variopinto

variopinto

Letras Robadas

Letras Robadas
(Por Fabiola Arrivillaga)


Pedro nunca pensó que lo encontraría después de tantos años. Estaba igual de borracho que la primera vez, solo que mucho más viejo y andrajoso. Tirado, como un trapo a la orilla del camino, podía verse la vehemente actividad de sus manos, escribiendo ansiosas sólo Dios sabe qué locura en un cuaderno sucio y destartalado. Pedro sabía qué genialidad estaría, de seguro, llenando con frenesí hoja tras hoja. Se sintió perturbado, aterrado; incluso pensó en detenerse y acabar con aquella miserable vida de un golpe y, de paso, aprovechar el contenido de aquellos papeles, pero no lo hizo. Pedro guardaba un secreto demasiado oscuro como para añadirle otro.
Todavía era un muchacho cuando lo conoció y no contaba con el nombre y la importancia de ahora. Por esos días, no era más que una criatura de la noche, vagando de cantina en cantina para robar, lo que pudiera, a desgraciados borrachines. Su procedimiento era bastante obvio, entablaba conversaciones, aceptaba cervezas, consolaba aflicciones y huía, llevándose cualquier cosa de valor a su alcance. Mérito sí tenía, sabía como enredar a sus víctimas con hábiles conversaciones sobre casi cualquier asunto. Y una de tantas noches sintió el golpe de una hoja de papel en el tobillo, que recogió ágilmente y se aprestó a leer. Era una historia, un cuento inconcluso, pero por demás interesante. Intentó descifrar su procedencia con la mirada, y no fue difícil percibir la escuálida figura que escribía, bebiendo solitaria, en la cantina de enfrente. Pedro se escurrió hacia el sucio local y, sin decir palabra, tomó una silla al lado del escritor.
“Estoy escribiendo una novela...”, murmuró el hombre.
“¿Ah sí?”, respondió el muchacho intentando armar la estrategia para consumar un nuevo asalto
La negociación fue mucho más sencilla. El escritor solamente necesitaba un lector, alguien a quien mostrar su obra, mientras se embriagaba. Pedro leyó con interés, sin perder de vista su fin primordial, pero el escritor parecía carecer de objetos de valor. Entonces su mente dió cabida a la idea que le cambiaría la vida. Permaneció toda la noche a la par del ebrio, recibiendo las hojas que jamás devolvió y que, unos días más tarde, ofreció a cierta casa editorial que lo produjo e imprimió, convirtiéndolo en bestseller. Así comenzó su vida de escritor, el primer libro fue tan bueno que cualquier cursilería posterior parecía una obra de arte: él era la moda, la gente compraba sus libros, sin importar la basura que saliera de su pluma de oro.
Aquel día lo vio, aquel día recordó, aquel día las pocas fibras de decencia que le quedaban vibraron doloridas por última vez. A la mañana siguiente, volvió a ser el mismo.

5 comentarios:

  1. Que interesante tu cuento, me hizo pensar mucho en que no solo las cosas materiales pueden ser robadas, muchas veces son cosas intangibles y lo peor es que ni nos damos cuenta, muy bueno.

    ResponderEliminar
  2. Me gustó. Como dice Manu, la idea de robar historias es muy buena. Solo el final lo sentí como que sucedió muy rápido, el que se haya arrepentido. Pero está muy bien.

    ResponderEliminar
  3. Bien narrado. Sin embargo, hay algo en el cierre de la historia que no me convence. Aunque existe, a mi gusto le falta fuerza. Es decir, la historia es muy interesante como para resumirse en: “Pedro vio al escritor, recordó cómo le robó la historia, entonces regresó a ser él mismo”. Quizás porque estuvo muy rápido, no se. Me lleva a otro punto, el final es “volvió a ser él mismo” o “volvió a ser el mismo”. Nótese que habría una diferencia de finales dependiendo de la tilde. Hablando de tildes, “sólo que más viejo y andrajoso” lleva tilde en “sólo” porque puede cambiarse por solamente. En la parte de “Pedro sabía qué genialidad estaría escribiendo” suena raro, ¿no sería “Pedro NO sabía….”? Yo agregaría un salto a otro párrafo justo en “Y una de tantas noches” y le quitaría el “y” porque siento que ya está hablando de otra cosa. Yo se que a la gente no le gusta seguir la regla de los diálogos, pero es uno de mis cucos, así que tengo qué decir algo porque me parece que las comillas se usan en español para otra cosa. “Su mente dio cabida” ese “dio” no lleva tilde. Una sugerencia: Cuando decías “Aquel día lo vio, aquel…” podrías separar eso en tres oraciones justo en cada “aquel” para darle un poco más de fuerza a cada afirmación, probá a leerlo en voz alta y te darás cuenta de lo que digo. Un abrazo, Fabiola.

    ResponderEliminar
  4. Perdón por la ignorancia, ¿qué es la regla de los diálogos? En todo caso, gracias Quique. Tenés razón con lo del final, pero comenzaron a llegarme tantas ideas que me dio miedo no lograrlo enganchar. Tenés razón con todo lo demás pero tendría que decirte que en el "volvió a ser el mismo" me refiero al mismo mentiroso, ladrón y falso escritor que no era escritor...No se cómo explicarlo de otra forma. Es decir, no volvió a ser "él mismo". Gracias por tomarte el trabajo de comentarme, sólo así puedo ir escribiendo mejor.

    ResponderEliminar