variopinto

variopinto

Al que le gusta los chicharrones, al ver un coche suspira.

Al que le gusta los chicharrones, al ver un coche suspira.
Por Olga Contreras


Si uno se lo proponía, al mediodía cuando el local estaba a punto de reventar, podía oír a través de los destartalados ventiladores –que más que dar aire dan lástima- el rumor crujiente de todos los comensales masticando en un ritmo extasiado los mejores chicharrones del oriente del país, en medio del olor a grasa, a rábano y tortilla.  

Gente de todo nivel y posición y origen se dan cita después de las once en la chicharronera de la Nía Meches. Bueno, a decir verdad la pobre Nía Meches ya ni viva estaba, pero como dice el dicho “cría fama y échate a dormir”, pues el nuevo dueño decidió que el nombre quedara junto con la vieja receta para el manjar porcino.

Daba gusto ver aquel parqueo lleno de camionetas de las mejores marcas y los hombres cabal como deben ser: machos machotes, con botas, sombrero y pistola, con una su buena patojona del brazo. Todos muy gamonales, pedían guaro y comida para tirar.  No había quien no pasara viendo un rato a los animales traídos de varias fincas: una avestruz, una cebra, varios tigrillos, guacamayas, tortugas, pájaros de esos raros que ya no dejan llevarse a los estados.

Todos alababan los chicharrones y las carnitas y le decían a Coca que qué animales más buenos tenía, que la carne se deshacía en la boca de lo suave que estaba. Nadie, pero nadie se quejaba, ni siquiera cuenta se daban del inevitable malestar que sentían en la tarde o en la noche cuando llegaba la hora de la digestión y se encontraban irremediablemente enojados, sin razón alguna. Por las noches, después de al menos 4 onzas de chicharrones o carnitas, la ira los poseía y los agarraba como muñecos de trapo, a su antojo. Muchas muertes y no menos cantidad de vergueadas eran fruto de una buena hartada donde la Nía Meches.

Lo que la gente no sabía es que ese efecto venía de la carne que habían comido, pues dicen que la carne absorbe todo el temor y la mala vibra que el animal siente antes de ir al matadero.

- ¿Vos, ya me vas a traer la carne?- dijo Coca, con esa voz sin aire, gutural, grasosa como él- mirá lo tarde que es, no va a dar tiempo pa’ que la carne hierva las 12 horas. 

-¡‘horitía llegamos Coca! No te preocupés hombre, mirá que hoy sí nos rayamos y te vas a cagar con lo que te llevamos. ¿Te acordás de Hugo el del taller? Con ese panzón te alcanza y te sobra. Mañana se te agota el chicharrón antes de la una, vas a ver- dijo emocionada la voz del otro lado del teléfono.  

8 comentarios:

  1. hola Olga, ¡que macabro!, me recuerda la peli "Tomates verdes fritos", que por cierto me encantó. Hay que tener cuidado con lo que se come, hay gente con muy mala sangre por ahí, luego viene la resaca. Me gusta como escribes, me encanta, sólo que no pillo el título.

    ResponderEliminar
  2. fue un error, es Chicharrones...gracias Elena, esa peli es buenísima.

    ResponderEliminar
  3. CHICHARÓN DE PUERCO Y PUERCA, jajaja, me gusta el juego de palabras: le dieron chicharón con yuca.

    ResponderEliminar
  4. jajaja muy buen cuento, me encanta la parte de "los hombres cabal como deben ser: machos machotes" jajaja. felicitaciones

    att. Johan

    ResponderEliminar
  5. Que cuento Olguita! Este cuento no fluye, vuela!. No hay que releer ni una sola línea para encontrarle el sentido real. Muy bien escrito. Tan ricos que eran los chicharrones antes de leerlo jajajaja. Bien dicen que la ignorancia es el paraizo...total cuántos chuchorrascos me habré comido en mi vida...

    ResponderEliminar
  6. Me encanta el lenguaje. Un sweeney todd muy chapín ;)

    ResponderEliminar
  7. Paraizo diceee...paraiso. Perdón.

    ResponderEliminar
  8. Buenísimo!!! Buenísimo!!!Buenísimo!!!Jajajajajaja...No más chicharrones en mi mesa...jajajajajaja!!!

    ResponderEliminar