Conocerte
(Por Manuel Solórzano)
Enfermera, apunte por favor. Hoy es Jueves siete de febrero. Hora de nacimiento: catorce horas y…quince minutos. El Doctor le dirá el peso –refiriéndose al pediatra que ya había tomado al bebé en sus manos y lo examinaba extrañado-. El bebe llora muy poco. Está tranquilo. Incluso cuando se le hacen los molestos exámenes de rutina. Pareciera estar distraído en algo.
¡Al fin! Fueron ocho meses y medio de larga espera pero ¡lo lograste mi´hijo! No te imaginas las ganas que tenía de conocerte. No pude hacerlo antes, desde la primera vez que intentamos verte en el ultrasonido, te volteaste y huiste de ese sonido tan parecido al de la sierra con la que cortamos la madera para construir tu moisés en el taller del abuelo. Tenías razón en asustarte pero deberías habernos visto las caras cuando vimos pintadas de movimiento ámbar las formas que solo en nuestros sueños te dábamos y por eso rogué para estar aquí en este momento.
No había razón para pensar que fueras a adelantarte pero la naturaleza que, ahora lo se, no entiende de planes humanos, decidió que esa bolsa acuosa y oscura ya no era suficiente para ti justo cuando le entregaban los recuerditos para los amigos que vendrán a conocerte. Por lo menos no tendrá esa pena; ya la conocerás y sabrás lo importante que son para ella esos detalles. Ni siquiera la dejaste llegar al carro y allí, en medio parqueo, empezaste tu lucha por salir. Según nuestro plan, nacerías el veintidós en una cesárea luego de que me convenciera de no correr riesgos por esta vez. El último ultrasonido mostraba que no te habías logrado liberar de esa soga que se había vuelto un espiral en tu cuello y que así como te llenaba de vida también amenazaba con quitártela.
Los médicos dicen que las emociones fuertes pueden adelantar la labor de parto y puede que haya algo de cierto en eso porque ella siempre ha sido muy puntal para todo. Por lo menos de eso puedo alardear: siempre le cambié sus planes, hasta el último momento...te apuesto que no encontrarás mi infarto por ninguna parte de su agenda. Creo que por eso éramos tan felices, nos complementábamos. Ella siempre con su planificación y organización como bandera de vida, fan de la agenda y los teléfonos inteligentes. Yo, de las aventuras, riesgos y lo desconocido.
Que guapo te ves con esa ropita celeste mi amor. Vale, vale. Duerme, se que estas agotado y no aguantas el sueño, para mi también es hora de regresar. Me alegra tanto haberte conocido mi hijo.
¡Al fin! Fueron ocho meses y medio de larga espera pero ¡lo lograste mi´hijo! No te imaginas las ganas que tenía de conocerte. No pude hacerlo antes, desde la primera vez que intentamos verte en el ultrasonido, te volteaste y huiste de ese sonido tan parecido al de la sierra con la que cortamos la madera para construir tu moisés en el taller del abuelo. Tenías razón en asustarte pero deberías habernos visto las caras cuando vimos pintadas de movimiento ámbar las formas que solo en nuestros sueños te dábamos y por eso rogué para estar aquí en este momento.
No había razón para pensar que fueras a adelantarte pero la naturaleza que, ahora lo se, no entiende de planes humanos, decidió que esa bolsa acuosa y oscura ya no era suficiente para ti justo cuando le entregaban los recuerditos para los amigos que vendrán a conocerte. Por lo menos no tendrá esa pena; ya la conocerás y sabrás lo importante que son para ella esos detalles. Ni siquiera la dejaste llegar al carro y allí, en medio parqueo, empezaste tu lucha por salir. Según nuestro plan, nacerías el veintidós en una cesárea luego de que me convenciera de no correr riesgos por esta vez. El último ultrasonido mostraba que no te habías logrado liberar de esa soga que se había vuelto un espiral en tu cuello y que así como te llenaba de vida también amenazaba con quitártela.
Los médicos dicen que las emociones fuertes pueden adelantar la labor de parto y puede que haya algo de cierto en eso porque ella siempre ha sido muy puntal para todo. Por lo menos de eso puedo alardear: siempre le cambié sus planes, hasta el último momento...te apuesto que no encontrarás mi infarto por ninguna parte de su agenda. Creo que por eso éramos tan felices, nos complementábamos. Ella siempre con su planificación y organización como bandera de vida, fan de la agenda y los teléfonos inteligentes. Yo, de las aventuras, riesgos y lo desconocido.
Que guapo te ves con esa ropita celeste mi amor. Vale, vale. Duerme, se que estas agotado y no aguantas el sueño, para mi también es hora de regresar. Me alegra tanto haberte conocido mi hijo.
Es bonito y muy tierno, pero me parece que le faltó un poco de historia, o por lo menos de fuerza. Un poquito menos de dulzura y más de tragedia y estás hecho. ;-)
ResponderEliminarAl principio tuve problema al entender que el papá estaba muerto, pero es muy tierno. No me fascinó, pero no está mal.
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