variopinto

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Azul

AZUL


Por Olga Galvez


La primera vez que lo vi me di cuenta que había encontrado algo que aún no estaba buscando. Como quien extraña aquello que no sabe cómo ni cuándo perdió. El lago estaba tranquilo ese día. Si las montañas y volcanes que lo rodean no existieran, no se podría diferenciar dónde comenzaba el cielo ni dónde terminaba el lago. Justo ese día fue que me habló por primera vez, pero no con palabras, sino con sentimientos, deseos, anhelos, incluso temores.

Yo apenas si alcancé a decir algo. ¿Qué iba yo a decir si me sentía abrumada, sobrecogida? Qué cosa podía yo -una simple mariposa- contestarle al lago, cuando en sus aguas veía la verdad misma, de su azul profundo venía aquello que me daba vida no sólo a mí, sino también a las montañas, volcanes, árboles. Yo sabía que el sol mismo bailaba para él, el viento respiraba de sus olas…entonces ¿qué era lo que el lago pedía de mí? Nada -me decía- no quiero nada, sólo poder conversar con alguien en esta soledad. Así como tú dices que yo te abrumo, pues así me abruma mi propia grandeza y me sobrecoge la belleza de tu pequeñez. Y así pasaron los días… nos conocimos, nos entendimos, nos conmovimos de tanta admiración, confesamos debilidades y revelamos poderes. Memoricé sus olas, cada uno de sus movimientos, el modo de su vaivén y llegué a conocer cada una de sus tonalidades y hasta a reconocer su ánimo, su trato diario con el sol, con el viento, con el hombre. Y ni tengo que decir que él me sentía al volar, advertía el más leve de mis aleteos, respiraba mi aliento, me sabía suya y yo lo reconocía mío.

Finalmente un día dijo aquello que yo quería oír: Quisiera que estés en mí, conmigo, quiero tenerte, asumir por un momento tu sencillez, poseer tu esencia. No necesitaba ni siquiera decirlo…yo deseaba entregarme en total sumisión, como una reverencia, con adoración. Mis alas sin titubeo alguno me llevaron hasta él y sin más me deje anclar con suavidad. Sus azules aguas me tomaron serenamente, empaparon mis alas arraigándome. Un cristalino amor me envolvió. Pero la entrega fue voluntaria, me rendí con toda intención, decididamente. Dulce muerte azul, he vivido para morir en ti, reconozco tu calor, desde ahora existo en el frío de tu oleaje.

Te recibo, me entrego… te guardo, te llevo, te tengo. Ya no eres, ahora somos- dijo él conociendo, sintiendo al fin la paz.











3 comentarios:

  1. ¡Qué belleza, Olga!¡Qué belleza!¡Qué belleza!

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  2. Amor: Algo dentro de ti es una fuerza que me impulsa a amarte y admirarte: Cuando leo cuentos como esto y pregunto: Quien es la autora? Me doy cuenta que esta al lado de mi cama...por 20 años. Es un cuento BELLISIMO y no me canso de leerlo.

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