Ticu
(Por Manuel Solórzano)
¡Cuuu! – La llamaba.
¡Cu cuuuu!- Insistía, pero tímidamente en un susurro.
Otra noche más que Ticu no lograba llamar su atención. En realidad eran muy pocas las noches en que lo lograba pero a veces, solo a veces, lograba que ella lo escuchara toda la noche desde lejos, Ticu entonces se perdía en un monologo que lo cargaba de felicidad por varios días, pero eso no pasaba casi nunca, en realidad lo normal era que solo se asomara un momento nada más y rápidamente volviera a ocultarse tras las nubes. Las peores noches eran en las que el no la veía, solo sabía que estaba allí por su resplandor sobre las nubes. No lograba comprender cómo ella podía ser tan indiferente ante el.
La locura de Ticu el búho por ella había sido inevitable, fue una noche en la que ella se acercó un poco más de lo normal y el no pudo controlar sus sentimientos, no fue algo pensado, fue puro y sincero, la besó. Desde entonces el quedó como poseído; pasaba el día arrancando las hojas de la rama más alta del árbol para que ella lo distinguiera entre el espeso bosque esperándola todo engalanado y erguido tratándo de seducirla con ese aire de nobleza que le diferenciaba en la punta de la rama. Había bajado de peso porque intentaba llevar una dieta vegetariana para no duplicar esfuerzos; arrancar las hojas y comer era todo uno, incluso se olvidó por completo de aquella lechuza que lo veía con ojos sugestivos pero ningún esfuerzo parecía servir de nada. Llevaba 29 días contados sin que ella volviera a dar la menor señal de importarle.
-¿Cómo pude ser tan atrevido y echarlo todo a perder? ¿¿en qué estaba pensando??- Se decía una y otra vez al recordar el beso y desde entonces trataba con todas sus fuerzas de decirle cuan avergonzado estaba pero jamás encontraba un momento a solas con ella. Pasaba en vela toda la noche, buscándola, esperándola, deseando un momento…un momento nada más.
Todos sus amigos lo creían loco, la rama, su rama, era famosa, de día la usaba como lugar de cátedra en donde hablaba de la vida y a donde llegaban a pedirle consejos de todas partes del bosque. Y como siempre, cuando el sol se ocultaba y todos se iban, el se volteaba hacia el cielo y empezaba su espera, pero no podía más, ya había llegado al límite de sus fuerzas, estaba decidido a decirle que se olvidara de el si es que en algún caso remoto no lo había hecho ya, le diría que el no podía soportar más su indiferencia y que lo disculpara si se había creído merecedor de su amor y ante todo, que disculpara su atrevimiento.
Ese día, pensativo, sin moverse en su rama dejo que lloviera sobre el todo el día hasta caer el sol, la noche la inició con la cabeza abajo, no como siempre, erguido y galán; la inicio mojado, sin fuerzas, derrotado, frustrado y realmente cansado. Sumergido en sus pensamientos de melancolía hasta que no pudo más, se durmió.
Jamás la vio venir, jamás se lo imaginó tan siquiera, solo sintió calor en su espalda y sus alas, abrió levemente un ojo y vio parte de su sombra proyectada en la rama, pero se convenció de estar soñando y volvió a cerrarlo.
Al día siguiente al salir el sol sus compañeros de árbol llegaron en tremenda bandada y se lo dijeron, le contaron como ella se había acercado a el, le dijeron que jamás la habían visto tan cerca y reluciente como esa noche y le detallaron como ella suavemente lo había abrazado con su luz mientras el, cabeza abajo, dormía.
Ticu no podía creerlo, volaba de arriba a abajo del árbol entrevistando una y otra vez a todos y todos le decían lo mismo, ¡¡Ella bajó Ticu, ella bajó y te tubo abrazado toda la noche!!.
Desde ese día Ticu duerme solamente de día y tras mucho esfuerzo logró acariciar con su pico sus propia espalda, donde ella lo abrazó y cuentan que una vez al mes ella baja a estar con el mientras todo el bosque en silencio, observa.
¡Cu cuuuu!- Insistía, pero tímidamente en un susurro.
Otra noche más que Ticu no lograba llamar su atención. En realidad eran muy pocas las noches en que lo lograba pero a veces, solo a veces, lograba que ella lo escuchara toda la noche desde lejos, Ticu entonces se perdía en un monologo que lo cargaba de felicidad por varios días, pero eso no pasaba casi nunca, en realidad lo normal era que solo se asomara un momento nada más y rápidamente volviera a ocultarse tras las nubes. Las peores noches eran en las que el no la veía, solo sabía que estaba allí por su resplandor sobre las nubes. No lograba comprender cómo ella podía ser tan indiferente ante el.
La locura de Ticu el búho por ella había sido inevitable, fue una noche en la que ella se acercó un poco más de lo normal y el no pudo controlar sus sentimientos, no fue algo pensado, fue puro y sincero, la besó. Desde entonces el quedó como poseído; pasaba el día arrancando las hojas de la rama más alta del árbol para que ella lo distinguiera entre el espeso bosque esperándola todo engalanado y erguido tratándo de seducirla con ese aire de nobleza que le diferenciaba en la punta de la rama. Había bajado de peso porque intentaba llevar una dieta vegetariana para no duplicar esfuerzos; arrancar las hojas y comer era todo uno, incluso se olvidó por completo de aquella lechuza que lo veía con ojos sugestivos pero ningún esfuerzo parecía servir de nada. Llevaba 29 días contados sin que ella volviera a dar la menor señal de importarle.
-¿Cómo pude ser tan atrevido y echarlo todo a perder? ¿¿en qué estaba pensando??- Se decía una y otra vez al recordar el beso y desde entonces trataba con todas sus fuerzas de decirle cuan avergonzado estaba pero jamás encontraba un momento a solas con ella. Pasaba en vela toda la noche, buscándola, esperándola, deseando un momento…un momento nada más.
Todos sus amigos lo creían loco, la rama, su rama, era famosa, de día la usaba como lugar de cátedra en donde hablaba de la vida y a donde llegaban a pedirle consejos de todas partes del bosque. Y como siempre, cuando el sol se ocultaba y todos se iban, el se volteaba hacia el cielo y empezaba su espera, pero no podía más, ya había llegado al límite de sus fuerzas, estaba decidido a decirle que se olvidara de el si es que en algún caso remoto no lo había hecho ya, le diría que el no podía soportar más su indiferencia y que lo disculpara si se había creído merecedor de su amor y ante todo, que disculpara su atrevimiento.
Ese día, pensativo, sin moverse en su rama dejo que lloviera sobre el todo el día hasta caer el sol, la noche la inició con la cabeza abajo, no como siempre, erguido y galán; la inicio mojado, sin fuerzas, derrotado, frustrado y realmente cansado. Sumergido en sus pensamientos de melancolía hasta que no pudo más, se durmió.
Jamás la vio venir, jamás se lo imaginó tan siquiera, solo sintió calor en su espalda y sus alas, abrió levemente un ojo y vio parte de su sombra proyectada en la rama, pero se convenció de estar soñando y volvió a cerrarlo.
Al día siguiente al salir el sol sus compañeros de árbol llegaron en tremenda bandada y se lo dijeron, le contaron como ella se había acercado a el, le dijeron que jamás la habían visto tan cerca y reluciente como esa noche y le detallaron como ella suavemente lo había abrazado con su luz mientras el, cabeza abajo, dormía.
Ticu no podía creerlo, volaba de arriba a abajo del árbol entrevistando una y otra vez a todos y todos le decían lo mismo, ¡¡Ella bajó Ticu, ella bajó y te tubo abrazado toda la noche!!.
Desde ese día Ticu duerme solamente de día y tras mucho esfuerzo logró acariciar con su pico sus propia espalda, donde ella lo abrazó y cuentan que una vez al mes ella baja a estar con el mientras todo el bosque en silencio, observa.
¡Me encantó! Felicidades Manuel
ResponderEliminarEncantador, de verdad.
ResponderEliminarAy... el Ticu es muy tierno...
ResponderEliminarMe gusta. Apropiado para todas las edades y se vería súper bien acompañado de ilustraciones en un libro para niños. Es inspirado en algún personaje real?
ResponderEliminarGracias muchá!. Quique, no, en realidad salió de un artículo que estaba leyendo de las fechas en las que la luna se acerca más a la tierra, de allí nacio, luego me pasó por la cabeza el toro enamorado de la luna, por allí fue tomando forma...
ResponderEliminarUn cuento precioso. Felicitaciones.
ResponderEliminarSolo faltan algunas tildes en los "el", como en "tan indiferente ante el", pero si no, de veras, muy lindo.
¡Mil gracias Ixmu! Pondré atención a las tildes.
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