Razones para no hacerse un tatuaje
Marilinda Guerrero
Imponer en el cuerpo un tatuaje debería ser realizado después de una profunda y exhaustiva lista de razones justificadas para hacerlo. Por mencionar unos ejemplos, hay culturas donde éste lleva consigo una connotación de índole religiosa, espiritual, de guerra o fertilidad. En la cultura occidental se ha banalizado a tal punto que incluso se ha observado tatuajes de marcas de gaseosas en la piel de consumidores un poco- por no decir demasiado- fanáticos.
Un tatuaje en la piel debe ser
Realizado por un especialista que utilice medidas de asepsia normadas por un ministerio de salud.
No debe ser tomado a la ligera, debe tener un significado importante que no sea causante de conflictos a futuro.
No debe ser realizado por moda.
Aclaro estos tres puntos porque varias veces han surgido los reparos y preguntas de rutina después de muchas copas y de la respectiva embarazosa goma del siguiente día.
Doy fé que el uso de un tatuaje en la piel por las razones equivocadas puede provocar serios daños a la salud.
Es importante aclarar otro punto.
Una razón de peso para NO hacerte un tatuaje debe ser la presión de grupo o peor aún, la presión del novio, esposo, amante, o lo que sea.
A mi ex novio, Armando, lo amé con intensidad. Cuando lo acompañé a tatuarse, no imaginé que él colocara mi nombre. En consecuencia, dada la situación e inocencia, me vi forzada a hacer lo mismo. Las letras de su nombre se impregnaron en mi seno izquierdo. Caracteres muy elegantes, estilo gótico, cerca de mi corazón. Algo romántico ese día, hasta que me enteré de los numerosos senos izquierdos, nalgas y tobillos, que tenían su nombre. Terminamos. Y ese tatuaje me dolió. Odiaba tanto que Armando se hubiera ido con otra, pero ver su nombre inscrito en mi pecho brindaba paz y confort a mi espíritu. Si lo observaba bien, le daba realce a mi busto.
A mi tatuaje le encantaba lucirse ante mi ex, sobre todo cuando hacíamos el amor y a mi me tocaba encima. Parecía agrandarse para mostrarse orgulloso ante su progenitor. Claro que eso lo excitaba más provocando en mí otras emociones. El tatuaje acariciaba mi seno izquierdo como una extensión de las manos de Armando, y al hacerlo, provocaba una vulcanización de mis emociones al punto de erupción con solo verlo a los ojos.
Al terminar la relación, no sólo sufría yo, sino también mi tatuaje. Los dos pensábamos en él. Las letras impresas con caligrafía estilo gótico ya no sentían la necesidad de seguir en mi pecho. Me enojé tanto porque en las noches mi tatuaje lloraba por él mientras yo sufría por la falta de sus caricias y orgasmos.
Para engañarlo, coloqué una foto de Armando en el techo. Con el pecho al descubierto, las letras de Armando observaban a su padre, provocando que se acurrucara y durmiera tranquilo. No era justo para mí, porque lo extrañaba y observaba su foto recordándolo.
Decidí romper su foto. Al hacerlo, manteníamos una lucha entre las letras de Armando y los intentos por olvidarlo. Llegué incluso a maldecirlo. Le decía que era un malagradecido y él respondía que era su padre y tenia derecho a verlo.
Con el devenir de los días nos fuimos acostumbrando a su ausencia y tras los cambios de mes y suspiros de minutos, un año pasó. Charlábamos y reíamos, mientras nuestra relación mejoraba. Un día fuimos a hacer las compras y allí estaba Armando. Con su bebé y la desgraciada que nos lo quitó. Se veía tan varonil con sus tatuajes de mariposas y flores además de mi nombre inscrito en su piel. Siempre tan guapo y masculino. Mi tatuaje al sentir su olor lo llamó. Me impulsó tratando de acercarme a Armando, yo anclé mis pies en el suelo negando sus llantos y gritos hacia él. Las letras negras estilo gótico me acariciaron como lo hacían cuando estábamos desnudos. Como loca traté de no extasiarme frente al rostro de Armando, el cual me observaba con extrañeza. Inventé una excusa ridícula, corrí al baño con miles de orgasmos frustrados.
En la noche mientras pensaba en lo tonta y estúpida que había sido al saludarlo, mi tatuaje pasaba momentos de angustia y soledad. Necesitaba a su padre. Comenzó a agrandarse tanto que mi piel se estiró hasta desgarrarse, rompió la blusa. Alzó vuelo en busca de él y las flores tatuadas en su piel. Yo acepté su partida. Era lo mejor para los dos.
El nombre de Armando con letras negras surcó los cielos en la noche estrellada. Destilaba pequeños rastros de sangre mientras lo buscaba con sus pequeños ojos negros. En medio de los tejados y ventanas, divisó la figura de su padre. Inició el descenso con los brazos abiertos. Distraído, no presintió la lechuza que seguía el olor de la carne con sangre. Sus garras lo capturaron llevándolo al nido. Mientras las letras de Armando eran devoradas por sus crías, yo sentía que una parte de mí murió.
Mi piel ya sanó. Pero las heridas del amor de Armando quedaron. Ahora lo pienso bien antes de hacerme un tatuaje. Si volviera a hacerme uno, tatuaría mi nombre.
¡Qué desgarrador! El proceso de despegarse de alguien y su recuerdo es duro y doloroso, es lo que lográs plasmar acá de una manera muy creativa.
ResponderEliminarTiene razón Luna, es cabal desgarrador, en todo el sentido de la palabra. Me gustó que el tatuaje se lo haya comido la lechuza. Y también, cómo el tatuaje se vuelve parte del juego erótico, y del juego de poder, porque es como una etiqueta de pertenencia. Muy bueno :)
ResponderEliminarNo tengo palabras...solo me encanto!!!!
ResponderEliminarjajjajajajaj ke bobada
ResponderEliminarBuenisimo, me encanto, nada de nommbres ajenos tatuados en mi cuerpo...
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