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La madre de Robocot


La madre de Robocot
Por Elena Nura

De cómo llegó a llevar casco y rodilleras para salir de casa, es una historia larga, muy larga. Lo cierto es que su madre poco a poco comenzó a añadirle algún tipo de protección.

Una mañana tocaron en la puerta y le traían al niño que se había pegado un cabezazo contra la pared y chorreaba sangre a borbotones, fue más el susto que otra cosa. Casco. Otro día llegó de jugar en casa de un amiguito y cuando lo fue a bañar traía una brecha en el muslo que milagrosamente no chorreaba. Ella se quedó blanca como la carne abierta del muslo. Protector pernil. Más tarde se cayó del columpio de cabeza, se partió dos dientes y a partir de ahí le prohibió volver a subirse. Protección bucal.

La bicicleta en la que su padre se había empeñado en que aprendiera, acabó haciéndolo volar sobre las dunas de un circuito caótico que los chiquillos habían ideado. No le puso alas porque esa protección aún no había salido al mercado, pero al parar la caída sus manitas habían sufrido el impacto. Muñequeras. A la semana la caída fue peor, a pesar de ello el chiquillo regresó a casa pedaleando con un solo pie. La madre según lo vio, ya lo supo, quebrada por dos puntos. Tobilleras y espinilleras. La guerra de pedradas con los amigos fue de lo peor, le habían dado en el pecho y cuando le vio el hematoma supo que debía añadir un protector pectoral...

Yo lo vi salir de la puerta contigua de casa, parecía un Robocot, su madre le decía, -¡Y que no se te ocurra subirte a un árbol!.

Pero yo le vi la mirada, sabía que lo haría.

1 comentario:

  1. Excelente, me emocionó mucho en lo personal, pues a mi esposo le dió Polio de pequeño y tenía que andar con casco y rodilleras para no "desarmarse", pues como todo niño normal le gustaba jugar y jugar.

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