! suspendida la libertad de prensa… en todo el mundo ¿te das cuenta? - Quemaremos todos… juntos ¿te das cuenta? y yo tendré que oler el hedor cuando explote tu barriga recargada de gases… y podría ser la última cosa… - ¡Qué asco! - Ya basta chicos: ¡Información! -

- ¡INFORMACIÓN! Ya sé que vamos a hacer: ¡tenemos al profesor! - ¿Quién, A.S.Falto? - Sí él ya lo había visto todo. - Sí, pero habla de otra cosa, no de quemarnos todos, él teoriza que las emisiones solares podrían también ser de otro género, mentales o mutantes, no es que sea muy comprensible… - Y nosotros vamos a traducir sus teorías en un lenguaje comprensible para todos, y las difundimos. - Ahora que la voz del amo, una y sola en todo el mundo, toca las campanas a muerto, nosotros hablaremos de vida, de esperanza. - ¡Locura pura! -


III


Difícil de llegar hoy a la casa del profesor A.S.Falto que está en las lomas, la situación parece degradar en progresión geométrica, es el caos, la ley del más fuerte, la gente está loca. El camino esta boqueado por un enfrentamiento con ametralladoras entre policía y judiciales que se disputan, aparentemente, el control del puente.

Debemos dejar el carro y seguir a pie, el tráfico está bloqueado en todas partes, sirenas, alarmas de carros, de bancos, un helicóptero da vueltas y vueltas, la gente asalta los comercios los supermercados, muchos están armados, y los demás tienen palos, martillos, navajas, fierros… cristales rotos en todas partes, uno grita y grita demasiado como un loco histérico hasta que una mujer le abre la cabeza con un rodillo y lo calla.

Dan nos para y diciendo: “a estas alturas…” entra en una tienda de bici y agarra una, nosotros seguimos su ejemplo.

El profesor A.S.Falto no parece estar mucho más excitado de lo usual y nos explica como él consiga aún entrar en la red y leer archivos gubernamentales y tiene una montón de información apocalíptica: en algunos países el ejército está levantando a las mujeres encerrándolas en los cuarteles, la iglesia católica, después de haber tanto denegado lo que se decía en todos lados, ahora, en consecuencia del anuncio de la ONU, ha decretado el fin del mundo, proclamando el Día del Juicio. Y en todas partes las iglesias están llenas de fieles en lágrimas, peleas con muertos y heridos para alcanzar los confesionales. Reventones espontáneos en todo el mundo los jóvenes bailan. Varios profetas avatares reyes suben y decaen, varias guerras locales o quizá es toda una guerra local, suicidios en masa, caída de muchos sistemas… ¡no se sabe si llegará uno vivo al final del mundo!

El profesor A.S.Falto reitera que no habrá fin del mundo, que las radiaciones solares son de otro género: “También ellos han confirmado que no habrá aumento de las temperaturas… entonces ¿por qué deberíamos quemarnos? Se trata de energía evolutiva, y es cierto que no habrá más la humanidad cómo la conocemos, pero no porque morirá, más bien se transformará en la post-humanidad, en un ser superior, más espiritual podríamos decir, más libre… es claro que tienen miedo, que prefieren la muerte, la post-humanidad no podrá tolerar gobiernos, prohibiciones, amos… y quien ahora detenta el poder para mantenerlo está dispuesto a enviar todo a la chingada, tratando de frenar el cambio lo más posible… ¡debemos decirlo, la gente debe saber!


IV


EL MEDITARLO se imprimió y se difundió, por lo pronto de mano en mano, mientras tanto fue un periódico de veras, aunque clandestino, en las mejores tradiciones de las Resistencias, que además de difundir la teoría de la evolución solar del profesor A.S.Falto extendía también las informaciones que lograba obtener. Grande fue la joya cuando se supo que muchas mujeres se estaban organizando en el ejército de las Amazonas y asaltaban los cuarteles liberando a las esclavas del sexo que los soldados u otras maras armadas tenían prisioneras; enorme fue la consternación ante la noticia que las Amazonas colgaban por los huevos a cualquier varón que se atravesaba por su camino. Todos aplaudieron cuando Johnny Depp fundó el Frente de Liberación de la Paranoia, y bajando de Hollywood llevó la civilización a mitad de Los Ángeles, pero todos lloramos cuando el comandante Johnny y toda su comandancia hicieron seppuku público, o sea suicidio ritual, después de que una niña le dijo en directa TeleFLP: “¡me encanta cuando gozan matar a esos hijos de puta!”

De todos modos el mensaje verdadero, o sea que no íbamos a quemar todos vivos, si no a transformarnos en algo mejor pasó. Pasó en muchos grupos de la población que ahora se organizaban, además que para la sobrevivencia, también para meditar, conscientes de que la meditación entrena el cuerpo y la mente al gran cambio, al salto evolutivo que nos espera.

Islas de paz se criaron entre las tormentas de la locura galopante y asesina.

V

Una noche estamos todos juntos en el estudio del profesor A.S.Falto cuando nos llega la noticia: el punto X ha sido alcanzado, en el otro hemisferio la subida del Sol es acompañada por explosiones e incendios, el fin del mundo ha empezado.

- ¡Todo equivocado! - ¡Vamos a quemarnos todos en minutos! - Sin embargo los cálculos… ¡los cálculos! o quizá no alcanzamos la masa crítica de personas meditando que tal vez se requiere para activar el aspecto mutante de radiación en lugar del destructivo. - De hecho los hemos chingado a todos, ilusos, negando la realidad les dijimos que no morirían en el incendio… -

- pero ¿qué no ves cuántas personas están muriendo serenas, inmersas en la meditación… como hombres? -

La Negra

La Negra
(Por Olga Contreras)

Sus manos marchitas de tantos surcos picaban y picaban cada una de las verduras sin parar, solas, sin ayuda y sin más compañía que los recuerdos de tantas comidas preparadas para los suyos. No dejaba que nadie metiera su cuchara en la cocina y menos cuando hacía fiambre. Cada comida tenía su momento, su propósito, su identidad. Por ejemplo, a su niña de cabellos de oro, de dientes de perla, labios de rubí, le preparaba especialmente las tortitas de papa con mucho queso duro, sus frijoles colados (no podía faltar la crema y el francés de la Santa Marta) y Pepián. A su viejito lo consentía con un buen Caldo de Gallina con Arroz a la Valenciana cada 12 de septiembre y a diario le daba sus plátanos cocidos y su atol blanco con chile y frijol, porque era muy flaco. Al yerno siempre le guardaba un poco de Tiras y Revolcado. Y así, a cada uno le preparaba lo que su estómago pedía aplicando a cabalidad lo del dicho que para llegar al corazón la gran batalla a ganar es el estómago. Entonces, no era de extrañarse que el día del fiambre fuera para ella un día especialmente místico, espiritual y hasta de estado de contemplación.

De todos los dones que la vida le había dado, cocinar y ser sabia eran los mejor aprovechados y hasta los combinaba, pues todo el que llegaba a su casa salía aunque sea con un pan con frijoles y un consejo, pedidos o no. A todo el mundo le veía cara de hambre y su quedar bien era alimentar a quien estaba dispuesto a ser rellenado cual pavo. Tantos años metida en la cocina le habían dado el ojo para reconocer cuando uno de sus hijos estaba tierno, si alguna de sus nietas se pasaba de picante, o si dialtiro ya estaba pasada, o si a la fulana le faltaba algo de sazón o un buen hervor en su vida.

Cuando se enfermó, a la única persona que dejó tomar las riendas de la cocina fue a su marido, quien como por arte de magia o por un proceso de osmosis, había aprendido a hacer los frijoles igual que ella, el arroz en su punto y el mejor puré de papas de la zona 5; sin mencionar que nadie picaba un buen manojo de perejil como él, era un agasajo ver y oír el ritmo cadencioso de la hachuela, sentado en su banquito casi a ras del suelo, equilibrando magistralmente la tarea de picar con el cigarro metido en la boca. Yo creo que delegó la cocina en él para no verlo todo el día sentado a su lado, deshaciéndose por atenderla y con cara de “no te me vayas a morir antes que yo, negra”.

Y así como si nada, se le fue yendo la vida, respiro tras ahogo, dolor tras malestar y le dio por confiarle sus secretos culinarios a su muñequita linda. –¡Apuntá las recetas, m’ija!- insistía una y otra vez con ansiosa desesperación por pensar que todo ese amor que lograba maridar cual infusión con la comida, quedara perdido en el limbo después de su partida, sin saber que la niña de cabellos de oro jamás se animaría a hacer ninguna de las recetas pues no quería faltarle el respeto a la memoria de la mujer que la enseñó a ser mujer; nunca podría hacerle justicia a esas manos que curaban cualquier dolor con un caldo de arroz con pollo, que sanaban la desilusión con una Ensalada Rusa y que prometían tiempos de paz servidos en un buen plato de Jocón.

Las Fiambreras

Las Fiambreras
(Por Tania Hernández)

Nos llamábamos “las fiambreras”. Bueno, a decir verdad, fui yo la que le puso ese nombre al grupo. Tal vez en esta época nos hubiéramos llamado las cuchubaleras o algo parecido. Pero entonces todavía no habían cuchubales, y, debido a la situación en que nos encontrábamos, tampoco nos hubiera quedado bien un nombre con acento burgués.

Yo era la única guatemalteca en ese grupo de madres, en su mayoría chilenas, que habíamos llegado a Alemania para ayudar, de alguna manera, a nuestras hijas, de tal forma que pudieran recuperarse de las situaciones traumáticas que habían vivido, producto de la persecución política que se estaba dando en nuestros respectivos países. Algunas habían sido víctimas de secuestro y tortura. Otras, como mi hija, habían visto morir, frente a sus ojos, a familiares cercanos y amigos. A mi yerno, lo habían baleado frente a la casa de mi hija, estando ella en la puerta. Pasó mucho tiempo sin hablar. Y yo respeté su silencio.

En un acto desesperado, logré salir del país con mi hija y con mi nieto, en dirección a Munich, la ciudad originaria de mi abuelo. En ese entonces y en los años siguientes, la mayoría de exiliados se iba a México o Sudamérica o a la RDA, pero no a la Alemania Occidental, por lo que, a falta de compatriotas, me uní al grupo de madres chilenas, quienes se portaron muy lindas y me acogieron de buena gana. No solo compartíamos la necesidad de serles útiles a nuestras hijas, cuidando de los nietos en una época en que ellas apenas podían cuidar de sí mismas, sino que también compartíamos la absoluta ignorancia del idioma del país anfitrión. A pesar del origen teutón de mi abuelo, nunca lo conocí y mi familia había perdido cualquier contacto con esa parte europea, por lo que yo no tenía la más mínima idea de lo que era el país o su idioma.

Perdidas como estábamos en ese país extraño, apenas nos atrevíamos a salir de noche. Por ese motivo y para entretenernos en las horas en que los niños se habían acostado y nuestras hijas se retiraban, aprovechando un espacio para estar solas, nosotras acordamos en que íbamos a ver una película diaria en la televisión y nos la contaríamos durante la reunión del día siguiente. Curiosamente, la primera noche que lo intentamos, resultó que todas habíamos visto, por casualidad, la misma película. Cuando quisimos hablar sobre ella, nos dimos cuenta de que, a pesar de haber visto lo mismo, todas habíamos entendido algo diferente. Eso nos pareció muy divertido, ya que creábamos nuestras propias películas a partir de lo que las imágenes nos habían dicho y lo que habíamos captado de las palabras sueltas que íbamos aprendiendo. Fue de allí que yo le puse a nuestro grupo “las fiambreras”, porque hacíamos un fiambre de historias que al final resultaba más rico que la historia original. A las chilenas les gustó el nombre y así se quedó.

Después, cuando ya fuimos aprendiendo el alemán y pudimos comenzar a leer las noticias que llegaban de nuestros países, nuestro nombre empezó a tener un tono más fúnebre, un tono de día de muertos.

Sin embargo, estando tan lejos de nuestra patria, y en esa situación tan difícil, no podíamos dejarnos caer ni dejar de ser el soporte para nuestras hijas y nietos. Por eso, decidimos tomar solo un día a la semana para comentar y meditar sobre las tragedias que se seguían sucediendo, tanto a nuestras familias, como a las ajenas. Ese día, tomando prestada la tradición de los alemanes de encender velitas sobre la mesa, cada una compraba una velita de un color específico, las encendíamos todas al mismo tiempo, y comenzábamos a rezar - las que aún éramos cristianas - y a meditar o a decir poemas en voz baja - las que ya habían desechado toda creencia religiosa. De esa forma sentíamos, una vez más, que estábamos creando algo, un fiambre de energía que debía manteneros vivas y con fuerzas para seguir adelante.

Hoy, primero de noviembre, he pensado mucho en ellas. Mi hija y yo retornamos a Guatemala en el noventaiséis, luego de la firma de la paz. Mi nieto se quedó estudiando allá, luego trabajando, y viene a visitarnos durante las vacaciones de verano.

Duele recordar esa época de exilio, pero de alguna manera, principalmente en estos tiempos en que la inseguridad se va haciendo nuevamente más presente, siento a veces nostalgia por las amigas que me animaban y confortaban y que ya no tengo a mi lado. En honor a ellas, en lugar del fiambre de embutidos y verduras, mi hija y yo hemos decidido hoy compar velitas de varios colores y encenderlas sobre una bandeja que pusimos en la mesa del comedor. Estoy convencida, que más de alguna vez, cada una de “las fiambreras”, en los distintos países donde ahora se encuentran, habrá hecho lo mismo.

Cuentos musicales


Marito Matabachas

Marito Matabachas
(Por Manuel Solórzano)


Al fin se decidió a limpiar el cuarto de Marito. Hace cuatro años de la boda, ya era hora de hacer una buena limpia y convertir ese cuarto en estudio.

Doña María entra al cuarto decidida y armada hasta los dientes; una cubeta morada con una mezcla de agua y jabón en polvo, tres limpiadores, escoba, trapeador, delantal, guantes y bolsas enormes con un canguro impreso.

Luego de tirar la caja de las cartas, tarjetas, entradas al cine, servilletas con mensajes sugerentes, fotos y globos desinflados de sus ex novias pasa al closet donde encuentra cuadernos del colegio, exámenes, anuarios y trabajos de la universidad. Con la nariz roja por la alergia que le provoca el polvo y olor a naftalina pasa a la mesita de noche.

Al abrir la puerta de la gaveta de abajo encuentra lo que por mucho tiempo fue el tesoro de Marito, recortes de prensa, noticias donde Greenpeace hacía protestas o salvamentos. Doña María los saca de la gaveta, los ve fijamente, con su mano hace a un lado las bolsas llenas de lo que ahora es basura y se sienta en la cama. Una ráfaga de nostalgia pinta sus ojos. En su mente tiene presente esos años de adolescencia de Marito.

Recuerda perfectamente cómo él hablaba con tanta fuerza sobre lo necesario de cuidar la naturaleza, de apagar las luces, de reciclar. Más de alguna vez se había ido con sus amigos a una marcha para protestar por algo que ella nunca había entendido bien pero eso no era nada. Cuando realmente se asustó fue cuando empezó a llevar morralitos y a cambiar sus tenis por caites. Don Mario también estaba preocupado pero él siempre había sido muy listo y un día, recordándole a Doña María el porqué se había enamorado de él, hizo alarde de sus dotes de estratega.

Dos meses antes de la graduación del colegio, Don Mario le llevó a Marito el pensum de estudio de la Licenciatura en Ecoturismo de una de las mejores y más prestigiosas universidades del país. Esto marco el futuro de Marito. Sus nuevas amistades, también preocupadas por el medio ambiente lo hacían sentir como pez en el agua. La estrategia de Don Mario no dio resultados de la noche a la mañana, los cambios que valen la pena nunca son así.

Se empezó a juntar a tomar cafés para platicar de la posibilidad de armar un partido verde. Pasó más de un año, Don Mario y Doña María no decían nada pero con sus miradas lo decían todo. Al año y medio fueron apareciendo en su closet algunos buenos augurios; unos zapatos de amarrar, camisas de manga larga y cinchos. No había sido dinero mal gastado porque en uno de esos cafés conoció y se enamoro de la hija de uno de los mayores empresarios de turismo del país dos años más tarde sería su esposa.

Hace dos semanas la había llamado desde algún país del mundo para preguntar si todos estaban bien y para pedirle que se metiera a su Facebook porque había subido fotos de la casa en donde vivían y para que viera el último ultrasonido de su nieto al que querían tener en parto natural. Nunca vas a cambiar, le había dicho Doña María.

Hoy Marito es el principal accionista de una de las empresas verdes que “velan” por el ecosistema del país, mantiene los contactos y donaciones de las organizaciones más grandes del mundo. Su esposa es la que organiza las manifestaciones y muchas veces la que consigue opiniones de sus amigos “expertos” sobre las que construye un frente contra algo. Cualquier cosa. Es un negocio próspero.

Don Mario realmente había hecho de su hijo un hombre exitoso sin necesidad de sermones ni pleitos familiares. Que orgullosos se sentían.

Doña María suspira mientras mete lentamente los recortes a la bolsa, luego mete la mano en la gaveta para ver si no se queda nada pero su dedo topa con la caja plástica de un cd, lo saca y lee…Miguel Matabachas…abre la caja y encuentra un papel, reconoce la letra de Marito y parece ser la letra de la canción. Antes del título de la canción esta escrito ¡Aguas!. Le da curiosidad y lee solo algunas líneas que parecen ser el coro…

Miguel el matabachas…
El sistema se lo fumo…
Miguel el matabachas…
Olvido su revolución…


Doña María hace una mueca. “Alux. Con razón. ¡Caitudos!”.

Puesta de sol

Puesta de sol
(Por Fabiola Arrivillaga)

Cayó con el sol de la tarde, pero aún tuvo tiempo de ver un último atardecer de noviembre, de bañarse en sus luces de intenso naranja, cubrirse con su calor. Era el único baño que había recibido durante los últimos meses. La sequía jamás había durado tanto.

Intentaba aferrarse al tronco que la sostenía, recordando que tenía una misión: dar sombra. Por generaciones así había sido, algunas hojas tenían la prioridad de alimentar al árbol, pero otras, las que eran como ella, estaban destinadas a cubrir los besos primeros y los primeros llantos de los corazones, refugiar a las madres mientras los hijos jugaban, velar el sueño de los albañiles cansados y alcahuetear a los niños traviesos que trepaban por sus ramas para robarse un par de mangos. Las hojas más viejas transmitían ese saber milenario a las más jóvenes, subrayando la importancia de permanecer allí, pegadas al tronco, soportando vientos, temporales, hormigas y aves. Y las párvulas hojas, aún desde antes de brotar, sabían que grande era su responsabilidad.
Pero dejó de llover, luego de llover demasiado. Las más débiles cedieron a las lluvias de aquella horrenda tormenta, y la agonía posterior fue espantosa, por cuanto larga. Primero sentían todas, las sobrevivientes, que el tiempo era bueno. Se confiaron, se cargaron, desperdiciaron, incluso, un poco de humedad al abusar del sol y del viento, que las hacían bailar y brillar con tan amplia gama de verdes que conmovían hasta a las piedras. Se confiaron y el agua no volvió, como tampoco volvió el amor a pasearse por debajo de las ramas, ni la alegría, ni el dolor de la pérdida. Ni siquiera los perros.

Entonces, no soportó más su reseca y amarillenta estructura y cayó. El sol terminó de ponerse, y ninguna nube lloró su pérdida.

RS334

RS334
(Por Olga Contreras)

¡Pero si yo tenía razón, toda la vida lo he dicho! A ver si ahora sí me creen que esto es algo que no puedo controlar ni explicar, pensaba mientras cerraba el periódico. Comenzó a revisar en el espejo su cuerpo perfectamente esculpido. ¡Mierda, esta tipa me dejó un chupón en el pecho y un arañazo en la nalga! La llamada “ganadora” irremediablemente iba a Melissa cuando no conseguía a una mejor para pasar un rato, un buen rato, él no era de esos que duraban sólo 10 minutos en la cama. A veces –casi sólo con Patricia- lograba durar hasta 45 minutos. Lo suyo era coger. Siempre lo había sido, siempre lo sería. Todo esto comenzó cuando tenía 14 años y su mamá le contrató a una puta para que lo volviera “hombrecito”. Ésa fue la única vez que tuvo que pagar por sexo.

No creía para nada en la fidelidad, en la lealtad sí creía. La lealtad era la hermana bastarda del amor. Había estado enamorado dos veces en la vida: de Silvia, su primera esposa y luego de Patricia, que comenzó como amante y pronto ascendió a más. Patricia lo volvía loco, a todo nivel, y seguía caliente por ella a pesar de haber pasado más de tres años de relaciones. Melissa se despertó, fue al baño y al regresar se acostó a su lado, se acurrucó pretendiendo comenzar la mañana con un saludo oral.

-Sabés que no me gusta coger en la mañana- le dijo, halándole el pelo y apartándola con fuerza- y te he repetido que no tenés que dejarme marcas ¡por la chingada!

Se levantó sin voltear siquiera y se fue a dar su usual ducha larga y le dio por pensar en Silvia. Realmente pensé que con una mujer como Silvia sí iba a ser fiel. Esa mujer sí que sabía su arte…me la cogía todos los días a cualquier hora, incluso en las mañanas, con regla o sin regla, enojados o tristes, hasta estando ella embarazada de casi 9 meses ¡Ala puta! Ya hasta se me había olvidado que las dos veces le había provocado el parto. Pero la racha de fidelidad como de tres años se perdió gracias a un par de gringas que querían un threesome con él, y él quiso y de allí ya no pudo parar. Ahora ya de viejo se le ocurrió casarse de nuevo con Luisa. ¡Qué mula! ¿Cómo me fui a casar con ella? De que es la más bonita, es la más bonita, qué cara y qué cuerpo, pero es un dolor de huevos…que irónica es la vida: no le gusta cómo me la cojo; todo le duele, todo le molesta, no me deja hacerle nada…Después que no se queje que necesito otras tipas. Salió de la ducha y vio que Melissa estaba vestida y bastante “entrompada”.

- Mujer, ya sabés como soy, no me vengás con babosadas ni caprichitos- le dijo. Ella salió y somató la puerta de su propio apartamento. Ay dios, ¡más se perdió en la guerra! Tenía hambre y fue a la cocina, no había café, ni pan, ni manzanas, nada. Por lo menos pudo haber hecho café antes de irse, qué desconsiderada. Patricia me hubiera hecho un desayuno de rey. Pensaba en Patricia y la sonrisa estúpida se le estampaba en la cara y hasta suspiraba. Y eso que ya me agarró viejo…me agarra joven y ya le hubiera metido un par de hijos.

Agarró el periódico y se lo llevó. En lo que calentaba su carro, releyó el artículo: “Al final, puede resultar que engañar a la pareja sea simplemente cuestión de tener o no un gen. Al menos, en los hombres. Y tiene un nombre, la variante del alelo RS334, que la ciencia acaba de encontrar. Esta mutación es un enlace directo entre los genes del hombre y su aptitud para la monogamia.” Seguía el artículo dando las especificaciones técnicas. Se lo iba a dar a Luisa, ella era científica y se jactaba de eso; su frase favorita: “Con los hechos científicos no se discute”. Bueno, entonces la discusión estaba por terminar, eso de ser infiel es genético, es algo natural.

-Patricia, me muero por verte ¿podrás escaparte a mediodía?- dijo rápidamente mientras salía del parqueo.