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El cuarto de los vegetales

El cuarto de los vegetales

Por Lucía Escobar

Son cinco como los dedos de una mano. Cinco camas, cinco cuerpos que hay que atender, cinco vegetales.

Mi rutina empieza con Cebolla. Viejo como el campo, seguramente indígena golpeado una vez y otra vez por la vida. Su cuerpo no me produce asco, me acostumbre a sus capas de cobre, como cebolla rojiza de fiambre. Lo limpio mecánicamente, de arriba abajo con esponja. Mis guantes resbalan por los pliegues de su piel, quitan la mugre, lo limpian. No me cuesta nada darle la vuelta, es frágil como ciruela vieja. Casi no huele, más que a suero contenido, y a veces a orines. Por alguna razón, durante el tiempo que lo atiendo, lloro, de mis ojos surgen cataratas de tristeza que mojan su cuerpo casi muerto. Nadie lo visita, nadie recuerda desde cuando se encuentra en esa cama. Seguro son más de diez años, que a mí me constan desde que trabajo aquí. Sola la piedad del personal del hospital, y la resistencia de las monjitas que patrocinan la sala, lo mantiene vivo. Si es que se le puede llamar vida a ese estado vegetativo, capaz de mantenerse al margen del sentido, y resistir años a base de suero y cuidados mínimos. No se si nombre, no me interesa saber nada más, no quiero vínculos emocionales, así que procuro hacer mi trabajo bien y no demorar en cuidados de más.

La zanahoria se encuentra en la segunda cama, es una mujer, joven, aún hermosa, dicen que se quedo en el parto, una mala anestesia. El niño sobrevivió y la madre se quedo en el limbo. Al principio la visitaban seguido, estaba en cuarto privado con enfermera, le leían cuentos, le ponían televisión. Pero al año sin avances, la dejaron de ver a diario, y las llamadas de semanales fueron pasando a mensuales. Ahora sólo mandaban un cheque que cubre los cuidados mínimos que yo doy a su cuerpo. Un baño de esponja cada tres días, y cambios de posición periódicos. De la alimentación y el monitoreo se encargan los del otro turno. Su cuerpo ha ido tomando el color naranja de las zanahorias, su pelo de rojo vivo se ha tornado triste como de sangre sin movimiento. Su olor que al principio era dulzón ahora me repugna, cómo a licuado pasado. Le puedo sentir los estados de ánimo por la manera en que le tiemblan los ojos cuando me acerco. Hoy se encuentra en su período, y las pupilas de sus ojos parecen querer salirse de su órbita, a pesar de los párpados cerrados. La cercanía con su cuerpo me produce una especie de morbosa repugnancia que me persigue por las noches cuando intento dormir, y al moverme a lado y lado de mi cama de pronto siento que me topo con ella.

El Ajo, como lo habrán imaginado es un chino, japonés o taiwanés, que mas da. Es menudo, y su piel es casi transparente, de mediana edad. Desde hace algunos años, apostamos el día de su muerte, cada vez, tenemos que hacer nuevas apuestas parece no querer irse. Su historia la encontré en un archivo de periódicos, que parece coleccionaba el enfermero anterior, dicen que se salvo de ser linchado en un pueblo del altiplano del país. Dijeron que había muerto para salvarle la vida, era misionero, venía a poner una escuela y lo confundieron con robaniños, la población lo vapuleó, le prendieron fuego vivo y dejaron que se consumiera casi por completo. Lo salvaron los bomberos que pasaban por ahí, y una curandera que subió y le hizo unas limpias milagrosas de emergencia. La embajada de su país paga los gastos, y espera que se recupere algún día para empezar el juicio contra los responsables. Nunca recuperó la consciencia después del linchamiento, al principio paso mucho tiempo conectado a aparatos, un día decidieron desconectarlo y dejar que muriera, pero se aferra a la vida como un condenado y soy yo, la persona que lo asea, y lo limpia para que no se llene de putrefacción en vida, ni se vuelva mas llaga de lo que ya es. A veces cuando lo estoy bañando, puedo sentir el olor a comida de su cuerpo, es intenso como el de la cafetería china que queda a la vuelta, desde que lo limpio no he podido volver a probar show mein. Me gusta limpiarlo, cortarle las uñas y pasarle la rasuradora, su piel es suave donde no es llaga y se deja lustrar con facilidad. Además cuando vienen los señores de su embajada, siempre dejan propina en dólares , felicitan al persona moviendo la cabeza de abajo a arriba y aparecen origamis por todas partes.

A frijol, casi no lo limpio, me da demasiado asco, su piel es demasiado oscura, demasiado lustrosa, su cama le queda demasiado grande, ha ido perdiendo peso de una manera desmesurada. Cuando vino parecía un guisante gigante pero cómo si fuera echo de gases ha ido desinflándose, ahora solo parecen un frijol viejo y arrugado a punto de desaparecer. Lleva 6 años sin abrir los ojos, 3 años sin recibir visita, 2 sin respirador artificial. Esta conectado a una sonda dónde las drogas le hacen olvidar el accidente donde perdió sus cuatro extremidades. Si un día vuelve a abrir los ojos, seguramente querrá cerrarlos de inmediato. ¿quién puede vivir así? Me sorprende su familia, humilde, lejana, que no pierde oportunidad de venir a visitarlo, aunque esto lo hagan cada dos o tres meses. Siempre pasan dos o tres días aquí, le traen música y se la ponen. El frijol no parece reaccionar bajo ningún estímulo. Hemos pensando con el enfermero del otro turno, ayudarlo a morir, nos da demasiado lástima su caso. Lo haremos pronto. Además eso nos libera de dos horas de trabajo.

En la última cama se encuentra tomate, es un niño de apenas 11 años, la mitad de su vida se la ha pasado en coma, dicen que su caso se encuentra en la comisión internacional de derechos humanos, en un juicio sin precedentes, su padre un diputado de la izquierda lo golpeo hasta dejarlo medio muerto, tenía cinco años. La madre lleva años, pidiendo la eutanasia para el niño. Dejó de crecer, pero se niega a morir. Una vez al año, parece recuperarse, abre los ojos, los mueve, intenta hablar con leves pero frenéticos movimientos hacerse entender. Vienen doctores, especialistas, la familia entera se acerca a verlo y luego de dos o tres días, se desmaya y todo vuelve a la normalidad, le gana la vida la inercia, de estar inerte. Le decimos tomate porque su piel se ha vuelto llena de llagas, hacia cualquier lado que lo volteemos tiene heridas. A veces explotan, supuran, de adentro le sale sangre, pus, dolor, podredumbre. ¿por qué no lo dejan morir? ¿Qué vida es esta?

Por eso no me gusta pensar, le doy demasiado vueltas, debo mecanizarme más, limpiar, voltear, limpiar, voltear, salir, olvidar.

7 comentarios:

  1. Muy bueno, la redacción impecable y la historia bastante triste, pero nada más cercano a la realidad... ja! Seguimos ficcionando. Son como cinco cuentos en uno. Nada más, creo, hay una pequeña contradicción en la narración, en la historia de frijol, al principio dices que lleva tres años sin visitas y luego especificas que su familia lo visita cada dos o tres meses...

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  2. Este cuento está tan chilero para leer, que si "martescuentosmarcianos" no lo dice, ni me fijo en ese detalle...Lo ví tan largo antes de leerlo que pensé que podría ser soso. Fue todo lo contrario. Genial, Lucía! El frijol fue mi favorito, pese a la contradicción de las visitas, por su carencia de miembros (me fascinan esos detalles grotescoides).

    Insisto en lo disfrutable de compartir, no sólo los textos en sí, sino las ocurrencias de cada quién en la forma de tratar y enfocar los temas. De momento, como "cuentos vegetales" tenemos raras plantas marcianas, frustraciones románticas vegetarianas, masturbaciones rabanescas y enfermeras de comatosos. Van bien las martesadas!

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  3. Gracias, mucha, me sorprende que sólo una contradicción tenga pues lo hice de una sola sentada con los niños saltandome en la cabeza. Y cuando me di cuenta ya había puesto que eran 5 y ya no sabía que mas decir, creo que tampoco los nombres de los vegetales están bien analizados. Con mas tiempo y dedicación, el cuento podría realmente mejorar mucho y cada verdura podría caracterizarse mejor, también me falto investigar más sobre el mundo de los "vegetales" pues yo me inventé casi todo pero con una googleada mas profunda seguramente lo podría hacer mas real.
    Gracias por leerlo muchá.. buena onda

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  5. Como dijo Juan, se veía largo pero la verdad es que se termina rápido, lástima. Me quedó la duda si en la frase en cebolla "Nadie lo visita, nadie recuerda desde cuando se encuentra en esa cama" ese cuando va con tilde o sin ella.
    Que procesos creativos tan interesantes

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  6. eres genial
    siempre luchas tú, gracias...

    el frijol me hace pensar a un amigo que vive en silla de ruedas, un día me contó de su acidente donde por drogado atropelló una vaca a toda velocidad, y me dijó que vió todo negro y después se despiertó paralizado en un hospital y su reacción fué: ¡alleluya estoy vivo!

    yo escribí mi testamento, por si a caso, que no quiero vivír una vida artificial dependiente de una maquina, que me dejen ír... pero pienso que no sea justo llamarla vegetal, ya que las plantas expresan una joya de vivir asombrosa, es toda una fiesta sensual de colores parfumes hormones belleza

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  7. Manuel: si supieras las luchas que tiene mi madre para que aprenda cuándo se tilda cuando... así que le pregunté y ésta es su respuesta:
    "Nadie lo visita nadie recuerda desde cuándo se encuentra en esa cama" es como si fuera una pregunta: ¡"cuándo se encontraba en esa cama?) Como ves allí hay duda, no hay afirmación. Pero si dijeras, "recuerdo cuando era niña que mis papás....ta ta ta ta" allí no existe ninguna duda, no lleva tilde.

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