variopinto

variopinto

Entre Rutas

-- Entre rutas
Por Lucía Escobar
Era su décima camioneta de la tarde y El Chino aún no había logrado
vender ni un solo separador. La cabeza le dolía como si un taladro le
reparara el hipotálamo. A penas percibía las sombras, y los rostros
se desdibujaban a medida que intentaba acercarse y mostrar su
producto. De su boca no salía una palabra. Tambaleaba más de la
cuenta, como en las rutas de antes; de terracería y piedras. Un
zumbido ensordecedor subía de intensidad y constancia dentro de su
cerebro. Las bocinas, las ambulancias, el aullido sordo de la ciudad,
los gritos de las colegialas eran como trazos de colores violentos en
su escenario de vendedor ambulante.
El Chino sintió que el mundo y las calcomanías, los pasajeros y las
orejitas del Playboy daban vueltas, y vueltas y mas vueltas. De
pronto el suelo era el cielo, y el cielo el piso. Vió pasar sus cuatro
lustros de vida callejera en un santiamén mientras el piso sucio de la
camioneta se lleno de tarjetas, separadores, postales de enamorados,
paisajes dibujados y personajes de televisión. El cuerpo del Chino
quedo tendido en medio de la camioneta, rodeado de las frases que le
dieron de comer, durante su último año de rehabilitación.
Epílogo
Una avalancha de personas pasaron corriendo sobre él, machucándolo,
pateándolo y magullándolo. Al verlo desplomarse pensaron que era una
ataque armado y salieron histéricos disparados por la puerta mas
cercana.
El Chino sólo tenía una insolación que finalmente le costó la vida.

2 comentarios:

  1. Hola Lucha, a mi me hace ruido lo del Epilogo, entiendo que pensaras en cortar la acción y luego retomarla, pero no muy me funciona, ahora que me dejó una medio sonrisa atravesada.

    ResponderEliminar
  2. A mi me hace ruido lo de poner un Epilogo, pero por lo demás me dejó una medio sonrisa atravesada

    ResponderEliminar