De Disney a San Marcos
(Por Gerardo Gálvez)
Abrió sus ojos por un momento y se sintió abrazada por el ataúd que se encontraba asegurado en el Panteón Familiar… Sonrió, cerró los ojos y prosiguió con el descanso eterno.
Se llevaba en su corazón aquella tarde en que Fermín le quitó la blusa y le besó los hombros, y bajó su sostén para dejar libres sus pechos, esa tarde, cuando le mostró las cicatrices de sus dos cesáreas por las que salieron sus dos hijas mayores.
Se llevaba en su corazón aquella tarde en que Fermín le quitó la blusa y le besó los hombros, y bajó su sostén para dejar libres sus pechos, esa tarde, cuando le mostró las cicatrices de sus dos cesáreas por las que salieron sus dos hijas mayores.
Nadie podría quitarle el recuerdo de Fermín Otzin Puaj en la panadería de su madre. Su madre… Doña Encarnación De la Villa y Torre viuda de Córdova, hija de aquel fundador del imperio de bebidas alcohólicas y derivados que poblaron al país y amansaron su fortuna.
Delfina estudió el un colegio de monjas, llena de viajes a Miami y películas del Walt Disney en donde se mostraba el lado dulce y empalagoso de la realidad.
Muy joven conoció a Jaime Bernardo De la Cerda Villaverde, promitente Ingeniero Industrial con Maestría del Incae, residencia en zona trece y vehículo Celica del año. En fin, el partido ideal que apareció en su vida y que fue aprobado por Doña Encarnación De La Villa y Torre Viuda de Córdova.
Todos aplaudieron a aquel pretendiente que llenaba la hoja de vida para ella: Delfina Córdova de la Villa de De la Cerda se llamó al año de noviazgo después de aquella boda que salió en las páginas de vida social por más de dos semanas y a donde asistieron dignatarios, embajadores y empresarios a congratularse con ellos.
Los primeros años trascurrieron entre condominios, cuchubales y Baby Showers. Tres tarjetas de crédito gold y el privilegio de ser la esposa del Gerente General y Representante Legal de Industrias Agropecuarias “El Amate”.
Y en serio que se esmeraba en atender las necesidades de Jaime Bernardo en todo lo que podía y en las noches de intimidad le proporcionaba lo que el necesitaba: cinco minutos de movimiento, un espasmo y a dormir profundamente. Ella no sentía placer, solamente cumplía los deberes en la cama como toda esposa abnegada, hasta que Fermín llegó…
Y lo conoció un día que fue a la Panadería El Carmen negocio fundado por su madre para distraerse de las ganancias de los negocios familiares. Era un panadero sonriente, amable, proveniente de San Marcos La Laguna. Fermín, con su apariencia humilde, su pequeño pero robusto cuerpo, su pelo “quishpinudo” y su humildad la conquistaron. Delfina esperaba las cinco de la tarde, para darle jalón a Fermín, para platicar con él, ya que por exigencia de Doña Encarnación, Fermín acompañaba a Delfina en el asiento trasero, pero con el tiempo y la plática, a la vuelta de la esquina Fermín pasaba al asiento delantero. Le contaba sobre la belleza del lago, sobre las veredas de terracería que subían por las montañas, sobre el comal de su abuela, sobre los atardeceres de atol y tortillas negras que en su pueblo refaccionaban. A Delfina le hacía contraste con sus tours de Disney, con sus compras en Macy’s y sus caprichos de perfumes y lencería.
El amor se fue desarrollando después de las platicas y perdieron sentido sus cuchubales, sus visitas al súper y sus asistencias a los Baby Showers, y le interesó visitar el Mercado Central y en lugar del pan francés de la cena puso las tortillas negras que le regalaba Fermín, dejó sus lecturas de “Tus Zonas Erróneas”, “El Vendedor más Grande del Mundo” y “Yo Estoy, Tú Estás Bien".
Su esposo Don Bernardo de la Cerda Villaverde se sorprendió aquella mañana cuando se puso aquel “Güipil” obsequiado por Fermín.
-Bueno ¿y vos, India me resultaste? Me vas a poner en vergüenza frente a la servidumbre, no chingués, que tengo una imagen que cuidar, así que quítate esas mierdas y vístete como una dama. Somató la puerta y se fue.
En ese instante, Delfina sintió que su alma había cambiado, que le habían practicado una liposucción a su orgullo de ser ladina y conquistadora.
Fermín la esperaba como de costumbre, pero lo que no esperó es que Delfina lo llevó directamente a un motel, camino a San Lucas Sacatepéquez y allí se entregó por primera vez:
con coito, orgasmo y paquete incluido. Desde ese momento no le importaron las consecuencias, el “qué dirán”, los recatos y reservas, pues por primera vez Delfina se sintió mujer, en el preciso instante en que su sostén bajó y fue besada por él.
Al otro día todo fue drama: Doña Encarnación llamó al Notario para desheredarla en forma expresa. El mismo Notario fue requerido por Jaime Bernardo para documentar el Abandono de Hogar y la vez el instrumento notarial para documentar en forma exhaustiva que las hijas quedarían bajo Guardia y Custodia del padre por la conducta promiscua de su esposa.
Delfina dejó todo: su condominio, sus tarjetas, sus ropas de Macy’s. El trueque: Fermín Otzin Puaj y San Marcos “La Laguna”.
Seis años pasaron: los más felices de su vida, por las veredas de terracería, comales prendidos, atoles y tortillas negras. Y esbelta, blanca, digna vestía su corte del lugar.
Una tarde, cuando Fermín sintió en su tacto esa masa que no era lo que se esperaba y que resultó ser una pesadilla que venía acompañada con radiación, quimioterapia, limpias del brujo y oraciones vanas al fin. Delfina fue abatida.
Nadie pudo sacar su cadáver del hospital hasta que llegó aquel que legalmente era todavía considerado su esposo: Jaime Bernardo De la Cerda Villaverde arribó con senda lancha, ataúd y una sonrisa de venganza hacia Fermín.
-Me la llevo a la capital mano, para que ésta siquiera tenga un entierro digno- le dijo con soberbia. No dejó que ni siquiera la vistieran y partió.
En el flamante mausoleo de mármol de Carrara, con las puertas negras y sus puntas doradas, se encuentra el nicho de Delfina Córdova de la Villa de De la Cerda, donde dentro de su ataúd sonrió, porque dos niños de apellido Otzin Córdova vivirán libres en las playas del lago.
Hace exactamente 9 años del desenlace de esta historia y que con mucho orgullo pude presenciar. Te quedó lindo, te felicito.
ResponderEliminarMe encantó, creo que lo que más me gustó fue la forma como iniciaste el cuento, al estilo Isabel Allende. Muy bien narrado. Me gustó mucho.
ResponderEliminarAl principio me confundieron tantos nombres compuestos (no estoy acostumbrada ;->) pero luego me gustó.
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