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Historias Incontables

Historias Incontables
Por Tania Hernández 


Tantas historias caben en esos minúsculos espacios. Tal vez un cine, o un cuarto de motel, o un chat en el café internet a la vuelta de la esquina. Espacios mágicos que se dilatan para contener sueños incontables, en los que es posible imaginar que la realidad ha muerto, o que, luego de rebasarla, la dejamos tan pero tan lejos que, por más que se alarguen los brazos, los dedos de los recuerdos no son capaces de tocarla. Puertas a mundos paralelos, en donde el “vos y yo” son posibles, tan posibles que asustan, porque el “vos y ella” y el “vos y él” se escuchan ya solo como un murmullo ajeno, como una historia que alguna vez se contó, pero hace mucho, mucho tiempo.

Allí pululan los suspiros,  los héroes encuentran hermosas villanas y las princesas vencen a pulso a sus brujos, porque en esos espacios la gente se convierte en otra, se transforma, se puede inventar una y otra vez. Y es que a media luz lo posible y lo imposible también se han vuelto otros.

Historias como la de estos dos, por ejemplo, que ahora mismo evitan verse a los ojos, sentados cada uno a un lado distinto de la cama, pero que en unos minutos se abrazarán, cómplices transgresores de su absoluta y deleitable desnudez, en una primicia para las fantasías de dos almas que nunca vieron la luz sino a través de la abertura de sus máscaras.  Sus cuerpos se besarán y sentirán, por fin, que el mundo es otra cosa y no esa retahíla de hábitos,  transigencias y tediosas rutinas que habían aceptado, resignados, como única vida posible.

Así, uniendo las ganas, los deseos y los sueños de los dos, este pequeño espacio, se transformará en esos paréntesis – pienso en Benedetti - en los que la vida se cuela dejándose elevar, en un ardiente gemido, al infinito. Se unirán a las incontables historias, a todas esas historias secretas que caben en este diminuto punto del universo.

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