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Tú me hiciste brujería

Tú me hiciste brujería
Por Tania Hernández

Había pactado con uno y al final fueron seis. Siete, contando el policía que no pagó; cogió de gratis, privilegiado por alcahuetear y dejar que lo hicieran en el serenazgo. Edgardo se lo contó a su novia con el orgullo del que relata una excursión por la selva o una caída en bungee jumping. Ella no le preguntó si habían rifado los puestos, y si él había sido el primero o el último. Tampoco si había usado preservativo o si se había gozado en los fluidos de los anteriores. Mucho menos preguntó el precio pagado o si la pobre prostituta había estado de acuerdo. No quería saber nada. La ignorancia voluntaria es el camino más corto a la tranquilidad. - Solo las locas se martirizan con la realidad- , pensaba. Y ella no estaba loca. Por eso le sonrió como si le hubiera estado hablando del clima o de un partido de fútbol,  obvió el desgano que acompañaba el beso y comenzó a quitarse la ropa. Aceptó que la penetrara sin amor y sin precaución. Quería que ser buena, ser querida hasta por los más malditos, como éste, o como aquél, o como todos. Fue, como siempre, la amante perfecta, atenta a las necesidades de su hombre,  tierna y apasionada.  Se durmió abrazada a Edgardo con la placidez que le había otorgado el orgasmo. Pero la placidez no traspasó al subconsciente, y soñó con una verga enorme, que luego se partía en siete vergas pequeñitas pero filosas, que amenazaban con rayarle el vientre. Soñó con una vagina exhausta y dilatada que rebalsaba esperma. La cara de una mujer joven señalada por el asco y la vergüenza.  

Se despertó con náusea. Edgardo dormía tranquilo. Su cuerpo bronceado brillaba a la luz de la luna llena. Se acercó a él y se dispuso a acariciar ese vientre perfecto, que tanto le gustaba. Entonces volvieron las arcadas. Fue al baño. Se hincó frente al retrete y, en seguida, su entrañas expulsaron algo tenía el sabor y el color del semen. El fluido blanco flotaban sobre el agua negándose a desaparecer, por más que tiraba de la manivela. Volvió horrorizada al cuarto en busca de protección. Quería que Edgardo le dijera que no era cierto, que todo era un sueño. En cuanto lo tocó, la piel de Edgardo se empezó a rajar y fueron saliendo de él, uno a uno, seis hombres distintos. Todos desnudos. Repetían al unísono, una y otra vez la palabra puta, como si fuera una canción de combate. Por cada palabra pronunciada, sus vergas se hacían cada vez más grandes y amenazantes. Finalmente, la piel de Edgardo se cerró, y él abrió los ojos. Se levantó y se acercó a ella, le agarró la muñeca y la tiró en la cama, ofreciéndola luego a sus compañeros presentes.  Ella se recordó de la mesita de noche y de las tijeras en el segundo cajón, en el preciso instante en que sentía sobre su espalda la respiración del primero cuerpo.

Desde su apartamento, si así se le puede llamar a este cuartucho de mierda, armada de una bola de cristal de segunda mano y varios muñecos de vudú, Mari espera emocionada el momento en que suceda el “crimen pasional”, como seguramente lo describirán, al día  siguiente, los diarios sensacionalistas del país. Dirán que fue una desconocida, una amante ocasional que quiso vengarse de un pobre muchacho de buena familia. Los padres de ella, luego de pagarle mordida a los policías y a la prensa, la mandarán al extranjero para que a “la nena” le hagan una terapia que le quite la náusea que le quedó después de este “incidente” y de paso le extraigan cualquier resto de empatía que pudiera haber persistido en su inconsciente.  

A la Mari nadie le pagará las terapias, nadie le quitará las náuseas que sufre desde el día en que, sintiéndose infinitamente sucia, salió del serenazgo. La venganza no es dulce, tiene un asqueroso olor a vómito. La náusea volverá. Atacará de nuevo en unos días. Ya lleva dos y tendrá que vomitar otros cinco. Tal vez entonces le llegue el alivio. Tal vez. Yo le digo siga, que nada pierde con intentar.


4 comentarios:

  1. Hola Tania ¿cómo haces para ponerte en la piel de la vejación?. Lo haces tan palpable, que hasta a mi me ha subido la náusea.

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  2. Elena! Qué bueno que te movió! Algo parecido me contaron, y realmente es de indignarse, tanto por el hecho como por la indiferencia de la sociedad hacia hechos tales.

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  3. Muy bien escrito. No puedo decirte que me haya deleitado su lectura, pero en textos como éste creo que la denuncia es la intención, la conciencia...Pude indignarme del todo, sentir las nauseas, el dolor, la ira...Pude sentirlo, Ixmu. Gracias por compartirlo.

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  4. Muy bueno Tania, y coincido que sí lográs transmitir ese asco. Me recordó la pelicula de Jodie Foster. Te felicito.

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