variopinto

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Banco de cristal

Banco de cristal
Por Olga Contreras

En unos frasquitos del más caro cristal guardaba sus recuerdos. Los tenía contabilizados y ordenados más que por fechas, por épocas y según el recuerdo –glorioso, apasionado o doliente- era el tono del cristal. La habitación donde los guardaba estaba diseñada para recibir la luz del atardecer y en el centro había un mullido sillón donde se sentaba para destapar el frasco elegido y se impregnaba de su aroma para recorrer lentamente el sendero de tal o cual evocación. Los recuerdos habían pasado por un estricto control de calidad para que la nostalgia, esa perra traicionera, no hiciera de las suyas y alterara el delicado equilibrio que un buen recuerdo necesita. Con el tiempo se había dado cuenta que al evocar pasados con una alta dosis de nostalgia, la misma entraba y lo poseía, lo invalidaba y lograba arrancarle los pocos momentos de lucidez que le quedaban y que lo hacían querer olvidar todo eso que debía olvidar.

Para hoy había escogido más que dos recuerdos, dos momentos y dos frases que le venían dando vuelta en la cabeza de regreso a casa.

Con el cuidado que se pone con lo irremplazable, limpió el frasco de cristal claro; escogió especialmente la música necesaria e idónea, se relajó en el sillón y se dejó llevar hasta un día de verano, donde las copas de los árboles trataban inútilmente de resguardarlos del calor. Nadaron con calma hasta la parte más honda del lago y entre risas y sol oyó por primera vez la frase que muchas veces oiría:

-      -   Si me preguntaran de dónde soy, les diría que soy irremediablemente de tu pecho, ese es mi país. Tu sudor es mi respiro y tu abrazo abarca más allá de mis fronteras y mi beso traspasa las tuyas.

Se dejó envolver por la niebla amorosa del recuerdo y pasó así quién sabe cuánto tiempo, hasta que la ausencia de los últimos rayos del día lo trajo de vuelta.

Con la  sonrisa marcada aún en el rostro, se dispuso a abrir el frasco de color violáceo, no sin sentir desde ya la punzada de dolor que traía guardada para él.

En un papel que maliciosamente guardaba su perfume, escociendo aún más la herida- si es que eso era posible- alcanzó a leer entre lágrimas aquellas palabras perfectamente caligrafiadas:

-        -  El camino está definido frente a mí, expectante, prometedor; pero mis pasos ya no te siguen, ya no pueden, ya no deben. Y a pesar que has sido mi norte y mi sur, la brújula se resiste a marcarte. Es tiempo de mirar hacia otras estrellas, aunque mi corazón no quiera abrir sus ojos.

 Sus sueños fueron interrumpidos violentamente por las campanadas del reloj que marcaban las once. Lentamente, con mucho esfuerzo se incorporó, guardó cuidadosamente los frascos en el anaquel correspondiente, anotó la fecha en el libro de entradas y salidas y de una vez dejó apartada su selección para el siguiente día. 

7 comentarios:

  1. Que buen cuento Olguita. Al terminarlo regresé a leer lentamente el primer párrafo que sin duda leí más rápido de lo que amerita.

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  2. Hola Olga, me gusta tu relato, la historia, me recuerda a esta web (de la asociación de efn alzheimer. http://www.bancoderecuerdos.es/
    Es una memoria colectiva de recuerdos personales. Claro que el transfondo de tu escrito es más romántico.

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  3. muy bueno Olga, me gusta mucho, QUE RECUERDOS

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  4. Olguita, para variar...!!! Qué belleza!!!

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  5. Muy bonito. A mí me recordó los frascos de lágrimas de Susanita ;) Y esos poemas que pusiste en el fb.
    Parece que tod@s tenemos nuestra colección de recuerdos, aunque no sean en cristales como esta chica.
    Lo peor es cuando estoy en modo masoquista. Entonces mis pañuelos emprenden la huída jajaja

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  6. O sea que funcionó, porque a todas nos hiciste recordar algo ;)

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  7. A mi me pareció la imagen de una pelicula, un film en blanco y negro, una historia no contada que grita recuerdos.. =0)

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