variopinto

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Solitaria Soledad

SOLITARIA SOLEDAD
(Por Olga Contreras)

Dicen que la vida misma nació allí…pero él no lo veía. A su alrededor sólo podía ver soledad, pobreza, necesidad, llanto, olvido. Por lo menos la naturaleza de su trabajo le ayudaba a ayudar, a conocer esa cultura tan diferente, tan lejana a él. Lo malo del tiempo allá es que las horas parecían días y los días meses y esa soledad se iba apoderando de él, consumiendo su espíritu y a veces hasta su esperanza.

A 13370 km de allí estaba ella, metida en la ciudad, rodeada de personas todo el día, pero la soledad era la misma. Siempre había sido bastante solitaria de todos modos, entendiendo la diferencia entre ser solitaria y estar sola. Pero ahora se sentía sola –con todo y familia y amigos- y eso le afectaba. La forma en que cualquiera se siente en un día nublado, frío y lluvioso…así se sentía ella, con la diferencia que era verano.

No me recuerdo ni cómo nos volvimos a encontrar y a reconocer y a conocer, a hablar por medio de la fría pantalla, que aguantaba historias, detalles, chistes, recuerdos, sueños, aciertos, inciertos. La soledad que sentíamos había dormido nuestros sentidos, pero despertaba el deseo y el anhelo; nos unía a pesar de ser dos personas tan distintas que sólo teníamos en común unos cuantos años de amistad, cuyos detalles estaban ya enmohecidos por el paso del tiempo. Pero algo que sí recordaba eran sus serenos ojos azules y la sonrisa que hablaba por él. Así que día a día, se formó una amistad basada en aquello que nos unía y nos separaba, basada en invisibles lazos wi-fi que nos fundía en un largo cálido abrazo que calmaba el destierro involuntario y refrescaba la mente, endulzaba nuestro interior.

Y así pasó que ella tuvo que hacer un viaje de trabajo a 9141 kilómetros de casa. Recorrí los 4092 kilómetros restantes para verla y poder quitar finalmente de en medio esta pantalla y darle el beso prometido. No voy a mentir, estaba nervioso, ella sólo se acordaba de mis ojos azules y mi sonrisa y de una que otra cosa sin importancia. Francamente no me conocía mucho, casi siempre era ella la que contaba cosas y detalles. Yo soy más de escuchar, fueron pocas las cosas que le conté de mi vida. La conocía sin haber estado con ella frente a frente. Tenemos que estar con los pies sobre la tierra - era lo que le repetía siempre. Lo que yo menos necesito es una mujer sofocante, o que se obsesione conmigo, menos un compromiso. Esto es lo que es, nada más, nada menos. Claro que me ilusiona poder salir de mi aislamiento, pero no sé qué es lo que voy a encontrarme.

La cita estaba programada para las 5 de la tarde y no había planes, sólo verse y dejarse llevar por la ciudad y las circunstancias. La chispa se encendió de inmediato. Ella hablaba, él contestaba, ella coqueteaba, él aceptaba los coqueteos, luego de varias anécdotas contadas entre vino y risas, finalmente los dos dejaron los temores a un lado de la ropa. Nunca se habían tocado, pero de algún modo su piel, sus gustos, su pasión les resultó conocida. Ella finalmente pudo hacer realidad su deseo de verse reflejada en sus ojos azules, de sentir su fuerza, de besar interminablemente su cuello, de sentirse ahogada por su abrazo. Él no es de mucho hablar, pero dejó que sus palabras fueran sus caricias -a veces suaves y por momentos hasta rudas e inclementes- pero logró expresar lo que calló toda la vida. Si alguien hubiera podido ver la escena, habría visto el momento exacto en que dos pares de pies dejaban de estar sobre la tierra. Celosa y cuidadosamente grabaron los dos un detallado recuerdo de cada momento para poder hacer la soledad soportable una vez que cada quien regresara a su lugar.

Tras el Velo

Tras el velo
(Por Fabiola Arrivillaga)


Inocencia le puso el padre cuando la bautizó, ¡y qué bien le quedaba el nombre! Era buena, buena como la Madre Tierra. No veía mal en ser alguno. Por eso caía en todas las bromas y le tocaba pedir todos los permisos, por eso se quedaba solita después de alguna travesura y le caía a ella sola el castigo. Por eso la querían todos en el horfanato. No, no era por eso. Inocencia era la muchachita más linda que esta tierra morena pudo dar. Era un conjunto perfecto: su cabellera negra, lisa y brillante; su rostro redondo, lienzo de una verdadera obra de arte; y su figura, dotada de una graciosa y discreta voluptuosidad, pero también de una elegancia poco frecuente de hallar. A sus once años no veía el mal en ser alguno. Por eso la querían todos, la deseaban todos. Desde el seminarista que había llegado de voluntario para encargarse del coro, hasta el panadero que llevaba el pan por las mañanas, hasta el padre – el mismo que la bautizó hacía algunos años y que sostenía que su afición por la niña era simple aprecio paternal, cristiana caridad y lástima. Y las monjas callaban y guardaban los secretos, porque los ojos de Inocencia, tan bellos y brillantes, carecían de luz. Era ciega; eso hacía creer a las monjas que el único peligro que enfrentaba era el de las malas miradas, de las que no se daba cuenta. Hasta el día en que fue llamada a la sacristía y se rasgó el velo. Ese día el padre, advertido por el seminarista de los dotes musicales de la niña y por sus propios ojos del evidente desarrollo de aquel joven cuerpo, la requirió para evaluar sus avances en el órgano. Inocencia, emocionada y agradecida, acudió tan rápido como su memoria la ayudó a llegar. Él le pidió que tocara, ella tocó. Él le daba instrucciones, ella las siguió con acierto. Él le mostró lo bien que él podía tocar. Él le pidió silencio, ella calló. Extrañada, aunque sin el menor rastro de turbación, abandonó la sacristía y ante las tenaces e inquisidoras preguntas de las monjas, su respuesta fue “toqué”. Inocencia no veía mal en ser alguno. Inocencia siguió tocando. Inocencia se volvió experta. Y, por siempre, Inocencia calló.

Inocentes

Inocentes
(Por Tania Hernández)

- ¿Inocente? - le preguntó el tipo, levantando el mentón para enfatizar el sentido interrogativo del cuestionamiento, así como la dirección en que se encontraba el destinatario de la pregunta. Benito hizo una lista rápida de las razones por las que alguien podía considerarlo culpable. Pero ante la certeza de encontrarse frente a un sicario, pensó que solo había una respuesta posible: - sssí - la voz le temblaba.

Sonaron tres disparos. Benito caía frente a un puesto de verduras, ante la mirada de susto de las otras personas que estaban en el mercado. Cada una de ellas buscaba alguna razón que, bajo su punto de vista, le pareciera plausible; un motivo que justificara, de alguna forma, aquél acto salvaje que no le era del todo desconocido. - Un asunto de cuernos - pensó uno, - no pagó una extorsión - pensó el otro.

- Inocente García Ramos, este mercado lo ha encontrado culpable de extorsión con agravantes - dijo el sicario en voz alta, dirigiéndose únicamente al occiso y haciendo alarde de los conocimientos de derecho penal que había adquirido en la lectura de su propia sentencia por robo, meses atrás.

El tipo del revolver salió de un mercado en absoluto silencio. Todos, menos él, sabían que ése, que yacía con un tiro en la frente y dos en el pecho, no era el verdadero Inocente, o, mejor dicho, era, entre todos los presentes, el único inocente.

Conejitos Blancos


Conejitos blancos
uno no va a ponerse a explicarle a la gente que de cuando en cuando vomita un conejito...
(Carta a una Señorita en Paris", Julio Cortazar).

Por Patricia Cortez




vi el conejito. Mayling se sentó en la acera y volvió a repetirme: vi el conejito.
Yo nunca le presto atención, Mayling tiene los ojos pequeños y como cerraditos y yo siempre pienso que no puede ver, tal vez imagina que mira.
Me seguía chupando el dulcito que Matilde me dio cuando salió a la calle, Matilde se queda conmigo en las tardes, mientras mi mami trabaja, me deja sentada aquí con Mayling, yo la veo en la esquina platicando con Mario mientras Mayling y yo comemos dulcitos y jugamos con tierra en la acera.
Entonces, cuando ellos terminan de platicar, Matilde viene y me jala de la acera y Mayling se queda diciendo adiós con la manita. May Ling vive a la par de mi casa y a veces, su mamá le dice que se quede con nosotros.
Vimos los conejitos el martes, estaban en el patio de atrás de Don Javier, eran blanco y bonito, pero luego lo vino a traer un hombre y ya no pudimos verlo por los agujeros de la puerta de madera.
Mayling es un poco tonta, se rie de nada y le gustan los conejitos, a mi también me gustan, pero no mucho, se mueven y no se dejan tocar.
Los conejitos blancos dejaron de aparecer la tarde cuando Matilde estaba abrazada y desnuda con Mario, Mayling y yo los vimos a ellos por la ventana, nos dejaron solas en el patio, atrás de la casa, había una pared y no podíamos ver más conejitos.
MayLing me dijo que nos subiéramos a un árbol para ver, allí estarían los conejitos blancos, yo fuí primero y llegué hasta arriba de la pared, desde allí se miraban todos dando saltitos, eran muchos, unos pequeñitos como bolitas y otros más grandes.
Mayling me jaló el vestido para que la dejara ver también, me bajé y ella subió con cuidado.
No sé si vio algo, con esos ojitos alargaditos.
De repente gritó, muy fuerte, y luego se resbaló y se cayó en el cemento.
Matilde salió corriendo y sólo tenía puesto el calzón, se agarraba las chiches y atrás de ella Mario venía subiéndose el pantalón, los dos agarraron a May ling, y Matilde gritaba "chinita tonta, te vas a matar".
yo me mataba de la risa, y Matilde dijo que la MayLing sólo tenía un enorme chinchón en la cabeza.
Entonces entró mi mamá y le gritó a Matilde que se fuera, y agarró la escoba y golpeó a Mario varias veces.
Desde ese día ya no vino la chinita, ni Matilde y yo no he vuelto a ver otro conejito blanco.

Mayo de 1984

A Dina Mayarí de Lión

Mayo de 1984

(por Tania Hernández)

De nada sirvió la sonrisa que su hija le dio y que llevaba siempre en su billetera como amuleto. De nada sirvieron los ruegos, las promesas que ella le hizo a todos los santos, las vírgenes y demás dioses y diosas de cielo y tierra para que le guardaran. El país estaba cubierto, aislado, por una nube de odio. Eran días grises, eran años grises. Vukub-Cakix había recuperado el señorío del cielo.

Contra toda ley divina, gente maligna le dio fin a su permanencia sobre la tierra. La tierra tembló cuando la nada tragaba al poeta, en el preciso momento en que intentaban desaparecer su nombre, haciendo desaparecer su cuerpo. Vukub-Camé y Hun-Camé se vanagloriaban. El tiempo había principiado en Xibalbá. Guatemala era el inframundo.

Agatha

AGATHA
( A TODOS AQUELLOS QUE MURIERON POR ESA TRAGEDIA)

Por Gerardo Galvez

Todos los señalaban cuando pasaba por la calle del Chalí.
-Alli vá Mateo, el que se salvo de las aguas del Río San Francisco- susurraban todos los pobladores.
Y como un milagro viviente o un fantasma reencarnado , le abrían paso por su camino.
Apolonia , “La Pola” su madre , al escuchar el estruendo del río furioso que se dirigía a su casa, tomó al bebé de seis meses, y en la penumbra de la madrugada lo sacó de la covacha en que vivían: Era demasiado tarde cuando las aguas del Rio San Francisco tomó paredes, techos, puertas, fotografías , historias y ropa y se lo llevo todo hacia el Lago .
Como un epilogo de la tragedia, el lodo venía atrás sepultándolo todo…
La Pola tomó a Mateo con sus brazos y lo alzó hacia la superficie para que no se ahogara. Lo ultimo que vieron los ojos de La Pola fue a su bebe a salvo, cubierto de lodo y agua, pero vivo…
Los grupos de rescate encontraron horas mas tarde a Mateo vivo y a la Pola abajo sepultada entre escombros cumpliendo a total cabalidad su instinto de madre.
Mateo se volvió con el tiempo aquel huérfano que el pueblo adoptó como su propio hijo. Le pagaron su primaria, sus tortillas, le hicieron su primera comunión, le contaron historias sobre su madre “ La Pola “ y exaltaban el heroísmo de su acto.
El alcalde del pueblo nombró a la plaza con el nombre de “La Pola Choc” madre celebrada cada diez de mayo y cada mes de junio que se recordaba la tragedia.
Del padre de Mateo poco se supo: tomo un bus al norte…por allá por Texas donde se necesitaban albañiles a precio bajo y no se supo mas de él.
Mateo no sabia a quien agradecer: Mensualmente acudía al mausoleo de su madre adornado con coronas plásticas , y una placa de bronce develada por el propio Presidente de la República.
Sentado allí, Mateo trataba de recordar a su madre, se esforzaba a recordar su voz, sus cantos, sus chiches donde se alimentaba y nada acudia a su mente …
Con una total amnesia de pasado , Mateo deambulaba por el pueblo sin oficio ni beneficio. La gente del pueblo no permitía que trabajara, y no le faltaba vestido, comida , o dinero: todo lo proveían como tratando de acallar el remordimiento colectivo de no hacer nada durante la tragedia.
Una mañana, en la Playa del Cementerio, visitando a la yacente Pola, a Mateo tuvo una revelación: Tomó su bicicleta y se dirigió a la catarata , era invierno de junio y llovía torrencialmente: Al llegar allí se desvistió, tomó un respiro fuerte y se lanzó al vacío…
En la angustia de la caída, en la certidumbre de estar cara a cara con la muerte, en la adrenalina del peligro, en la impotencia de la tragedia, Mateo recordó el rostro de su madre: Sus ojos angustiados , el aliento desesperado por salvarlo, el esfuerzo sobrehumano de sacarlo del fango y ponerlo a salvo, recordó su voz:
-M’hijo aguantá, aguantá que de esta salís, no te movás, alguien va a venir por ti- recordó como las trenzas de la Pola se hundían en el lodo, y el frío tacto de las manos de su madre , inertes al fin al momento de su muerte.
Mateo había recordado a su madre: La revisitó completamente…
AL otro día llego el Ministerio Público, el Alcalde, el Cura, el Juez de Paz y la cofradía al lugar donde el cuerpo maltrecho de Mateo se encontraba: Encontraron en su rostro la sonrisa del encuentro…
Mateo yace en la Playa del Cementerio al lado de la Pola, sin lápida y sin coronas de plástico: El pueblo se quitó un peso de encima, su conciencia ya no tiene a Mateo martillando aquel pasado que tanto les hizo ruido…

Que día de de mierda

Qué día de mierda

Por Rodolfo de Matteis


- ¡Que día de mierda!-
- siempre así… ¡pensando negativo tú!
- ¡que hueva con este pensar positivo, un día de mierda es un día de mierda, y punto!
- tú traes la mala suerte ¿sabes? ¡la jalas, la llamas! ¿no viste la peli de “El Secreto”?
- yo sé solo que hoy no se vende nada…
- siempre a quejarse vosotros, siempre a decir “antes se vivía mejor” y ahora en el presente: listos pa’ prenderlo en el culo… “¡que muera Sansón con todos los filisteos!”
- ¡Deja en paz la Biblia, tú, y Sansón, y los palestinos, y los Kamikazes! Aquí nos hace falta un buen cinturón explosivo… o tal vez ganar la lotería nacional…
- hoy tenemos que trabajar nosotros… ¡hay que vender! ¡Es suficiente el decidirlo que se venda bien! enfocar, visualizar los productos que se venderán, y cuanto dinero, en detalle ¡y verás!
- ¡estas loco! si no hay gente… no hay negocio, y punto. Y los poquitos que andan por acá no tienen un duro, ni pa’ llorar…
- ¡mira que estas la señora que me compra, y mucho, ya la veo en mi mente!
- ¡que bueno que la veas, yo veo solo un solazo implacable, un calor infernal, estoy cansado y nadie que se pare en mi puesto!
- pues… ¿porqué viniste?
- esta sí, esta es una buena pregunta, el primer pensamiento inteligente tuyo de hoy, lo que tendría que preguntarme yo… ¿pero sabes qué?
- ¿qué?
- estoy aquí porque aquí me puso el autor
- ¿el autor? ¿y quien sería este autor: Dios?
- ¿cual Dios? no sea blasfemo… digo el autor, el autor de este cuento pa’ las martesadas… yo soy solo un personaje y tengo que estar aquí, nada más, es gracias a esto que existo… sino ¿dónde sería yo? o mejor dicho ¿dónde no sería yo?
- ¿y entonces? …tenemos que participar, hacer que el cuento sirva a algo, dejar comprender a la gente…
- dejar comprender a la gente… ¿qué? ¡oye! ¿quién crees de ser tú? Somos extras nosotros… “un pobre actor que se pavonea y se agita en el escenario del mundo por su hora, y después… ya va olvidado por todos” decía el poeta
- ya pasaron 400 años desde tu poeta
- ¿y qué? ¡la poesía es inmortal!
- ¿otra vez?
- ¡no cambie de asunto, tú, hijo pródigo! aquí es el autor que da el mensaje, no nosotros, esperemos que no nos deje morir en corto, ¡ojalá con un avionazo secuestrado encima a nuestra cabeza! así que nuestra muerte sirva por algo…
- ya te quieres morir… y hace poco querías ganar la lotería nacional… ¡y ahora ya consignaste el sentido de tu vida al autor! nosotros los personajes no somos actores, extras… ¡nosotros somos los protagonistas! y tenemos que dirigir nuestra vida, darle un propósito, desenvolver la trama tan confusa y enredada que esta en la cabeza del autor… dar la novedad, el arranque… ¿verdad? ¿verdad autor?
Autor: - ¿quién… yo?
- sí, sí, tú… no te escondas tras de tu teclado… ¿es verdad que tenemos autonomía?
Autor: - de hecho… vosotros dos… me van tomando las riendas de las manos…
- ¿ya ves? nosotros co-creamos el mundo, este mundo
- pero es un mundo ficticio, una página nada más… una vez por lo menos se podían limpiar el trasero con una página de papel… hoy somos solo un archivo Word…
- ¡otra vez con el pasado que era mejor! ¿pero sabes que ahora somos parte de una red? todas las compus están conectadas, y navegamos el hiperespacio, el éter ¡el elemento principal en la era del Quinto Sol!
- ¿y si aquél decide que tengo que morir? O escribe la palabra “Fin”, o borra de una vez todo el cuento… ¿pues qué? “apagase, apagase, pequeña velita…”
- ¿sabes que? yo creo que esta noche, o mañana, escribo un cuento también yo, así que si aquél me mata como personaje o borra el cuento yo sobrevivo como autor… creo otro mundo… el universo es infinito, y siempre se pueden crear mundos nuevos: “universos de bolsillo” decía el maestro de la ciencia ficción
- y yo pues escribo un cuento del horror, entonces… ¡un día de mierda desde el comienzo hasta el fin! pura mierda como este día de hoy, donde el autor nunca encuentre el editor, y el editor haga bancarrota, y con las páginas del libro prendan lumbre los necios en vez de leerlas
- me parece que ya lo escribieron este cuento…
- ¡a mi me vale verga! ya lo escribieron todo si es por eso, otra y otra vez, pero si es solo una escusa, como dijiste, un truco pa’ vivir… ¿o será aparecer?
- tal vez toda la Creación es un truco, un truco genial, una Obra de Arte
- esto es cierto ¡oye! Ya me diste las ganas, ya no voy a venir nomás a trabajar aquí y me meto a escribir horror
- ¡otra vez con el horror tú! ¿no entiendes? Si aquí co-creamos, crea un mundo bonito, mejor…
- y los monstruos que hay, que por aquí andan… ¿dónde los pones?
- los monstruos evolucionan, mejoran…
- sí mejoran, dice… y mientras… ¡nos comen!
- ¿cómo pueden comernos si en mi cuento no hay?
- ¿ya ves? ¡eres nazi tú! con este pensar positivo obligatorio los desapareciste los pobres monstruos, les quitaste el derecho de vivir… ¡genocida!
- y ahora… genocida y nazi me dices… solo por la culpa de ensoñar un mundo mejor, un cuento con un final bonito…
- más o menos... ¿sabes que? yo escribo un buen horror y los pongo todos ahí los monstruos… ¡así que puedan vivir pero no nos chinguen por aquí!
- ¡ojalá! ya empezaste a gustarme más…
- gustarte, dices, ¿y qué? ¿ya te volviste marica? jajaja ¡habla y habla y habla y aquí no se vende ni un pepino! ¡un día de mierda! ¿sabes qué? desde mañana ni vengo a trabajar… me pongo a escribir horror por la mañana tempranito… a lo menos el cotorreo es garantizado… ¡buena idea! por algo sirvió este día de mierda
Autor: - si por fin pararon de pelearse vosotros dos… pues voy a darme un baño en el lago
Rodolfo de Matteis, a 2 de julio de 2010

El alma es el lienzo

El alma es el lienzo


Por Fabiola Arrivillaga


Cuando mamá se fue no volvieron a aparecernos más que días grises. Solos, a merced de los adultos que decidieron “ayudarnos”, nos encerrábamos en la oscura habitación que se había dispuesto para nosotros en la vieja casa de unos tíos. Y dormíamos, pero los sueños también nos habían abandonado.

Entonces pasó. Se coló un rayo de luz por la rendija de la ventana que nos negábamos a abrir, y en ella, minúsculas partículas de polvo bailaban la danza de “la vida sigue”. Mi hermanita acercó, temerosa, el índice a aquel brillo que ya habíamos olvidado y la magia comenzó a invadirnos de nuevo, como en el pasado. Cual espátula y lienzo, aquel dedito comenzó a pintar todo de manera majestuosa, llenando de color y belleza toda el cuarto. También pintó mi rostro con una sonrisa profunda y satisfecha, que llegó hasta mi alma, echando fuera y suplantando toda tristeza y dolor. Me contagié de su locura, de su emoción y de su magia y me dió por pintar junto a ella.

En un arranque de alegría, abrí las ventanas. Afuera llovía y las nubes cerraban el cielo que nosotros abrimos con nuestros dedos luminosos, pasando del rosa al verde esmeralda, al dorado y al tornasol de los pavorreales.

Parecíamos dos niñitos locos. Era como si mamá nos cantara con su voz de jilguero, como si nos acariciara con ternura y calor, era como tenerla, como si jamás se hubiera ido. Era su belleza a través nuestro. Ella y nosotros, por siempre juntos.

A partir de ese día, al igual que la tristeza, el gris abandonó nuestros cielos.