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Jaque mate a la reina

Jaque mate a la reina
(Por Manuel Solórzano)


Según el radiólogo no había fractura solo una fisura en la falange del dedo anular del pie izquierdo, justo donde le cayó la iglesia de hierro que colgaba a la par de la puerta. Allí habían puesto esa iglesia al regresar de su primera escapada juntos a la Antigua. Ella siempre pensó que ese clavito era muy delgado para detener algo tan pesado pero nunca se había caído, hasta esa vez. El portazo que ella dio fue tan fuerte que el clavito no pudo más. Se desprendió junto con un pedazo de repello y hasta parar en su dedo.

Algo bueno tuvo y fue que por cinco minutos se le olvidó que su novia lo había echado de su casa. No recordaba por qué había sido, solo sabía que cada vez que presionaba el clutch de su carro, se le nublaba la vista del dolor.

Por puro orgullo logró que ella aceptara que se vieran para que terminar decentemente pero más que eso era para que el supiera que decir cuando le preguntaran la razón del fin de la relación porque realmente no se acordaba.

Una condición puso ella. La cita tendría que ser en una cafetería de almuerzos ejecutivos a la una menos cuarto. Atestado de gente. Pensado para que el ambiente no se prestara a ningún intento romántico y desesperado por cambiar su decisión.

Una menos cinco. Ella llegó. Lo vio. Se sentó y habló.

- Un detalle. Era todo lo que necesitaba. Te lo pedí, te lo supliqué, te lo canté. Nada. “Mandame un mensajito, traeme una rosita”, ¿cuántas veces te lo pedí?” y ni siquiera me hubiera importado tragarme la estúpida sensación de saber que era porque yo te lo pedía. El que lo hicieras hubiera sido suficiente.

- Pero si sabes que yo no soy así. Simplemente no me da la cabeza. Se me pasa el día y no lo hago. Un mugriento mensajito, se que es fácil hacerlo pero qué te voy a decir. Soy un singracia. Ahora no sirve de nada arrepentirme, lo se. ¿Qué querés que te diga? A mi esas cosas me dan igual.

- ¡ah! ¿Te da igual? ¿No te gustaban las fotos que te dejaba en tu celular?
- No, si, si me gustaban…
- ¿Te daba igual los papelitos que te dejaba en tu carro?
- No, si los guardo todos.
- Entonces disculpame pero no te da igual. ¿Si a ti te gustaban por qué no fuiste así conmigo?

El disimula mientras les entregan lo que pidieron. Un capuchino con splenda y una galleta integral para ella y un cortadito para el. Sabe que es su turno para decir algo pero está contra la pared. Ella se ve decidida, no le tiembla la mirada, siempre ha sido así y es lo que a el lo volvió loco por ella desde el principio. Su firmeza. Su temple. Pero ahora le salió el tiro por la culata.

Mientras busca una salida de emergencia en esa discusión en la que estaba contra la pared ella toma la iniciativa.

- Tu sos así. No puedo pretender cambiarte y por eso decidí terminar esto; no quiero cambiarte porque sería obligarte a ser alguien que no sos.

¡Jaque! Esa era la última salida. ¿Qué se puede decir ante tal sentencia? ¿Cómo le hace para ser así de asertiva?

- Puedo tratar…- Patadas de ahogado.
- ¿De qué Pedro, de cambiar? No. No te molestes.
- ¿A dónde vas?
- Al baño, ahorita vengo. – Toma su bolsa y camina.

Por un momento Pedro pensó que lo dejaría allí hablando solo pero ella deja sus llaves en la bandeja.

- Su cuenta.
- Yo no pedí la cuenta.
- Yo se, es solo una idea. – le dice la mesera con una mirada cómplice.

Cuatro minutos. Ella regresa. Se sienta pero sin soltar su bolsa en una posición que sugiere que no hay nada más que decir.

- ¿No vas a querer nada más?.
- No. – Elsa empieza a buscar en su bolsa la billetera para pagar la cuenta. Como siempre, a ella le tocará pagar su parte.
- No te preocupes. Yo invito.
- Gracias, pero no te preocupes. Nunca me invitaste y no esperaría que lo hicieras ahorita. Señorita, la cuenta por favor.

- Cuídate por favor - Le dice Pedro levantándose y dándole un beso en la mejilla a modo de despedida.
- Igual tu. Señorita, ¡la cuenta por favor!

La mesera se acerca y le explica que el joven canceló la cuenta mientras ella estaba en el baño. Elsa voltea sorprendida buscándolo pero el ya no está. No puede creer que en realidad haya hecho eso. El señor sindetalles había dado signos de vida. ¿Será posible?

Dos días más tarde Pedro recibirá la llamada que estaba esperando.

- Aló.
- Hola...
- Hola Elsa – Nada mejor que un Jaque mate sin planificarlo mucho.

5 comentarios:

  1. Jajaja ¡¡somos llevadas por mal!! Muy bonito, se puede identificar uno, ante todo no pretender cambiar a nadie...

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  2. Diálogos suaves fáciles de leer y creer, por otro lado, se hizo evidente el amor cegante de Elsa al no poder prevenir que novio agarrado, esposo mezquino.

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  3. Bueno, el jaque fue con chanchuyo, porque no fue idea de él. Pero en el amor y en el maquillaje, todo se vale. jajajaja
    Bonito cuento.

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  4. Bueno, la narración muy, muy buena. Pero las tildes, sobre todo las diacríticas, siguen siendo un problema muy, muy grande: entre otros casos, casi nunca hacés distinción entre "el" como artículo y "él" como pronombre, por ejemplo, lo cual resulta entre molesto y confuso para uno como lector. Otro posible error y este sí menos perdonable: dos veces usaste "hubiera" cuando lo correcto es "habría"; si lo hiciste a propósito, porque así habla la chava, pues no es error...pero ¿fue así?

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  5. Gracias Juan, pondré atención a la diferencia entre él y el. En cuanto al habría. Mi error. Sería mentira encubrirme en Elsa, ella usó esa palabra porque yo se la puse en la boca sin darme cuenta del error. Gracias por hacérmelo ver. Saludos!

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