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¿Y las mariposas?

¿Y las mariposas?
(Por: Fabiola Arrivillaga)

La historia es muy larga, casi tan larga como el cabello de Juanita cuando se lo cepilla mamá antes de dormir, pero tan bonita como su cara morena y tan alegre como el par de ojitos negros que la adornan.

Mamá, contame, ¿y las mariposas?

El cepillo va y viene por la negra cabellera, deteniéndose solo cuando agún nudo malcriado se atraviesa en el camino, y arrancando furioso un par, o más, de hebras y otro de lágrimas.

Las lágrimas, m'hija, son como semillitas...

Decía la abuelita Candelaria, cuando mamá era chiquita, que el llanto de las niñas bonitas tiene poderes mágicos, por eso no hay que secarlas, sino dejarlas caer. Cada lágrima que llega al suelo se escurre por entre las grietas, las raíces y las piedras, hasta encontrar un lugar calientito en donde arroparse, todas juntitas, para germinar. Ocurre que las lágrimas se vuelven invisibles y entonces nadie se da cuenta de que están, hasta que llegan las lluvias, no las primeras, sino las segundas, las de junio. Poco a poco, comienzan a brotar luego de haber esperado muchos meses, no flores, ni zacates, sino brillantes luciérnagasque vuelan derechito hacia arriba.

Como estrellas, mamá...

Suben, a veces durante varios días, y no se detienen ni para comer. El descanso les llega únicamente cuando han alcanzado los sitios más oscuros de la noche, y los han llenado de brillo.

Y así podemos verlas para siempre, formando grupos y figuras curiosas, algunas más cerca, otras lejanas.

Pero, ¿y las mariposas?

Mamá se detiene un momento para buscar una correa con que atar la larga trenza, casi terminada. Juanita, curiosa, estira el cuello por la ventana y sonríe, inquieta por el cuento que no llega, y que mamá cocina en su mente, con la sabiduría que poseen los que están más cerca de la tierra y el campo. Mamá aprovecha para mover los frijoles en la olla de barro, al otro extremo del salón en el que todo acontece. Y vuelve a la historia.

Esta vez le llega el recuerdo de la abuelita Lencha, la risueña y aventurera, la que decía que las mariposas solo podían nacer en octubre.

Igual que tú, mi vida, igual que tú.

La abuelita Lencha contaba que algunas lágrimas no germinan en junio, sino que se quedan en la tierra aguardando su tiempo. Por allí por septiembre, cuando las lluvias son más fuertes, el agua se mezcla con el llanto y el efecto es maravilloso. Comienzan a brotar, por aquí y por allá, hasta llenar los campos, florecitas de todos los colores y tamaños, florecitas con miel dulcísima y aromas exquisitos. Y para finales de octubre, cuando llega el día de Todos los Santos, el viento las arranca de sus tallos y las pone a volar,por todo el cielo, girando, subiendo, bajando y bailando, hasta que los pétalos se transforman en alas multicolores, y los centros en coquetos y refinados cuerpecitos.

¿Y qué se hacen las mariposas, mamá, después del vuelo?

Las mariposas también vuelan hacia el cielo de la noche oscura, pero son tan hermosas que las luciérnagas, al verlas, vuelan a su encuentro, convirtiéndose todas en una sinfonía inexplicable, que no solamente es belleza, aroma, color o sonido, sino sensación de bondad. Y es tan grande ese encuentro que ambas, luces y colores, se convierten en sentimientos, que vuelven a la tierra a buscar almas sedientas de bien. Allí anidan, allí germinan y de allí brota su principal fruto, el amor del corazón. Y el llanto que nazca de ese amor, reanudará el ciclo.

Que no te de vergüenza llorar m'hijita, ni reír ni soñar, es tu naturaleza.

Por eso es que la mujer guatemalteca luce siempre tan feliz. La sonrisa es un hechizo, un don de nacimiento que nadie ni nada podrá romper.

2 comentarios:

  1. Increíble ternura y amor impresos en un cuento, que sólo puede venir de la dicha de tener una hija. Me estrujó los sentimientos. Entre vos y Quique me movieron el piso. Si habían errores, ni los ví. Te felicito.

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  2. Concuerdo con ... creo que era con Juan o con Quique, en fin, concuerdo en que está bonito solo que la frase final sobra. Pero si no, muy poético.

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