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El fin del mundo

El fin del mundo
Por Fabiola Arrivillaga


Dicen los que ya pasaron que hoy sí nos van a dar papel higiénico, 32 cuadritos por integrante del grupo familiar.  También dicen que a los primeros hasta les dieron un par de onzas de detergente y una latita de atún, pero que se acabó luego y, ni modo, los que hemos salido tarde de las fábricas apenas conseguiremos lo básico.  Eso y papel higiénico, afortunadamente.

Pero nos lo merecemos, por idiotas.  No en balde nos motejaron de seudo pueblo.  Todo fue que el coronel, nuestro paternal protector, afirmaba haber confirmado lo del fin del mundo en el 2012 para que todos los chivos de su ganado nos lo creyéramos.  Luego aquel decreto de la “forever party”, como se le llamó en algunos círculos.  Y luego la expropiación de los bienes, que a nadie importaba 
porque igual y el mundo se acababa.  El mundo se acababa…

Igual y no se acabó, aunque parecía haberlo hecho.  Aquella mañana del 22 de diciembre nos levantamos con la novedad del suicidio del coronel y sus allegados, el estado sin gobierno, las despensas vacías y demasiada goma como para poder soportarlo.  Un par de heroicos ciudadanos tomaron el control de la situación e inventariaron las arcas escuálidas y las bodegas.  Establecieron un plan post apocalíptico para tratar de menguar el caos y el hambre, consistente en largas colas absurdas, en donde nosotros, sobrevivientes del fin del mundo, nos alineábamos como zombies para 
recibir lo que fuera que pensaran darnos cada par de días.  Un día fueron juegos para el nintendo.  Otro, cables para el motor de la podadora de grama.  Y otro más, correas para perros.  Esos extras siempre iban junto a las dos tazas de harina, un poquito de avena, un par más de tazas de arroz, algo de mantequilla rancia y otros abarrotes indispensables para la subsistencia.

A pesar de todo, hubo una ganancia.  Ya no dudamos de los demás, ni del gobierno, ni del vecino, ni del que va antes en la cola.  No nos importa.

2 comentarios:

  1. La idea es excelente, lo que me pareció un poco excesivo fue la casi moraleja final, el orden provoca dudas, el desorden desconfianza.

    ¿Algo paso? se nos dá la idea que si, por lo demas bueno.

    Saludos.

    Manuel C.

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  2. Creo que es un gran retrato de inconsciente colectivo que se maneja en nuestros países. Los problemas dejan de existir si no los vemos o si no les damos importancia.
    Aparte una excelente frase: "los que hemos salido tarde de las fábricas apenas conseguiremos lo básico". Y claro, lo del coronel.
    Saludos!

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