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Fuerzas de flaqueza


Fuerzas de flaqueza
Por Olga Contreras

No había poder humano, divino, diabólico o metafísico que obligara a su dedo índice –ni el derecho ni el izquierdo, ni a cualquier otro dedo ni extremidad- a marcar la tecla para poder enviar esas cartas. Simplemente se pusieron en huelga y se rehusaron a hacer su trabajo.

Y es que hay gente que simplemente no se deja olvidar. Luchan con todas sus fuerzas para permanecer en el corazón. Les importa un comino lo que uno piense o sienta o quiera y con una desfachatez que da pena ajena se anidan en el corazón de uno y nada, no hay patada que los saque. Su recuerdo es como la hiedra que se va pegando y escalando y sofoca muy sutilmente a los malos recuerdos, para hacernos creer que en tiempos pasados todo fue mejor.

Y es que ese amor realmente le dolía a través del tiempo y el espacio. Pero su presencia le dolía aún más que su ausencia, que inevitablemente venía acarreando un placer doloroso, obsesivo, intimidante y que la vaciaba de ilusión. Sus caricias le quemaban la piel, se la consumían dejando llagas que supuraban gloria que luego se convertía en soledad. Sus palabras la mancillaban porque las creía cual dogma pero terminaban quebrantando su fe.  Hasta su pasión la hería, porque en pocos segundos destrozaba las fuerzas guardadas por meses, sólo para despilfarrarlas en besos que eran su veneno con todo y remedio.

Pero en cambio el otro amor que había encontrado la llenaba de luz, quitaba las telarañas tejidas con dolor y en su lugar ponía candelas que iluminaban soledades. Con su abrazo borraba el miedo encarnado, trayendo una matita de esperanza que pronto dio fruto. No había enfermedades, sólo curas, no había promesas sólo dulce realidad. Se robaban el tiempo momento a momento y él les agradecía el agravio deteniéndose para ellos en un beso o una mirada.

Así que papel en mano, tinta en pluma y con la ayuda de una secretaria –sus manos seguían negándose a escribir-, se dio a la tarea de hacer esas dos cartas, una de despedida y la otra de bienvenida. Le dolió la garganta y se le resintió el alma de tanto dictar y una vez las cartas estuvieron listas con su respectivo remitente y destinatario se fue corriendo al buzón para mandarlas, pero no contaba con que luego de tanto esfuerzo el cuerpo se resiente, se rebalsa de tanta locura y se queda corto. Sólo tuvo fuerzas para mandar una. Esa molesta vocecita interior le repetía “Sacá fuerzas de flaqueza, tenés que sacar fuerzas de flaqueza”. Ella quebrada de agotamiento sólo logró encogerse de hombros y se contestó a sí misma “¿Y cómo putas saco fuerzas de flaqueza si nunca he sido flaca?”. Se regresó a casa arrastrando a tuto el peso de una de las cartas en el bolso.

2 comentarios:

  1. El segundo párrafo es para enmarcarlo.

    Peligroso la interpretación psicológica de la carta que uno cree o quiere que esté de regreso en el bolso. Muy bueno Olguita!

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  2. ¿Qué tal tu receta del "OLVIDOL 500"?, igual también funciona para las penas del corazón. La elección de la carta enviada... ahí queda la intriga.
    -Buen Relato Olga.

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