variopinto

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María Auxiliadora

Maria Auxiliadora
Por Cristina Zuleta


Cada vez que sentía que algo dentro de ella iba a explotar se escondía. Era como si su corazón eufórico bombeara más y más sangre y ésta transitara tan rápido por entre sus venas que su cuerpo empezaba a perder el control y todo le palpitaba. Un mínimo roce le cortaba la circulación. Entonces, empezaban a venir a su mente imágenes a manera de cortometrajes: una bella mujer la acariciaba suavemente y lentamente todo el cuerpo mientras susurraba palabras incomprensibles en su oido, un hombre, a quien no se le veía el rostro, sudaba por la agitación del vaivén en que ambos gozaban; y por último, ella sola se daba placer recostada en un sofá de terciopelo mientras un grupo reducido de personas la admmiraban embelesados, con copas de vino en las manos. En sus fantasías todo era color vino. Luego abría los ojos a la fría soledad del baño del Colegio para niñas María Auxiliadora y a la absurda adolescencia que todo lo prohibe. Despertaba del placentero delirio, con un grito mudo, sus manos húmedas bajo la falda a cuadros, la respiración agitada que la llevaba a la calma más indeseable y triste, posterior a ese único pecado que jamás iba a confesar.

5 comentarios:

  1. ¡Me encanta! Siento que de algún modo distinto y más bello, toca un tema similar al que yo intenté.

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  2. ¡Gracias Juan! Hasta que al fin sale algo... Cortito y sencillo, pero algo es algo. Pues si, yo siento que ese pecadito es muy duro de llevar y si, había que hacerle su homenaje a ese peso.

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  3. Autocrítica: hay una coma y una eme de más... ¿No?

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  4. Me gustó un montón. Menos mal que esa época ya está superada ;-)

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  5. Muy interesante, fuerte, real, me dejó pensando un gran rato, eso es bueno. Me gustó mucho! Saludos

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