variopinto

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Catálogo infinito

Catálogo infinito
Por Fabiola Arrivillaga

Desde pequeño, Javier sintió cierta extraña fascinación por la muerte. En eso se parecía a los escritores, que le adivinaban lo poético y lo rítmico a esa pelona huesuda con la que la mayoría no pareciera quererse encontrar. Por eso, en cuanto aprendió a leer se escurría hasta el sillón en el que cada tarde se quedaban, medio desparramados, los periódicos y buscaba con avidez las páginas de esquelas, que se devoraba con singular apetito.Tenía ocho años cuando planeó, por primera vez, cómo moriría y qué diría su esquela.

“Fue bueno hasta con los chuchos;

sus amigos lo recordarán con arrepentimiento

por no haberle querido hablar en el colegio.

Descanse en paz, el astronauta

Javier Carrascosa”

Y es que, entonces, no tenía muchos amigos. Pero como su personalidad era interesante, graciosa y limpia, pronto se volvió el más querido dentro de su grupo. Así que, para cuando cumplió los 13 aquel primer texto mutó un poquito. Con los mismos sueños de grandeza que todos los casi niños, escribió una nueva esquela.

“Descanse en paz Javier Carrascosa.

Guapo, popular, buen amigo y compañero.

El alma de las fiestas.

A pesar de sus millones nunca perdió la sencillez.

Te extrañaremos, hermano”

Sin embargo, a los 16 se enamoró y dejó de percibirse como el traidito de la lica. Empezó a soñar sueños de romántica vida campireña y, precozmente, a imaginarse una docena de mocositos lindos y bien colochitos, luego nietos traviesos y cariñosos y a su Dulcinea, viejita y arrugada sosteniéndolo de la mano justo antes del último respiro.

“Aquí yace quien en vida fuera

Javier Carrascosa.

Fiel esposo, amoroso padre, dulce abuelito.

Hombre honesto, leal a la patria y a Dios”

Hasta aquella tarde, cuando luego de salir del instituto nadie volvió a verlo o a saber de él. Se pegaron afiches de búsqueda, hasta salió en los noticieros, pero nada. Mucho tiempo pasó, mucho. Algunas semanas más tarde, sonaba el teléfono de la casa, silenciada por el dolor y la pena, informando del hallazgo de un cuerpo en uniforme escolar. Las hipótesis apuntaban a un desafortunado accidente, un resbalón y caída al fondo de un abismo, tan hondo como el olvido. Llegaron los padres, los amigos y la novia a la morgue, a fin de identificar los restos con la esperanza de no identificarlos. Y he aquí que encontraron la penúltima de las esquelas.

“Hombre, 17 años (aprox.), 1.71 m (aprox)”

Y entre sus pertenencias un cuaderno rotulado como Catálogo infinito, en cuyas páginas se hallaban escritos los sueños de muerte de aquella vida, rota por el destino demasiado pronto.

5 comentarios:

  1. =( qué triste, bien escrito pero me afectó mucho.

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  2. La vida y sus misteriosos caminos...Originalmente iba a ser más triste o trágico o perturbador...Pero pensé que era mejor una muerte accidental. Gracias por comentarlo.

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  3. A mí me pareció muy tierno. Y me pareció también que tiene el potencial de un cuento más extenso, en el que se describan mejor las etapas entre una y otra esquela.

    Pero muy buena idea y muy original!

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  4. Igual, me parecio tierno, las esquelas eran un poco largas en comparación a las reales.

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