variopinto

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La Casa

La casa

Por Quique Martínez Lee

Mama Elsa cerró la crujientemente oxidada puerta de metal tras de sí e instantáneamente sintió un cosquilleo en el corazón que le salía desde el brazo izquierdo hasta los helechos que colgaban de las alcantarillas de barro que recorrían circundantemente el corredor y dirigiendo los dedos temblorosos de la lluvia del día anterior hacia el jardín. Si bien su malestar no era netamente espiritual, ya que el silencio nunca ha sido catalogado como un sentimiento, tampoco era un fenómeno físico sino la ausencia de éste. El vacío no era resultado de ninguna reciente partida, ya que la última vez que despidió a alguien a través de la cortina del humo lechoso de la camioneta de las once había sido cuando su hija y nieto partieron, dos meses atrás, a la capital. Tampoco era la falta de pan de yemas en la Panadería El Gato Pinto, ni el hecho que durante la cena se privaría de remojar una rodaja en crema fresca con un poquito de sal. O mucho menos la pérdida de un ser cercano ya que de Don Felipe, su pretendiente de la infancia, seguramente ya se había convertido en una calavera con canas negras, enterrado junto a su esposa. Era más bien una ausencia inexplicablemente visceral. Un escalofrío causado por el hecho de que la luz es más rápida que el abandono del sonido.

Consumando su temor recorrió con sus oídos las rendijas más recónditas del olvido, pero incluso ella había dejado un día de empacar en polvo los souvenirs de una vida o de pegar con esquineras y saliva las fotografías de varios muertos. Ni siquiera los frascos reciclados de mayonesa y salsas importadas de tomate que ahora guardaban especias y hierbas secas, reproducían boleros robados de radiolas falsas bajo sábanas con botones de mazorcas secas. Los loros ya no pedían agua con gritos chillones ni comían masa de palitos ensartados en barrotes de lata, sino sólo la contemplaban con asco a través de espirales amarillas. La casa se había quedado muda.

Mama Elsa no quiso entrar.

4 comentarios:

  1. Me gustó mucho, con tan poco tanto queda sugerido.

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  2. Soberbio. Admiro mucho tu forma tan particular de evocar cotidianidades y subrayarlas con las palabras ideales, para resaltar sentimientos ajenos que se reflejan en los de uno mismo...yo, como Mama Elsa, tampoco quisiera entrar.

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  3. Muchas gracias por sus comentarios positivos. Espero los negativos también, por favor, para mejorarme.

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