No tengo dinero ni nada que dar (magia negra, Fausto o el Hierberito moderno)
(Por Juan Pensamiento)
(Por Juan Pensamiento)
Le tomó cinco gallinas – nunca antes había matado ni una sola con sus propias manos – varios chorros de su propia sangre, un par de quemadas en las yemas de los dedos, seis eyaculaciones (dos de ellas con un gran dildo morado ensartado detrás), tres uñas de los pies autoarrancadas sin piedad, una pata de gatito negro, dos ojos de sapo (¿hace cuánto que no veía sapos en los jardines?) y varios rosarios dichos al revés: un total de casi cuatro horas, incluyendo la búsqueda en internet sobre cómo hacerlo. Pero ya: por fin allí enfrente tenía a Lucifer, tal cual había pretendido con el conjuro. Se había aparecido así nomás, sin mayor alharaca, y eso que se lo había imaginado entrando con rayos azules, así, tipo laser, como con los que cayó el terminator en la lica. Pero qué, si no.
Nada más que el Lucifer de verdad, el de a de veras, no se parecía en nada a los dibujitos de la página que encontró en Google. Ni piel roja, ni escamosa, ni cachos, ni patas de cabra, ni colmillos de pirañita ni ojos de serpiente ni nada de eso...¡un mango resultó el cerote! Estaba desnudo, eso sí, lo que lo ponía un poco nerviosón, cosa rara, luego de seis eyaculaciones y tres dedos todavía palpitantes de dolor, pero con el diablo nunca se sabe...trató de no vérsela, pero no pudo evitarlo: no la tenía ni grande ni chiquita, así, como del tamaño justo; bien bonita, sin circuncisión. Aunque antes del ritual sí había considerado la posibilidad de que Lucifer tuviera forma humana y no la clásica de las caricaturas, pues se lo había imaginado más parecido a Don Ramón que al turco precioso que se anduvo cogiendo hace un tiempo a la Gabriela, al que, por cierto, era sospechosamente parecido... Hmm... Pero bueno, a lo que te truje Chencha, porque alguien tan importante como Lucifer, que igual que la madre, sólo hay uno, no se anda para babosadas. Pero si me quiere coger, me vo’a dejar, pensó. Pues si querés, te cojo, dijo Lucifer sin mover los labios ni cambiar la expresión. Pero eso no entra dentro del precio, sería sólo por placer mutuo. Lucifer le estaba hablando así como por telepatía. ¡Qué chilero, y ni miedo tengo!
Ya sé qué querés, tengo claro para qué me llamaste, pero igual me gusta que me lo digan, dijo solemnemente Lucifer sin emitir ni un gemido. Se le olvidó, entonces, lo erótico del momento y casi al borde de las lágrimas, le contó sus penas, que casi todas se resumían a lo mismo: no tengo ni un len y te vendo mi alma con tal de hacerme rico y que todos me admiren y me amen y quieran conmigo. Nada nuevo, pensó Lucifer...esta mara no cambia ni con los millones de años, pero pues el negocio es el negocio. Lucifer, entonces, con la paciencia ensayada de los varios meses que llevaba telepatiando el mismo discursito en Centroamérica, le explico las distintas opciones para vender el alma: La entrega al mero final (la menos conveniente, claro); la de pagos parciales (en la que el alma se termina de dar al mero final, pero igual se entrega mensualmente por pedacitos, propios o ajenos, que es lo ventajoso) o la más utilizada: el plan Dorian Grey, que incluye retrato de Manolo Gallardo y toda la cosa (que, aunque el retrato con el tiempo ya debe esconderse donde no lo puede ver nadie, tiene la ventaja de que el arte siempre es una inversión...) Habiendo escogido plan, ya Lucifer le detalló los pormenores: la tasa de interés variable, los parámetros de variación, los cargos por gastos administrativos, la cuota extra por mora, la fecha de corte, la fecha de pago, la capitalización de la deuda. Pero...pero...esas son EXACTAMENTE las mismas condiciones de mi tarjeta de crédito, dijo, la que me tiene bien sembrado. Lucifer sólo sonrió.
Nada más que el Lucifer de verdad, el de a de veras, no se parecía en nada a los dibujitos de la página que encontró en Google. Ni piel roja, ni escamosa, ni cachos, ni patas de cabra, ni colmillos de pirañita ni ojos de serpiente ni nada de eso...¡un mango resultó el cerote! Estaba desnudo, eso sí, lo que lo ponía un poco nerviosón, cosa rara, luego de seis eyaculaciones y tres dedos todavía palpitantes de dolor, pero con el diablo nunca se sabe...trató de no vérsela, pero no pudo evitarlo: no la tenía ni grande ni chiquita, así, como del tamaño justo; bien bonita, sin circuncisión. Aunque antes del ritual sí había considerado la posibilidad de que Lucifer tuviera forma humana y no la clásica de las caricaturas, pues se lo había imaginado más parecido a Don Ramón que al turco precioso que se anduvo cogiendo hace un tiempo a la Gabriela, al que, por cierto, era sospechosamente parecido... Hmm... Pero bueno, a lo que te truje Chencha, porque alguien tan importante como Lucifer, que igual que la madre, sólo hay uno, no se anda para babosadas. Pero si me quiere coger, me vo’a dejar, pensó. Pues si querés, te cojo, dijo Lucifer sin mover los labios ni cambiar la expresión. Pero eso no entra dentro del precio, sería sólo por placer mutuo. Lucifer le estaba hablando así como por telepatía. ¡Qué chilero, y ni miedo tengo!
Ya sé qué querés, tengo claro para qué me llamaste, pero igual me gusta que me lo digan, dijo solemnemente Lucifer sin emitir ni un gemido. Se le olvidó, entonces, lo erótico del momento y casi al borde de las lágrimas, le contó sus penas, que casi todas se resumían a lo mismo: no tengo ni un len y te vendo mi alma con tal de hacerme rico y que todos me admiren y me amen y quieran conmigo. Nada nuevo, pensó Lucifer...esta mara no cambia ni con los millones de años, pero pues el negocio es el negocio. Lucifer, entonces, con la paciencia ensayada de los varios meses que llevaba telepatiando el mismo discursito en Centroamérica, le explico las distintas opciones para vender el alma: La entrega al mero final (la menos conveniente, claro); la de pagos parciales (en la que el alma se termina de dar al mero final, pero igual se entrega mensualmente por pedacitos, propios o ajenos, que es lo ventajoso) o la más utilizada: el plan Dorian Grey, que incluye retrato de Manolo Gallardo y toda la cosa (que, aunque el retrato con el tiempo ya debe esconderse donde no lo puede ver nadie, tiene la ventaja de que el arte siempre es una inversión...) Habiendo escogido plan, ya Lucifer le detalló los pormenores: la tasa de interés variable, los parámetros de variación, los cargos por gastos administrativos, la cuota extra por mora, la fecha de corte, la fecha de pago, la capitalización de la deuda. Pero...pero...esas son EXACTAMENTE las mismas condiciones de mi tarjeta de crédito, dijo, la que me tiene bien sembrado. Lucifer sólo sonrió.
Después de santiguarme tres veces, me vengo a dar cuenta que he visto al cachudo a los ojos varias veces...
ResponderEliminarExcelentemente narrado. Me encanta el "train of thought", no sé como se dice en español.
Láser se tilda en español, aunque lo más seguro fue que se te pasó.
Creo que en este cuento, porque ha sido el más, más, más improvisado que he escrito (y quizá menos revisado) es que quedó más obvio eso que llamás "train of thought" que yo también entiendo y tampoco puedo traducir...
ResponderEliminarGracias por la corrección de la tilde; ni siquiera me fijé y ya lo corregí en mi blog. Además puse Dorian GrEy en lugar de Dorian GrAy, que es lo correcto.
Train of thought se usa en español como secuencia de pensamiento en algunos lados, en otros como cadena de pensamiento y hasta como secuencia lógica. Por eso mejor que se quede en inglés.
ResponderEliminarA mi me parece el mejor cuento. La improvisación te libera de ese mal que se llama: razón.
ResponderEliminarYo preferiría el plan Dorian Grey. Pero quisiera que me lo pintara no Manolo Gallardo sino Moisés Barrios para que me hiciera piel de banano. Qué te digo. Me maté de la risa. Y lo más interesante es que escribiste como hablás, como que hubieras contado la historia. Al inicio tiene lo tuyo que es eso grotesco, pero me gustó que esta vez SÍ me sacaste la carcajada. En la oficina todos me voltearon a ver. Te diré, este es de los que más me han gustado de tus cuentos. No se nota lo improvisado que vos decís (¿será cierto?).
ResponderEliminarEstoy seguro, Quique, que aunque te lo pintara Gallardo, a los pocos días el retrato ya tendría piel de banano...jajaja
ResponderEliminarY sí: fue improvisado y el final salió hasta el mero final y en ese momento decidí que ese era...
Y el diablo tiene sombrero? Es que yo siempre me imagino a la gente con sombrero, no se por qué
ResponderEliminarSe me antojó el diablito, pero no a los mismos términos que la tarjeta de crédigo jajajaja
ResponderEliminarMe recordó a un cuento que leí alguna vez de un Fausto que se acuesta con el diablo, pero ya no me acuerdo cómo se llamaba, fue hace mucho tiempo. Pero no era tan bueno como este. Me encantó eso de "esta mara no cambia ni con los millones de años" y que "se lo había imaginado más parecido a Don Ramón" jajajaja
Creo que Fausto es uno de los relatos más versionados y glosados. Yo tenía una en forma de poema "gauchesco" muy vernáculo desde la perspectiva de un campesino argentino que asiste a una representación teatral de Fausto y la cuenta como la entendió.
ResponderEliminarCreo que es válido usar un referente y glosarlo, darle algo de originalidad y funciona bien.