variopinto

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Austeridad

Austeridad
Por Fabiola Arrivillaga

Érase una vez, en un reino muy muy lejano, una humilde mujer que vivía junto a sus cinco hijas, cada una carente de un sentido distinto. Así, mientras Luz no podía ver y  Dulce no tenía gusto, Brisa carecía de tacto mientras Flor, de olfato.  La más pequeña, Alondra, tenía vedado el deleite auditivo.  ¡Mala fortuna!, pensaban muchos, pero no aquella madre.  Tan grandes eran su fe, esperanza y sabiduría, que pacientemente esperó el momento para sacar ventaja de sus cinco calamidades.  Alimentó y cuidó, como pudo, a sus tesoros, defendiéndolas incluso de la burla y los prejuicios de la gente.

El tiempo llegó.  Cuando Luz cumplió quince años y Alondra apenas diez, decidió que lo conveniente era montar una carpintería, asignándole a cada una la función idónea.

Así que Dulce y Flor mezclaban solventes y barnices, Brisa torneaba y tallaba, Alondra usaba la sierra eléctrica, el router y todo lo ruidoso.  Luz, benditos sus ojos, atendía el teléfono.  Cero salarios, cero protestas, incluso llegó a recibir donativos y ayudas por su “esfuerzo por un medio laboral incluyente“.  Si, sus cuentas a favor se engrosaron, pronto hubo intereses, ganancias, premios y deducciones de impuestos.

Tan buena, tan justa, tan luchadora, tan hábil.  Muchos años después, falleció rodeada del amor de cinco hijas, de la envidiosa admiración de los poderosos y, por si fuera poco, con una fortuna en los bolsillos que dejaba a fundaciones y entidades de beneficencia.  Un final justo.

3 comentarios:

  1. Hola Fabiola. Tu relato me hace entrar en una controversia. En principio asignar según las capacidades de cada una, una función idónea, me parece ideal. Pero luego, ¿y si Luz quisiera ser tornera?, ¿y si Dulce y Flor quisieran ser tallistas? ¿y si Alondra odiaba el estrepito de la radial y prefería una gubia?. Entonces surgiría la protesta, reclamando no solo un trabajo digno, apropiado a su capacidad física, sino el que cada una como ser humano pudiera elegir…
    Buen relato, da que pensar.

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  2. La madre les dio aquello que no podía molestarles, por su respectiva carencia...Así no podían quejarse...Por ejemplo, Alondra no escuchaba...Así que todo lo de la bondad de la madre a mí se me presentó como sarcástico. Gracias por leerlo!!

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  3. Ya me imaginaba yo que era sarcástico. Pero tiene razón Elena, aún no está muy claro. Tal vez si la pones a la madre a repartir los diez mandamientos jajajaja

    Pero la idea de la predeterminación me gusta mucho. Me ha ocupado mucho en los últimos días.

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