variopinto

variopinto

Mercado de pulgas

Mercado de pulgas 
Por Fabiola Arrivillaga
(Cuento de padres)

Cuando tenés diez años cualquier papá es mejor que el tuyo.  Eso les pasaba a Paco, Nacho y Manuel, los tres mosqueteros de su cuadra, que jugaban a imaginar cómo sería su vida si intercambiaran papás de vez en cuando.  Era un juego, un juego nada más, aunque en él se envolvían secretas esperanzas.  Desde sus anhelos más profundos, Paco deseaba ser hijo del papá de Nacho, siempre tan contento y divertido.  Nacho, por su parte, vivía encantado con la talla y fortaleza del papá de Manuel, mientras el suyo era un borracho enclenque.  Y Manuel era el primer admirador del papá de Paco, profesional universitario con imponente y atractiva presencia, despreciando al propio padre, golpeador y violento.  Habrá de insistirse que el guapetón de don Paco padre era el más perverso e infiel mañoso y tenía personas de toda edad, estado civil y género dentro de sus conquistas.  Los niños, discretos a morir, nunca se confiaron , hasta entonces, sus vergüenzas y dolores, fingiendo apreciar la admiración que intercambiaban por sus progenitores.

Era noviembre del 85, y los días de vacaciones transcurrían como agua de un  río tranquilo, con excepción de los primeros remolinos en la antes apacible corriente de su vida y amistad, provocados por la aparición de la verdad.  El primero en confesar el origen de sus moretones fue Manuel, con lágrimas en los ojos; con la seriedad, la confianza y el amor que solamente sienten entre sí los buenos amigos, los más que hermanos, los otros dos escucharon sin emitir opiniones.  Otro día fue Paco, cuando conoció la razón por la que su madre se fue de vacaciones hace tanto, tanto tiempo.  Varios días más tarde, los tres niños sirvieron de cadejos al papá de Nacho, quien yacía tirado a la par de la puerta de una cantina cercana.  Descubrieron que ninguno tenía una vida color de rosa, descubrieron que compartían, además de los buenos ratos, un intenso y difícil dolor.

Así que desarrollaron un plan infalible para combatir sus actuales pesadillas, aún a costa de separarse.  La idea era venderse a nuevos padres durante el mercado de pulgas de la  Virgen de Guadalupe.  Prepararon anuncios, buscaron su mejor ropa, se bañaron y peinaron bien.  Nacho y Manuel lloraron un poco por dejar a su madre, pero ambos tenían hermanitos así que creían poco probable que su ausencia se notara.  Temprano en la mañana, tomaron tres cajas de madera, sus anuncios, y algo para refaccionar, seguros de que ese mismo día marcaría sus vidas con un nuevo comienzo.

Al llegar al mercado nadie pareció interesarse por ellos.  Poco a poco, algunas personas se fijaron en el peculiar trío.  A Paco se le ocurrió, entonces, ponerse a cantar.  Y los otros dos le hicieron coro.  Luego los aplausos y luego, la generalizada inquietud sobre la ocurrencia de los niños.  Aún y con la gran cantidad de público que se agolpaba a su alrededor, pasaron las horas sin que algún padre necesitado de hijos los comprara.

Sería fantástico imaginar que pocos minutos antes de cerrarse las ventas, se aparcó un lujoso carro del que descendió un bondadoso par de abuelitos con suficiente amor en su corazón para compartirlo con tres niños; y, varios años más tarde, verlos bien vestidos, bien educados y muy felices…Pero no.  A diez para las seis, un taxi viejo detuvo su marcha en la esquina del mercado y de él se bajaron tres hombres de gesto monstruoso, uno armado con cincho de hebilla.  La gente en el lugar eligió dar la espalda al correctivo que aquellos tres hombres aplicaron a los niños.   Ni los gritos, ni el llanto fueron causa suficiente de compasión o piedad.

Los tres amigos nunca hablaron más del asunto, ni de los asuntos que lo provocaron.  Siguieron inseparables hasta salir del colegio; después, cada quien siguió un curso distinto, pero reuniéndose cada doce de diciembre, para celebrar las Navidades.  Uno bebe hasta el cansancio, el otro ha tomado cinco años de terapia para controlar la ira  y el tercero practica la promiscuidad casi como un credo.  Aún así, ninguno salió a su propio padre.

2 comentarios:

  1. Increíblemente bello, como todo lo que sale de su pluma.

    ResponderEliminar
  2. Genial, principalmente como logras el principio y el final. No sé por qué, entre medio, aunque se sitúe en el 85, se me hizo una película en blanco y negro de Buñuel.
    Muy bonita mezcla de inocencia infantil, y cruel realidad.

    ResponderEliminar