Un final sin inicio
(Por Olga Contreras)
-Mucho gusto en conocerla, cuídese- fueron las últimas palabras que leí a través de mis lágrimas.
Qué ironía. Nunca lo conocí realmente, al menos en persona, sí logré saber algo de él, pero él sabe más de mí. Mis más viejas amigas resienten desconocer mis secretos, pero a él se los di así, sin él pedirlos, inadvertidamente y sin decir agua va la confianza se hizo presente. Mis oídos sometidos a una especie de condicionamiento de Pavlov percibían entre todos los sonidos rutinarios el inconfundible tintineo del chat... aumentaban los latidos, la boca se quedaba suspendida en una sonrisa, las pupilas dilatadas, las manos temblorosas de ansiedad para contestar el más pueril de los mensajes: “¡Hola! ¿Anda por allí?”
Tecleaba mis sentimientos, compartíamos pasados, los temas iban desde ideales alcanzados, pasando por causas perdidas, hasta tonterías sin sentido…Mientras hablaba con una pantalla de plástico y plasma, ésta me había devuelto un amigo, un oyente que no era juez ni parte; una quimera de tonos azules para mis días en blanco y negro; una sonrisa a tiempo, una picardía pensada - a veces callada a veces dicha- al igual que los deseos que se guardaron en la parte de atrás del cajón de los recuerdos nunca vividos. Cuántas preguntas por hacer, respuestas que quieren salir solas abriéndose paso entre las rendijas del cerrojo que había puesto a mis emociones. Las palabras escritas gritaban por ser descubiertas, por ser resueltas cómo una adivinanza dicha a medias. En eso se convirtió él: en parte de mi día; en la alegría no pedida pero anhelada y que cae en la más fértil de las tierras; en un amigo fresco, que no espera mucho pero da más; en alguien que rebatía cada una de mis opiniones pero las respetaba. Lo malo es que la mente camina, declara su independencia y sintiéndose muy segura por una mezcla de libertad confundida con libertinaje se va muy lejos, se pierde de vista. Sus pasos no son los míos. Para mientras mis ojos trataban de estudiar los píxeles de sus rasgos y me revelaba una persona franca, grata, con mirada que no oculta nada.
Lo mejor y más amado de nuestras respectivas vidas trazaban la línea que no debía ser cruzada, pero ese surco a veces se ocultaba, se nublaba al calor de la conversación, se estiraba cual material maleable, sin llegar jamás a romperse.
Un par de ojos que eran ajenos al mensaje malinterpretaron esa complicidad vetada para un hombre y una mujer con destinos diferentes. El dolor causado al alma de esos ojos era un dolor sin raíz, sólo era un síntoma sin enfermedad, una verdad basada en meras suposiciones y significaba el aborto de un embarazo psicológico, el final de algo que nunca inició.
¿Qué me quedó? Un diccionario de palabras que no me atreví a decir, pero que los dos sabíamos. Anécdotas pasadas que traducían el presente. Ya no pude contarle de aquella mañana cuando yo tenía nueve años y mi vida se partió en dos; ni se enteró de porqué una cadena de eventos -más desafortunados que afortunados- me llevaron a temer el mes de octubre y la nostalgia que irremediablemente trae consigo. Nunca supe si era crema o rojo… pero no puedo soportar saberme origen de un llanto ajeno. –No encuentro las palabras para disculparme, porque no sé cómo disculparme por algo que nunca fue una ofensa, ni pecado confeso. Ésta pérdida me duele a mí, es mí pena, de nadie más. Nadie debería llorar mis lágrimas, más que mis ojos.- Fue lo único que pude contestar.
Ahora me dispongo a pasar por cada una de las etapas del dolor para enfrentar la pérdida del amigo desconocido.
Me gustó lo del amor por chat. Lo único que no me gustaron fueron las frases como "libertad confundida con libertinaje" o "la línea que no debía ser cruzada", que le da una interpretación moral al relato.
ResponderEliminarPero te quedó muy bien.
A ver si me puedo explicar: la metáfora la usé para dar a entender que la mente le caminaba, se le soltaban las riendas y aunque eran amigos nada mas, pues su cabeza iba más allá sin evitarlo...no me puse a pensar en moralidad realmente. Sólo quise enfatizar que la amistad entre un hombre y una mujer puede a veces ser malinterpretada. A veces dije, no generalizo, que conste.
ResponderEliminarAl principio pensé como Ixmu. Menos mal lo aclara en su comentario, ahora me gusta un poco más y me identifico mucho con su relato.
ResponderEliminarAh, perdón, entonces había entendido mal.
ResponderEliminarAy, a mí la mente no me camina, corre, cuando se trata de la frontera entre amistad y amor. Puff, la tengo que ir correteando por todos lados del apartamento hasta que la atrapo y le digo: cuidado que el amor, cuando no es correspondido, muerde!
;-)