variopinto

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Música de elevador

Música de elevador
(Por Olga Contreras)

A los seis años ya me consideraban una virtuosa. Nunca me gustó esa palabra …virtuosa…no era una palabra agradable a mis oídos, siempre la asocié con ser una persona anormal, no sé porqué, cosas mías lo más seguro. El talento me fluía de forma natural como la imaginación y curiosidad en un niño; sin querer, sin forzar nada, se me daba así, sin más. Cuando tocaba en público la gente reaccionaba y se emocionaba de forma inusual. Al interpretar, me divertía ver con el rabo del ojo al público. Unos hacían gestos que con la edad fui interpretando como orgásmicos, otros ponían los ojos en blanco y nunca faltaban los que no podían callar un gemido convulsionante. El alboroto, la controversia y las opiniones encontradas que se armaban antes, durante y después de cada concierto agotaban la tinta de los diarios, secaban la boca de los reporteros y dejaban sin oraciones a las iglesias. Pero el resultado siempre era el mismo: fechas vendidas en minutos –sin importar los precios ridículos- con tal de verme y comprobar en carne propia el efecto cósmico y extático de mis manos sobre el instrumento; y al final, gente de todos los sabores, colores y edades terminaban aclamando mi nombre en un frenesí post coital.

Se ofrecía cualquier cosa por una entrevista conmigo, por querer adentrarse en mi mundo y extraer los secretos de mi música. “Curativa, espiritual, relajante y vigorizante a la vez, un festival de sensaciones in crescendo con final feliz garantizado” decían algunos expertos. Otros me comparaban con el demonio encarnado, con la culebra que sedujo a la misma Eva y hasta con un acto hipnótico de feromonas liberadas adrede para crear histeria colectiva. Mi timidez, que rayaba en enfermedad, me impedía conocer personas, hacer amigos, mucho menos dar entrevistas. ¿Qué esperaban que explicara? Yo misma no entendía el efecto extraño de las notas tocadas sin emoción alguna de mi parte. Yo –cual robot- me limitaba a repetir de memoria las melodías tratando de no cometer errores interpretativos. Y así pasaron los años, los conciertos, los orgasmos colectivos y yo sin poder experimentar lo que le regalaba al público. Hasta el día que llegó él.

Llegó autorizado por mi promotor para estudiar mis movimientos, mis rutinas, mis interpretaciones, para estudiarme a mí, pues. No me hablaba, sólo observaba. Observaba y me estudiaba. Me estudiaba y me comprendía. Me comprendía y me aceptaba. Me aceptaba y me amaba. Todo ese proceso sin cruzar más que un saludo eventual. Noté que las notas, los arpegios y melismas no tenían efecto en él, o al menos lo ocultaba bien. No se derretía como babosa con sal al oírme tocar. Eso me intrigaba. Me intrigaba y me obsesionaba. Me obsesionaba y me encantaba. Me encantaba y me enamoraba.

Al final de un concierto particularmente agitado, sucedió. Entró en mi camerino, me vio a los ojos y de la forma más natural tomó mi cara en sus manos, me besó, me acarició suavemente, como un experto supo leer e interpretar magistralmente cada nota en mi cuerpo y logró con sus dedos que yo alcanzara cada acorde del deseo y finalmente pude comprender el don de mí música en mi propia piel, en la suya. La armonía, la cadencia y el compás de los momentos vividos me marcaron, me cambiaron y me alteraron de tal forma que nunca más pude darle al público la pasión ni el frenesí acostumbrado. Me volví egoísta, acaparadora, no quise ni pensar en gastar una quinta de mi calor, de mi delirio en nadie más y desde ese día sólo yo y mi pareja de turno nos beneficiaríamos de mi don, de mi virtuosismo. Ahora la música que logro interpretar –y lo hago sólo para pagar las cuentas- es meramente incidental, de fondo, música de elevador.

8 comentarios:

  1. uuufff, tan erótico como un bostezo, demasiados adjetivos, demasiadas palabras, no lo compro para nada.

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  2. ¡Menos mal que no está en venta! Gracias por tu comentario.

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  3. Olga, me gusta la idea, pero no logras transmitir erotismo, tal vez hay que revisarlo bien.

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  4. Gracias Patricia, me alegra que te gustara la idea y claro que no transmite erotismo...el cuento es musical, no erótico.

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  5. entonces no lo entendí de ninguna manera,para mi la idea es que ella toca con mucho erotismo y puede "emocionar" a la gente que la escucha, hasta que encuentra a alguien que la toca a ella. o sea, es erótico, entendiendo que erotismo no es pornografía, sino la sexualidad inherente a cada uno y que se expresa en emociones y sensaciones corporales.

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  6. Olga, me parece que le dio demasiado tiempo/espacio al inicio, al describir lo "Virtuosa" que es, tanto que cuando llega el momento del suceso principal y lo describe en un pequeño párrafo (aunque personalmente me gustó la forma en la que lo hizo), este se queda corto y debilita el cuento. Fue como una avispa, le faltó cintura. :).
    Coincido con Patty, parecía tener un tinte erótico, la música tiene eso, un nexo cercano con el erotismo y fácilmente se mezclan. Si no era su intensión aprovechar eso creo habría que buscar adjetivos distintos.

    Agrego a mi diccionario un adjetivo que jamás había leído o que por lo menos no recuerdo: extático (Que está en éxtasis, o lo tiene con frecuencia o habitualmente.).

    Saludos!

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  7. Gracias Manu, de tantas ideas que tuve me "tupí"...

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  8. A mí me gustó. Lo que no me gustó fue el título, porque no contiene toda la primera parte, sino solo el final.
    Me parece que tus personajes, poco a poco, se van liberando. Aunque casi siempre al final los haces volver al redil.
    Creo que es un desarrollo que llevamos todos, que nos vamos liberando a través de los personajes.

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