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El Taller

El Taller
Por Manuel Chocano


El hombre de contextura delgada y alrededor de 6 pies de alto apresuró el paso, había hecho su oración matinal, y estaba un poco más nervioso de lo común. Abe llegó temprano al taller. El lugar era simplemente una vieja bodega en Queens, habilitada para ser un taller de automóviles, abrió la puerta y se encontró con música de The Pixies, sonando a todo volumen. – El idiota de Al.- Pensó Abe, la música de su compañero le desesperaba desde que habían iniciado los trabajos juntos.

El señor “K” recibió una llamada desde Langley. Estaba bañándose cuando sonó el teléfono, así que tendría que volver a llamar, marco el número, acompañado del protocolo adecuado. Una voz aguda se oyó del otro lado del teléfono: -¿Dominus?- Pronuncio la voz femenina. “K” respondió pausando la voz y leyendo la clave del protocolo: -R, 3, A, 9, B, 6, Nicea…- hubo una pausa que duró unos segundos: -Le comunico.- Dijo la voz femenina. – El teléfono resonó con fuerte acento sureño -¿”K” están hechos los arreglos?- “K” suspiró, pareciera que lo toman por un simple novato y no un profesional. –Están Hechos, hoy al medio día estará el automóvil en el lugar pautado.- El hombre al otro lado de la línea colgó el teléfono, mientras “K” miraba el reloj.

El taller se miraba aún más inmenso de lo que era. Tan solo un auto Pontiac azul en el espacio. Dos hombres con trajes de trabajo blancos hacían labores en el automóvil, arquitectura, medicina, química, mecánica, física: los elementos ordenados de ciertas maneras hacen que ciertos fenómenos ocurran.

Al era un tipo bajito, y se veía más pequeño a la par de Abe.

Sus facciones eran bastante finas el pelo un poco despeinado y unos ojos azules y expresivos. Tanto el, cómo Abe habían tratado de llegar a este día solo para afinar algunos detalles en el Pontiac, en general todo estaba listo.

El desayuno es clave en la alimentación, la maldita costumbre inculcada por su madre “K” había tenido que desayunar en lugares inhóspitos, comidas inimaginables. Se vio en el reflejo del vidrio, sonrió al ver la barba negra que lucía, y pensó en comprar el Play Station 3 para el pequeño Dave. Pero eso podría esperar.

Cerraron el Capó del carro. Abe y Al se estrecharon en un abrazo. Se miraron con lágrimas en los ojos, habían estado juntos por casi toda la vida. Al (Alí) le dijo en árabe a Abe (Abdul)

–Reza conmigo.-

Las dos voces sonaron al unisonó:

-Allahu Akbar, Allahu Akbar, Allahu Akbar Fauqua Kaidi L'mutadi, Allahu Lilmazlumi Hairumu'ayyidi…-

La oración se confundía con el sonido de la música de The Pixies:

“…Hey Paul, Hey Paul, Hey Paul, let's have a ball
Gigantic, gigantic, gigantic
A big big love
Gigantic, gigantic, gigantic
A big big love…”

Manhattan estaba un poco más llena de gente, el trafico acorde a las muchedumbres que llenaban las calles, mañana seria 4 de Julio. En la ciudad se preparaba para los festejos. “K” manejaba su automóvil con el pensamiento puesto en los dos físicos nucleares; islámicos, chechenos. Habían sido escogidos años atrás, ambos muy niños, sus padres muertos en la guerra por el ejército ruso. Se había dispuesto desde Langley su educación para guiarlos desde el college hacia la ingeniería nuclear. Los dos muy rubios, pasarían fácilmente por un norteamericano más, no despertarían sospechas. Solo “K”, y alguien en Langley sabrían la verdad.

Para ellos Al y Abe “K” era un Sheik, quien estaba organizando atentados contra la atea Rusia.

De todas formas los organizadores de lo que estaba por ocurrir se habían asegurado desde el principio que no perdieran su religión, que alguien desde lo más extremo del Islam estuviera aconsejándolos, guiándolos. Y esa guía fue “K” seis años recitando el Corán, al par de chicos, personificando algo que no era.

Ese fue siempre su trabajo solo se distanciaba seis meses del año, ellos pensaban que “K” peregrinaba a la Meca, y predicaba el islam en países de medio oriente… el agente se distanciaba seis meses para lograr que el pequeño Dave aprendiera a lanzar curvas. Y llevarlo a ver algún partido de los Orioles en Baltimore.

El maldito tráfico retrasaba su llegada al taller, el calor de verano bajaba al pavimento, y luego ascendía en vapor. Desde siempre el objetivo de Langley era otro, muy diferente al objetivo de martirio de Abe o Al, uno que nada tenía que ver con Mahoma o el Islam. Los físicos pensarían que su venganza final sería el estacionamiento de ese auto en un lugar cercano a la Plaza Roja en Moscú. -Pero nada más lejos de la verdad…- “K” sonrió.

Al y Abe, salieron a recibir a su querido mentor a la puerta del taller, el Pontiac estaba listo. Los dos jóvenes hombres estaban emocionados, - Lo llevaremos a la bodega, después lo cargarán en un barco con destino a Vladivostok, luego por tierra a Moscú, en una semana tendremos noticias.- Los físicos sonrieron. “K” pido que lo siguieran en el Pontiac, el destino una bodega en el puerto de Gildshare. Los dos hombres jamás se percataron de la cámara que tomaría la imagen del Pontiac y de ellos dos, inmediatamente al tomar las imágenes la base de datos fue enviada a Langley, cuando fuera conveniente los medios de comunicación recibieran las fotos de los físicos.

Los tres hombres luego de dejar el automóvil en el lugar planeado, regresaron al taller. El “Sheik” pidió a Abe y Al que oraran, ambos se hincaron, en ese momento “K” se puso detrás de ellos, saco su 45 con silenciador e hizo dos disparos, los cadáveres cayeron lentamente. El agente sintió una especie de nostalgia.

“K” hablo pausado -L, 8, A, 9, B, 1, Trento- de nuevo la pausa, hasta que una voz femenina al otro lado de la línea contestó: -Le comunico.- una pausa. –Infórmeme.- Dijo la voz sureña, -“K” replicó: -Los dos hombres están muertos, los cadáveres están en el taller como se había planeado.- “K” sintió una punzada en la sien, mientras escuchó la voz del otro lado: -Tranquilo Kirsch, la línea es segura, usted lo sabe, son seis años personificando alguien que usted no es, ha sacrificado familia, que por cierto ya está en el refugio en Alaska… El equipo de limpieza llegará al taller en una hora, Relájese Kirsch. -Buen trabajo.-

Kirsch (“K”) se sintió un poco más aliviado, el equipo de Langley estaba por llegar, el ya había cumplido con su cometido. Del taller iría al aeropuerto, los pasajes estaban en la guantera. Estaría mañana reunido con su familia, mientras que Nueva York desparecía del mapa acompañada de un hongo de fuego.

Reunido con su familia, mientras el mundo estallaba en una guerra provocada supuestamente por dos físicos secretamente islámicos, las Torres Gemelas no serán nada en la historia de la humanidad.

Solo estaba pendiente una cosa, el Play Station 3 para el pequeño Dave.

4 comentarios:

  1. Me sorprendés siempre, tenés una forma partícular de escribir, que invita a la lectura.
    Daniela.

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  2. Muy bueno e interesante ¡Bienvenido a Martesadas! como consejo: revisá si lo que ponés en negrita y cursiva verdaderamente tiene que ir así, yo creo que en algunas partes no; sólo necesitaría guiones, en todo caso. Sí te dijeron que aquí en martesadas tratamos de hacer crítica constructiva ¿verdad? Para eso es este ejercicio. ¡A escribir se ha dicho!

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  3. Manuel. Qué bueno que por fin te decidiste a participar! Me gustó mucho tu cuento, principalmente eso el medio donde mezclas los rezos con la música, y que al final cobra más sentido.

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  4. ¡Bienvenido!
    Intenso. Me gustó. Ojalá no venga el FBI a buscar al administrador de Martesadas jajajaajaj. ¡Bienvenido, de nuevo!.

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