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Tres


Tres

Por: Orlando Gutiérrez Gross

Ángeles, demonios, circuncisiones, bautizos, muertes, crucifixiones, resucitaciones, leyes, en fin un gran numero de normas buenas y no tan buenas, que los humanos hemos escrito para tener algo en que refugiarnos. Eso es la religión. Eso es lo que la Biblia nos enseña. No pecar, amar, no desear.

¿Alguien en verdad puede creer que la mujer vino de una costilla del hombre? ¿O que los desterraron por comerse una manzana? Estamos en una búsqueda infinita por ser felices, y hay quienes la encuentran creyendo todo eso, leyéndolo y especializándose en diferentes ramas.

Y con este preámbulo les cuento que me criaron siendo un fanático religioso, o por lo menos eso es lo que pensaban mis papas, porque yo muy adentro tenía mis dudas.

Todo empezó cuando mi mamá decidió que había que hacer penitencia tres veces a la semana, porque claro, el Señor resucitó a los tres días, eran tres reyes magos, la santísima trinidad y todo lo que tuviera que ver con el numero tres. Entonces, todos los lunes, miércoles y viernes, a las 3:00 pm, mis tres hermanos, mi papá, ella y yo, nos arrodillábamos en maíz por tres horas, a rezar el santo rosario, con letanías, lentejas y todo lo que se le ocurriera.

Y así crecí, con las rodillas llenas de puntitos, parecían hoyos de barros que habían dejado marca, no en la cara, en las rodillas; sin embargo, para mi era algo normal. Al cumplir los trece años, mi vecina Rosa (que en paz descanse y la santísima Trinidad la tenga en su gloria, diría mi mamá) me regaló un pollito. Lindo el pollito. Lo bautice con el nombre de “Chumeco”. Era el animal más inteligente y lindo que existía. Lo acostumbre a ponerle un mecate en el cuello, para ir a la vuelta y fumarme el cigarrito, que por cierto no podía hacerlo, pero yo pensaba que sí.

Chumeco vivía en el jardín pequeño de la casa y por supuesto nunca se le permitía entrar a la misma, pues era un animal. Sin embargo, un viernes, por descuido de mi santa madre (creo que en verdad ella pensaba que era santa), la puerta del jardín quedo abierta, Chumeco aprovechó para entrar y encontró el maíz en el que acabábamos de arrodillarnos para rezar. Y ¡zas que se lo come! Cuando mamá encontró al animalejo comiéndose el maíz, decidió que había que adorarlo, porque imagínense ustedes, un viernes, después de rezar, el animal logra entrar a la casa y se come el maíz. Desde ese entonces, la suerte de Chumeco cambió, era el rey de la casa. Mi madre tejía para hacerle bufanditas, le limaba las uñas, limpiaba su pico y hasta dormía adentro.

Hasta que un día decidió que él, por ser santo, debía de tener el mismo destino que el Señor Redentor. Nos juntó un viernes a todos en el patio. Había colocado una especie de cruz mal hecha, con unas ramas del guayabo que había en casa, y ahí, estaba la ya gallina o gallo o gallino (nunca supe el sexo), agarrada de sus alas, crucificada, pegando gritos, mientras mi mamá con cara seria rezaba. Una vez que el animal se desangró, lo puso sobre una piedra que había cerca del guayabo, le echó una sabana vieja y dijo:

- En tres días resucitará.

A los tres días, la gallina estaba podrida y yo al ver esto, la tomé con lagrimas en los ojos y la enterré cerca del árbol, no sin antes tomar la sabana vieja llena de sangre y dejarla puestecita sobre la piedra, para que mi madre creyera que en efecto, Chumeco había resucitado.

El plan funcionó. Cuando mi mamá fue a revisar la gallina y no la encontró, pegó un grito, se inclinó frente a la piedra y empezó a rezar. Fue así como la gallina se convirtió en santa y mi madre empezó a adorar falsos ídolos.

Mi papá al ver que ella rezaba el día entero con la manta llena de sangre seca en la cabeza, no tuvo más opción que empacar unos cuantos trapos de sus hijos y nos fuimos. Nunca la volví a ver. No me afecto en la más mínimo su ausencia, al contrario, empecé a ser un adolescente normal y llevar una vida alegre.

Al cumplir los 33 años, recibí un paquete, no tenía remitente, solo una nota que decía: Feliz Cumpleaños, que Dios te bendiga, pronto resucitarás. En su interior había una pequeña cruz. Me pareció un insulto. Vieja loca.

Referencias: Éxodo 20:1-6 San Lucas 24:1-5

5 comentarios:

  1. Qué buena historia Orlando! algo terrorífica, algo graciosa.
    Muy bien hecho.

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  2. Genial, Orlando! Y tú que decías que estabas palideando con la historia, te salió super bien. La disfruté muchísimo.

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  3. Ja ja ja, gracias a todos! y sí en efecto, me sacó las arrugas! Tenía mil ideas y no las podía plasmar, hasta que salió este.

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  4. Bien Orlando, me revolvió las emociones..jajja..vieja loca!...jajaja...bueno!

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  5. Qué miedo! Creo que, si bien es un cuento excelente, como sugirieron arriba podría extenderse un poco más para hacer algo un poco más terrorífico. Bien!

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