Antes de que José Napoleón conociera a su esposa ella vivía dentro de un zapato. La desventaja era que lo único que cabía dentro era su pie, pero para eso se habían inventado las casas. El derecho, para ser específicos. Sí existía un zapato izquierdo, había vivido allí gran parte de su infancia, pero cuando cumplió 30 decidió probar suerte y mudarse al otro lado. No siempre era el mismo, eso sí. A veces, en días calurosos, era una sandalia de cuero con cuentas de metal. Algunas noches vivía en lo alto de una plataforma terciopelo rojo. Durante las horas de trabajo en una sobria y cómoda zapatilla de tacón, y así sucesivamente. No siempre estaba en el zapato. Frecuentemente salía de él para cosas como ducharse, aunque a veces, en los gimnasios públicos y baños de hotel, lo hacía dentro de una chancleta plástica color verde.
El día en que conoció a José Napoleón se levantó, como de costumbre, se bañó, como de costumbre se vistió con una media y entró a su casa, como de costumbre. Obviamente se puso más prendas de vestir, no iba a ir a trabajar sin ropa. Sin embargo, debajo de la media y de la vestimenta, estaba desnuda.
La mañana en que conoció a José Napoleón ella salió de la casa que la albergaba a ella y a su zapato. En el camino de todos los días, debía de pasar por un pedazo resquebrajado de acera que se balanceaba cada vez que ponía su zapato sobre él. Había llovido. Y siempre que eso pasaba se micro empozaban las grietas y, al hacer presión, salían chorritos que le mojaban la media, calceta o pantalón. No digamos el zapato donde vivía. Siempre se le olvidaba que eso pasaba, pero esa mañana se recordó. Y se detuvo unos pasos antes de llegar frente a la acera agrietada. Dio unos cuantos pasos acelerados, agarró aviada y saltó haciendo un grand jeté cual Anna Pávlova. Lastimosamente la gracia con que había flotado en el aire evolucionó en un aterrizaje torpe y desastroso que le torció el tobillo, obligándola a salir de su zapato para sobarse el pie con lágrimas en los ojos.
José Napoleón, que vendía periódicos en la esquina, vio la escena desde el otro lado de la calle.
-Puedo ayudarla, señorita- preguntó.
-Gracias, no, es usted muy fino pero ya voy a llegar a mi oficina, allí estaré mejor.
-¿Y cómo piensa llegar allí? ¿Caminando? ¡De ninguna manera!- dijo subiéndosela en la espalda y caminando con ella varios kilómetros a tuto.
Con ese gesto de galantería José Napoleón se la echó a la bolsa, lugar donde viviría a partir de entonces, junto con la manteca de cacao, el vuelto de la camioneta y el teléfono celular.
-¿Sabe?- le dijo cuando llegaron al frente del edificio en donde quedaba la oficina –debajo de esta ropa ando desnuda.
Mudanza
Mudanza
(Por Quique Martínez Lee)
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Indudablemente aunque no hubiera sabido previamente que eras vos el que lo habías escrito lleva tan marcado tu estilo como Michael Jackson los calcetines blancos. La reflexión post cuento es obligatoria en tus creaciones. Creo no entender dónde está lo de la frase chapina, tal vez sea lo de la echada a la bolsa o lo de la chancleta plástica que solo le faltó el "suave chapina" :)...en todo caso, como siempre, muy buen cuento.
ResponderEliminarGracias! "suave chapina" "a tuto" y "se la echó a la bolsa"
ResponderEliminarclaaaaro...a tuto...es tan parte de nuestro lenguaje que ya no lo vi como algo diferente...
ResponderEliminarahorita que lo vi otra vez...ese "es usted muy fino" también....genial..
ResponderEliminarMe gustó un montón. Genial eso de tomar el cliché de las mujeres y los zapatos, y ponerlo con que una mujer vive en un zapato. Buenísimo!!!!
ResponderEliminarSolo te quería preguntar una cosa: no crees que el cuento también quedaría bien sin el último párrafo? No sé, me parece que lo de que vivía en la bolsa de José Napoleón, es un bonito final.
Es solo una idea.
Saludos
Sí, Ixmu, me parece que el final de la bolsa me gusta a mí también. Lo de que debajo de la ropa estaba desnuda lo forcé un poco. Pero entonces dalo por quitado, pero como la otra semana tocan cuentos de seducción quizás meta algo de eso, o una continuación a esta historia.
ResponderEliminarY luego toca José Napoleón en novela...¡me encanta, Quique!Y coincido con Ixmu, sin que deje de encantarme.
ResponderEliminarSorprende la imaginacion con que fue escrito, sin duda un trozo exquisito para un podolatra.
ResponderEliminarPololatra: tipo particular de fetiche cuyo deseo se concentra en los pies.
ResponderEliminarYa aprendí una palabra nueva.
Hahahahahahaha, buenísimo! El final me gustó mucho! Un par de comas hicieron falta.
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