variopinto

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Volcán en erupción


Volcán en erupción
Por Elena Nura

De pronto llegó. Cuarenta grados a la sombra y yo siguiendo un camino que se me hacía una curva sin fin delante de mi cara. Tu a mi lado callabas tus palabras con un cigarro negro, que entibiaba si cabía aún más la chapa del coche. Pero ¿por qué no me habla? Seguro que se ha vuelto a enfadar. Me he equivocado de ruta sólo tres veces. Ya incluso podíamos haber llegado al campamento, pero tampoco es para tanto. Total las cabañas no se van a ir, ni los pinos, ni la piedra pome, ni la pinocha, ni el calor. ¡Dios!, pero ¿de dónde sale este fuego? Es como si el jodido volcán hubiese eructado un exceso de gases de lava candente. Sólo espero sea literario mi pensamiento porque mira que si se le ocurre hacer erupción ahora, ¿a ver dónde nos metemos?

Bajo la ventanilla, el polvo del camino ha cubierto el verde del coche antes tan mimetizado con el monte. Terminas el cigarro y carraspeas. Siento que me vas a hablar, como siempre me echarás en cara lo despistadas que soy. Pero no, largas un enorme bostezo. ¿Sueño?, ¿hambre? ¿Aburrimiento? No sé. Te veo encender la radio, pero el dial da vueltas y vueltas. No se sintoniza nada en este lugar. Sacas entonces tu iphone,  tampoco tienes cobertura. Perdido en medio del monte sin contacto alguno con la civilización excepto yo. Supongo que entonces tomas conciencia de mi presencia y me vas a hablar. Pero no, sigues en tu mundo y yo el camino. A las tres horas de pedregoso recorrido el cuatro por cuatro llega al final de la senda. Espero no haberme equivocado de nuevo. Pero el cartel lo pone claro, “Campamento del Barranco del Infierno”. Al bajar del vehículo el calor aumenta y si no he calculado mal aún nos queda unos cuarenta minutos a pie por una vereda seca que desprende un calor diabólico. Se cala por la suela de las botas. Las mochilas en la espalda la enaguan de sudor. Chorreo por mis mejillas hilitos de mí. Tú me sigues atrás aún callado. ¿Quién me mandaría a mí elegir este lugar para unas vacaciones? Yo intuí que te gustaba la naturaleza, que te encantaba caminar, el aire, el sol, pero dudé al volverme y ver tu cara roja, crispada del sofoco.

No habíamos andado ni diez minutos y tuvimos que parar. Justo cuando nos sentamos bajo la sombra de un pino centenario, vimos venir hasta nosotros a unos guardabosques. Que si estábamos locos, que si no sabíamos que estábamos en alerta de calor, que el acceso había sido cerrado, que no se nos ocurriera encender un fuego, que diéramos la vuelta y volviéramos por donde habíamos venido.

Fue entonces cuando te decidiste a hablar y tan solo me dijiste. -La verdad Sonia, eres un desastre organizando vacaciones.

De eso ¡hace tantos veranos! Desde entonces viajo en primera, hago cruceros en enormes barcos de categoría, he recorrido toda Europa y parte de América. Este año voy a ir a Japón. A tus tres hijos les encanta ir de acampada.

3 comentarios:

  1. Genial Elena. De tus relatos siempre me gusta la narrativa tan clara y detallada que hasta sentí ese calor sofocante. Y diste en el clavo con el título. Te felicito.

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  2. Me encanta eso de que alguien esté "Perdido en medio del monte sin contacto alguno con la civilización excepto yo." Uyyy, suena muy erótico. O peligroso ;)

    Muy bonito cuento!!

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  3. GRACIAS CHICAS .
    OLGA, LO DE LOS TÍTULOS YA ME SALE MEJOR, A FUERZA DE INTENTARLO.
    IXCUMANE, LO MALO DE PERDERSE, ES QUE NO SUELE ESTAR PROGRAMADO, ESTA VEZ NOS PILLARON CUARENTA GRADOS Y CREO QUE AÚN NOS ESTAMOS RECUPERANDO DE LA PATEADA (LO BUENO, ME SIRVIÓ DE INSPIRACIÓN)

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