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Fobia a dos voces

Fobia a dos voces

Por Fabiola Arrivillaga

Estaba enamorado, casi me lo podía creer. Y ella casi me correspondía. La cuestión es que había aceptado venir a mi apartamento de soltero, a mi guarida, ella solita y desarmada. Eso requería mayúsculas modificaciones del entorno, principalmente limpieza, si yo guardaba la esperanza de su completa rendición. Claro que buena parte del desastre se colocaría, hipócritamente, en el interior de bolsas de basura gigantes y luego adentro del closet, o hasta en el techo. Se trataba de esconder. Escoba y trapeador fueron ineludibles, como inevitable resultaba, también, lavar los trastos acumulados desde hacía semanas. Me acerqué decidido pero, cuando estaba por empezar la tarea, la ví y lo primero que pensé fue...

Todo lo que quería era el roce delicado de uno de sus dedos, nada más me bastaba. Con la paciencia de la novia de pueblo, controlé cada movimiento, cada costumbre, cada hábito. Besé los restos de su comida, dormí entre sus sábanas y clandestinamente me colé en la ducha; aprendí a amar su música, su ritmo. Disfruté el placer, que era el suyo, con cada visita nocturna. Pero me faltaba eso, su piel. Y aquella tarde, como muchas otras antes, decidí ocultarme entre los platos usados, sucios y llenos de moho, acumulados en el lavatrastos, con la esperanza de tocarlo cuando viniera por ellos. Por fin se veía dispuesto a darme la única cosa que yo deseaba, a ser casi uno conmigo, aunque fuera sin saberlo...

... fue salir corriendo. O acabar con ella, tan vulnerable, escondida entre los platos. Parecía enorme y letal, pero no se movía, solo permanecía oscura y despreciable. Las manos me sudaban, el pulso, la presión, el pánico. Ninguna extremidad me obedecía, así son las fobias de incapacitantes. Pero recordé que yo era más grande que ella, más fuerte y, además, inteligente, que un vil y asqueroso arácnido de monte...

... porque eso que él clamaba sentir hacia mi especie era mentira. Lo que afirmás odiar tanto es, en realidad, o el reflejo de tí mismo o el de lo que más adorás. En mi soledad y abandono, fabricaba hermosas historias de amor en las que nos enredábamos en la misma telaraña, en las que yo, contra todo lo que hierve en mi naturaleza, no enviudaba de inmediato sino permanecíamos unidos hasta el fin de los tiempos. Soñaba despierta que me amaba, como yo a él, porque...

...y siendo así, bastaría un golpe seco con el periódico enrollado, o dejar caer un chorro de agua directo sobre ella, o llenarlo todo de insecticida. Sin embargo, por racionales que sonaran tales argumentos, no lograba entrar en acción. Entonces pensé que podría comenzar por secar los que me quedaban en el escurridor, ya luego lavaría. No contaba con su astucia; al cambiar de postura mi cuerpo y voltearme hacia los tres o cuatro tenedores secos, la desgraciada saltó...

---porque el amor es siempre correspondido. Esta tarde noté que me evadía y creí que se estaba haciendo el macho interesante, para darle sabor a la conquista, para no ser tan fácil. Giró su cuerpo hacia los platos secos y tomó entre sus manos - ¡qué no harán esas manos!- el limpiador. Pero yo no planeaba esperar más tiempo de cortejo y añoranza, así que brinqué, con todo lo que daban mis ocho patas, en la misma dirección que su mirada. Lo que ocurrió no cabía en mi imaginación ni en mis peores pesadillas...

...la desgraciada saltó y yo metí un grito de auténtico miedo. No era un grito de mujercita cobarde, era el pavor que me provocaban esas horrendas manchas en su espalda, la manera febril con la que movía sus mandíbulas, los ojos oscuros y tenebrosos. Eran esas ocho patas peludas y capaces de moverla hacia mi cuello, para inyectarme con el veneno con el que las que son como ella asesinan a los machos como yo, o como cualquier otro. En realidad sentí que no era la fobia, sino la verdad, esa sensación de amenaza y peligro que me rodeaba. Talvez fue la adrenalina en mi sistema, o el insitinto de supervivencia, el que me obligó a tomar otro camino...

...en las que no cabía una traición como aquella. Sí, su mano, la izquierda para ser precisa, se acercó vil y descarada hacia mi sitio en la cocina. Despacio, despacito, casi tiernamente. Mi corazón latía acelerado, mis ganas de amar, mi sensualidad arácnida, entraron en ebullición instantánea y no pude percatarme de lo que ocurría a mi espalda. No tenía más nombre que traición. Él me amaba...

...el camino del encierro, de la tortura, de la muerte lenta. Al alcance de mi mano estaba una botella de ron, ya vacía, morada perfecta para los últimos minutos de la causa de mis miedos. Segundos más tarde, el plan para apresarla estaba fraguado. Tan lentamente como pude, acerqué la mano izquierda para cerrarle el paso, formando con ella una especie de concha con la que intentaba cubrir todos los ángulos. La mano derecha colocaba la botella abierta con habilidad, atrás del bicho. Todo transcurría conforme a lo previsto, ni mis ojos pestañeaban, ni mi respiración se sentía...Hasta yo me sorprendí cuando, finalmente, toqué su desagradable cuerpo...

...me amaba con la deplorable manía de los machos humanos, de tomar por suya a la hembra apetecida. Su mano izquierda casi parecía ávida de acariciarme, pero su boca no emitía ningún sonido, ni palabra afectuosa. Cuando entraron, después de tanto tiempo, por fin en contacto, lo supe. Traición. Esa mano, que yo creía afectuosa y enamorada, me golpeaba el rostro para empujarme hacia la que sería mi prisión, por el resto de la vida. No fue falta de amor profundo, que todavía confieso sentir por él, sino instinto; no se como lo hice, pero le atiné a morder la punta del dedo índice, tan fuerte como pude...

...y con debilidad, porque ya no tenía más fuerza, la empujé hacia su cárcel y su sala de torturas. Luego, en un arranque histérico de odio, rocié dentro de la botella todo el insecticida de la lata, cerré la taparrosca hasta atorarla y me senté, vencido, en el suelo a observarla en su agonía. No me reí, casi me dio lástima ver esos ojos apuntando directo hacia mí. Tampoco me di cuenta de la herida en mi dedo, que se veía más inflamada de la cuenta y que dolía, dolía mucho...

...sin que me sirviera de algo. Caí dentro de una botella, que instantáneamente se llenó de no se qué aíre denso y hediondo. Mi cuerpo dejó de obedecerme, violentas sacudidas me obligaron a correr y chocarme con las paredes de esa cárcel transparente. Mi corazón le imploraba salvación, pero no hacía caso; su mirada implacable, sus grandes ojos oscuros, parecían lanzar llamas de odio hacia mí. Pronto dejé de sentir dolor y la vista comenzó a nublarse, pero no quería dejar de mirarlo, lo amaba. Las patas traseras cedieron, las medias también; las últimas en moverse fueron las delanteras: tres golpecitos y todo mi cuerpo yacía abandonado. Morí, y lo hice en las manos de mi amado.

...tanto dolía que caí al suelo. Una enorme mancha roja comenzó a regarse por mi mano y brazo y, como un golpe, el aire dejó de pasar por la tráquea. Así reaccionaba al veneno, mi teoría estaba comprobada, fue premeditado. Pero la ciencia nunca sabrá que tengo evidencias para ser aracnofóbico, la cena con mi nueva conquista no se llevará a cabo y los trastos jamás se lavarán.

5 comentarios:

  1. ¡Perfecto! Felicitaciones. Me habría gustado escribirlo yo. Fabiola de verdad piensa como araña.

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  2. Muy bien escrito. Manejaste muy bien las dos voces. Se ve que es un cuento trabajado, no lo escribiste de una sentada, puedo apostar. De hecho suena a un cuento viejo que ha venido siendo pulido a través del tiempo. Ahora mi crítica.

    NOTA ACLARATORIA: NO ME LAS LLEVO DE ERUDITO NI ESCRITOR CONSUMADO, LA MAYORÍA DE VECES HABLO PURAS BABOSADAS. MIS SUGERENCIAS PUEDEN TOMARLAS O DEJARLAS Y NO HAGO NINGUNA CON ÁNIMO DE OFENDER. Dicho eso:

    “La cuestión es que había aceptado venir a mi apartamento de soltero, a mi guarida, ella solita y desarmada.” Creo que deberías de cambiar el tiempo del inicio, es decir “la cuestión era” porque luego seguís hablando en pasado en el párrafo.

    “si yo guardaba la esperanza de su completa rendición” Creo que el condicional no está bien usado, podrías aclarar mejor la historia usando “si es que pretendía…..” o que partieras esto en oración “Sí, yo guardaba….”. No sé si me explico.

    La parte de “y luego adentro del closet, o hasta en el techo” me hizo buscar la regla de uso de “adentro” y “dentro”. Creo que la conclusión es que la primera se usa con un verbo, cuando vas hacia la parte interior o bueno. La segunda se usa cuando las cosas ya se encuentran en el interior. Bueno, no creo que lo pueda explicar ten resumidamente, mejor te paso la referencia: http://www.elcastellano.org/adentro.html

    “En mi soledad y abandono, fabricaba hermosas historias de amor en las que nos enredábamos en la misma telaraña, en las que yo,” En un espacio tan reducido aparece 3 veces “en la” o “en las que”. Creo que le quita musicalidad a la oración y podría mejorarse con redacción.

    “o pude percatarme de lo que ocurría a mi espalda.” ¿Lo que le estaba ocurriendo a su espalda física (esa parte del cuerpo arriba del culo)? ¿o lo que estaba ocurriendo a sus espaldas (esa manía desgraciada de los asesinos)?

    Hay algo que me inquieta, es que a pesar de su fobia, el chavo toca la araña con la mano, y esto debería de ser más doloroso o difícil para él. Se le adivina bien huevudo, por lo que pienso que podrías mejorar un poco esta parte y denotar un mayor temor hacia ella justo acá, porque tanto es lo que piensa del veneno y eso pero cuando le toca hacerlo lo hace muy fácil.

    “fueron las delanteras: tres golpecitos y todo mi cuerpo yacía abandonado” creo que no deben de usarse acá los dos puntos. Además me deja confundido un poco lo de los tres golpecitos, ¿a qué golpes se refiere?

    Excelente final.

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  3. Muchas gracias Quique. Voy a hacerte caso, tus comentarios son enriquecedores. Y gracias por lo de creerlo un cuento trabajado, me halaga mucho la vanidad. Gracias. Y voy a tomar en cuenta todo lo gramatical, ya ves como somos...Gracias Juan por tu comentario, me da el empujón para seguir escribiendo. Ahora, los golpecitos fueron más bien como movimientos sin dominio, como cuando te estás quedando dormido que comenzás a "desconectarte". Trataré de ser más clara en los siguientes.

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  4. Me gustó mucho lo de las dos voces y los malos entendidos entre los dos. Lo que sí es que me confundió un poco el que al principio "ella" era la novia y de repente "ella" era la araña.
    Bonito estilo.

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  5. Muy bueno, me gustó. Perdón, no se qué más poner.

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