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LA REBELIÓN DE LAS LETRAS

La rebelión de las letras
Fabiola Arrivillaga Hurtado
 *Cuento de tema libre
Esta es la historia de un cuento que se negaba a ser escrito, leído o contado.  Un cuento rebelde, de los que nos gustan a nosotros los desterrados de la libertad.  Y es la historia de la mano que, impaciente y atormentada, luchaba por atrapar cada letra, cada sonido, cada imagen que en la cabeza del escritor se plantaba, sin conseguirlo.
En cuanto se aferraba a la pluma y se colocaba rozando delicadamente el blanco papel de la libreta, algo tan mágico como terrible comenzaba a ocurrir.  La frase obligada era “Había una vez …” y la mano se esforzaba por plasmar aquella primera H que, escurridiza, se escapaba hasta la esquina inferior izquierda de la hoja, resbalaba y se colaba por las grietas de la madera hasta perderse en ella.
El escritor, haciendo gala de un ingenio poco común, intentó, doblar los cuatro márgenes para formar una especie de artesa que no permitiera la fuga de vocales y consonantes; pero aquellas resultaron mucho más hábiles y descubrieron que podían ayudarse, empujarse y evadirse si trabajaban en equipo.  Probó, entonces, colocar un pliego de cuero bajo la hoja, en el afán de que las insurrectas se resbalaran a fin de atraparlas entre las manos, pero en su desconocimiento científico ignoraba  la adhesión que existía entre la tinta que usaba y aquella cubierta, misma que intervino a fin de que las letras lograran su anhelo libertario.
En una serie de frenéticos intentos, colocó coladores, cinta adhesiva, bolsas de basura y pegamento, cambió de pluma y de tinta, lloró, insultó, suplicó de rodillas pero todo fue en vano. Vencido, echó hacia atrás su pesado cuerpo y vio aquella tabla y su intrincado sistema de grietas.  ¡Allí estaba su trabajo!¡Allí estaba ese desconsiderado cuento fantástico cuyo contenido casi había olvidado, no pudiendo pasar de la primera letra!
Fue entonces cuando lo supo.  Sin mediar palabra y muy, muy despacio, trazó la H, la a, la b y así sucesivamente.  Así, letra a letra y tras varios días de trabajo, el cuento completo se había escondido en la vieja mesa de pino del escritorio.  Colocó el punto final, tomó papel y pluma, inhaló con fuerza y sacudió iracundo aquel mueble, somatándolo repetidamente contra el piso del estudio.  Y allí, medio dormidas, fueron apareciendo las letras y signos perdidos, demasiado lerdos como para reaccionar y escaparse de nuevo.  Veloz, tomó un plumero y con inusitada agilidad, empujó su cuento hacia el pequeño recogedor y luego hacia una bolsa, que cerró con un fuerte nudo.
Ahora, cada día, observa la conspiración de las letras, sus movimientos y sus intentos de escape, con el afán de capturar el instante mismo en el que vuelvan a quedarse dormidas, para armar las piezas y contar la historia.

2 comentarios:

  1. Leerla es un verdadero placer. Es como comerse un chocolate delicioso, despacito, uno no quiere que se acabe de lo bueno que está. Gracias! (OLGA)

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  2. Un cuento muy creativo, me entretuve maravillada en las artimañas de las letras para escapar. ¡Qué buena imaginación! Lo que me dejó sorprendida es que al final lograron atrapar a las grafías, pero yo confío en su agilidad para que se escapen de nuevo jejejejeje

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