variopinto

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Carrusel

Carrusel
Por Daniela Sánchez

El niño quería subirse al carrusel, los caballos de colores moviéndose en círculos lo fascinaron desde el primer momento, la música que se repetía una y otra vez le encantó...

Tenía un año y aun no hablaba, se dio a entender con gestos y señalando con el dedo. Ella le sonrió y se preguntó dónde estaba su papa.

Era tan fácil hacerle creer a los demás que ese era su hijo, tan pequeño, prendida a ella, con pereza para caminar. Los brazos empezaron a pesarle, se acordaba haber cargado a su sobrino por momentos, cuando tenía ganas, ahora había preferido llevar al pequeño fuera de la tienda y hacerlo caminar un poco. Lo llevó en brazos por la escalera eléctrica, vio por el reflejo de una vitrina como el hombre detrás de ella le observaba el trasero, el niño en sus brazos le hacía gestos de burla.

Subió caminando lo que restaba de distancia entre las escaleras y el piso. De lejos vio el carrusel, el niño se emocionaba cada vez más. Pagó la entrada, sentó al niño en el caballo y lo sujetó de la mano, le hizo tal mueca con esa boquita pequeñita, que subió con él al caballo, el niño se volteó y se rehusó a ser sujetado con el cinturón de seguridad, ella le explicó que debía sujetarse o tendrían que bajarse. El pequeñín se dejó, no sin antes asegurarse que ella estaba tras de él.

El carrusel empezó a dar vueltas, el niño empezó a llorar, ella pensaba divertida cuanto le han gustado desde siempre los carruseles.

Se sumergió tanto en sus pensamientos que se le olvidó por completo el llanto del niño, cuando quiso escucharlo este ya se había callado señalando divertido los caballos de los lados que subían y bajaban al mismo tiempo.

De pronto paró, ella tenía más tiquetes, la señora de la taquilla le dijo que tenía que salir, volver a entrar y dar el tiquete de nuevo... así lo hizo tres veces. Y las tres veces el niño experimentó odio y amor, quería subirse al carrusel, pero cuando se daba cuenta que tenían que sujetarlo al cinturón de seguridad, el llanto surgía.

Ella le explicaba divertida que ya iban a parar y que sería la última vuelta, a poca distancia el padre observaba con una sonrisa la escena, el niño volteó su carita, lo vio y el llanto cesó. Se bajaron del carrusel, ya no tenían más tiquetes, el niño no le pidió los brazos, la tomó de la mano y caminó con ella.

7 comentarios:

  1. Ve que cuñado más bandido. Como siempre, que buena narrativa. Saludos!

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  2. jajaja, no pensé que fuese el cuñado.. me hiciste reir!

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  3. Hola Daniel:pillé lo del cuñado gracias al comentario de Manu. No sé si por los 39 grados que hace, o porque el párrafo "Lo llevó en brazos por la escalera eléctrica, vio por el reflejo de una vitrina como el hombre detrás de ella le observaba el trasero, el niño en sus brazos le hacía gestos de burla", me genera dudas de quien lleva al niño en los brazos, ¿ella o él?. Si es él el relato está completo. Pero si es ella, se me queda cojo. así que sí, seguro que es el cuñado. un placer leerte, se me hace grato.

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  4. A pesar que hay un poco de confusión con que si era o no el cuñado, me encanta tu narrativa,la siento etérea, pero a la vez como terciopelo suave. Me envuelve, eso quiero decir. Muy bien!
    Olga

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  5. Muy bonito lo del carrusel. Pero sí, te quedas pensando quién es ella. Al principo pensé que se estaba robando al niño. Al final vi que allí estaba el papá, así que no se lo estaba robando. Tal vez podrías desarrollar un poco más el personaje de ella, aclarándonos a los lectores quién es y qué relación tiene con el niño.
    Claro, si es tu intención dejarnos con la duda, pues enhorabuena.

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  6. Si fuera yo, mi intención sería dejar con la duda... Daniela, chispudo tu relato: gracias por compartirlo. Aunque coincido con Ixmu, si te dieran ganas, podrías darle un poquito más de claridad. Pero sólo si te dan ganas. Saludos.

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  7. La verdad no era mi intención darle relevancia a "ella" sino al momento, el sentirse cercana a un ser pequeñito sin ser su mama. Gracias por sus comentarios, los tomo en cuenta, un abrazo.

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