variopinto

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Monstruos

Monstruos
Por Tania Hernández




El monstruo ruge destrucción. Carmen Lucía se inclina para evadir el manotazo de su furia, corre a su cuarto y logra cerrar la puerta antes que la alcance. Mientras apoya todo su peso contra la puerta, busca las llaves en el bolso que pudo rescatar en la huida. Las saca temblando y, después de varios intentos fallidos, consigue meter la correcta en el cerrojo. Echa llave por dentro. Los rugidos de la bestia amenazan demoler, cual tornados, todas las paredes de la casa. El miedo incursiona más hondo en su interior. Se acurruca detrás de la cama y abraza su bolso, como lo hacía de niña cuando en su desesperación, se aferraba a su muñeca. Malditos recuerdos de infancia que intentan distraerla para paralizarla, para encadenarla a la impotencia. De repente, algo vibra en medio del abrazo. ¡El celular! La salvación. ¡Cómo no se le había ocurrido antes! Antes ... antes, sí, el teléfono en su cuarto ... era rosa, como su cama ... ella no lo quería rosa, lo quería gris metálico, como uno que había visto en una serie y estaba segura que servía para teletransportarse, para escapar a tiempo, para ir a planetas exóticos, navegar en naves espaciales, donde no hubieran monstruos peludos, monstruos con aliento ácido, con manotas velludas y barbas que raspan la piel púbica ...

-          Carmen Lucía, me llamó José Miguel, que dice que te encerraste en el cuarto. M’ija, ya estás grandecita para volver a esas mañas. Yo que pensé que el matrimonio te iba a componer.

Carmen Lucía se pone de pie, y siente cómo la piel se le pone verde, los brazos se le vuelven musculosos, aumenta en tamaño, su ropa se rasga.

-          Vete a la mierdaaaaa –

ruge, y al principio piensa que la voz viene de afuera, pero no, es su voz, distorsionada por la transformación. Ve el teléfono en sus manos, ahora enormes. Con la puntita de uno de sus dedos cuelga. Como en cámara lenta se sacude miedos y culpas. Su pelo largo, ahora más negro, se ondea amenazante, cual si fueran serpientes al acecho. Va al espejo .. mezcla de Hulk y Medusa ... hermosa Medusa verde, que no ya no se quema al verse el espejo. Hermosa She-Hulk de cabello rebelde y mortal.

Mira el celular. No se había dado cuenta. Mágico color ese, el gris metálico. Saca un folleto de su bolso y me llama.

-          En este juego ya no hay niñas, ahora el juego se jugará entre grandes  - escucha mi voz, que aún no conoce,  a través del teléfono.

Entonces Medusa se atreve a tomar la espada. She-Hulk se llena de fuerzas. Y, unidas en Carmen Lucía, abren la puerta.

4 comentarios:

  1. Me asombró cómo pudiste meterte en el torbellino de sentimientos, frustraciones, desesperación y tormento que se pueden sentir en una situación así y al mismo tiempo trasladarlas al lector por medio de un link preestablecido en un personaje de comic o de mitología.
    Me gustó mucho especialmente el momento, el detonante de su cambio, la complicidad de la mamá con el que por mucho tiempo ha sido el violador, el que maltrata. Ojalá y así fuera en muchos de los casos, lamentablemente la mayoría no llegan a transformarse.

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  2. Me gusta el valor que das a los colores en tu relato. Del rosa al gris.
    Del rosa, que no deja de ser un rojo pastel y que siempre relacionamos con algo suave, tierno, indefenso. En este caso no era lo suficientemente fuerte para enfrentarse al monstruo, para vencer el miedo.
    Al gris, que con su frialdad metálica, su dureza, si podía, si puede. Y se convierte en la fuerza que necesita el personaje para luchar.
    Buen relato Tania.

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  3. Excelente, conmovedor pero esperanzador. Bien She-Hulk!

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  4. Me encanta esa forma tuya de plasmar los problemas más horrendos de manera sutil y precisa...Y, por si fuera poco, bellamente escritos. Coincido con Elena en lo interesante del contraste de colores.
    Gracias por tu cuento.

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