variopinto

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ME QUIERO MORIR

Me quiero morir
Olga Contreras

Amo el día de muertos. Me hace mucha ilusión ver las tumbas adornadas con colores hechas flor. Las manos de los seres amados se vuelven caricia al limpiar cuidadosamente los nombres de los que se fueron. El aire frío y amargo del cementerio se llena de ese dulzor que sólo pueden dar las palabras de amor dichas con tanta melancolía.
¡Y la comida! Me enternece que él se recuerde siempre de traerme lo que más me gusta: platanitos fritos, frijolitos recién colados y pan dulce. Es el único día del año que los sabores pueden cobrar vida en mi boca. También es el único día del año que se nos permite cruzar el umbral para poder oír, ver, oler y disfrutar de los que dejamos atrás. Ya lo vislumbro a lo lejos con sus pasos pausados pero fuertes. Siempre le dije que su caminado parecía decir Aquí vengo ¡quítense! Está bello como siempre; se rapó y se ve más guapo –si es que eso es posible- y es que se le resaltan más sus pómulos. ¡Ay! Esa barba partida y esa boca perfectamente dibujada donde tantas veces me deleité.  Le noto algo raro, pero no sé qué es, pero me imagino que es normal, será que lo entristece volver aquí.
Ojalá te gusten tus frijoles, amor, me los preparó mi mamá algo a regañadientes por que ella no cree en ‘esas babosadas’, ya sabés cómo es. Te cuento que la Beatriz se separó del marido, al fin se dejó de pendejadas y lo mandó a la mierda. Fijate que a la Julia la aceptaron en una buena universidad en los estados, todos vamos a hacer coperacha para mantenerla, ni modo. En el trabajo estoy bien, contento, animado porque me dejan trabajar solo y nadie se mete conmigo. ¡Ay mujer! Se me olvidó contarte que al fin me van a publicar aquel estudio ¿te acordás? Eso sí me tiene contento, lástima que no lo vas a poder ver, pero te lo voy a traer nomás salga, vos te echaste una buena parte del trabajo.
Mi cielo ¡qué alegre! Nadie se lo merece más que vos, años trabajamos en eso. Te estoy poniendo atención –creéme-  pero a veces me traiciona ver tu cuello y tu espalda y por ratitos me descuido de lo que me decís y me doy a besarte, a tocarte, aunque mis manos traspasen tu piel sin dejar huella de mi deseo. Pero yo sí siento, siento tu calidez, tu dulce aliento y me bebo de un golpe el rocío de sudor que tímidamente va apareciendo en tu pecho. Todo eso me alimenta y me mantiene viva en medio de esta distancia eterna que me separa de vos.
 Te cuento que finalmente arreglaron el jardín como yo quería, como vos dijiste y se ve lindo. Yo creo que hasta tus plantitas te extrañan, nunca volvieron a florecer hasta ahora que contraté a una chava que tiene buena mano.
De repente se te tensa la cara, el ceño fruncido, veo claramente cómo tragás grueso. Te conozco, algo te pasa y no me lo querés decir.
Amor, no sé cómo decirte esto.  Llevo rato saliendo con ella, con la del jardín. Me recuerda a vos, y me he ido enamorando de a poquito, ha sido muy buena y paciente conmigo.
De repente la realidad se apodera de mí y me abruma. Rápidamente el dolor va en escala hasta sentirlo tan intenso e inmenso como el que sentí al morir y me arranca de tu pecho donde estaba recostada, me avienta a este mundo de vivos y me mata mil veces. No puedo, no quiero escuchar todo eso que me venís a contar, pero no puedo irme, no puedo callarte, no puedo soportarlo. Me quiero morir.

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