variopinto

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(Sin Nombre)

Sin Number
Por Johann Monette

Aquel teléfono estaba maldito, indudablemente se lo había chupado el diablo, como dicen los chistes de Pepito. Cada minúscula letra sutilmente impresa en cada uno de los veinte botones que componían el conjunto de hule tratado, dígase plástico, del dichoso nokia, poseían en sí mismos una naturaleza macabra.

¡Ah¡ porque el mal no estaba en el pinche esquizofrénico, no; el mal estaba en el malévolo celular.
Muy claro tenía en su patología John, que si no acataba las órdenes del aparato electrónico, muy mal acabaría.
Cuando menos lo pensaba, el minúsculo objeto seleccionaba a su próxima víctima y a él se le hacía cada vez más difícil resistirse.

“El carnicero”, como él mismo se había nombrado, regresaba a casa con su nuevo fémur de colección, tenía una vitrina especial para su acrisolada compilación, antes de llegar a la vitrina, el fémur tenía que cumplir con ciertos requerimientos, aprobar tenía ciertas cláusulas en el ritual de la carnicería. Después de ser identificado debidamente (el fémur), era envuelto en una especie de papel esmaltado y recostado sobre los demás iguales con la delicadeza que caracterizaba a un asesino de su talla.

Una llamada, sólo una llamada bastaba, no tenía que tirar a buzón, con que sonara una vez era suficiente. El teléfono era patente, no había errores, cuando seleccionaba al próximo fulano, no había vuelta de hoja, se hacía o se hacía; por esta razón el carnicero trataba de mantener siempre llena su lista de contactos en el celular, nunca estaba vacía o con pocos números, siempre estaba llena, siempre conocía a alguna persona.
Siempre quería tener más de cerca a sus amigos (en la vitrina).

Esperando la magnífica selección. Bastaba solo que John se metiera el celular en su bolsa y que sin querer se marcara algún número.
  
Casi de la noche a la mañana gracias a un fuerte medicamento, el matarife tuvo ciertos momentos caracterizados por atisbos de lucidez. Parecía que su vida había dado unos trescientos sesenta grados o más. Era un hombre nuevo.

Se vio en la necesidad de comprar un teléfono de casa. El celular ya no era tan necesario, esos tiempos ya hasta habían sido olvidados, la vitrina empolvada estaba, sólo eran recuerdos de pesadillas.

John padecía de mala memoria,  números. Así que no se sabía el de la planta que estaba en su casa, de cualquier forma ahí estaba el celular con el número guardado, igual nunca se lo pedirían, ¿para qué se lo iba a memorizar?

Decidió el carnicero salir de paseo, salió con su chumpa de cuero negro, sus lentes oscuros y su boina verde. Entonces sintió un bulto, era el celular que se había ido de turista junto con él. No importa, los dos fueron juntos de shopping, compraron muchas cosas. Regresaron a casa.

De repente suena el teléfono de la casa. Un timbre telefónico jamás sonó con ese aire tan tenebroso.

-aló. Sí, diga.  Es nadie. Decidió cortar. Tuut tuut tuut.

Nuevamente suena, -aló, hola.

No se oía voz más que un eco que rebotaba su voz unos cuántos segundos después.

Una gota fría de sudor recorrió la frente de John, metió la mano dentro de su bolsa trasera.

Ahí estaba el maldito y olvidado celular.

Había sido seleccionado. Él mismo había sido seleccionado. Había olvidado agregar números a su lista telefónica, sólo aparecía él mismo.

El celular no cometía errores, si se mandaba, se tenía que cumplir.

¡Estúpidos los teléfonos a los que no se les puede bloquear el teclado!

Eran las tres treinta de la madrugada. Se escuchó una silla de metal que golpeó fuerte el piso.

Pocos segundos pasaron, el cuerpo guango y pesado de Jonh daba vueltas cual péndulo.

Del techo tiraba una gruesa soga que sostenía el pesado volumen.

¿No les ha pasado alguna vez que sin querer se marca el celular con la nalga?

4 comentarios:

  1. A mi no me ha pasado eso pero si muchas veces me ha quedado marcada la nalga con el celular :D

    Como tu me lo dijiste, hay cuentos tuyos que me han gustado más que este, tal vez porque como estamos bombardeados de películas con este tipo de trama, se vuelve poco creíble. La mente, por lo menos en mi caso, desde la mitad del cuento ya lo había clasificado como ficción de cine...no se si me explico. Pero esto no quita que se lee bien, entretiene, no dan ganas de dejarlo de leer. Saludos!

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  2. Tenebroso. Realmente los teléfonos tienen características mágicas o maquiavélicas, te pueden determinar la vida, te pueden adiccionar. Principalmente los celulares. Estoy de acuerdo con Manu. Está escrito de una forma que te invita a seguir leyendo.

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  3. Me gustó eso que el celular era el culpable, no la persona. Y sí, es muy fácil imaginar la escena cinematográfica del cuento.

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  4. A mí me fascinó, de una manera más o menos oscura, eso sí...

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