variopinto

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No soy puta...

No soy puta…

Por Nicté Walls

Puta, me gritó una vieja en el mercado. Esta ciudad, que siempre ha sido tan liberal, no ha podido escapar de la influencia de los israelitas que rondan las murallas de la ciudad, quieren sacarnos a la fuerza y no hacen sino acampar por días, allá afuera…
“Puta su abuela”, le contesté, no soy sino una servidora, alguien necesario ¿Quién si no le va a enseñar a coger a esos niñitos adolescentes? Sus mujeres, seguro que no. ¿Quién va a hacer más llevadero el duelo de un viudo? O ese que tiene enferma a su mujer ¿Quién le va calmar las ganas mientras ella languidece en el lecho? Yo lo hago, por un precio módico, le doy quince minutos o media hora de delicioso desfogue y ya no hay problemas y le enseño a los mocitos como satisfacer a sus mujeres, que no se queden con las ganas ellas y que ellos logren aumentar su descendencia.
Ayer por ejemplo, vinieron esos jovencitos, se les echaba a notar que eran vírgenes, a mi me dieron lástima, son judíos y circuncidados. Los convencí y se dejaron hacer un poquito, luego se dejaron de una vez. Pude disfrutar de esas explosiones inmediatas de inexpertos precoces que me gustan tanto, se dejaron ir ambos en mi boca y luego, pues según ellos aún no los había desvirgado, se limpiaron e intentaron purificarse, pobres ingenuos religiosos.
Se metieron ambos a mi cama, ellos querían dormir y les enseñé a acariciarme, y se vinieron otra vez mientras sus dedos manipulaban mi clítoris… supongo que se sentían culpables, pasaron dos días encerrados en mi cuarto, jugando conmigo y yo con ellos, en lugar de cumplir con revisar la ciudad y ver cuales lugares atacar primero. Yo les dibujé un mapa en mi cuerpo, con miel, que luego ellos lamieron y les indiqué como atacar primero a la vieja esa que me llamó puta, luego al alcalde que me ha prohibido ofrecerme en público, y luego fui haciendo una lista de todos los que me han despreciado por mi trabajo y… que creen, casi toda la ciudad me las debe de una forma u otra.
Los dos muchachos salieron de aquí dándome un beso, me dieron una cinta roja que debo anudar a mi ventana para salvarme, para que no me maten como a los demás.
Desde mi ventana, con su cinta roja, puedo ver a los israelitas degollar a la mujer que me llamó puta, luego agarraron a su hijo pequeño y lo estrellaron contra la pared, su cráneo se partió en dos. La sangre corre como ríos por Jericó, y el sonido de las trompetas acalla los llantos de las mujeres que ven como sus bebés son ahogados, asfixiados y muertos, a pedradas o pasados a espada. Nadie se salva, ni siquiera las ancianas.
El demonio de mi nombre ha actuado, he destruido a la ciudad, a mí nadie me llama puta otra vez, y ahora, tal vez conozca a un hermoso israelita ¿Quién sabe? Tal vez uno de mis descendientes sea el Mesías.

3 comentarios:

  1. Interesante, como pasó de lo divertido a lo no tan divertido a lo serio. Mi cara era un rompecabezas...

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  2. Me encantó que usaras el episodio de las murallas de Jericó; me encantó que tu texto puede ser literal para el episodio bíblico o metafórico en el mundo actual. Me encantó que fuera corto y entretenido. Me encantó que los errorcitos de forma fueron muchos menos que la semana pasada, aunque hay un par. Yo tal vez habría usado signos de exclamación para la ¡Puta! con que abre el cuento y también para ¡Puta su abuela!; hay un par de tildes diacríticas que hacen falta, pero te felicito. Hoy a mí me dijeron que usé demasiadas comas, así que ya ves que lo poco o lo mucho es cuestión de gustos...todo es que estén usadas como debe ser.

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  3. Manuel: así es la Biblia, tierna, cruel y sangrienta, sin pasar la página.
    Juan: gracias, en serio, me hiciste el día!!!
    se me olvidó poner el texto bíblico Josue capitulo 2 y capitulo 6.

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