variopinto

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Un momento en el paraíso

Un momento en el paraíso
(Por Manuel Solórzano)


Javier despertó cuando la enfermera entró a dejarle la última dosis recetada por el doctor. Ella, con un suave gesto le acarició el brazo y cerró un poco más las cortinas para que siguiera descansando.

- Regreso en una hora – Le susurra. Javier le responde con una sonrisa mientras vuelve a cerrar los ojos y seguir durmiendo.

Afuera, Romelia saluda al agente de seguridad que vela porque el ingreso de las visitas sea en orden y no entren niños menores de cinco años por su propia seguridad. Javiercito, que acaba de cumplir tres, ya conoce la regla y se despide de su mamá. Corre sin dudarlo al área de niños donde tres enfermeras cuidan de los infantes dándoles juguetes y armando rondas.

Mientras Romelia y Claudia, su cuñada, un poco cansada luego del viaje de dos horas por la autopista de seis carriles desde Quetzaltenango, subían al séptimo piso, recordában cómo había sucedido todo.

El accidente, dos semanas atrás, se había producido cuando Javier regresaba de entregar el pago de sus impuestos. Faltaba un mes para el vencimiento del plazo pero, como de costumbre, los pagos se hacen con suficiente tiempo para ayudar a que las personas que tuvieron algún problema y que tuvieron que dejar para los últimos días puedan hacerlo rápidamente.

Mientras Javier caminaba a la estación del transporte público ubicado a dos cuadras de la ventanilla de recepción, volteo a saludar al policía de seguridad pública quien, armado únicamente con un radio y un gorgorito le devolvió el saludo. Fue en ese momento que perdió el equilibrio y tropezó, dio dos grandes pasos tratando de retomar el control pero fue en vano, dio con su cabeza un gran golpe en el buzón de una casa que le hizo perder el sentido y con todo su peso cayó en el filo de la banqueta.

El policía que vio todo, llamó por radio y en dos minutos estaba una unidad de los bomberos estabilizándolo con los mejores equipos médicos y logrando contener la hemorragia en su camino al hospital general.

A su ingreso por el área de emergencias ya estaba identificado, Javier Estuardo Chacón Pérez, 46 años, casado, ingeniero, dos hijos. Desde hace años utilizaban un gran invento que identificaba a cada persona sin necesidad de documentos, el “Lector de huella dactilar”, exacto e infalsificable. Con ello habían eliminado el último documento de identificación que tantos millones y fraudes les había costado años atrás.

La que más sufrió había sido que Ana María, su hija de 17 años, había tenido que esperar tres horas en la escuela pública para que Romelia la fuera a traer. No se iba en el bus como sus amigas porque desde hace dos meses estaba estudiando un curso extra para aplicar a una beca de estudios en Alemania que el gobierno otorga a los jóvenes que muestran mayor capacidad y que incluye, al regresar, un puesto en una de las empresas estatales llamadas “Cluster de Desarrollo” y que consisten en grandes centros de trabajo tipo “maquila”, algunos de de tecnología, otros de alimentos, comunicaciones, ropa, industria automotriz, etc, en donde se produce de todo para muchos países del mundo. Se había inaugurado hace diez años y había tenido un costo de 25 mil millones, casi la mitad del presupuesto total pero con ello habían eliminado el problema de la pobreza, la inseguridad, la desnutrición, el analfabetismo y muchos otros que juntos les costaban al gobierno más de esa cantidad. Esas empresas ya necesitan cinco millones de plazas de empleo.

Cuando llegaron al cuarto, Javier estaba despertándose. Romelia le saludó con un beso y le entregó el diario.

- ¿Qué?, buenas o malas noticias – Preguntó Javier.
- Buenas.

La portada del diario titulaba: “Gobierno propone una nueva reducción de impuestos”.

3 comentarios:

  1. ¡¡Utopía!! Mirá, Manuel, encontré algún problema en el párrafo donde aparecen Romelia y Claudia, porque no dice qué estaban haciendo...Me gustó, sin embargo, aunque no demasiado. Talvez fue el dolor del presente inexistente y el futuro tétrico, ¿verdad? (No se si paraizo lo escribiste con z a propósito...)

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  2. Yo creo que la magia la hizo la inyección que le pusieron ¿o no? No es de mis favoritos Manel. Hay un par de teclazos y tildes diacríticas (ahora ya sé qué son). Pero como utopía, fantástica.

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  3. Salvo un par de errores, me pareció una muy buena redacción, quizá la más pulida que te he leído. Lo único es que no me pareció que la narración captara mi atención y ese quizá sea algo meramente personal y no un error tuyo, pero sentí inconexos el principio con el final e incluso con el cuerpo...incluso el momento dramático, el golpe, no lo sentí con el "bang!" que necesitaría para interesarme por el protagonista, preocuparme por él, querer sabe qué le va a pasar...

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