variopinto

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¿Dónde quedó?

¿Dónde quedó?
(Por Fabiola Arrivillaga)

El viejo tomó mi rostro son sus enormes, blancas y ásperas manos cargadas de ternura. Pero si todavía sos tú, me dijo. Todavía sos tú. Esas tres palabras retumbaron en mi cráneo durante horas, durante días talvez. Un nudo en la garganta me impidió siquiera tomarme un vaso de agua con él. A duras penas podía yo levantar la mirada. Tantos años. Demasiados.

Horas más tarde, frente al espejo, intenté escudriñar entre canas y arrugas, buscando lo que él había encontrado. Cada pliegue desdoblado tenía el poder de arrojar memorias llenas de dolor, el proceso de la pérdida a la que no me resignaba. Primero fue aquella mañana de espanto, cuando la bomba en el Parque Central, cuando perdí la fe en las personas. Luego vino, como un diluvio, el recuerdo del cura abusivo y del día que creí haber olvidado, cuando perdí la fe en Dios. Por último, un taladro perforó mis sienes con la memoria de mi propia infidelidad, entonces perdí la fe en mí. Y mientras me concentraba en tanta pérdida pequeña, dejé la juventud a un lado, destapada, evaporándose como acetona. Eso creía yo.

Hasta entonces, cuando él, su amistad sin condiciones, sus distancias sin lejanías, su ausencia siempre presente, me descubrió en mis propios ojos.

2 comentarios:

  1. La descripción del espejo es todo el cuento. Te felicito, está perfecto.

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  2. Me dio como cosa darme cuenta lo mucho que me falta para poder describir sentimientos. En mi cuento, sin quererlo, escribí algo como esto pero no me da pena decir que no me sale tan bien como a ti. Me encantó tu cuento.

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